Biblia

No creo en la iglesia

No creo en la iglesia

por Lorenzo Moyer

La última vez que invité a un amigo mío a la iglesia, me dijo: «Mira, Lorenzo, creo en el Señor. He leído la Biblia dos veces y terminé con dos versiones diferentes. Estoy tratando de vivir de acuerdo a los Diez Mandamientos, pero no creo en las iglesias. Sólo quieren tu dinero para gastarlo en las cosas que te dicen que no hagas. Y los que dirigen la mayoría de las iglesias son tramposos. Del resto de la gente de allí dentro, ni qué hablar. Lo siento, pero esa es la forma en que me siento».



¿Cómo puede responderle? Al decir: «Lo siento, pero esa es la forma en que me siento», parece indicar una frustración basada en la experiencia. Por un lado, se siente humilde por su interés en su propio bienestar espiritual y no quiere descuidarlo. Lee la Biblia, trata de vivir guardando los mandamientos del Señor, etcétera. Por otro lado, se siente frustrado por lo que ha visto y experimentado en las iglesias.



Elógielo por ser honesto, como Cristo hizo con la mujer samaritana (Jn. 4.17, 18). Dígale lo importante que es el tener buena disposición para decirle cómo se siente. Eso lo animará a seguir dialogando sobre el asunto con usted.



Honesta y directamente, diga: «Por favor, no me malinterpretes. Ir a la iglesia no es realmente el asunto. Me preocupa que estés absolutamente seguro de que tienes vida eterna. ¿Has llegado al punto en que sabes ciertísimamente que si murieras ahora irías al cielo?»



Basado en lo que había dicho antes, podrá decir: «Creo que sí», o: «Eso espero». Si lo hace, pregúntele: «Si estuvieras ante Dios ahora mismo y El te dijera: ¿Por qué debería dejarte entrar al cielo?, ¿qué le dirías?»



Puede que mencione otra vez los Diez Mandamientos. Explíquele que el cielo es gratis (Ro. 6.23) y que no puede obtenerse guardando los Diez Mandamientos. Ellos sólo pueden señalamos nuestros pecados; no son válidos para «hacemos rectos» ante los ojos de Dios (Ro. 3.20). Solamente por confiar en Cristo podremos recibir la vida eterna. Aun los chicos entienden Juan 3.16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».



Obviamente, si su amigo no está abierto a escuchar, puede que no oiga nada de lo que usted diga. En ese caso, simplemente ore para que Dios le dé receptividad y ahora su corazón al evangelio. Pero si ve alguna señal de sinceridad en él, pregúntele; ¿Por qué piensa que Dios formó la iglesia? ¿Se equivocó el Señor?



¿Cómo saber cuando es la voluntad de Dios para que comparta el evangelio con mi hermano? Las Escrituras nos animan a orar para que se habla una puerta para el evangelio (Col. 4.3). Pídale a Dios que haga receptivo a su hermano, e intente presentarle nuevamente el evangelio. Esto puede ser de mucha bendición para él. si no estuviera dispuesto a hablar, asuma que Dios no ha abierto todavía la puerta. Mantenga una buena relación y siga orando, pidiéndole a Dios que obre.



Una mujer que concurría a uno de nuestros seminarios de entrenamiento sobre evangelismo teñía la carga de la salvación de su hermano. El no había estado abierto para hablar de cosas espirituales. Camino a casa desde el seminario, decidió una vez mas intentar hablarle. Se detuvo en su casa y lo encontró interesado en mantener una charla. Aunque no acepto a Cristo ese día, aceptó un folleto para leer y la invitó a almorzar para discutirlo. Tiempo más tarde estaría el resultado a la vista.



Busco la apertura o receptividad hacia mí como persona. Si ese elemento está ahí, gustosamente atravieso la puerta abierta con el evangelio. Y si la puerta no está abierta, es emocionante orar por la persona y observar la obra del Señor. He visto a muchos creer en Jesucristo de una manera íntegra, después de largo tiempo de esperar que lo hiciera.




Apuntes Pastorales, Volumen VII – número 5