Los pobres y la misión
por Esteban Voth
Los Salmos nos ofrecen un cuadro misionológico bíblico más abarcador y real.
La poesía hebrea, que define una realidad nueva a través del poder de la palabra expresada y escrita, incluye de manera específica a los pobres en esa nueva realidad1. Por medio de afirmaciones contundentes vuelve a describir el proceso histórico en el que se ve inmerso el pobre. El poeta es capaz de declarar con confianza y fe: «¿Quién como tú, Señor? Tú libras de los poderosos a los pobres; a los pobres y necesitados libras de aquellos que los explotan» (35.10). Aquí el salmista reconoce que existe una realidad en la que predominan los opresores que explotan a los que carecen de poder para volver a definir su situación. Pero, a la vez, proclama que existe una alternativa que proviene del único Dios, cuya soberanía es universal y cuyo amor es justo. La existencia de este Dios significa que el poeta puede clamar a favor del marginado y con la confianza de que existe una alternativa.
¡Ninguna utopía!
Sin duda, esta esperanza puede considerarse como algo utópico, pero la buena nueva de la poesía hebrea es que no tiene que serlo necesariamente. Aquellos que poseen el poder (la monarquía en Israel) siempre tratarán de convencer a los marginados de que todo ya está definido y determinado y que no existe alternativa alguna en esta realidad. No obstante, el poeta se resiste a esa descripción y se opone, no solamente porque existe un Dios que es justo, sino porque ese Dios justo también es un Dios que actúa.
La acción de Dios a favor de los pobres se expresa de diferentes maneras. En primer lugar, existe una relación de amor paternal: «Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa» (68.5); «las víctimas confían en ti; tú eres la ayuda de los huérfanos» (10.14b). Ese amor se manifiesta en la praxis en términos de una defensa activa de los indefensos frente a los opresores. Las viudas, cuya condición social generalmente se caracteriza por la pobreza, pueden vivir con la esperanza de que alguien las defiende. Ese alguien es justo y poderoso.
Además de defender la causa del débil, el poeta declara que Dios se ocupa de proveer acogida al desamparado y libertad al cautivo: «Dios da un hogar a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto» (68.6). Esta declaración representa una afirmación atrevida en medio de una situación de control y opresión. Proponer que existe la posibilidad de liberación y de «techo» para el marginado requiere coraje e imaginación teológica. Al suponer una realidad diferente, el poeta articula esa nueva realidad en términos teológicos y de esa manera provee esperanza en medio de una situación de desesperanza.
Una nueva realidad
La presencia preponderante de la categoría «pobres» en la poesía hebrea no significa que debamos minimizar ni «espiritualizar» la situación difícil y apremiante en que viven los marginados2. Estos representan a todos los que subsisten sin derechos, a los que están en una lucha diaria por sobrevivir y que, al carecer de todo tipo de influencia, han quedado a la merced de los que monopolizan el poder. Para ellos, el poeta proclama y articula una condición nueva.
Así como Dios provee liberación de situaciones deshumanizantes, también se ocupa de la alimentación: «saciaré de pan a sus pobres» (132.15). Es decir, Dios no solo actúa en el sentido de defender los derechos de los pobres en la corte y en la sociedad, sino que también busca satisfacer las necesidades básicas de todo ser humano. El accionar de Dios afecta todas las áreas de la vida. La influencia de Dios es integral y total.
El desafío misionológico, en este sentido, queda planteado. El poeta expone una realidad diferente para los pobres. La poesía transforma condiciones de injusticia, de desamparo, de soledad y de hambre en realidades de justicia, amparo, comunidad y salud. Esto sugiere que el trabajo misionero contemporáneo debe considerar todas estas áreas en su tarea de compartir las «buenas nuevas», que poseen el poder para transformar.
Los pobres en el continente latinoamericano son aquellos que apenas subsisten, pero no viven. Luchan a diario con la muerte, el pecado y la maldad. Su única esperanza es el poder transformador del Dios presentado en la poesía hebrea. Este Dios de justicia, de amor, de provisión integral, puede y desea ofrecer una realidad diferente a todo aquel que sufre. Así como utilizó a los poetas de antaño para revelar esta realidad novedosa, hoy también utiliza y busca a quienes están dispuestos a correr el riesgo de describir de nuevo la realidad que la cultura imperante ha definido. El poeta expresó: «Dichoso el que piensa en el débil» (41.1). Hoy Dios también busca a quienes piensan en los débiles. Pensar, en el contexto hebreo, implica no solo meditar sino actuar.
El salmista afirma que el rey que obra con justicia es el preferido de Dios: «Tú amas la justicia y odias la maldad; por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu Dios te ungió con perfume de alegría!» (45.7). En un sentido muy real y concreto, la posibilidad de que la humanidad realmente viva y no solamente subsista depende de que reyes y ciudadanos vuelvan a definir la realidad desde una perspectiva teológica.
Poesías de la vida
Es importante aclarar que una misionología bíblica no puede nutrirse solamente de las propuestas ofrecidas por los poetas hebreos. También es menester señalar que todo análisis de los salmos canónicos aportará su cuota de subjetividad. No obstante, los salmos ayudan a completar un cuadro misionológico bíblico más abarcador y real.
La condición humana, el sufrimiento y el dolor humanos son elementos que siempre preocupan a los poetas hebreos. Sus poesías atañen a una realidad humana concreta. Por lo tanto, al describir poéticamente la realidad en la cual están inmersos, los poetas parten de un contexto de vida cotidiana y no desde una «torre de marfil». Por esta razón, la comunidad de creyentes a lo largo de la historia de la iglesia siempre se ha identificado de manera íntima con los poetas de antaño. Pero también, consciente o inconscientemente, la comunidad ha conmovido el corazón de los poetas porque estos artistas teológicos, a través de sus versos, proponen alternativas teológicas sumamente reveladoras.
Entre muchas de las alternativas que surgen de la poesía hebrea está la preocupación por el «otro». Esto, sin duda, debe formar parte de cualquier propuesta misionológica. Hacer misión sin pasión por el otro, es hacer proselitismo barato y mercantilista. En cambio, si existe una actitud de compasión, de amor fiel, de interés sin motivaciones egoístas, entonces existe la posibilidad de una realidad diferente.
Visión de comunidad
En este sentido, los poetas nos enseñan algo nuevo. A partir de su propia experiencia y existencia formulan alternativas que no los enfoca a ellos mismos como destinatarios exclusivos, sino al ser humano en general, dondequiera que se encuentre. Por ellos proclaman que los reinos son de Dios: «pues de Dios son los imperios de la tierra» (47.10). Esto significa que, en última instancia, los reinos, que hoy definiríamos como los grandes conglomerados multinacionales, no pertenecen a los agentes de poder. Esta nueva definición de la realidad radical afecta a toda la humanidad.
Podemos sugerir, entonces, que la misión en los Salmos presenta como punto de partida la soberanía absoluta de Dios sobre todo lo que existe, inclusive sobre los que se «creen» soberanos. Obtenemos aquí una propuesta de esperanza para nuestro continente latinoamericano que ha sufrido largamente bajo los «seudosoberanos» de la historia. Los «seudosoberanos» jamás han presentado una propuesta de esperanza y vida para la «gente». En cambio, la poesía hebrea articula una alternativa de vida a partir del Creador de toda vida.
Es significativo notar que en los Salmos hebreos la misión nunca se presenta en términos de «estadísticas», sino en la afirmación de que en Dios, el que verdaderamente reina, se encuentra una esperanza de vida para el «otro». El «otro» nunca es un número, una persona «ganada», sino alguien que puede acceder a una nueva definición de la realidad a partir de una comprensión teológica de la misma, en la que Dios es el soberano universal que se interesa por la condición humana. Esta condición humana, definida hoy en América Latina por un neoliberalismo deshumanizante y demoníaco, debe confrontarla una misión radical que vuelva a definir el proceso histórico en términos de justicia y vida, tal como la entendieron y la definieron los poetas inspirados por el Creador de la vida.
El autor, se doctoró en Biblia Hebrea e Historia del Cercano Oriente Antiguo, y por muchos años sirvió como decano académico del Instituto Bíblico Buenos Aires (IBBA) y profesor de Antiguo Testamento. En ese tiempo también pastoreó una iglesia evangélica e ininterrumpidamente ocupó cargos en la Asociación de Seminarios e Instituciones Teológicas (ASIT). Fue decano y director ejecutivo de Bethel Seminary West en San Diego, California. Actualmente se desempeña como director de los consultores de traducción a nivel mundial en las Sociedades Bíblicas Unidas.
Preguntas para estudiar el texto en grupo:
1. ¿Qué motiva al poeta bíblico a clamar a favor del marginado? ¿Cómo consigue alimentar la esperanza de que existe una alternativa para el oiprimido?
2. ¿Cuáles son las distintas expresiones de la acción de Dios a favor de los pobres?
3. De acuerdo a la nueva realidad que nos presenta la poesía hebrea de que el accionar de Dios afecta todas las áreas de la vida, ¿cuál es el desafío misionológico de la iglesia latinoamericana con respecto a los pobres?
4. ¿Cuál es la afirmación con la que se presenta el tema de misión en los Salmos?
1 En este trabajo, la categoría «pobres» incluye al débil, desvalido, desposeído, desamparado, etc.; en otras palabras, a toda persona que por alguna razón ha sido o es marginada
2 Ver el excelente análisis de H.J. Kraus en Theology of the Psalms, Augsburg, Minneapolis, 1986, pp. 150–154.
Se tomó y adaptó de «La misión en los Salmos», Bases bíblicas de la misión, perspectivas latinoamericanas, René Padilla, editor, Nueva Creación, Buenos Aires – Grand Rapids y William B. Eerdmans, 1998, pp. 103–109. Todos los derechos reservados. Se usa con permiso del autor.