Texto del evangelio Lc 10, 38-42 – sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra
38. Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.
39. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,
40. mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.»
41. Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas;
42. y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»
Reflexión: Lc 10, 38-42
Hoy debemos concentrarnos y reflexionar en torno a lo que es el discernimiento, esta habilidad especial, esta capacidad para distinguir lo importante de lo suntuario, que no siempre es fácil, sobre todo cuando estamos tan influenciados por los valores de un mundo utilitarista, mercantilista, donde antes que nada ha de estar la maximización de los beneficios, que en buen romance se refieren fundamentalmente a la rentabilidad. Así, debemos orientar el uso de nuestro tiempo a aquello que aporta mayores beneficios, lo que queda perfectamente graficado con la sentencia aquella que muchos creemos a ojo cerrado y que de algún modo gobierna nuestras vidas: el tiempo es oro y quien lo pierde es un bobo. Más allá de todo esfuerzo por racionalizar esta frase con el propósito de suavizarla a fin de no presentarla tan groseramente, lo cierto es que –sin hipocresías- todo lo cuantificamos en dinero y lo valoramos según el dinero que represente. De este modo, por ejemplo, lo que hacemos, como es reflexionar la Palabra de Dios, resulta una pérdida de tiempo para muchos de mis amigos y parientes que bien me quieren. Ellos andan preocupados por esta ocupación más propia de un millonario o de un religioso, que puede darse el capricho de compartir reflexiones y meditaciones sin que ello le represente un centavo de ingresos. ¿Cómo puedes dedicarte a esto cuando tendrías que estar ocupándote de lograr ingresos para tu familia que les permita tener una vida algo más acomodada? ¿No eres consciente del enorme esfuerzo que debe hacer tu esposa para proveer lo necesario mientras tú no trabajas? Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Tener trabajo es igual a generar una renta, así que si lo que haces no genera dinero, no trabajas y si no trabajas, eres un ocioso, un badulaque, un vago, un bueno para nada, un vividor que ha perdido el rumbo. ¡Qué difícil debe resultar aguantar a un lunático insensible, que se ha refugiado en Dios, que va a Misa todos los días, que reza el Rosario a diario, que encima dedica de 2 a 3 horas diarias a reflexionar la Palabra de Dios y a compartir sus meditaciones en un Blog que lee y siguen unas cuantas docenas de ilusos como él! ¿Cómo convencer a Marta que lo que hace María, postrándose a los pies del Señor y oyéndole maravillada, tiene más sentido que nada en este mundo? El mismo Señor se encargará de aclararlo: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.» Lo que hacemos ¿no es lo que el Señor quiere? Por otro lado, ¿es posible no caer cautivo ante su sola presencia? Una vez descubierto, una vez encontrado, ¿puedes dejarlo? Creemos que la vida de quien Lo encuentra está destinada a descubrirlo, acercarse y unirse cada vez más, considerando tiempo perdido todo aquél que no se dedica a Él, convirtiéndose en el centro y la razón de la existencia. El tiempo no es oro, en ningún sentido. El tiempo es ofrenda que conduce a la Vida Eterna. Por lo tanto no habrá vida mejor dedicada que aquella que se vuelca enteramente al amor a Dios y al prójimo. La vida se desarrolla en el tiempo y este no tiene nada que ver con el oro, aunque sí con los tesoros, porque no habrá mayor tesoro que aquel que se guarda en el cielo, donde no entra polilla ni gusano. Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Una vida dedicada a cultivar tesoros en el cielo, nos conducirá a la vida eterna y qué puede haber más valioso que conseguir finalmente esta Gracia de Dios. Él la ha puesto a nuestro alcance a través del Sacrificio de Cristo en la Cruz. Jesús ha muerto por nosotros, para salvarnos del pecado y no hay nada que podamos hacer o alcanzar que supere esta Gracia. A nosotros nos corresponde, como a María, postrarnos a los pies de Jesucristo, para oírle y hacer lo que nos manda. Todo lo demás es suntuario y sin importancia. Pidamos al Señor que nos de abundante fe, para creer en Sus Promesas y en Su Palabra, de modo tal que aprendamos a abandonarnos a sus brazos, sabiendo que no seremos defraudados. Todo aquello que no alcanzamos a ver, ni entender y que el mundo nos reprocha, un día será tan claro como la luz del sol y entonces brillaremos. Oremos para que más temprano que tarde cuantos nos rodean comprendan y disciernan en sus vidas qué es verdaderamente importante y a qué vale la pena dedicar el tiempo que han recibido, que ni todo el oro del mundo podrá darles un segundo en el cielo y que están rodeados de maravillas que valen mucho más que el oro en sus casas, en sus familias, en su vecindario, en su trabajo, en su comunidad. Que el que no es capaz de sentarse en silencio a los pies de Jesús y oírlo, difícilmente descubrirá la voluntad de Dios y el sentido de la vida. Y que entonces, con su dinamismo y activismo, tal vez pueda satisfacer algunas necesidades, pero no contará ni con el apoyo de Dios, ni el de sus hermanos, porque más importante que cuanto pueda hacer es escuchar y hacer la Voluntad de Dios. Esto es todo lo que nos pide el Señor. Escojamos lo mejor; aquello que no nos será arrebatado. Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Oremos:
Padre Santo, ayúdanos a descubrirte y encontrarte en nuestras vidas. Que nos postremos confiadamente a los pies del Señor, oyendo cuanto nos tiene que decir, para luego hacer lo que nos manda. Enséñanos a discernir Tu Voluntad en nuestras vidas, a fin de dedicarnos a ella con alma, vida y corazón…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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