Mucho más que un censo
por Christopher Shaw
Es cierto que el diablo anda como león rugiente, pero la Iglesia puede avanzar confiada en medio de las tinieblas porque sabe que nadie podrá adelantar un paso sin que el Señor así lo permita.
Versículo: Lucas 2:1-7
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2:1 Por aquellos días Augusto *César decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano. 2:2 (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria.) 2:3 Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo.2:4 También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David, 2:5 para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta 2:6 y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. 2:7 Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
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El párrafo con que inicia el capítulo que relata el nacimiento del Cristo no pareciera merecer mayores comentarios. Bien podría haberlo insertado Lucas simplemente porque toda historia requiere de una introducción. La misma enmarca los detalles que el narrador va a compartir. Es la clase de prólogo que se presta para el olvido, similar al de cualquier diario de nuestra época.El Señor tiene su mano en eventos que aparentemente son fortuitos y sin sentido para nosotros. El Evangelio según san Mateo nos da la pista de que los eventos que se desarrollan en el mundo político no son el resultado de los caprichos de sus gobernantes. A su relato añade un comentario que repetirá una y otra vez en su evangelio: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta» (Mateo 1.22). La movilización de María y José hacia Belén, entonces, no es el resultado de un inconveniente edicto que momentáneamente desacomoda sus vidas, sino la manifestación de la intervención de la mano de un Dios soberano en los acontecimientos que nosotros consideramos insignificantes y alejados de nuestros intereses espirituales. Esta observación nos permite desechar, de una vez, el concepto arraigado en el pueblo de Dios de que el mundo en que vivimos está fuera de control y se escapa completamente de los proyectos del Señor a quien seguimos. Desde tiempos inmemoriales él ha movilizado a los gobernantes y a las naciones para que sirvan a los intereses de él. Intervino directamente, por ejemplo, en las circunstancias de Egipto para que Faraón liberara a Israel (Éxodo 6.1). Levantó una y otra vez, en la época de Jueces, pueblos para que oprimieran a Israel a fin de que su pueblo volviera su corazón al Señor (Jueces 2.13–14). En muchas ocasiones declaró, por medio de diferentes profetas, que usaría a distintos reyes y pueblos para cumplir sus propósitos (Isaías 22.20, Jer 25.9). Es decir, El Señor tiene su mano en eventos que aparentemente son fortuitos y sin sentido para nosotros. Esta verdad debería librarnos del espíritu de temor que tantas veces nos lleva a ver el mundo como un lugar hostil y peligroso. Es cierto que el diablo anda como león rugiente, pero la Iglesia puede avanzar confiada en medio de las tinieblas porque sabe que nadie podrá adelantar un paso sin que el Señor así lo permita. Por encima del aparente caos de nuestro entorno existe un Dios que reina, soberano, sobre todo, y para lograr sus propósitos se sirve de la vida de aquellos que no lo honran. María y José probablemente desconocían la importancia espiritual de llegar a Belén. Tampoco era necesario que estuvieran conscientes de ella. Lo importante era vivir con paz y quietud los aparentes contratiempos de la época, como quienes saben que la mano de Dios no siempre es visible, pero aun así está presente. Para pensar: ¿Qué sensaciones acompañarían a la pareja cuando llegaron a Belén? ¿Por qué fue necesario que Jesús naciera en un pesebre? ¿Qué nos anuncia esta escena sobre el futuro que esperaba al Cristo?
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