Los principios fundamentales del ministerio a la niñez (II Parte)

por Sam Doherty

Si un niño se te acerca para decirte que quiere confiar en Cristo, debes reconocer la importancia de este momento. Para prepararte para este vital ministerio es necesario, en primer lugar, pensar en los diez principios básicos que deberías conocer, comprender y tener en mente siempre que estés aconsejando a un niño que no es salvo. En el siguiente artículo, Sam Doherty expone los últimos cinco principios fundamentales en el ministerio a la niñez.

Tercer artículo de la serie: Preguntas y principios sobre el ministerio a la niñez



Explicar y profundizar a partir de lo que el niño ya ha oído

En el tiempo asignado para la consejería no se deben presentar muchas cosas nuevas para el niño. Él debe escuchar las verdades básicas del evangelio durante el transcurso de la reunión. Al aconsejar, sencillamente, lo que hay que hacer es repasar estas verdades, explicárselas, ampliárselas y asegurarnos de que el niño las comprende. Dios ha hablado al niño a través de las verdades del evangelio que él ya ha escuchado durante la reunión, y le ha dado el deseo de ser salvo sobre esa base. Sin duda, querrás utilizar esas mismas verdades como base para tus consejos.

La diferencia principal es que, al actuar como consejero, se tiene la oportunidad de preguntar y recibir respuestas; y se pueden aplicar aquellas verdades que se han enseñado a las necesidades personales de un niño.

La sesión de consejería es, por tanto, una extensión de la lección bíblica, y debe relacionarse estrechamente con la misma. Aconsejar da la oportunidad de desarrollar las mismas verdades del evangelio de una manera más personal, dirigiéndote a un solo niño y aplicando aquellas verdades de una forma más clara y personal a las necesidades específicas de un niño en particular.



Mantenernos en lo fundamental

Hay que tener mucho cuidado de no desviarnos del tema ni por falta de concentración o de preparación por nuestra parte, ni porque el niño introduzca otros temas de menor importancia. El tiempo que tenemos es limitado y es necesario que nos atengamos estrictamente al asunto que tenemos entre manos.



Hacer preguntas

El error principal que cometen los consejeros con poca experiencia es hablar demasiado y escuchar demasiado poco. ¡Se trata de una sesión para aconsejar, no de un culto de predicación con un solo miembro en la congregación!

Debes escuchar al niño para discernir sus necesidades antes de poder ayudarle con estas necesidades. Debes descubrir qué es lo que el niño comprende y qué es lo que no comprende.

Para poder aconsejar de una manera efectiva es necesario hacer preguntas y escuchar con atención las respuestas. De esta manera se pueden comprender mejor los problemas del niño y hasta qué punto entiende.

Hay varias reglas que se deben seguir a la hora de hacer preguntas:

· Intentar evitar las preguntas que sólo permiten la respuesta: «Sí» o «No» (por ejemplo: «¿Eres lo suficientemente bueno como para ir al cielo cuando mueras?» o «¿Sabes que Jesús murió en la Cruz por tus pecados?»). Las respuestas de una sola palabra a preguntas así no nos ayudan demasiado. Pueden incluso darnos una falsa impresión de sus problemas o de cuánto comprende.

· Evitar el exceso de preguntas con respuestas fáciles y obvias que requieren poco esfuerzo mental, dan escasa información y pueden ser repetidas como un loro (por ejemplo: «¿Quién murió en la cruz por tus pecados?»). Alguna pregunta de este estilo puede ser de ayuda, pero no hay que excederse.

· Intentar hacer preguntas cuyas respuestas nos ayuden a comprender el problema del niño y hasta dónde llega su comprensión del tema (por ejemplo: «¿Cómo piensas que es Dios?»; «En tu opinión, ¿qué es el pecado?»; «¿Qué es lo que Dios ve cuando mira en el interior de tu corazón y de tu vida?»; «¿Por qué es el Señor Jesús el único que puede limpiarte de tus pecados?»).

· Asegurarse de que las preguntas son sencillas, y no excesivamente «teológicas». Si el niño tiene problemas con la pregunta, se debe intentar reformularla y simplificarla.

· Animar al niño a utilizar sus propias palabras y a no repetir mecánicamente las que tú le dices. No tienen por qué ser tan correctas o teológicas como las tuyas, pero deberían indicarte las necesidades que tiene y hasta qué punto comprende.

· A veces es bueno hacer preguntas en las que haya posibilidad de una respuesta alternativa. Esto hace que al niño le resulte más fácil responder sin azorarse ni sentir temor de decir algo incorrecto (por ejemplo: «¿Eres salvo o aún lo estás pensando?» «¿Has recibido ya a Cristo o todavía no ha llegado el momento?»).

· Si el niño parece no conocer la respuesta a alguna de las preguntas (algo que ocurre a menudo), se debe abrir la Biblia, leer un versículo que le dé la respuesta y pedirle que lo lea. También se le pueden hacer otras preguntas que lo guíen hacia la respuesta.

· Es importante hacer las preguntas en un ambiente tranquilo. Hay que evitar tensiones de cualquier clase. No queremos que la sesión de consejería se convierta en una «mini-inquisición» que ponga nervioso al niño y a tener miedo de dar una respuesta incorrecta. En ese caso se cerrará como una almeja y no dirá nada más.



Utilizar la Biblia

Se debe mantener la Biblia abierta, en la mano, para asegurar al niño que lo que se le estás diciendo se basa en la Palabra de Dios. No obstante, es mejor no leer o hacer referencia a demasiados versículos, ya que esto podría confundirlo. Lo mejor es mostrarle un versículo bíblico que tenga que ver con la salvación y con la invitación de Cristo a venir a él y concentrarse en ese único versículo. Se pueden citar de memoria otros versículos precedidos por las palabras: «La Biblia dice», sin tener necesariamente que mostrárselo en la Biblia.

Puede ser muy útil el uso del libro sin palabras en algún momento durante la sesión (y lo antes posible), como ayuda para saber lo que el niño sabe y lo que no sabe. No obstante, asegúrate de conducir al niño a Cristo con la Biblia en la mano y basando todo lo que digas en ella, y no en el libro sin palabras.

Los colores del libro sin palabras presentan el camino de salvación al niño de una forma muy clara y viva, y le ayudarán a atender y a comprender:

· La página dorada representa a Dios y el cielo.


· La página negra representa al pecado.


· La página roja representa la muerte y resurrección de Cristo.


· La página blanca representa la justificación por la fe.


· La página verde representa el crecimiento en la vida cristiana.

El libro sin palabras puede ayudar realmente a explicar el camino de salvación a un niño y, también, por medio de preguntas, a ver cuánto comprende del evangelio. Esto nos permitirá saber mejor a qué dedicar el tiempo que disponemos.

Se puede, por supuesto, lograr el mismo propósito sin necesidad del libro sin palabras.



Demostrar amor e interés

Los niños siempre valoran a la persona que de verdad se interesa por ellos en forma personal, y a través de quienes brilla el amor de Dios. Un maestro o consejero nunca debiera mostrarse mecánico o profesional en su acercamiento a los niños.

Una vez que se hayan vencido resistencias y «quebrado el hielo» para comenzar una buena relación, hablar a los niños y aconsejarles puede llegar a ser algo muy agradable y sencillo. Los niños son muy naturales y abiertos. Si te respetan y te tienen confianza, normalmente te dirán lo que saben y lo que no entienden.

Pero hay varios principios clave que deben recordarse siempre:

· Aceptar al niño como una persona de gran valor y respetarlo como un individuo que tiene necesidades.


· No criticarlo.


· Nunca dar la impresión de que algún problema que él tenga es trivial o que nos resulta divertido. Dios nunca hace eso con nosotros.

· Guardar en secreto lo que el niño nos confía. Si compartimos con otros lo que nos ha dicho en confianza, se disgustará profundamente y nunca más nos dirá nada.

Tomado y adaptado del libro Ganemos a los niños para Cristo, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp. 22–27