Texto del evangelio Mt 9,14-17 – el vino nuevo se echa en pellejos nuevos
14. Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?»
15. Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.
16. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor.
17. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»
Reflexión: Mt 9,14-17
El Señor nos trata con mucha delicadeza. La figura del novio a la que hace alusión para referirse a Él con respecto a nosotros es de un alcance emocional muy profundo. El Señor nos conoce muy bien, por eso no se le escapa la tradicional importancia que tiene un novio en una boda, más aun en aquel tiempo, en que la mujer era sumisa y tenida casi como un ser de segunda clase. Si el Señor es el novio, nosotros, su Iglesia somos la novia. Obviamente la connotación sexual que ahora damos a estas figuras es muy distinta a la de entonces, pero no deja de referirse a la unidad indisoluble que forma una pareja en el matrimonio. Cristo será el esposo y la Iglesia, su fiel esposa. De aquí nace la relación profunda e indivisible que formamos con Cristo: Él la cabeza y nosotros el cuerpo. Estamos unidos por el amor, de un modo íntimo, profundo, indestructible. La unión es además voluntaria y férrea, como es la unión de dos esposos que se aman y que son capaces de darlo todo el uno por el otro. Una unión Santa y Bendecida por Dios. ¿Por qué tendrían que ayunar los discípulos de Jesucristo mientras Él estaba con nosotros. Cuando está el novio presente en la boda, lo propio es la alegría desbordante, la euforia. La risa, el afecto, la dicha, los bailes, la disipación. Así, la respuesta que da Jesús, el Hijo de Dios a los discípulos de Juan habría de parecerles desconcertante, como hasta ahora nos suena a muchos de nosotros. ¡Cómo es que Jesús enfatiza el amor, sin ningún reparo ni reserva! Jesús nos está diciendo que nos ama profundamente y que si nosotros le amaramos igual, tendríamos que estar alegres y felices que esté con nosotros. ¡Qué sentido tendría estar con las caras largas mientras Él está con nosotros! Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»
Hemos de ver de un modo distinto el mundo y la Creación entera partir de esta declaración de amor que nos hace Jesús. ¡No estamos solos! ¡Nuestro destino está unido indisolublemente al de Él! Entonces, ¿A qué temer? ¿Por qué estar tristes? ¿No comprendemos estas palabras? ¿No comprendemos lo que está pasando? Jamás lo haremos si no sacamos de nuestras cabezas y nuestro corazón los prejuicios que nos dominan. Para entender de qué nos está hablando Jesús tenemos que ver el mundo como Él lo ve. Tenemos que cambiar de actitud. No podemos seguir insistiendo con nuestros hábitos antiguos. Nuestro Dios no ha venido como los señores poderosos de las naciones, los políticos, los empresarios para que lo sirvamos, sino que declarándonos Su amor, ha venido a servirnos. Hay pues una relación muy distinta a la usual, a la esperada, de la que se deriva un trato distinto y un estado anímico y emocional muy distinto. Para ser capaces de responderle como Él espera, hemos de romper nuestros viejos esquemas. No podemos pretender seguir igual, como si nada hubiera pasado. ¡Tenemos que despertar y tomar conciencia de lo que está ocurriendo! ¡Es distinto a cuanto podíamos imaginar! Nuestro Dios no corresponde a ninguna de las categorías definidas por nosotros. No tiene cabida en nuestros esquemas. Es desconcertante, a no ser que lo aceptemos y cambiemos. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»
Dios no sigue nuestro comportamiento, no sigue nuestra moral, nuestros valores. Dios no se ajusta a nuestras costumbres. Es completamente al revés. Hemos de ajustarnos a Él si queremos entenderlo. Él sabe que eso es posible, de otro modo no se hubiera entregado de este modo a nosotros. Tenemos que cambiar para que su Gracia no se pierda, para que no se desperdicie. Podemos hacerlo, con su ayuda. Entendamos que para entrar en el Reino de los Cielos, no podemos seguir haciendo lo que veníamos haciendo. ¡Es preciso cambiar! Si no fuera así, Jesús no hubiera venido enviado por el Padre a Salvarnos. No necesitaríamos un Salvador. Tenemos que revisarnos y mirarnos profunda y sinceramente. ¿A caso o es verdad que hemos venido acumulando una serie de desaciertos históricos en la humanidad, tanto como en nuestra vida personal? ¿Acaso no es cierto que venimos perpetuando diferencias e injusticias atroces, tan solo por falta de amor, por egoísmo? ¿No podríamos dejar de acumular tanta riqueza en unas cuantas manos y compartir un poco más? ¿Cuánto podríamos aliviar la pobreza si fuéramos más solidarios, si estuviéramos organizados de otro modo? ¿Es el capitalismo, el culto al capital y la renta la única forma de organización posible? ¿Es la depredación irracional de recursos naturales y la explotación despiadada del hombre por el hombre la única modalidad de producir lo que es necesario para la sobrevivencia del hombre y el Planeta, generando excedentes de los que se apropian unos cuantos? Reconozcamos que nos hemos equivocado demasiado y que es preciso cambiar, como nos lo exige el Señor, porque tal como seguimos, vamos a nuestra destrucción. Solo nos salvará el amor. Pero para eso, es preciso cambiar. No podemos seguir haciendo lo mismo. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»
Oremos:
Padre Santo, ayúdanos a comprender que es necesario cambiar; que no podemos seguir haciendo lo mismo, si lo que queremos es obedecer al Señor. Ayúdanos a comprender que no podemos servir a dos Señores. Seguimos a Dios o al Dinero. Danos Tú luz para seguir Tus mandatos SIEMPRE…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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