Biblia

Mi pequeño, sólo quiero salvarte

Mi pequeño, sólo quiero salvarte

por Sam Doherty

El deseo de Dios es que todos nosotros, viejos o niños, encontremos salvación en Cristo Jesús. El siguiente artículo nos hace reflexionar sobre este deseo de Dios; además, nos recuerda que los niños también serán juzgados y por eso debemos evangelizarlos.

Cuarto artículo de la serie: La medicina para ellos


Dios no desea que ningún niño se pierda para siempre. Esto queda claro en las palabras de Jesús en Mateo 18:11,14. Dijo esto en el contexto de un niño a quien sostenía en sus brazos.


«El Hijo del Hombre vino a salvar lo que se había perdido» (Mateo 18:11).


«Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños» (Mateo 18:14).


Estos versículos nos muestran en primer lugar que Dios el Padre no desea que ningún pequeño se pierda para siempre, y en segundo lugar que Dios el Hijo vino a salvarlos. Sin embargo, estos versículos también tienen la clara implicancia que existe la posibilidad de que se pierdan para siempre y es a causa de esta posibilidad que debemos evangelizar a los niños.


En Mateo 18:12,13 el Señor Jesús nos relata la historia de una oveja perdida. En el contexto de estos catorce versículos podríamos concluir que esta oveja representa a un niño. Él, el Buen Pastor, va en busca de esa oveja perdida; la encuentra y la trae a casa con regocijo. Esta es una ilustración de su amor y su obra de salvación. ¿Pero no es acaso también un ejemplo para nosotros como sus pastores delegados (1 Pedro 5:2–4; Juan 21:15)? Cuando nos damos cuenta que todo niño está perdido en cuanto a su posición y que existe la posibilidad de que se pierda para siempre en cuanto a la eternidad, ¿no deberíamos salir y buscarlos con el evangelio?


R. Hudson Pope, fue un renombrado evangelista de niños quien trabajó con la entidad que ahora se conoce como Unión Bíblica. Escribió: «Si observamos los mensajes de muchas personas que se dirigen a niños, parece que desconocieran que un niño es un pecador que necesita un Salvador. Los mensajes en su mayoría constan de cuentos con una moraleja que muestran la necesidad de que el niño sea bondadoso, atento, bueno, etc. A menos que los niños que reciban el mensaje sean salvos, esta enseñanza no es más que «salvación por obras…» El mandato de nuestro Señor fue de predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). Esto tiene que incluir a niños, pues si no es así, ¿a qué edad debemos comenzar?»


Uno de los principales motivos por los que hay relativamente pocos que evangelizan a niños, y uno de los motivos por los que tan pocos están involucrados en un ministerio a tiempo completo para evangelizar a niños, parece ser porque muchos no ven ni comprenden las necesidades de nuestros niños. Todos deseamos ministrar donde existe una necesidad. Si vemos a los niños como criaturas simples e inocentes quienes no comprenden lo que es el pecado, que de alguna manera ya están en el reino de Dios por su nacimiento o bautismo y que de ninguna manera podrían estar eternamente perdidos, entonces no vemos la necesidad de evangelizarlos. Más bien evangelizamos a los que tienen necesidades más aparentes: el adulto, el adolescente, el borracho y el drogadicto.


Mateo Henry, conocido por su Comentario de la Biblia, en una ocasión dijo: «Miremos con compasión a la gran cantidad de niños, aun en nuestro país, a quienes no se les enseña estas palabras sanas sino que se los cría en la ignorancia y lo profano, extranjeros y enemigos de Cristo y del verdadero cristianismo. Son pobres y son necios porque no conocen los caminos del Señor ni el juicio de su Dios. Si algo pueden hacer, señores, tengan compasión de ellos y ayúdenlos; recojan a algunos de estos niños abandonados, quienes puedan hacerlo, y rescátenlos de la ruina, encaminándoles hacia la enseñanza.»


Que Dios nos ayude a ver las necesidades de los niños y a procurar satisfacer esas necesidades mediante la predicación del evangelio.


«Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación, del que dice a Sión: «¡Tu Dios reina»!» (Isaías 52:7).


«¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado?» (Mateo 18:12 RV-95).


«¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: «¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!»» (Romanos 10:15 RV-95).


Para concluir, recuerda: Evangelizamos a los niños porque están perdidos y necesitan ser salvados.


Carlos Spurgeon escribió:


Esto requerirá que le enseñes al niño que necesita un Salvador. No dudes en realizar esta tarea . . . Dile que debe nacer de nuevo.


Estos niños y estas niñas necesitan el perdón por medio de la sangre preciosa tanto como lo necesitamos cualquiera de nosotros… Diles cuál es el castigo del pecado, adviérteles de lo terrible que es. Sé tierno, pero diles la verdad. No escondas la verdad del niño pecador, por más terrible que sea. Ahora que ha alcanzado la edad de responsabilidad, si no cree en Cristo, le irá mal en el día de juicio.


(Citado de Come Ye Children)


Su niño necesita que se le enseñe. Nació en iniquidad; su madre lo concibió en pecado. Su corazón es malo; no conoce a Dios, y jamás conocerá al Señor si no se le enseña.


Ustedes dicen ser instrumentos de Dios para sembrar la semilla en el corazón de ese niño. Recuerden que si esa semilla no se siembra, el niño estará eternamente perdido, llevará una vida alejada de Dios, y a la hora de la muerte le corresponderá el castigo eterno.


(Citado de Come Ye Children)


Si piensan que sus propios hijos no necesitan ser convertidos, que los niños de padres creyentes son en alguna medida mejores que los demás, que tienen dentro de ellos el bien que sólo debe ser desarrollado, faltará una gran motivación en su sincero esfuerzo. Créanme, hermanos, sus hijos necesitan que el Espíritu de Dios les dé corazones nuevos y espíritus rectos, o si no se irán por el mal camino como otros niños.


(Citado de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)


¿En qué sentido se puede decir que a los niños les falta capacidad? ¿Les falta capacidad de arrepentimiento? De hecho que no. ¿Acaso no he visto a una niña llorar hasta enfermarse porque ha hecho mal? Una tierna conciencia ha hecho que muchos niños se sientan sumamente tristes cuando han estado conscientes de alguna falta. ¿Acaso no recordamos alguno de nosotros las agudas saetas de convicción de pecado que punzaban nuestro corazón cuando éramos aún niños? Yo recuerdo con claridad un período en el que no podía descansar a causa del pecado, y busqué con amarga desesperación al Señor. Los niños tienen la capacidad de arrepentirse cuando el Espíritu de Dios así obra en ellos. Esto no es conjetura, pues nosotros mismos somos testigos vivientes del hecho.


(Citado de Come Ye Children)


Sabemos que los párvulos entran al reino, pues estamos convencidos que todos los de la raza humana que mueren en su infancia están incluidos en la elección por gracia, y son partícipes de la redención que obró nuestro Señor Jesús. No importa lo que piensen algunos, el sentir y el tono de la Palabra de Dios, y la naturaleza misma de Dios, nos llevan a la conclusión que todos los que dejan este mundo siendo aún bebés son salvos. Si es así, y así lo creemos, los párvulos tienen que ser salvos simplemente por la buena voluntad de Dios porque él los ha hecho suyos.


Son llevados al reino de los cielos por la libre y soberana gracia de Dios. ¿Cómo pues son salvos? ¿Por obras? No, pues nunca las han realizado. ¿Por su inocencia natural? No, pues si esa inocencia les hubiera dado ingreso al cielo, también hubiera alcanzado para librarlos del dolor y de la muerte. Mueren a causa de la caída de Adán. Sin embargo, viven de nuevo porque Jesús murió y resucitó y ellos están en él. Se pierden, en cuanto a esta vida, por un pecado que no cometieron; pero también viven eternamente por medio de una justicia en la que no tuvieron parte alguna: la justicia de Jesucristo quien les redimió. No sabemos mucho del asunto, pero suponemos que son regenerados antes de ingresar al cielo; pues lo que nace del cuerpo es cuerpo, y para ingresar al mundo espiritual deben nacer del Espíritu. Pero, sea lo que fuere lo que se opera en ellos, está claro que no ingresan al reino por medio del intelecto ni de la voluntad ni por mérito, sino por gracia, que no tiene nada que ver con lo que ellos han hecho ni sentido.


(Citas de Come Ye Children)


Tomado y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp. 54–58