Lucas 19,45-48 – cueva de bandidos

Texto del evangelio Lc 19,45-48 – cueva de bandidos

45. Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
46. diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos!»
47. Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle,
48. pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

Reflexión: Lc 19,45-48

Hay tres formas cada vez más amplias de reflexionar en este pasaje de los evangelios. Quien toma por primera vez la Palabra del Señor o no es muy asiduo a su lectura, rescatara aquello con lo que nos quedamos todos, por evidente. Al Señor le molesta ver que la gente ha hecho del templo un mercado, donde se compran y venden, como en una casa de remate o un mercadillo toda clase de especies para luego sacrificarlas a Dios. Es obvio que cada quien comprará lo que está a su alcance, muchos regatearán el precio y otros tantos serán engañados por los vendedores dándoles sus productos a mayor precio, aprovechando de su ignorancia o inocencia. No faltarán los que pudiendo comprar la pieza más cara, fingirán pobreza o por avaricia no comprarán sino lo más económico, para no mellar su fortuna en ningún modo y sin embargo no dejar de ofrecer un sacrificio a Dios. Es decir que en el atrio del templo, donde se producen todas estas transacciones, en buena cuenta se negocia y se juega con la fe: pagando para ostentar, dejando de pagar por avaricia, fingiendo pobreza para pagar menos, dando todo lo que se tiene para obtener una Gracia de Dios y desde luego no faltará quien ofrece sacrificios en agradecimiento por las Gracias recibidas. Todo aparentemente medido en dinero. Fe, devoción y salvación negociadas. ¿Cómo podía pasar indiferente ante esta afrenta quien nos exige escoger entre Dios y el Dinero? Es evidente que todo Su mensaje, el mensaje de Dios, en la práctica ha sido tergiversado. De allí Su ira. Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos ! »

Pero, yendo de menos a más, de lo más específico y evidente, como es el templo a lo más general, para quien sigue a Jesús a través de los Evangelios, no puede escapar que se está refiriendo a nosotros mismos, porque todos somos Templos del Espíritu Santo, somos verdaderos Templos de Dios, porque hemos sido creados por Él y para Él, es decir que nuestra alma, nuestro espíritu no descansará hasta no volver a reunirse con Él, porque ha eso hemos sido destinados. Nuestra felicidad, nuestra realización, nuestra plenitud está en Dios, a quien llevamos en germen y permanente desarrollo dentro de nosotros. De esto debemos ser conscientes y solo lo seremos de modo evidente cuando nuestra vida esté correctamente centrada en Dios y el Amor. Y, ni Dios ni el Amor pueden tener como referencia una determinada cantidad de Dinero, porque ninguno se consigue a determinado precio. Que la cantidad de Dinero que podemos invertir en un sacrificio de la medida aparente y externa de nuestra fe, es señal que hemos tomado al Dinero como referencia, que hemos dado al Dinero la supremacía, por lo menos en apariencia. Y, en lo que concierne a Dios, no se trata de aparentar, no se trata de guardar apariencias, no se trata de parecer o hacer creer a nadie que tenemos fe y mucho menos pretender hacer creer a Dios que nuestra fe es tan grande como el Dinero que somos capaces de invertir en ella, porque la fe no se compra, ni se vende; no es una mercancía. Por lo tanto, y a nivel personal, no se trata de poses ni apariencia, se trata de llevar una vida centrada en el amor a Dios y consecuentemente, en el amor y servicio al prójimo, lo que no depende del Dinero, sino de la aplicación de nuestra inteligencia, voluntad y libertad o dicho de otro modo, de nuestra fe. Hemos de creer en Dios y nuestra vida debe evidenciarlo, con lo que estaremos usando como es debido del Templo de nuestros cuerpos y nuestras vidas, que hemos recibido para este fin y no para convertirlos en cueva de bandidos. Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos ! »

Finalmente el Templo es este mundo, este Planeta con todas sus riquezas naturales y animales, con todas las creaturas que habitan sobre ella y todo cuanto contiene, que siendo obra de Dios, ha sido depositado en nuestras manos para que nos sirvamos de cuanto existe para dar Gloria a Dios. Esto quiere decir que cada cosa que ha sido creada existe en tanto y en cuanto puede servirnos para llevarnos a la Vida Eterna, a la Felicidad y Realización Plenas. Dios nos ha puesto en el Paraíso, pero nosotros no hemos sabido hacer buen uso de él y lo hemos desnaturalizado y tergiversado todo, al pretender cambiar los fines para los que fue creado todo, haciendo de la acumulación de riquezas para beneficio personal el objeto de nuestra existencia. Hemos pretendido cambiar las leyes del universo atentando contra su propia existencia. Lo que fue creado para nuestra felicidad lo hemos ido convirtiendo en calabozo y penuria para nuestros hermanos, porque nos hemos dedicado a despojar a muchos para beneficio de unos cuantos, con la pretensión que es en la acumulación de estos Bienes que finalmente traducimos en Dinero, donde se encuentra nuestra felicidad. Hemos hecho de ellos fines, cuando fueron creados por Dios como medios para alcanzar la plenitud y la felicidad. Hemos hecho de su acumulación la medida de nuestra dicha, así, más dichoso se es cuanto más se tiene, lo que está en las antípodas de la predicación de Jesús. Por eso arremete contra los mercaderes del Templo. Porque así como nosotros somos Templo de Dios, la Creación toda es Templo de Dios. Todo ha de girar en torno a Él, porque todo ha sido Creado por Él para que alcancemos la felicidad y la plenitud junto a Él. Hemos de usar del mundo entero en tanto nos sirva para alcanzar este fin y apartarnos en tanto nos lo impida. Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos ! »

Vemos pues, que tras la reacción de Jesús hay algo más profundo y determinante que el solo hecho anecdótico de expulsar a los comerciantes del templo. No es solamente el rechazo a estos comerciantes y con ellos a todos los que hacen sus ferias en torno a todos los templos del mundo. Se trata de repudiar, abominar una forma de vivir que es totalmente contraria y opuesta al evangelio. Eso fue aplicable entonces, como lo es hoy, que vivimos totalmente de espaldas a Dios. ¿Por qué esta tercera guerra mundial en la que cada día mueren decenas y aun centenas de nuestros hermanos más pobres, indefensos y humildes? ¿No es por el control territorial? ¿No es por el petróleo? ¿No es por el gigantesco comercio de armas que lo sostiene? ¿Todo esto no se reduce a la acumulación de riquezas y dinero de unos pocos en desmedro de millones de muertos, despojados y refugiados? Todo el tinte religioso e incluso ideológico con el que lo rodean, no es nada más que un disfraz, un camuflaje para esconder sus verdaderas y miserables razones, tal como ocurría en el Templo de Jerusalén, donde bajo la mascarada de los sacrificios y la fe, lo que les interesaba a los comerciantes era hacer negocios. El Dinero y la acumulación de riqueza como fin en la vida, terminan por desnaturalizarlo y descomponerlo todo. Eso es a lo que estamos asistiendo el día de hoy. Hemos hecho del Templo que es el Mundo, un mercado, en el que se negocian riquezas a costa de la vida y la muerte de millones, despreciando el valor de algo que es invaluable e irrepetible, como es la vida. El Señor echa hoy a la basura todos los argumentos étnicos, ideológicos y religiosos que se tejen para explicar y hasta justificar las atrocidades que se vienen cometiendo de los dos lados, porque el origen de todo está en haber convertido todo en mercadería negociable, en haberle dado un valor monetario, como si todo tuviera un precio, evidenciando que vivimos centrados en el Dinero. ¡Esto es lo que está en tela de juicio! Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos ! »

Oremos:

Padre Santo, danos sabiduría y coraje para centrar nuestra vida en el Amor y el Servicio antes que el interés y la conveniencia económica que finalmente se traduce en Dinero. Que seamos capaces de desprendernos de los grilletes del confort, la comodidad y la confianza depositada en la acumulación de riqueza…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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