Muerte y renacimiento de un movimiento

por Edgardo Silvoso

Veinticinco años después de haber comenzado el movimiento, el crecimiento se frenó drásticamente. Es cierto que el número de iglesias creció de 18 a 25 y que la comunidad cristiana suma más de 10.500; un aumento de casi 3.000 en los últimos 14 años. Pero el crecimiento actual es muy pequeño comparado con el río desbordante del los primeros años. ¿Qué fue lo que anduvo mal? En esta segunda parte del análisis de San Nicolás, Edgardo Silvoso nos da la respuesta.

En el comienzo de los años 1950, el área de San Nicolás, en la provincia de Buenos Aires, estaba básicamente sin evangelizar. Había una sola iglesia evangélica establecida y la comunidad cristiana de toda la zona ascendía a sólo 200 personas.


En 1955 comenzó el trabajo del grupo de Carlos Naranjo. En el transcurso de 12 años la comunidad cristiana había llegado a 8.000 personas y se habían creado 18 iglesias nuevas. (Ver San Nicolás, la iglesia que floreció. Apuntes Pastorales, Vol. II, No. 1, Junio / Julio 1984).


La personalidad clave en este movimiento era Carlos Naranjo, un predicador laico. El movimiento, naturalmente, se conoció como el «Movimiento de Naranjo», y pertenece a la confraternidad de la Unión de las Asambleas de Dios en Argentina. El éxito de Naranjo residía en siete pilares: el desarrollo de una fuerte iglesia madre, la enseñanza por el ejemplo, una estrategia inteligente, el desarrollo de un ministerio colegiado, la participación total y plena de cada miembro de la iglesia (vida del cuerpo), la autonomía de las iglesias hijas lo más pronto posible y un énfasis especial en la juventud.


Cada una de estas 18 congregaciones se auto sostenía y sus pastores eran laicos entenados por Naranjo, laico también. Cada edificio de iglesia era construido con dinero y mano de obra local, y cada programa era solventado por la gente del lugar. Ningún misionero ni organización de ese tipo estaban involucrados. Era un verdadero movimiento nativo.


El área de San Nicolás había sido resistente en extremo al Evangelio, y en consecuencia, el producto de este trabajo de multiplicación de iglesias era altamente significativo. Se tenía la esperanza de que en un breve período, toda la región noreste de Argentina sería evangelizada por los discípulos de Naranjo. Desgraciadamente eso nunca ocurrió.


Veinticinco años después de haber comenzado el movimiento, el crecimiento se frenó drásticamente. Es cierto que el número de iglesias creció de 18 a 25 y que la comunidad cristiana suma más de 10.500; un aumento de casi 3.000 en los últimos 14 años. Pero el crecimiento actual es muy pequeño comparado con el río desbordante del los primeros años.


¿Qué fue lo que anduvo mal?


INTERFERENCIA DENOMINACIONAL


El movimiento era nativo, sin ninguna intervención de afuera. Sin embargo, a medida que el movimiento creció en tamaño y prestigio, atrajo la atención de líderes denominacionales quienes, con buenas intenciones y actuando de buena fe, trataron de «mejorarlo». El resultado fue lamentable.


La denominación exigió que todos los ministros cristianos se licenciaran como tales. Sin el reconocimiento denominacional, los ancianos locales no podían bautizar, casar o ministrar en sepelios. Esto era una exigencia comprensible, excepto que para ser ministro debía completar dos años de estudios en un Instituto Bíblico denominacional en Buenos Aires, a 270 kilómetros al sur de San Nicolás.


La mayoría de los ancianos de Naranjo eran hombres y mujeres de 30 a 40 años, con familias y compromisos en la comunidad. Era imposible trasladarlos sin pagar un precio social y económico muy alto.


El Instituto Bíblico en Buenos Aires no tenía ni las facilidades ni el programa para acomodar a estudiantes casados; mucho menos aún a parejas casadas con hijos. Estaba diseñado casi exclusivamente para estudiantes solteros.


En consecuencia, hombres y mujeres que habían probado su capacidad plantando iglesias locales y pastoreando rebaños, se vieron descalificados para el ministerio y fueron reemplazados gradualmente por gente joven, sin experiencia, que había completado los dos años de estudio requeridos.


Esto creó confusión y, a la larga, mató el incentivo de parte de los futuros ancianos para asumir posiciones de liderazgo. Era difícil desarrollar un liderazgo colectivo con dos concepciones opuestas de liderazgo. La iglesia madre también sufrió.


A causa de su éxito temprano, Naranjo se convirtió en un orador muy solicitado y muy pronto se encontró dando conferencias por todo el país sobre la dinámica de su trabajo. Raras veces estaba al mando en San Nicolás.


Estas conferencias fueron una inspiración para muchos y las iglesias fueron avivadas, pero Naranjo ya no enseñaba más con su ejemplo en San Nicolás.


TEORÍA VS. PRÁCTICA


El vacío creado por la supresión de los verdaderos líderes y el tiempo que Naranjo pasaba lejos de su iglesia debía ser llenado. De modo que un grupo de expertos, bien intencionados, fueron invitados a dar una conferencia en la iglesia madre de San Nicolás. El péndulo se inclinó hacia el lado teórico del ministerio más que hacia el práctico. Esto ensanchó la brecha entre los ministros y los laicos. Muy pronto la vida del cuerpo se convirtió en otro tópico de estudio, más que en una realidad de todos los días. La dinámica de evangelismo y de plantación de iglesias fueron mejor comprendidas intelectualmente, pero disminuyeron las decisiones de fe y no se crearon nuevos grupos anexos.


DESCUIDO DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA


Carlos Naranjo es un hombre compasivo, con un corazón lleno de amor. En los años 60, él comenzó a llevar a su casa a niños abandonados y golpeados. Algunos de ellos fueron puestos bajo su custodia. Otros fueron dejados en su puerta por un padre desesperado o algún vecino preocupado. (Ver Apuntes Pastorales, Vol. II, N°. 1).


Muy pronto Naranjo estaba cuidando a más de 100 niños. No tenía suficiente dinero ni ayuda y estaba apresado en la tarea de cubrir las necesidades cotidianas de tantos niños, sin atender debidamente sus responsabilidades en la iglesia.


A la larga, sufrió su iglesia, y pronto los siete pilares sobre los cuales residía su éxito se vieron socavados. Es cierto que el movimiento continuó creciendo y esto se debe a los dones de Naranjo, sus habilidades y su dedicación al servicio de Dios, pero es también cierto que el ritmo de crecimiento disminuyó considerablemente.


UNA NUEVA PERSPECTIVA


Hace poco tiempo, Naranjo fue invitado a los Estados Unidos para reunir fondos para el orfelinato. Este viaje fue útil en dos sentidos: pudo tener un punto de vista más objetivo de su ministerio por la distancia y ver con más claridad las causas del problema. Igualmente, su iglesia se vio obligada, durante su ausencia, a administrar sus propios asuntos y los del orfelinato. Esto hizo que los líderes de la iglesia local entendieran mejor la situación de don Carlos.


El escribió en una carta: «Este viaje me abrió los ojos. Pude observar con dureza y sin apuro nuestra obra y detectar sus defectos de una forma que hubiera sido imposible mientras estaba en el medio de los eventos. Mi primer paso al llegar a casa fue nombrar un pastor asociado (ministerio colectivo).


El segundo paso fue reavivar las clases semanales de liderazgo. Hemos nombrado también 15 ancianos nuevos. Es refrescante ver cómo este grupo asume más y más el liderazgo en la iglesia. Estamos también comprometidos en una estrategia de crecimiento basada en la plantación de iglesias.


Y finalmente, mi tiempo afuera obligó a las personas con el don de servicio a tomar mi lugar en el mando del orfelinato. Por primera vez en muchos años siento que estoy empezando a tener ayuda competente y segura. Esto me está permitiendo pasar más tiempo en la iglesia, persiguiendo las viejas metas e implementando estrategias de crecimiento».


SUGERENCIAS PARA CRECIMIENTO


A. Mantener el método de iglesia madre-hija.


Construya una relación de iglesia madre fuerte sólo como el medio para un fin. La iglesia madre debe dar a luz congregaciones nuevas en otros lugares. El liderazgo que surja deberá «cortar sus alas», plantando y pastoreando a estas congregaciones nuevas.


B. Servicio social – un producto derivado de la evangelización.


Deberían perseguirse con vigor empresas nobles tales como el orfelinato, pero sólo cuando haya disponible ayuda y liderazgo apropiados. Este no fue el caso cuando Naranjo abrió El Amanecer. Es poco útil un comandante en jefe manejando un camión cuando se lo necesita en la base para organizar estratégicamente a sus tropas. Encuentre un chofer para el camión y pase tiempo dirigiendo a los comandantes de división.


C. Entrene a los ancianos localmente.


Los ancianos de las congregaciones que surjan deberían ser reclutados de ellas mismas (véase Hechos). No envíe futuros líderes a entrenarse a ciudades distantes. Entrénelos localmente. La congregación madre de San Nicolás tiene ahora un programa equivalente al Instituto Bíblico de Buenos Aires. La licenciatura de ancianos tiene lugar en casa.


D. Póngase como meta llegar a otros pueblos.


Una meta es una gran motivación. Ayuda a poner la rutina actual en un contexto mayor, y a la iglesia, a evaluar sus acciones a la luz de una meta mayor que las demandas actuales. El poner una meta clara y razonable guiará al movimiento por su curso correcto. ¡Y para adelante!


Global Church Growth, 1982. Usado con permiso. Apuntes Pastorales. Octubre – Noviembre / 1984. Vol. II, número 3.