Mateo 8,28-34 – salió al encuentro de Jesús

Texto del evangelio Mt 8,28-34 – salió al encuentro de Jesús

28. Al llegar a la otra orilla, a la región de los ganaderos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino.
29. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?»
30. Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo.
31. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos.»
32. Él les dijo: «Vayan.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas.
33. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados.
34. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Reflexión: Mt 8,28-34

Preferimos convivir con el mal si para sacarlo tenemos que sacrificar algo. Queremos el bien, pero no a un precio tan alto. Qué engreídos, caprichosos y difíciles de complacer somos. Esto es lamentablemente una constante. Ahora podemos entender cómo es que el Señor nos dice que si nuestra mano derecha nos es ocasión de pecado, mejor sería que nos la cortáramos y entrar mancos en el Reino de Dios y no que con las dos manos vayamos a dar al infierno. Incluso llega a decir que más nos valiera atarnos una rueda de molino al cuello y echarnos al mar antes que faltar a un inocente. Estas son palabras muy duras, ciertamente, pero es que lo queremos todo. Preferimos convivir con el mal a tener que privarnos de algo que nos es grato, que nos da placer o que nos ha costado tener. Sin embargo hay que tomar en cuenta esta lección, pues muchas veces es preferible privarnos de aquello que es ocasión de pecado y perdición para nosotros, por más que nos cueste y duela, antes que por evitar este dolor, nos perdamos para siempre en el Hades. ¿Cuántas situaciones debemos poner en el tapete en nuestras vidas, reflexionando y preguntándonos si tal vez debíamos realizar un cambio drástico para cortar definitivamente por lo sano, en vez de continuar con la inercia, solo por no exponernos al dolor y al sufrimiento? Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Esta es una lección muy dura cuyas implicancias en nuestras vidas debemos detenernos a reflexionar y discernir. ¿Cuántas cosas hacemos por costumbre, porque nos resultan cómodas, porque nos gustan, pero no necesariamente están bien? ¿Tal vez incluso no sean malas –en el sentido que aparentemente no le hacen daño a nadie-, pero son estas las mejores cosas a las que podemos dedicar nuestras vidas? Por ejemplo, reunirnos a jugar cartas con nuestros amigos o amigas. Es bueno relajarse, descansar y eliminar las tensiones de la vida cotidiana, pero qué tan bueno puede ser que el juego se convierta en una “costumbre” semanal inamovible, que lo repita dos o tres veces por semana y que este juego determine mi calendario de actividades al final del día? Y lo que decimos de las cartas podríamos decirlo del bowling, del billar, de los juegos electrónicos, del gimnasio, de ir de copas, o de cualquier hábito placentero, que no es que está mal, pero solo trae beneficios personales, cuando tal vez algunas veces podríamos emplear este tiempo en alguna actividad trascendente, que promueva a otros, aun cuando nos demande algún sacrificio. Nuestra sociedad ha entronizado la diversión, las vacaciones, el gozar de la vida y el pasatiempo como la mejor recompensa a nuestros “sacrificios cotidianos”, acostumbrándonos a buscarlos de tramo en tramo, en forma diaria, semanal, mensual y anual. Mientras más veces y más prolongados son esos tiempos, más apetecible y envidiable el estilo de vida que llevamos. Vivimos para la juerga, para la farra, para las vacaciones. Esos son los tiempos que cuentan. Eso lo saben muy bien los publicistas que nos bombardean con mensajes dedicados a maximizar el placer en aquellos momentos, haciendo que sea lo más apetecible alcanzar una vida en la que la juerga y el relajo sean permanentes; esto es lo que todos anhelamos y buscamos como el paradigma de la felicidad y aparentemente te aproximas más a este “ideal” cuanto más tiempo tienes disponible, rodeándote de los recursos materiales necesarios, todo lo cual solo te lo da el dinero en abundancia, con lo que finalmente, es el dinero lo que más buscamos y acumulamos, porque este nos puede permitir ese estilo de vida, que aunque no sea permanente, será igualmente estéril, si todo el tiempo del que podemos disponer libremente, lo dedicamos a nosotros y a nuestro placer, como un hábito irrenunciable. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Renunciar a lo que tienen es lo que no están dispuestos a hacer los ganaderos de este pasaje. Prefieren quedarse con los endemoniados, conocidos, aislados y circunscritos a un ámbito y a unas circunstancias que son de dominio público -más o menos calculadas y programadas-, antes que renunciar a su riqueza. Guardando las distancias, ¿no es lo que nos pasa con los guetos, con las zonas marginales de todas las grandes urbes? Preferimos vivir con ellos, de espaldas a ellos, antes que sacrificar algo de la riqueza de la sociedad para proporcionarles mejores estándares de vida. ¿No es lo que está ocurriendo con tantos miles de desplazados, muchos de los cuales mueren cada día por alcanzar las costas de Europa, donde esperan encontrar una esperanza para sus vidas? ¿Es que efectivamente Europa no cuenta con recursos ni capacidad para cambiar esta situación evitando tantas penosas muertes? Como lo que ocurre hoy en día entre Israel y la Franja de Gaza, que Israel prefiere convivir con el pueblo Palestino marginado y castigado periódicamente con masacres y destrucción, antes que ceder y sacrificar algo a cambio de la paz y la armonía permanente con sus hermanos. ¡No Señor! Tal como hacen estos ganaderos de la lectura, preferimos acompañar a Jesús a las afueras y rogarle que no se meta con nosotros, que nos deje como estamos, porque resulta muy caro salvarnos de los demonios y preferimos mantenerlos antes que tener que renunciar a nuestros bienes. Preferimos que se condenen, antes que se salven si ello nos demandará sacrificio. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Oremos:

Padre Santo, aparta de nosotros la mezquindad y el egoísmo; que lleguemos a entender que no hemos venido a este mundo a gozar despreocupadamente mientras nuestros hermanos mueren por falta de atención y solidaridad. Que somos responsables no solo por nosotros, sino por nuestra comunidad, especialmente por los menos favorecidos; que no podemos dedicarnos a disfrutar de la vida cuando podríamos emplear algunos de los recursos que despilfarramos en a aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos, aunque ello nos demande algún sacrificio…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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