Texto del evangelio Mt 5,17-19 – No he venido a abolir
17. «No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
18. Sí, les aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
19. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.
Reflexión: Mt 5,17-19
Hay varias ideas que podemos proponer para nuestra reflexión el día de hoy, inspirados en el Evangelio que acabamos de leer. Trataremos de enfocarnos en tres: precisión, coherencia y trascendencia. En cuanto a (1) precisión, hemos de tener la certeza que todo está milimétricamente calculado. A la Creación de la cual somos parte privilegiada, no le falta ni le sobra nada. Todo tiene su espacio, su tiempo y su razón de ser. No sobra el fuego, como tampoco el agua. El Cosmos con la infinidad de estrellas y cuerpos celestes que lo contienen, muchos de los cuales nos son y nos seguirán siendo ajenos por los siglos de los siglos tienen su cómo, su por qué y su para qué, aun cuando escape a nuestra comprensión. Cada una de las células, de las moléculas y las partículas que tiene nuestro organismo, que pueden seguir dividiéndose al infinito, tienen su razón de ser y existir, en la forma en que han sido creadas, porque tras todo esto hay una Inteligencia Infinita y por tanto superior a cuanto podemos imaginar y entender. Si nosotros hemos sido capaces de crear máquinas de precisión asombrosa, capaces de navegar por el torrente sanguíneo, podemos tratar de aproximarnos con la ayuda del pensamiento y la imaginación a la perfección de Dios, pero nunca lograremos abarcarla, porque siempre lo encontraremos sorprendentemente más allá de cuanto podemos pensar o imaginar, lo que, bien pensado, debe resultarnos lógico, puesto que se trata de Dios, nuestro Creador, Principio y Fin de todo cuanto existe. Increíblemente, de un modo sorprendente, que solo podía ser explicado por Él, Su Único Hijo se hizo hombre como nosotros y nació de la Virgen María –una mujer como nosotros, pero escogida por Dios para tal honor-, y vino a vivir entre nosotros con una Misión encomendada por Su Padre: Salvarnos de la muerte y del pecado, a fin que Vivamos Eternamente en el Reino de los Cielos, alabando y gozando de la presencia de Dios Padre, para lo cual fuimos creados. Todo ha sido calculado y organizado hasta el más mínimo detalle para hacerlo posible. Solo se necesita un ingrediente que depende de nuestra voluntad: que creamos. Si confiamos nuestras vidas a un piloto y una máquina creada por hombres para trasladarnos de un lugar a otro, ¿por qué nos cuesta tanto confiar en Dios que lo hizo TODO por amor? No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
En lo que respecta a la (2) coherencia, hemos de esforzarnos en comprender que el mensaje de Dios, que la Palabra de Dios revelada por los Profetas y finalmente transmitida por Jesucristo en los Evangelios, es Única. No hay incoherencia sino para aquel que las busca sacando de contexto las palabras. Esto quiere decir que no es un Dios distinto el que se Revela en el Antiguo Testamento del que se nos da a conocer en el Nuevo Testamento. Se trata del Único Dios Verdadero. Tal como lo confesamos en el Credo, está escrito en el Catecismo y lo revelan las Escrituras, son tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo en un Solo Dios Verdadero. Este es un dogma de fe que nuestra pobre comprensión no puede abarcar plenamente, pero que nos ha sido dado a conocer ampliamente por Jesucristo en los Evangelios. Por lo tanto, no puedo decir que creo en el Dios de la Biblia e ignorar los evangelios. Ese es un despropósito, un lamentable error que cometen algunas sextas desprendidas del judaísmo. Otro error en el que caen otros hermanos salidos o encubados por el protestantismo es que requieren otro profeta, con algún libro adicional para que nos explique las Escrituras, lo que termina dando forma a una fe completamente distinta a la que Cristo nos propone. Como si fuera necesaria una explicación adicional a aquello que Cristo nos enseñó; como si no lo hubiera previsto todo; como si hubiera dejado cabos sueltos que estos profetas tenían la obligación de aclarar. O sea, el Señor no fue suficiente, se equivocó y el Espíritu Santo no alcanza para recordarnos y enseñarnos. Es decir, que no hay ni precisión, ni coherencia, lo que constituye una blasfemia, puesto que es desconocer a Dios en su Infinidad e Infalibilidad. Inspirados en estos, se abren otros muchos caminos que terminan cuestionando la virginidad de María, la muerte y resurrección de Jesucristo, el tiempo de Su venida y hasta el lugar. Así surgen ideas tan estrafalarias que ubican a Jesús en Asia o en América y a María, rodeada de sus hijos viviendo en España. Olvidan la precisión y la coherencia de la Palabra de Dios que es Una. No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Y la Unidad de la Palabra de Dios nos trae el último aspecto sobre el que queremos reflexionar: la (3) trascendencia. Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. No varía según las personas que lo profesan, ni las edades históricas, ni las naciones, ni las razas. Dios ha sido y será siempre el mismo. No es, como alucinan algunos seudo científicos o filósofos, que cada vez vaya siendo más confinado y rezagado en sus fronteras, aun cuando ellos así lo perciban. Dios sigue estando presente en el mundo y está más allá de cuanto ellos pueden abarcar o imaginar. Incluso está en ellos, porque Dios está en toda Su Creación y especialmente en la humanidad, amándola cuanto más cuanto más pretende alejarse de Él. Dios Padre ha enviado a Su Hijo Único Jesucristo a Salvarnos, lo que requiere un proceso de conversión al que todos estamos llamados, incluso sus más recalcitrantes detractores. Porque Dios lo trasciende todo, incluso nuestros pensamientos e ideologías. Está más allá de ellas y las atraviesa transversalmente como el mejor cirujano con su bisturí. No excluye a nadie, no segrega a nadie. Se presenta a todos en todo tiempo y lugar, aun cuando por razones que solo competen a su infinita sabiduría, se escogió un Pueblo, un modo y un tiempo en el cuál habría de manifestarse de modo particular, como cuando de una planta brotan los frutos, en señal de haber alcanzado la madurez necesaria. O como cuando un hombre se une a una mujer y juntos engendran los hijos, que serán de los dos y de toda la familia, incluyendo hermano, abuelos, primos, tíos y nietos. De este mismo modo, estimamos que para Dios, la humanidad es una sola, que en el tiempo y lugar previstos oportunamente por Dios reciben este mensaje de salvación que ha de llegar a todos sin excepción, porque es para todos y muy especialmente para los extraviados. Se trata de creer que Dios es nuestro Padre y nos ha Creado para que vivamos eternamente, fin que alcanzaremos si creyendo en Él le amamos por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es decir que el creer necesita ser expresado en el amor. El que así obra, vivirá para siempre. Este mensaje trasciende todo tiempo, circunstancia y lugar. No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Oremos:
Padre Santo, que confiemos y nos dejemos llevar por Tu Espíritu Divino, haciendo del seguimiento de Cristo la razón de nuestras vidas…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
Un Minuto por la paz 08-06-2016 – 13 00 hs
Conocemos a Dios por su Obra
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