Lucas 5,12-16 – si quieres, puedes

Texto del evangelio Lc 5,12-16 – si quieres, puedes

12. Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
13. El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra.
14. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
15. Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades.
16. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

Reflexión: Lc 5,12-16

Su fama se extendía por doquier. Todo el mundo oía de sus prodigios y como es natural los más afligidos por dolencias o males crónicos, los que habían perdido toda esperanza iban a buscarlo para que los cure. Esta era la gente que buscaba a Jesús. Lo que se había oído de este hombre desafiaba todas las convenciones, lógica y leyes de probabilidades. Era realmente prodigioso. Sabemos por propia experiencia que cuando uno ha perdido toda esperanza se encuentra más dispuesto a acudir a quien sea que le dé una posibilidad. Y se contaban tantas historias a propósito de Jesús, que el que menos seguro se preguntaba y por qué no a mí, y se lanzaba a buscarlo. Es lo que haría cualquiera, ¿no es cierto? Los que no tenemos problemas tendemos a ser más racionales; claro, nada nos aflige, nada nos duele, así que no encontramos motivos para recurrir a nadie ni nada en busca de una solución desesperada. Pero hay muchos casos aun hoy, que creemos cada vez menos, en los que la gente busca desesperada soluciones milagrosas y muchos las consiguen, por lo que no hay dudas que la Gracia de Dios sigue actuando y atendiendo a quienes se lo piden con Fe, porque el Señor es Infinitamente misericordioso. Este es el motivo por el cual curaba entonces y por el cual sigue curando hoy, a todo aquel que se lo pide con la fe de este leproso. «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra.


La respuesta del Señor siempre será positiva para quien tiene fe. La verdadera dificultad está en tener fe, hoy más que nunca. ¿Por qué? Es que en verdad hemos perdido la fe; ya nada nos asombra. Tantas mentiras y engaños se producen a nuestro alrededor, que ya no estamos dispuestos a creer en nada, ni nadie. A punta de mentir y engañar a diestra y siniestra nos resulta difícil confiar en alguien, pues aceptamos con toda naturalidad, sin vergüenza ni desparpajo alguno cualquier mentira, porque así mismo nosotros estamos dispuestos a decir mentiras en la primera circunstancia que se nos presenta y en situaciones tan nimias, como ocultar una preferencia, una hora, una presencia, una cualidad o una cantidad de dinero. Con tal de ganar o lograr una situación privilegiada, mentimos o engañamos si ningún escrúpulo. A veces simplemente callamos, y nos escudamos en el supuesto que no hemos declarado nada, con lo cual no hemos mentido, sino “solamente” ocultado, como si no diera lo mismo. En el colmo de la pérdida total de valores llegamos a interpretar como una señal de solidaridad la de aquel amigo, vecino o pariente que se hace cómplice nuestro sosteniendo nuestro engaño y nuestras mentiras. El deterioro ético y moral que acarrean las mentiras en una sociedad es realmente grave, al extremo que se pierde la credibilidad y confianza en todo y no llegamos a creer en nadie, incluso ni en Dios. «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra.

Un aspecto final en el que habremos de reflexionar es el constante mandato de Jesús a los que se ven favorecidos con los milagros, para que no vayan diciendo esto a la gente. ¿Por qué? Nos atrevemos a responder que lo que ocurre es que el Señor cura por misericordia, porque nos ama y no puede evitar conmoverse ante el pedido del que sufre, pero no ha venido a curar, sino se dedicaría exclusivamente a ello y eso es precisamente lo que no quiere, porque no es Su Misión, por eso les manda que no se lo digan a nadie. Pero entre más lo manda, más público lo hacen, como se manifiesta en varios pasajes. Obviamente ello constituye un motivo más para creer y para muchos el fundamental, porque ¿quién puede curar de este modo a los enfermos con dolencias o padecimientos irreversibles? Aun hoy se siguen dando casos de curaciones asombrosas alcanzadas por personas que con fe invocan a Dios. Precisamente para llegar a la canonización de un santo, la Iglesia exige la comprobación de milagros realizados, tal como es el caso de Madre Teresa de Calcuta cuya canonización ha sido dispuesta por el Papa Francisco para el 4 de setiembre del presente año, al comprobarse la curación de un brasilero que padecía de varios tumores cerebrales y quedó curado milagrosamente al invocar al Señor por intermediación de esta Santa. Tras cada santo proclamado por la Iglesia hay la comprobación de por lo menos dos curaciones milagrosas. Más allá de esta cuenta oficialmente registrada, el Señor sigue obrando curaciones milagrosas tal como día a día lo confirman los fieles cristianos que devotamente invocan su nombre. «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra.

Oremos:

Padre Santo, acrecienta nuestra fe para que día a día seamos capaces de invocarte, confiando en que sabrás prodigarnos todo aquello que según tu santa Voluntad necesitamos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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