por Sam Doherty
Si un niño se te acerca para decirte que quiere confiar en Cristo, debes reconocer la importancia de este momento. Para prepararte para este vital ministerio es necesario, en primer lugar, pensar en los diez principios básicos que deberías conocer, comprender y tener en mente siempre que estés aconsejando a un niño que no es salvo. En el siguiente artículo, Sam Doherty expone cinco de estos diez principios fundamentales en el ministerio a la niñez.
Segundo artículo de la serie: Preguntas y principios sobre el ministerio a la niñez
Cuando un niño se acerca después de una reunión y te dice que quiere creer en Jesucristo como su Señor y Salvador, tienes la responsabilidad de sentarte con él y aconsejarle de la manera más sencilla y completa posible.
Este es un momento muy importante y crucial para el niño. No es suficiente orar con él, ni siquiera que él ore. No es suficiente que firme una tarjeta con su decisión. Un consejero superficial puede hacer mucho daño. Tiene que estar consciente de la gran responsabilidad que Dios le ha encomendado y proporcionarle al niño toda la ayuda personal que sea capaz de darle. Su tarea es llevar al niño a tener un contacto vital con Jesucristo y, al mismo tiempo, mantenerse al margen en la medida de lo posible.
Probablemente no haya otro aspecto de la obra entre niños para el que se necesite tanto la dirección y la sabiduría que puede dar el Señor. Pero la Biblia dice: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se lo dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie» (Santiago 1:5).
Para prepararte para este vital ministerio es necesario, en primer lugar, pensar en los diez principios básicos que deberías conocer, comprender y tener en mente siempre que estés aconsejando a un niño que no es salvo.
Depender del Espíritu Santo
Recuerda que Dios ama al niño y que, según Mateo 18:14, él no quiere que ningún niño perezca. Recuerda también que el Espíritu Santo puede salvar al niño aunque cometas errores al aconsejarle. ¡La salvación es, después de todo, obra de Dios!
Por tanto, debes hacer todo lo que puedas, pero no te pongas nervioso ni tengas miedo. Dios quiere usarte, pero ¡no eres tan imprescindible como quizás pienses!
Ora para que el Espíritu Santo obre en el corazón del niño, para convencerlo de pecado, para que Cristo y su obra sean reales para él y para regenerarlo.
Pídele al Espíritu Santo que te ayude y te guíe en cuanto a lo que debes decir.
Debes orar de esta manera antes de ir a la reunión, antes de comenzar la reunión y antes de comenzar a aconsejar al niño. Después debes seguir adelante aconsejándole siempre con una actitud de oración.
Ser sabios
Un consejero sabio tomará dos medidas sencillas pero de gran ayuda:
Elegir un lugar adecuado
Para aconsejar, es mejor escoger un lugar tranquilo y con las mínimas distracciones posibles. El niño debe dar la espalda a cualquier cosa que pudiera distraerle.
El lugar escogido debe ser público y abierto. Asegúrate de que estés a la vista cuando aconsejes a un niño después de una reunión al aire libre. Debes hacerlo en presencia de alguien que te esté observando.
Nunca lleves al niño detrás de una pared o de un coche, ni siquiera a una habitación donde tú y él estén completamente a solas. Además de las sospechas que esto podría levantar, puede hacer que el niño se ponga muy nervioso.
A ser posible, aconsejar a un sólo niño
Es mejor aconsejar en forma personal si las circunstancias lo permiten. No obstante, puedes aconsejar a varios niños a la vez si es absolutamente necesario y con tal de que todos tengan el mismo problema básico (ver la pregunta 4 en la serie «Algunas preguntas y respuestas»).
Si es posible, aconseja a los de tu propio sexo, especialmente si el niño es mayor y tú un adolescente o rondas los veinte años.
Estar preparados
Aunque es absolutamente cierto que debes depender del Espíritu Santo cuando estés aconsejando a niños, al mismo tiempo debes procurar hacer todo lo que puedas para ser tan eficiente y efectivo como te sea posible. Es esencial que te prepares lo mejor que puedas para la sesión de consejería.
Debes hacerte las siguientes preguntas:
· ¿Has orado? Me refiero a pedirle a Dios antes de la clase que salve a los niños; y también a orar específicamente, aunque sea en forma breve, antes de comenzar a aconsejar.
· ¿Has estudiado cuidadosamente y en profundidad un libro como este que te ayude a saber lo que debes hacer?
· ¿Tienes la Biblia preparada para poder utilizarla adecuadamente, con un esquema sencillo que te ayude a recordar los pasos que has de dar? (Ver la serie Diez pasos que debemos dar).
· ¿Has decidido de antemano el versículo bíblico que vas a explicar y a utilizar?
· ¿Has hecho prácticas de consejería con un colaborador? Esto te puede ayudar mucho.
Ser sensibles
Debes ser sensible a la dirección del Espíritu Santo con respecto a lo que debes decirle al niño. Recuerda que cada niño es diferente. Los hay que necesitan más ayuda y que se le expliquen algunos puntos particulares más que a otros. Es bueno tener una guía para seguirla cuando aconsejemos, pero Dios puede dirigirnos en una dirección imprevista.
Debes ser sensible a la dirección del Espíritu Santo con respecto a hasta dónde debes llegar al aconsejar al niño. Hay que estar alerta a las señales que te muestren que has avanzado hasta donde el niño quiere o está dispuesto a llegar (si se agita nerviosamente, no te mira o parece estar ausente). También debes observar específicamente las evidencias de que no esté comprendiendo lo que le dices.
Debes ser sensible a la percepción espiritual y grado de comprensión del niño al que estás aconsejando, y trates de entenderlo y mostrarle aprecio. ¿Entiende lo que le estás diciendo? ¿Está preparado para avanzar un poco más?
Debes aconsejar y guiar al niño sólo hasta donde esté dispuesto. Cuando sea evidente que el Espíritu Santo no está trabajando en el corazón del niño, o que parece no entender, o sientes que no está dispuesto a avanzar, no vaciles en concluir la sesión de consejería. Debes ser el sembrador o quien riega la semilla, pero no el segador (1 Corintios 3:6). Normalmente son varios los eslabones de la cadena que llevan a un niño a Cristo. Puede que seas el último, pero también es posible que seas el primero.
Tanto al evangelizar como al aconsejar debes evitar presionar al niño a dar pasos para los que el Espíritu Santo no lo ha preparado.
Esta clase de sensibilidad requiere auto-disciplina y reprimirse para no obligar o manipular al niño en manera alguna.
Si no está dispuesto a avanzar, debes ofrecerte para hablar con él en otro momento si lo desea, y orar a Dios para que él continúe obrando en su corazón.
Ser minuciosos y tomar el tiempo necesario
Debes estar dispuesto a tomarte el tiempo necesario con el niño que desea consejo. Es necesario que averigües cuál es el problema y le muestres sencilla y claramente, con la Biblia, cómo encontrar la solución en la persona y obra de Jesucristo. Este es el momento más importante en la vida del niño y requiere diligencia y tiempo de tu parte. Por amor al niño, evita toda clase de superficialidad o brevedad propias de las técnicas rápidas. No basta con hacerle unas cuantas preguntas a las que pueda responder: «Sí» o «No». No basta con conseguir que firme una tarjeta con su decisión. No basta con leer un versículo bíblico o con orar brevemente con el niño o lograr que él ore.
Debes hacer las cosas bien cuando le aconsejes, y para eso hace falta tiempo. No se puede hacer en 2 o 5 minutos. Para aconsejar a un niño que está interesado son necesarios por lo menos 20 o 30 minutos hasta comprender plenamente cuál es su problema y mostrarle la respuesta a ese problema. En algunos casos, cuando se trata de un problema especial, se necesita más tiempo todavía. Puede que no sea posible darle en una sola sesión todo el consejo que requiere. Quizá sea necesario pedirle al niño que vuelva en otra ocasión para poder continuar y completar la sesión.
A la vez, es necesario comprender que el tiempo requerido para aconsejar depende del niño, de su trasfondo, de lo que ya conoce y de su disposición (entre otras cosas). Algunos niños están tan dispuestos, y tan bien preparados, que sólo se necesita un breve tiempo de consejería. Pero es importante que hagamos las cosas bien; y, en caso de duda, es mejor dedicar más tiempo que menos.
Pueden darse circunstancias en que parezca difícil invertir tanto tiempo en aconsejar a un niño; y debes buscar una solución para esas dificultades, en la medida de tus posibilidades.
· Puede que los padres se preocupen si el niño no llega a casa a la hora habitual.
Telefonear a los padres o pedirle a alguien que vaya a avisarles que el niño llegará más tarde y por qué.
· Puede que el niño tenga que ir en autobús o tren a una hora determinada.
Llevarlo a casa en automóvil.
· Puede que no haya tiempo para aconsejar al niño al final de la reunión.
Decirle a los niños que deseen hablar contigo que vengan más temprano al día siguiente, o a la semana siguiente, para tener la sesión de consejería antes de la reunión.
Otra posibilidad puede ser reorganizar las actividades de la reunión de manera que la lección bíblica se programe para el comienzo de la clase bíblica. Esto puede proporcionarte una oportunidad de aconsejar a los niños interesados antes de que termine la reunión.
· Si estás hablando en una escuela diurna, probablemente no habrá oportunidad de aconsejar.
Asegúrate de presentar claramente el evangelio y el camino de salvación en tu lección. Ora al Señor para que el Espíritu Santo guíe a los niños a Cristo a partir de lo que están escuchando. Pero puedes también decirle a los niños que, si desean hablar más del tema, que te den su nombre y dirección para que te pongas en contacto con ellos más adelante.
Muchos de estos problemas se pueden superar. Debes proponerte siempre dejar tiempo para aconsejar cuando programes tus actividades.
Hay más información sobre este principio en la respuesta a la pregunta 7 en la serie Algunas preguntas y respuestas.
Tomado y adaptado del libro Ganemos a los niños para Cristo, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp. 1722