En esta temporada del año, muchas personas se hacen la pregunta: ¿cuáles son mis planes y propósitos para este año? ¿Qué quiero lograr? ¿Qué tengo preparado? Es bueno hacer estas preguntas, porque nos puede ayudar a reenfocar nuestra vida y evitar las distracciones.
Sin embargo, en realidad, mis planes o tus planes para el año entrante no son muy importantes. Mucho más importantes que nuestros propósitos y planes son los planes y propósitos de Dios. ¿Qué es lo que Dios está haciendo? ¿Qué es lo que Dios se ha propuesto?
A veces me sucede algo. No sé si te sucede a ti también o no. Empiezo a hacer mis planes y propósitos, y luego le pido al Señor que los bendiga. Esto no está mal, pero cuando sólo hago esto, he perdido la parte más importante. Lo más importante es empezar con lo que Dios está haciendo, y asegurarme de que mis planes y propósitos reflejen sus planes y propósitos.
Hace dos mil años, Dios nos reveló lo que tenemos que saber acerca de sus propósitos – no sólo para el 2011, sino para todo este tiempo hasta que Jesús regrese. En este año nuevo, la pregunta más importante para ti y para mí no es si lograremos nuestros planes y propósitos, sino es si nos uniremos a Dios para lograr sus propósitos.
Jesús contó varias historias para enseñarnos cómo se realizaría la voluntad de Dios durante este tiempo. Dios estableció la iglesia como herramienta de la realización de su voluntad en el mundo, y se edifica sobre la roca de Cristo y lo que El hizo en la cruz. El Espíritu Santo es el director de la obra.
Escuchemos hoy la voz de nuestro Salvador por medio de algunas las enseñanzas que El nos dejó. Abramos la Biblia en Mateo 13, y leamos los versos 24 al 30, para empezar:
13:24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 13:25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 13:26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 13:27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 13:28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 13:29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 13:30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
¿Qué significa esta parábola? Cuando estudiamos una parábola, debemos comprender que cada parábola enseña un punto central. Los detalles de la parábola representan diferentes cosas, aunque algunos de los detalles no tienen significado espiritual. Simplemente le dan sentido a la parábola como historia ilustrativa.
En los versos 37 al 43, Jesús explica los detalles:
13:37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 13:38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 13:39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 13:40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. 13:41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 13:42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 13:43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
El es el sembrador, y el dueño del campo. El campo es el mundo. El trigo representa a los que pertenecen al reino de Dios, y la mala hierba son los que siguen bajo el poder de Satanás. La cosecha es el fin del mundo, y los que cosechan son los ángeles.
Esto es lo que significan los detalles, pero ¿cuál es el punto central de la parábola? Es un punto muy importante. Es simplemente éste: el reino de Dios crece en medio de las tinieblas. Había gente en el día de Jesús que pensaba que habría una separación inmediata entre los hijos de Dios y los que están bajo el poder del maligno.
Jesús aquí nos enseña que habrá una separación, sí, pero que sucederá al final del mundo. Ese día de separación llegará, pero mientras tanto, en el mundo, están mezclados los hijos de Dios y los que todavía están bajo el poder del maligno.
¿Dónde, según Jesús, se ve esa mezcla? ¿En la Iglesia? No, en el mundo. Jesús no nos está diciendo aquí que habrá gente buena y mala dentro de la Iglesia, aunque eso podría ser cierto. Lo que nos dice es que, si hemos entrado al reino de Dios, tenemos que seguir viviendo aquí en medio de la gente que todavía vive alejada de Dios.
Esto significa que tú y yo tenemos que acostumbrarnos, por el momento, a vivir entre gente que no comparte nuestra forma de pensar, que cree que algunas cosas son importantes que nosotros no apreciamos, y que desprecia lo que a nosotros más nos importa. Tenemos que vivir entre ellos, sin perder nuestra identidad como hijos de Dios, hijos de su Reino.
Pero ¡esto también significa que algunos de ellos se convertirán a ser como nosotros! ¿Por qué no quiso el dueño del terreno que se arrancara la mala hierba de una vez? Porque al arrancar la mala hierba, también se podría perder parte del trigo. De igual forma, Dios sabe que, si hiciera la separación de una vez entre sus hijos y los del mundo, habría muchos que no se llegarían a convertir a El. Por esto El ha decidido esperar hasta el final para hacer la separación.
¡Hay un propósito en estar sembrados aquí entre la mala hierba! Es para que pueda haber más trigo. Sí, es difícil mantener nuestra fe y nuestra integridad mientras convivimos con gente que piensa de una forma muy diferente de nosotros, pero Dios tiene un propósito en ello. Un día, viviremos en un mundo donde nadie miente, donde nadie es cruel o lujurioso. Mientras tanto, nos toca vivir ahora como ciudadanos de ese reino, para ver quién se nos pega y nos acompaña a ese lugar.
Leamos ahora otra parábola del reino, en los versos 31-32:
13:31 Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; 13:32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Jesús compara el reino de Dios con una semilla de mostaza, que es muy pequeña. Era la semilla más pequeña que se sembraba comúnmente en Palestina. Sin embargo, al crecer, se hacía la más grande de las hortalizas.
La planta de mostaza, en el jardín de una casa de los días de Jesús, pasaba de ser la semilla más pequeña a ser la planta más grande del jardín de vegetales – una planta que realmente era árbol, una planta que daba albergue a las aves y sombra a las personas.
¿En qué sentido es así el reino de Dios? En que empieza pequeño, pero se hace muy grande. Jesús empezó a establecer su reino con un grupo de doce discípulos. Sus comienzos no eran notables. No hacían titulares. En los centros de poder, nadie le prestaba atención.
Sin embargo, la fe que El estableció hace tanto tiempo hoy es profesada por dos mil millones de personas alrededor del mundo. Seguramente no todos ellos son verdaderos seguidores de Cristo, pero nadie puede negar que lo que empezó tan pequeño hoy se ha hecho mucho más grande. Ahora mucha gente de muchas naciones y clases ha encontrado albergue en sus ramas.
Alrededor del mundo, el reino sigue creciendo. Sin embargo, también se establece de forma pequeña. Lo que es de Dios muchas veces no empieza como algo grande, con mucha fanfarria. Muchas veces empieza de manera pequeña, y va creciendo de manera orgánica sin hacer mucho alarde, hasta que de repente ya es grande.
No desprecies lo pequeño – ni la Iglesia pequeña, ni el ministerio pequeño, ni el esfuerzo pequeño. Si Dios hace crecer un árbol de una semilla de mostaza, también puede hacer crecer cosas grandes de pequeños esfuerzos. Así es que va creciendo la obra de Dios, hasta que todo se acabe. Cuando llegue el final, entonces sí será con trompetas y un anuncio que se oirá alrededor del mundo.
Leamos dos historias más, en los versos 44-46:
13:44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. 13:45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, 13:46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Estas dos historias tienen en común a una persona que encuentra algo de gran valor, y gozosamente da todo lo que tiene a cambio de conseguir aquel objeto tan valioso. Con estas historias, Jesús nos dice que pertenecer al reino de Dios vale cualquier precio. No hay precio demasiado alto.
¿Tenemos que comprar la entrada al reino de Dios? No, Jesús ya nos compró la entrada. Sin embargo, para poder entrar, habrá un precio que pagar. Nos puede costar. El precio puede incluir el rechazo de nuestros familiares, puede incluir entregar el derecho sobre nuestra propia vida, puede incluir el sufrimiento.
Sin embargo, dice Jesús, vale la pena. Si hemos descubierto en Jesús al Rey, vale cualquier sacrificio entrar en su reino. Yo te pregunto: al entrar en este año nuevo, ¿qué es lo más importante para ti? ¿Estás dispuesto a pagar el precio para entrar al reino de Dios? ¿Quieres unirte a lo que El está haciendo?
Te va a costar. Quizás los efectos no sean visibles de inmediato. Quizás Dios te llame a ser parte de algo que, al momento, no parece ser tan grande. Sin embargo, los beneficios de pertenecer a este reino están fuera de este mundo. ¿Seguirás tratando siempre de realizar tus propios planes? ¿O te unirás a los planes del Señor?
II. Con la lengua podemos contaminar o purificar
Considera la forma en que usamos la boca. Hoy en la iglesia, cantamos alabanzas al Señor; declaramos la grandeza de su santidad, lo adoramos de todo corazón. Mañana, con esa misma boca, soltamos una palabrota cuando nos machucamos el dedo con el martillo. Nos enojamos con nuestros hijos, y los insultamos.
¿Cómo es posible tal incoherencia? En este aspecto, la naturaleza es más sabia que nosotros. Las fuentes de agua sólo dan una clase de agua; o brota del manantial agua pura y deliciosa, o sale agua contaminada y putrefacta. Nunca he sabido de una fuente que en ratos dé agua pura y en ratos agua sucia.
Los árboles también son coherentes. Un árbol de higos no empieza de repente a dar manzanas; ni salen duraznos de un cerezo. ¿Cómo es que nosotros, siendo más inteligentes que los árboles, no mostramos su coherencia? Como dice Santiago, "esto no debe ser así". Jesús nos dijo en Mateo 15:18 que es lo que sale de la boca lo que contamina a la persona: "Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre." Nuestras palabras reflejan nuestro corazón. Si nuestro vocabulario incluye palabras obscenas, es como si estuviéramos contaminando el aire con nuestra conversación.
En muchos lugares públicos se prohíbe el fumar, pues el humo de cigarrillo contamina el aire y causa problemas de salud. Cuando nuestras palabras son groseras o de mal gusto, contaminamos el aire y causamos problemas de espíritu. No es necesario usar groserías para expresarnos.
Y tú, ¿qué efecto causas cuando hablas? ¿Tus palabras traen edificación, ánimo y alegría a los que te oyen? ¿O más bien, traen desánimo y decepción? Aprende a domar tu lengua, y verás que el resto de tu vida toma mejor forma. Empieza – ¿sabes dónde? – en tu hogar. Dime: si alguien te pagara diez centavos por cada palabra de ánimo y cariño que les has dicho a tus hijos o tu pareja, y te quitara cinco centavos por cada palabra áspera y cruel, ¿serías rico o pobre?
Conclusión
Dios te está llamando a usar tu lengua para edificar y para purificar, no para destruir y contaminar. Ten cuidado con la calumnia y con las palabras obscenas. No te ayudan a vivir la vida pura que Dios desea que vivas. Tus palabras tienen mucho poder.
Se cuenta la historia de un grupo de indígenas que vivía en lo que ahora es Texas. Ellos se hicieron amigos de un colono estadounidense, y cuando se encontraban cerca de su hacienda, lo visitaban para que él compartiera con ellos algunas de las reses que criaba.
Durante la guerra de 1836, sucedió que este colono se retiró del rancho para pelear en la revolución. En su ausencia, los indígenas mataron algunas reses y se pusieron a comer. De repente se apareció una cuadrilla de soldados mexicanos y les pidieron razones por sus acciones. Los indígenas respondieron: "Somos amigos del colono éste". Ya que el colono era estadounidense, los mexicanos atacaron a los indígenas que se acababan de declarar sus amigos.
Sólo se escapó del ataque un pequeño grupo de indígenas. Estos huyeron de la escena, y más adelante se encontraron con otro grupo – esta vez, de soldados estadounidenses. Los indígenas no conocían los uniformes; sólo temían ser atacados de nuevo. Así que empezaron a gritar "¡Viva México!" De inmediato fueron atacados de nuevo, y sólo un puñado se escapó.
¡La lengua nos mete en problemas! ¿Cómo quieres usar la tuya? Te invito hoy a comprometerte con el Señor en usar tu lengua como El quiere que la uses. Te invito hoy a entregarle tus labios al Señor, y decirle que tú quieres que El los purifique.
Fuente: www.centraldesermones.com