Biblia

Mujeres en el ministerio

Mujeres en el ministerio

por David Scholler

Lucas, en su relato del libro de los Hechos, muestra con claridad que las mujeres tuvieron una importante participación en la extensión del Reino en el curso de la iglesia primitiva.

El libro de los Hechos es una historia selectiva del crecimiento de la iglesia primitiva. Muestra claramente que las mujeres fueron parte importante de la primera iglesia en Jerusalén y que participaron activamente en su crecimiento y expansión. El grupo de los 120 discípulos (Hch 1.15) que esperaban en Jerusalén la venida del Espíritu Santo incluyó a María, la madre de Jesús, y a otras mujeres (Hch 1.14). La referencia de Lucas implicaría a aquellas mujeres citadas previamente en su evangelio, que siguieron fielmente al Señor como sus discípulas (Lc 8.1–3; 23.49; 24.12). 


Cuando Lucas comenta: «a pesar de todo, cada vez era mayor el número de hombres y mujeres que creían en el Señor y eran agregados a ellos» (Hch 5.14, NVI), atestigua que esas mujeres continuaron formando parte de la iglesia creciente en Jerusalén. Del mismo modo, Lucas relata que Saulo, en su persecución a la iglesia allí, «comenzó a devastar la iglesia, yendo de casa en casa para sacar a la  fuerza a hombres y mujeres y meterlos en la cárcel» (Hch 8.3, NVI; vea también 22.4). El relato sobre Ananías y Safira muestra la presencia de mujeres en la iglesia de Jerusalén (Hch 5.1–11). Además, Lucas hace referencia a las viudas que eran desatendidas en la distribución diaria, descuido que causó uno de los primeros problemas que afrontó la iglesia (Hch 6.1). Menciona también la «casa de María, la madre de Juan» (Hch 12.12, NVI). 


Las mujeres se mencionan con frecuencia cuando se describe la extensión de la iglesia. Leemos de las viudas de Jope (Hch 9.32‑43), la madre de Timoteo en Listra (Hch 16.1), las mujeres de Filipos (Hch 16.11–40), las mujeres destacadas que se unieron a la iglesia en Tesalónica (Hch 17.1–4), las mujeres notables que creyeron en Berea (Hch 17.12), Dámaris en Atenas (Hch 17.34), Priscila en Corinto (Hch 21.5‑7), las esposas en Tiro (Hch 21.5), y las cuatro hijas de Felipe, el evangelista, quienes habían recibido el don de la profecía en Cesarea (Hch 21.8–9).


Aparte de documentar la presencia general de mujeres en la iglesia primitiva, el relato de Hechos presenta otros cuatro detalles sobresalientes. Primero, y quizá el más importante, es el hecho de que cuando vino el Espíritu Santo con poder para cumplir la Palabra de Dios (Jl 2.28–32) ambos, varones  y mujeres, estuvieron presentes (Hch 1–2). Pedro interpretó que los acontecimientos de Pentecostés habían significado que «los últimos días» de los tiempos de Dios ya habían llegado y que el Espíritu Santo se había derramado sobre ambos, mujeres y varones, para capacitarlos para profetizar. Este papel fundamental, otorgado tanto a varones como a mujeres, fue muy significativo para la iglesia primitiva. Se menciona en Hechos a las cuatro hijas de Felipe, el evangelista, quienes habían recibido el don de profecía (Hch 21.8–9); y profetizar (tanto por hombres como por mujeres) es fundamental para la vida de la iglesia (1Co 11.5). En el curso de toda la historia de la iglesia moderna (desde el primer libro en inglés, escrito por Margaret Fell en 1660, en el que defendía el derecho de la mujer para predicar) se han tomado los sucesos de Hechos 2 como un argumento sólido a favor del ministerio de la mujer.


Segundo, es notable la participación de las mujeres en el establecimiento de la iglesia en Filipos (Hch 16.11–40). Pablo fundó la iglesia en Filipos, la ciudad capital del distrito, con un grupo de mujeres que se reunían para orar en las afueras de la ciudad (Hch 16.13–15). Según el conocido Diccionario del griego del Nuevo Testamento, de W. Bauer, el «lugar de la oración» probablemente se debe entender aquí como una sinagoga. Claramente se ve que una de las líderes de esta sinagoga de mujeres extraordinarias fue Lidia. Ella y su hogar se volvieron el centro de la nueva iglesia en Filipos (Hch 16.14, 15, 40). Este contexto es muy significativo para las dos mujeres que trabajaban con Pablo en el ministerio del evangelio (Fil 4.2–3 )


Tercero, Hechos nos da indicios de la relevancia del ministerio de Priscila (Hch 18.2, 18, 26). Ella, en  compañía de su marido, Aquila, instruyó a Apolos, quien llegó a ser un notable maestro en la iglesia (Hch 18.26). Con frecuencia se debate el significado del hecho de que Priscila enseñó a Apolos en casa más bien que en la iglesia, pero se debe mantener el enfoque en que ella adelantó el proceso y no dónde lo llevó a cabo (ver 1Ti 2.12). Se le encuentra otra vez a Priscila cuando Pablo la menciona en la lista de mujeres que trabajaron por el evangelio (Ro 16.3, 4). 


Por último, Hechos refleja el valor de las viudas en la iglesia (Hch 6.1; 9.36–43).   Aunque no expresada claramente, sí se observa la implicación, sobre todo en el relato de Tabita/Dorcas, de que las viudas constituían un grupo formal dentro de la iglesia. Esto se observa con claridad en 1Timoteo 5.3–16 y en la literatura del segundo al cuarto siglo de la iglesia. 


Para reflexionar:

  • ¿Cuáles son algunas implicaciones de la amplia inclusión de mujeres en el crecimiento de la iglesia primitiva, sobre todo en Filipos, con el liderazgo de Lidia? 
  • ¿Cuán importante es el día de Pentecostés para la iglesia, y qué es lo que implica para nosotros ahora por su clara inclusión de varones y mujeres en la capacitación del Espíritu Santo para que profeticen?
  • ¿Cuál es el significado del papel de Priscila en la iglesia de Corinto, y del hecho de que ella misma haya enseñado a Apolos?

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