No había lugar para ellos en el mesón
Como todos sabemos, estamos en una época del año muy especial para todos nosotros. Digo esto porque en sólo unos días todos estaremos celebrando la Navidad. En pocos días celebraremos la verdadera razón de la temporada, vamos a celebrar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Desafortunadamente hay muchas personas que a pesar de que dicen ser creyentes, se niegan a celebrar esta fecha tan especial. Una de las razones por las que tantos se niegan a celebrar esta fecha es porque dicen que la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo es desconocida, la otra razón es porque dicen que Dios prohíbe este tipo de celebración. ¿Puede todo esto ser verdad? Pasemos ahora a la Palabra de Dios.
Lucas 2:1-7 – Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Como podemos ver, estos versículos tratan directamente con el nacimiento del Señor, y estos mismos versículos son los que algunos usan como excusa para justificar su falta de participación en esta celebración. Ahora bien, hay gente en este mundo que no participa de esta celebración debido a que no creen en una deidad. Ellos simplemente no creen en Dios, y nosotros les conocemos como agnósticos. Sin embargo, como acabo de decir, hay un gran número de cristianos que no celebran la Navidad porque dicen que Cristo no nació el 25 de diciembre, es decir, durante el invierno, y que los primeros versículos que hemos leído hoy sirven para reafirmar esta creencia.
Digo esto porque aquí encontramos que se nos dice: “…Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta…”
Ahora debemos preguntarnos: ¿qué significan estos versículos? Lo que vemos aquí es que el emperador romano ordenó que se hiciera un censo, y en esos días, la persona tenía que ir a la ciudad de sus antepasados ??y registrarse allí. La mayoría, si no todos, los teólogos y eruditos de la Biblia coinciden en que este evento no sería algo que el Imperio Romano hubiese ordenado durante los meses de invierno. La razón principal es porque hacia finales de noviembre, los pastores reunían sus rebaños y los guardaban para protegerles de las lluvias y el frío severo.
Sin embargo, en Lucas 2:8 encontramos que se nos dice: “…Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño…”, y esto es algo que no habría tenido lugar durante los duros meses de invierno. Además, el Señor en una de sus enseñanzas nos ofrece una indicación de lo severo que son los meses de invierno en esa región. Fíjense bien en lo que dijo Jesús en Marcos 13:18 para que entiendan bien; el Señor dijo: “…Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno…” Así que con estas pocas palabras el Señor nos da una clara indicación de que el invierno no sería el momento ideal para viajar.
La realidad de todo es que la fecha exacta del nacimiento de Cristo es completamente desconocida. Alrededor de 180 d.C Clemente de Alejandría escribió que algunos habían determinado no sólo el año, sino también la fecha del nacimiento del Señor; sin embargo, algunas de las fechas eran alrededor de la primavera[1].
En otras palabras, algunas de las posibles fechas previstas para el nacimiento del Señor eran más o menos alrededor del tiempo en que el pueblo judío celebra la Pascua, ya que este sería un momento cuando los pastores vivirían afuera con sus rebaños, y no durante el duro invierno del mes de diciembre. Pero entonces ¿por qué celebramos la Navidad en diciembre?
Existen dos razones. La primera razón es porque nadie sabía la fecha de exacta del nacimiento de Cristo. La segunda razón fue porque la gente de esa época celebra el culto pagano al dios del sol el 25 de diciembre, y para combatir la popularidad de este culto, Constantino II decretó que la iglesia adoptara el 25 de diciembre como la fecha para celebrar el nacimiento del Señor[2].
Y todo esto marca el comienzo de la controversia dogmática que existe entre el pueblo de Dios. Sin embargo, si usted se encuentra incapaz de celebrar el nacimiento de nuestro Señor debido a cualquiera de estas dos razones, hoy voy a darle la respuesta para que pueda derrotar ambas razones. ¿Cómo podemos vencer estas dos razones que parecen tan insuperables?
La respuesta es simple, y es algo que estoy, seguro de que muchos de ustedes ya han descubierto. La respuesta es que la fecha no tiene importancia. La verdad del asunto es que vivimos en un mundo corrupto y malvado, y esto a veces puede hacer que perdamos de vista lo que realmente importa. Por lo tanto, tengamos siempre en cuenta que lo que realmente importa no es la fecha, lo que realmente importa es el nacimiento de nuestro Señor y Salvador.
En realidad el nacimiento de nuestro Señor y Salvador debe ser algo que debemos celebrar todos los días, ya que fue la fecha en la que Dios permitió que el único capaz de redimirnos de nuestros pecados viniera a este mundo. Esto es algo que está muy claro para todos en Hechos 4:12 cuando leemos: “…Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos…” Sin embargo, a la mayoría de las personas se les olvida agradecerle a Dios todos los días el prefecto sacrificio de su Hijo en la cruz.
Al igual que el rey Herodes trató de matar al bebé, algo que se encuentra claramente en Mateo 2:13 cuando leemos: “…Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo…,” el diablo está tratando de destruir esta fecha de celebración.
El diablo está tratando de destruir la fecha en que la mayoría de los creyentes se reúnen para celebrar el nacimiento del Rey de Reyes y Señor de Señores. Y es por eso que necesitamos reflexionar profundamente sobre la manera en que pensamos acerca de la Navidad. Hay muchos que dicen que la Biblia prohíbe la celebración de cumpleaños, y que por lo tanto, celebrar el cumpleaños de Jesús va en contra de la Biblia. Sin embargo, en todos los años que he estado estudiando la Biblia, yo no he sido capaz de encontrar nada en la ley (Antiguo Testamento) o en el Nuevo Testamento, que prohíbe o condena la celebración de cumpleaños. Y si Dios no condena la celebración de cumpleaños, ¿quiénes somos nosotros para hacerlo?
La verdad de todo es que cuando Jesús nació hubo una gran fiesta. Esto es algo que está bastante claro en Lucas 2:9-14 cuando leemos: “…Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14!!Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!..” Creo sin duda alguna, que esto describe una gran celebración en el día que nació el Señor. Dile a la persona sentada a tu lado: todo el cielo alababa a Dios.
Y este tipo de celebración es exactamente lo que debe llevarse a cabo en el hogar de cada creyente. En el hogar de los verdaderos creyentes las personas no se reúnen para celebrar un ritual pagano, o una fiesta mundana, nos reunimos para celebrar el nacimiento del Señor y darle gracias a Dios por su misericordia.
Ahora quiero centrarme en dos preguntas que creo que todo pastor ha escuchado durante esta época del año. Número uno: ¿ofendemos a Dios cuando decoramos nuestra casa con guirnaldas de lucecitas de Navidad? Número dos, ¿ofendemos a Dios al colocar y decorar un árbol de Navidad en nuestro hogar? La respuesta a ambas preguntas es NO. Vamos a examinar estas preguntas individualmente para que entiendan bien porque conteste NO a ambas preguntas.
Pregunta número uno: ¿ofendemos a Dios cuando decoramos nuestra casa con guirnaldas de lucecitas de Navidad? La respuesta es NO. Digo esto porque las luces de Navidad en realidad sirven un propósito. ¿Para qué sirven? El primer propósito que sirven es que nos identifican del resto del mundo.
Las luces de Navidad le deja saber al mundo que no nos avergonzamos de nuestro Dios y creencias, y que celebramos la fecha del nacimiento de nuestro Señor con alegría. Por lo tanto, no permita que lo que los demás puedan pensar o decir acerca de usted le detenga de decorar su casa, sino más bien recuerda lo que el Señor nos dice en Lucas 9:26 cuando leemos: “…Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles…” Las luces de Navidad también tienen otros fines, sirven para recordarnos lo que el Señor dijo en Juan 8:12 cuando leemos: “…Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida…” Y también lo que Él nos dice en Mateo 5:14 cuando leemos: “…Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder…”
No podemos ocultar quien somos, somos cristianos y debemos tratar de que todo el mundo lo sepa.
Pregunta número dos: ¿ofendemos a Dios al colocar y decorar un árbol de Navidad en nuestro hogar? Aunque un árbol no tiene nada que ver con el nacimiento de nuestro Señor, la respuesta a esta pregunta es también un NO. Sé que hay muchos que critican y condenan esta respuesta, y la mayoría de ellos lo harán citando Jeremías 10:2-4 que dice: “…Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. 3Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. 4Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva…” A primera vista estos versículos parecen ser pruebas muy convincentes en contra de tener y decorar un árbol de Navidad. Sin embargo, este no es el caso. Digo esto porque cualquiera que vea esto como una razón para no tener y decorar un árbol de Navidad es porque ha tomado este capítulo y estos versículos fuera de contexto (el capítulo es acerca de Los falsos dioses y el Dios verdadero, y el Asolamiento de Judá).
Digo esto porque cuando tomamos el tiempo para examinar lo que el Señor nos está diciendo aquí, no es difícil determinar que él no está hablando de un ornamento; Dios estaba condenando la idolatría. Y te puedo decir que en todos mis años en el ministerio, o incluso antes de unirme al ministerio, nunca he oído hablar, o ver a un cristiano arrodillado, o inclinarse ante un árbol de Navidad en señal de reverencia o adoración. Para un cristiano, el árbol de Navidad no es más que una sencilla decoración. Si dijéramos que Dios condena todas las decoraciones que podrían representar una deidad, entonces la mayoría de nuestros hogares estarían faltos de adornos, ya que la mayoría de las figuritas y/o decoraciones pueden ser de alguna manera relacionadas con religiones paganas.
Por ejemplo, en la antigüedad en Egipto los gatos eran una representación de la diosa Bastet[3], y las vacas eran una representación de la diosa Hathor[4]. Para el hindú, el elefante representa al dios “Ganesha” (también escrito “Ganesh”, también llamado “Ganapati”) y él es el más venerado de todos los dioses[5].
Y déjeme decirle que pudiéramos continuar haciendo una extensa lista de ejemplos de adornos, y otras cosas en nuestro hogar que en un momento representaban o representan algo a alguien, pero creo que esto será suficiente. Así que ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿te condena Dios porque tienes un adorno de decoración en tu hogar que en un momento de la historia representaba un dios, o es considerado como un dios a alguien? La respuesta es un no rotundo. Dios no condena a una figura o un adorno, lo que Dios condena es la idolatría. Lo mismo es cierto en cuanto a un árbol de Navidad; un árbol de Navidad no es un dios, o una representación de un dios. Un árbol de Navidad no es venerado ni adorado por nadie, el árbol de Navidad es sólo una simple decoración.
Pero, ¿por qué existen tantos cristianos en desacuerdo acerca de estas cosas? La respuesta a esta pregunta es fácil de encontrar en los versículos que estamos estudiando hoy en día cuando leemos: “…Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón…” Y las palabras claves aquí son: “…no había lugar para ellos en el mesón…” La realidad de todo esto es que las personas tienden a estar tan envueltos en el legalismo, que no tienen espacio en su corazón para participar de la celebración simbólica del nacimiento del Señor.
Existen muchos que juzgan y condenan a otros porque han fijado su atención en los símbolos y las fechas en vez de en Dios. ¿En qué debemos concentrarnos? Debemos concentrarnos en nuestra relación con Dios. Debemos concentrarnos en la misericordia y el amor que Dios nos ha mostrado. Debemos concentrarnos en la justicia perfecta y divina de Dios. Debemos concentrarnos en las promesas de Dios.
En conclusión; dejemos de reñir sobre la exactitud de la fecha, como dije al principio, el nacimiento de nuestro Señor debe ser celebrado por los cristianos todos los días. Digo que deberíamos celebrarlo todos los días, porque el nacimiento de nuestro Señor marca el día de nuestra redención.
Nunca olvidemos que la Navidad no es acerca de una fiesta o un día para intercambiar regalos, la Navidad no es acerca de un árbol o cualquier otro adorno. La Navidad significa el nacimiento de nuestro Redentor. Celebremos la Navidad exaltando a Dios; celebremos la Navidad dándole a Él toda la gloria y honor; celebremos la Navidad, alabando y dando gracias a Dios por haber enviado a su Hijo unigénito, para que podamos ser salvos.
José y María no pudieron quedarse en el mesón, porque no había lugar para ellos. No permitas que el legalismo haga lo mismo en tu corazón. Abre espacio hoy para Cristo en tu corazón, y él estará contigo por la eternidad.
[1] Clement of Alexandria, Stromata (Miscellanies), Book 1, Chapter XXI.
[2] Frederick H. Cramer, Astrology in Roman Law and Politics, p. 4.
[3] Te Velde, “Bastet”, p. 164.
[4] Oxford Guide to Egyptian Mythology, Donald B. Redford (Editor), p157-161, Berkley Reference, 2003
[5] Encyclopedia Britannica
Hermanos, nosotros no queremos ser cristianos ‘light’, esa palabra inglesa que significa ‘superficial’, ‘liviano’, ‘fácil’. Algo que no tiene peso, que no tiene sustancia, algo que no produce ningún efecto. Estamos en una cultura ‘light’. Hasta las marcas de ciertos productos dicen que es ‘light’, no te hace daño, es ‘light’. Y hasta la religión se ha vuelto ‘light’.
Hermanos, nosotros no queremos una religiosidad liviana, no queremos algo pasajero, no queremos estar hoy día caminando con el Señor y mañana negándole. No queremos, porque no es esa la voluntad del Señor estar hoy día caminando y mañana retrocediendo. No queremos estar hoy día alabando al Señor y mañana defraudando. No queremos estar hoy día abrazando y el día de mañana odiando. No queremos con esta boca estar alabando a Dios y con la misma boca maldiciendo después. No, no queremos ninguna irrealidad.
Si hemos de ser creyentes, seámoslo de verdad. Si hemos de ser siervos de Dios, hermanos, seámoslo con los recursos de Dios. ¿Y qué dijo el Señor? “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero si ya se ha encendido?”. Se encendió en el primer tiempo. El día de Pentecostés, lenguas de fuego vinieron sobre los creyentes. ¡Gloria al Señor! Más tarde, se reúnen los hermanos, y a la oración de esos creyentes encendidos, la casa tiembla, todos son llenos del Espíritu Santo y hablan con denuedo la palabra de Dios. Hermanos, la iglesia no puede conformarse con una medida menos que esa. Las iglesias estaban fortalecidas con el Espíritu Santo y los discípulos llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Un fuego se encendió en aquellos tiempos… No se ha podido apagar ese fuego hasta estos días. Corrió, pasó de una cultura a otra, pasó de un siglo a otro, muchas aguas quisieron apagar este fuego, hermanos, pero de tiempo en tiempo el Señor ha ido levantando siervos una y otra vez. Hombres encendidos, hombres que comparten la palabra y esa palabra toca los corazones y los vuelve a encender.
¿Qué quiere el Señor esta mañana de ti y de mí, hermano? Ya sabemos que el Señor abomina y aborrece la tibieza. La tibieza significa que el fuego se apagó. La tibieza significa que ese fuego ya no sirve para nada, es como una ceniza que ya no le alcanza ni para rescoldo. El rescoldo sirve para cocer un pan. Pero, hermano, una ceniza tibia no sirve para nada. El fuego debe encenderse otra vez. Pero para que se encienda un tibio, tiene que arrepentirse primero de corazón, arrepentirse de todas aquellas cosas que hicieron que el fuego se fuera apagando.
El fuego del mundo
Oh hermanos, hay otro fuego que no lo he mencionado. ¿Recuerdan ustedes que cuando el Señor estaba preso, estaba atado, estaba en el patio de Anás o del sumo sacerdote, Pedro se juntó con la gente que estaba ahí, los soldados y otros, ellos tenían un fuego y él fue a calentarse en ese fuego? Ya no tenía él fuego dentro, necesitaba el fuego que estaba afuera, el fuego en que el mundo se calienta.
Si tú necesitas el calor del mundo, necesitas la alegría del mundo, si para ser feliz necesitas los chistes del mundo, la alegría del mundo, la música del mundo, el deporte o los ídolos del mundo, entonces te pasará como a Pedro: estás pronto a negar al Señor. Si te estás calentando con el fuego del mundo, si tu alegría y tu atención y tu preocupación son el fuego que viene de la tierra, entonces no me extrañaré, no nos extrañaremos si mañana estás negando al Señor, ¡estás a punto de negarlo!
Pero, hermanos, es el tiempo de volvernos. Es el tiempo de volver a ser, hermanos. ¿Se acuerdan de la palabra compartida hace unos días cuando Cleofas y su compañero, camino a Emaús, el Señor Jesús les habla, les abre las Escrituras y les habla de Cristo en las Escrituras y el corazón de ellos comienza a arder? Porque ésta es la voluntad del Señor: Cuando Cristo es compartido, hermanos, el corazón comienza a arder otra vez. ¡Aleluya, hermanos, qué precioso es Cristo para nosotros! ¡Qué precioso es descubrir al Señor en las Escrituras! ¡Qué precioso que el Señor no trajo una doctrina para que mi mente estuviese satisfecha!
Un fuego que divide
No hermanos, el Señor no trajo una doctrina simplemente para que yo pasivamente la analizara. No, el Señor vino a echar fuego en la tierra. “¿Y qué quiero si ya se ha encendido?”, dijo el Señor. De aquí en adelante, dijo, estará dividido. “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: no, sino disensión. Porque desde aquí en adelante cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido en padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra” (Lucas 12:51-53). ¿Qué es este fuego de división, hermanos? Porque uno querrá andar por el camino del Señor y si el otro no quiere caminar, se producirá una división.
Hermanos, yo quiero caminar con el Señor. Yo quiero seguir al Señor, yo quiero andar con Cristo todos los días de mi vida. ¡Bendito sea el Señor! ¡Aleluya, hermanos!
Conociendo lo que viene, conociendo el fuego de juicio que está por delante y habiendo venido el bendito Salvador, ¿cómo no le vamos a amar de todo nuestro corazón, aunque eso signifique apartarse de alguien? Hermanos, lo haremos, aunque esa sea la persona más íntima; pero nosotros amaremos al Señor y si alguien quiere estar con nosotros tendrá que amar al Señor también. ¡Te amo, Señor Jesús! ¿Amas al señor, hermano? ¿Quieres declararle tu amor? ¡Te amo, Señor Jesús! ¡Aleluya, aleluya! Que todo otro fuego se apague. No necesito el gozo que viene de otro fuego. ¡Me gusta el fuego de Dios, ese fuego que quema, que arde por dentro, que nos hace estar activos en la obra de Dios!
Fíjense, hermanos, que aquí el Señor se salta un parentesco. Por lo menos aquí en Lucas 12:53 habla del padre, del hijo, de la madre a la hija, la hija a la madre, la suegra a la nuera, la nuera a la suegra. Pero el Señor se salta un parentesco, no dice el hermano del hermano. Debe ser para que no nos confundamos, porque cuando yo me abrazo con un hermano que tiene a Cristo en su corazón, mi corazón arde de nuevo, mi corazón se vuelve a gozar. ¡Aleluya!, porque cuando está Cristo en tu corazón y en el mío, los hermanos no se dividirán, los hermanos no se entregarán unos a otros.
Oh, amados hermanos, el fuego adentro, el fuego adentro…
Tres jóvenes con el fuego adentro
Antes de concluir esto (porque todavía hay algo más que compartir), quisiera hacer una pequeña mención a lo que dice la palabra de Daniel, capítulo 3:16: “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto”. Sadrac, Mesac y Abed-nego eran hebreos, estaban cautivos en Babilonia, Nabucodonosor era el rey, y ellos le hablan al rey con esta certeza: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no…” -mire qué tremendas estas palabritas- y si no… o sea, y si no nos librara, “…sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Entonces, Nabucodonosor se llenó de ira y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”. ¡Bendito sea el nombre del Señor!
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“Sadrac, Mesac y Abed-nego”, dijo Nabucodonosor, “siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían”. ¡Oh, Señor! Luego, Nabucodonosor diría: “…por cuanto no hay dios que pueda librar como éste”. ¡No hay dios que pueda librar como éste!
Hermanos, es impresionante pensar en ese horno calentado siete veces. Los que hemos visto un incendio grande, una llama, no se imagina siete veces calentado. Los que se acercaron se quemaron. ¡Impresiona ese fuego! Ese fuego rompió las ligaduras.
Pero a mí me impresiona más otro fuego. Me impresiona más que, antes que el milagro ocurriera, estos hombres tenían un fuego adentro. Pudieron enfrentar a todo el consejo del rey. No aceptaron humillarse ante una estatua, no quisieron adorar un dios extraño. Entonces dijeron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. ¡Ese fuego me impresiona!
Habría sido tan fácil condescender. Habría sido tan fácil evitarse los problemas. Todo el mundo dice que hay que hacer las cosas de esta manera, hay que hacer lo que el mundo dice que hay que hacer. Hay que usar la ropa que el mundo dice que hay que usar. Hay que oír la música que el mundo dice que hay que oír. Hay que llamarle arte a lo que el mundo dice que es arte. Es tan fácil irse en la corriente del mundo. “¿Para qué nos hacemos problemas?”. Aun la autoridad más importante del mundo en aquellos días, Nabucodonosor, él viene en persona a desafiar a estos hombres y a amenazarlos con el fuego. Aun la autoridad más importante del país puede decir: “Esto es bueno, esta tolerancia es buena, esta ‘onda’ es buena”. No nos interesa lo que diga, aunque sea la primera autoridad de esta república. ¡A nosotros nos interesa lo que dice Dios! ¡Qué importa que se levante el presidente, el gobierno y el ejército entero! ¡Nuestro Dios está en los cielos! ¡Jesucristo está a su diestra intercediendo! ¡Ellos mismos tendrán que dar cuenta un día! ¡Y nosotros tenemos a Cristo revelado en nuestros corazones! Nos prohíban lo que nos prohíban, nos inviten donde nos inviten, nos traten de arrastrar donde nos quieran arrastrar, ¡hay un fuego ardiente en nuestros corazones! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Así como estos hombres desafiaron al rey!
Hermano, ¿qué es lo que te está tentando a ti? ¿Quieres la amistad del mundo? ¿Quieres aplaudir lo que el mundo aplaude? ¿Quieres vivir, quieres bailar a la comparsa del mundo? ¿Hay un vicio del mundo que te quiere atrapar? ¿Qué fuego te va a consumir? Hermano, ¿qué tentación, qué pornografía, qué sensualidad, qué carnalidad? Estos días, nuestro país ha sido sacudido, hermanos, por todos estos escándalos sexuales, por esta corrupción tan grande. No ha habido otro tema estos días en las noticias. ¡Cómo sufre esta patria!
Que el Señor libre a la iglesia de esto. Que el Señor libre a los creyentes de esto. Hermano, huyamos, no queremos ese fuego. ¿Podrá el fuego del adulterio, de la fornicación, del pecado sexual, apagar a un hijo de Dios, o enredarlo con cadenas, y atarlo y caer en la misma concupiscencia? ¿No hay, acaso, un fuego ardiendo dentro de nosotros, capaz de librarnos? ¿Será el buen consejo, será la buena educación? ¿Qué te va a librar? A la hora del fuego de la tentación, nada te va a librar, a menos que tengas un fuego ardiendo dentro de tu corazón.
La “santa tolerancia”
Cuando todo el mundo diga: “Esto es lo que hay que hacer, esto es bueno, esto no es pecado, no es malo; practiquemos la santa tolerancia”, como lo hacen en Europa. Un hermano que venía llegando estos días nos hablaba de la frialdad europea, de lo que cuesta encontrarse con un creyente que ame al Señor. ¡Tienen miedo! No pueden hablar contra el adulterio, porque es intolerancia. No pueden hablar contra los homosexuales, porque sería pecado. Y qué terrible, que congregaciones llamadas cristianas, gobernadas por homosexuales, por lesbianas. ¡La apostasía ya ha llegado, hermanos! ¡Estamos viviendo días de apostasía!
Pero nosotros no estamos por esa tolerancia. Hay Alguien dentro de nosotros, que nos lleva a la santidad, que nos lleva a la pureza, que nos lleva al amor verdadero, que nos lleva a la consagración, que nos lleva al amor verdadero de Dios. ¡Bendito sea el nombre del Señor! Fuego vino a echar el Señor a la tierra, y toda la corrupción de este mundo no podrá apagar, ¡aleluya!, el fuego de Dios que se nos metió adentro! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Tenemos a Cristo, hermanos, tenemos al Señor adentro!
Cómo nos impresiona la declaración de los apóstoles cuando los gobernantes, cuando los religiosos de su tiempo dijeron: “En ninguna manera hablen de este nombre”. Oh, les llamaron, ellos dijeron: “¿Qué haremos con estos hombres?… Amenacémosles, para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos… porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. ¡Oh, hermanos, qué tremendo es esto! ¡No podemos! Ustedes nos piden que hagamos algo que nosotros no podemos hacer. Aunque todos ustedes nos lo recomienden, aunque todos ustedes nos amenacen, y aunque nosotros quisiéramos… (como Jeremías, no hablaré más porque esto me trae puros problemas) … pero aunque quisiera callar, ¡no puedo!… Porque no soy yo quien sostengo esta verdad, no soy yo quien sostengo esta doctrina: ¡Es el fuego de Dios que me sostiene a mí, es el fuego de Dios el que me lleva de gloria en gloria! ¡Bendito sea el nombre del Señor!
¿Qué hemos visto nosotros, hermanos? Hemos visto la salvación de Dios en Cristo. Hemos visto la resurrección de Cristo de entre los muertos. Hemos visto al Señor glorificado, ¡Aleluya! Hemos visto que el Señor viene pronto, hermanos. ¿Podremos callar esto? ¿Podremos decir que no es verdad? No podemos dejar de decir lo que hemos visto, lo que hemos oído. ¿Amén, hermanos? (¡Amén!). Como diría Pablo: ¡No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios! Y esa palabra, poder, ¿cómo se traduce? Como fuego, como dynamis, como dinamita. Así es, hermanos, como dinamita. ¿Cómo puedo callar, si el evangelio es poder de Dios, es fuego de Dios para salvación a todo aquel que cree? ¡Este hombre tenía al Señor adentro!
En Hechos 20:22, esta palabra demuestra cómo el apóstol Pablo tenía el fuego de Dios adentro. Él decía así: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer, salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” … Me esperan prisiones, me esperan tribulaciones, no sé lo que me va a pasar. “Pero de ninguna cosa hago caso” … ¡Aleluya, hermanos, así hablan los que tienen el fuego adentro! De ninguna cosa hago caso, problemas vendrán, pero de ninguna cosa hago caso. Las cosas no se me dan bien. Tengo problemas por aquí y por allá. Hermanos, no puedo transformar lo que me rodea, pero de ninguna cosa hago caso … “ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Gracias por estos siervos!
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