Texto del evangelio Mt 13,31-35 – semejante a la levadura
31. Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo.
32. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»
33. Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
34. Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas,
35. para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.
Reflexión: Mt 13,31-35
Hoy reflexionamos respecto a Reino de los Cielos, una realidad que comienza con la sola prefiguración de lo que es; con la sola idea, que en un primer momento es poco precisa para quien la concibe, pero mientras más la piensa, más entra en los detalles que la conforman, hasta empezar a hacerla realidad. Aun este proceso puede tomar años y hasta siglos y varias generaciones en concretarse. Muy pocas realidades humanas han tenido tal duración, sin embargo han existido. Baste recordar algunas dinastías o proyectos como la conquista social, política y económica de América. No fue el resultado de la acción de una sola generación, sino que varios gobiernos y sociedades tuvieron que perseverar en el empeño hasta alcanzar imponerse, sojuzgando a pueblos y naciones enteras. ¿Cómo y cuándo nació esta realidad? Anecdóticamente podríamos decir que con “el huevo de Colón” que le sirvió para sostener que la Tierra era redonda y que si navegaba constantemente a occidente en algún momento alcanzaría la India Oriental. Esta sola idea se transformó en una serie de acciones que dieron origen a la Conquista, la cristianización, el saqueo, la esclavitud, las guerras de independencia y una serie de acontecimientos que terminaron por transformar la Tierra en lo que hoy es. Desde luego, no fue esta sola idea, sino la concatenación de muchas otras ideas y hechos, unos influyendo y determinando otros, pero como luego diría Neil Armstrong al posar su pie en la Luna el 21 de julio de 1969: “es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Es sin duda demasiado osado encadenar el paso de Armstrong con el de Colón, todo proyecto humano comienza con una idea abstracta, que paulatinamente se va haciendo realidad. Según quienes han llegado a tener éxito, el secreto está en perseverar. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
Pero la gran diferencia entre un proyecto humano, por más loable que este pudiera ser, y el Reino de Dios es que este último es el Proyecto Divino por excelencia, en el que por Voluntad de Dios Padre, nosotros tenemos cabida. Este Proyecto tiene asegurado el éxito y su consecución por Voluntad de Dios. En él no existe posibilidad de fracaso y viene desarrollándose desde que fuimos creados, porque Dios así lo dispuso. Este Proyecto nos compete a toda la humanidad entera, sin distinción de sexo, raza, condición social, política o económica. Todos tenemos cabida en él y a todos debe alcanzarnos, prodigándonos la Vida Eterna. Dios Padre no quiere que ni uno de nosotros nos perdamos el ser parte de este Proyecto, por eso ha enviado a Su Hijo Jesucristo, quien nos ha revelado que el Reino de los Cielos, es decir, este Proyecto, está creciendo, transformándolo todo, como hace el fermento con la masa, por lo que no tenemos nada más que dejarnos llevar y ser parte de este “Gran Guiso Universal”, en el que somos uno de los ingredientes que se habrá de transformar, hasta llegar a convertirse en la “Realidad acabada” del Reino de Dios, porque el Reino de Dios es una realidad en desarrollo, en devenir, que ha empezado ya hace mucho y que culminará con la Salvación de todos, cuando hayamos alcanzado esta realidad. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
De este modo, nada de lo que ocurre en el mundo es ajeno a la Voluntad de Dios y por eso, nuestra sabiduría y voluntad debe estar dedicada a desentrañar la Voluntad de Dios para darle fiel cumplimiento, porque eso es lo más sensato que podemos hacer, aunque a veces creamos que nuestra libertad y nuestro bienestar sean ajenos a la Voluntad de Dios. La verdad es que solo cuando actuamos de conformidad con sus disposiciones, solo cuando obedecemos sus mandatos, hacemos lo más sensato y la vida nos sonríe. Solo somos felices, cuando hacemos lo que nos manda. Cuando ofrecemos resistencia, nos desgraciamos y acarreamos calamidades, tanto a nosotros como a los que nos rodean. El Reino de Dios está aquí, ha llegado y consiste en hacer la Voluntad del Padre. Solo así lo alcanzamos y permitimos que crezca y se ponga al alcance de todos. Nuestra felicidad y la de nuestros hermanos está en nuestras manos: tiene que ver con el amor. Seremos felices en la medida que amemos. Y solo amando haremos posible el Reino, que por obra de Dios Padre, ya se encuentra en Camino y en Desarrollo para todos. La respuesta concreta entonces es el amor. El Reino de los Cielos solo se construye y crece amasando amor. El amor es el fermento. Creámoslo ahora y estaremos dando el paso que falta. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
Oremos:
Padre Santo, danos la sabiduría suficiente para dejarnos seducir por tu Palabra y el valor para ponerla en práctica cada segundo de nuestras vidas…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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