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¡No luche en secreto!

¡No luche en secreto!

por Dale O. Wolery

Si los grupos de responsabilidad mutua no funcionan, ¿qué otra opción tenemos?

La solución más común que se propone para que los pastores compartan sus luchas secretas es establecer grupos de responsabilidad mutua. Muchos consideran que pertenecer a uno de ellos es crítico para la integridad, pues, así como comparte Gayle Haggard en su libro Why I Stayed (Por qué permanecí), «los secretos son los que le dan poder al pecado». Para evitar el pecado en la vida del pastor de manera eficaz, la solución es la responsabilidad. ¿No es así? Probablemente no. Los grupos de responsabilidad mutua no son efectivos. Incluso pueden llegar a ser contraproducentes.

 

Cada ser humano convive con luchas secretas. Cada pastor es un ser humano. Según una reciente encuesta en línea de Clergy Recovery Network (La Red de Recuperación de Pastores), solamente tres de setenta y seis pastores exponen sus luchas secretas en los grupos de responsabilidad mutua. Entonces, ¿quién escucha las luchas de los pastores?, ¿quién se encarga de ese noventa y seis por ciento restante? Los cónyuges, mentores y amigos escuchan los secretos de veintiocho por ciento de los pastores que respondieron la encuesta. Un análisis indica que doce por ciento comparten sus luchas con sus esposas, nueve por ciento, con sus mentores y siete por ciento, con sus amigos. ¿Y el resto? Sesenta y cuatro por ciento afirma que no cuenta con quien compartir sus secretos.

 

Saber que muchos líderes cristianos luchan en soledad, sin compartir sus problemas con nadie, nos motiva a pensar al respecto. «Estamos tan enfermos como nuestros secretos» afirma nuestro ministerio. Potencialmente la gran mayoría de los pastores atraviesan luchas secretas que los conducen a convivir con pecados secretos y en consecuencia a posibles fracasos públicos.

 

¿Qué podemos hacer? Si leemos libros que hablan sobre la vida personal de los pastores, descubriremos que la gran mayoría recomiendan grupos de responsabilidad mutua para resolver este problema. Consideran como la mejor solución aquella que solo una minoría de pastores utiliza. No es de extrañar, entonces, que la Iglesia marche cada vez peor. Según mi experiencia, entiendo que organizar más grupos de responsabilidad mutua y obligar a los pastores a participar en ellos no es una estrategia eficaz. Es más probable que promocionar este tipo de responsabilidad se vuelva destructivo en vez de útil.

 

Muchos de los que buscan ayuda en la Red de Recuperación de Pastores, porque sus secretos se relacionan con pecados que no son capaces de controlar, ya participan en grupos de responsabilidad mutua. Un pastor o un misionero que se atreve a mentirle a su esposa también osará mentirle a sus compañeros del grupo de responsabilidad mutua. El miedo y la vergüenza motivan a los pastores a ocultar sus pecados ya que la familia y la trayectoria entran en juego.

 

Un pastor con estas características recurrió a nuestra red. Cuando descubrí que participaba en un grupo de responsabilidad mutua, le pregunté qué había manifestado en su grupo con respecto a su problema: veía pornografía por Internet diariamente. Me contestó: «Les comenté que últimamente había estado luchando bastante con mis pensamientos. Oramos por esto y volví a casa».

 

No creo que plantear preguntas más específicas o algunas como «¿Nos has mentido en tus respuestas a todo lo que te preguntamos previamente?» mejore el problema. Vigilar y controlar a los líderes cristianos no funciona. La motivación directa a la confidencia suele resultar en una disimulada negación.

 

Cuando se establecen grupos para que los pastores se mantengan responsables, estas reuniones rara vez consiguen proporcionar elementos esenciales de confianza, afinidad, confidencialidad absoluta, camaradería y honestidad, para que fomenten en los pastores el deseo de compartir con libertad y reciban, en verdad, ayuda para salir vencedores de sus luchas. Con frecuencia, sin importar cómo disfracemos estos grupos, pareciera que su fin es evaluar al pastor para asegurarse de que no está atravesando por luchas en vez de apoyarlo y ayudarlo a resolver sus conflictos internos.

 

Cuando se crean grupos como el que acabo de describir, pueden llegar a ser destructivos.

 

Las iglesias y asambleas piensan erróneamente que sus líderes no viven situaciones inquietantes solo porque pertenecen a un grupo de responsabilidad mutua. Otras medidas que podrían resultar más provechosas directamente no se toman en cuenta ni se emplean. Se asumen suposiciones equivocadas con respecto a la vida espiritual, emocional y familiar del líder muy distantes a la realidad de los secretos guardados. Los pastores que no sienten seguridad para sincerarse en estos grupos comienzan a mentir o a distorsionar la realidad. Contarle la verdad a un grupo de este tipo sería muy amenazante, como expone la encuesta de la Red de Recuperación de Pastores, en la que noventa y seis por ciento de los encuestados afirman que no comparten sus luchas en su grupo.

 

Existe todavía un inconveniente más con respecto a estos grupos. Casi ningún pastor se siente cómodo para abrir su corazón en estas reuniones. Pero el hecho de mencionar su malestar es casi imposible ya que la asamblea, que trata de aportar lo mejor para ayudar, es la que los establece. Si un pastor se armara del coraje suficiente como para manifestar: «no me siento seguro en este tipo de grupos y no deseo participar», se juzgaría que esconde un secreto terrible. Si este sentir se lograra exteriorizar, la iglesia y los líderes estarían en mejores condiciones de reconocer que el enfoque de estos grupos es defectuoso y se animarían a descubrir caminos más saludables y creativos para ayudar a los pastores en su vida personal.

 

¿Qué funciona mejor que los grupos de responsabilidad mutua?

A decir verdad, volverse creativos y dinámicos en el cuidado de los líderes cristianos no ha cobrado preeminencia para la mayoría de los ministerios. La negación nos enceguece, y nos resulta más cómodo mantener todo como está que pensar en salirse de la estructura a fin de ayudar a crear un entorno en el que los ministros puedan desarrollar relaciones saludables de confianza, honestidad y gracia. Puede ser que los pastores aun carezcan de la habilidad o motivación para generar de manera natural esas relaciones. Muchos necesitan ayuda para saber cómo relacionarse.

 

Responder al llamado de Dios no deja a nadie inmune a las secuelas de pertenecer a una familia disfuncional, tampoco prepara a nadie para que maneje las complejas exigencias de la vida familiar o para que enfrente con eficacia las luchas personales.

 

Los líderes decididos e innovadores deben establecer nuevos modelos de relaciones funcionales basadas en la naturaleza de las personas. En vez de aceptar como normal que los líderes cristianos carezcan de amigos, permanezcan aislados, vivan en soledad y no aparten tiempo suficiente para compartir con sus cónyuges, debemos encontrar maneras de desafiar esta situación. Nos urge descubrir nuevos y mejores procedimientos para manejar las luchas secretas, las necesidades humanas y las relaciones interpersonales. Establecer un grupo para responsabilidad ministerial es fácil. Crear un entorno saludable que dé lugar a la confidencia es difícil.

 

Solamente veintidós por ciento de los pastores cuentan con amigos significativos del mismo sexo. Las quejas que plantean las esposas cuando manifiestan que sus esposos pastores no están en casa son legendarias. Las soluciones fáciles no existen. Se requiere un cambio profundo y sistémico en la iglesia y en la cultura ministerial. Debemos crear entornos seguros y fortalecidos para que surjan relaciones de calidad y debemos proveerle al equipo ministerial tiempo y dinero para que se comprometan en este tipo de relaciones. Los secretos salen a la luz cuando las relaciones son seguras y significativas.

 

Veamos algunas sugerencias que quizás nos conduzcan a la dirección correcta:

 

·       Asistir a grupos de recuperación e invitar a amigos del ministerio de la iglesia para asistir juntos.

·       Animar a los pastores que nos rodean a desarrollar amistades con líderes cristianos de otras denominaciones o ministerios. Relaciones de calidad con pastores de otras denominaciones probablemente nos proveerán mayor seguridad para compartir nuestras luchas.

 

o   Estas relaciones suelen parecer seguras cuando la confidencialidad es importante.

o   Estas relaciones no son tan competitivas ni producen rivalidades internas.

 

·       Proporcionar dinero como muestra de cuidado hacia el ministro y su esposa para que consulten a un consejero cristiano sin imponerles ninguna condición (como por ejemplo la obligación de explicar el motivo por el cual necesitan visitar al consejero). Las expectativas comunes, las complejidades, las prioridades requeridas y los puntos ciegos en las relaciones siempre se intensifican por las demandas ministeriales.

·       Cultivar los anhelos y el bienestar de la esposa del pastor. Prestar atención a lo que ocurre requiere que proveamos entornos seguros para que la esposa del pastor sienta que la escuchan, que la entienden y que la consideran.

·       Fomentar el cuidado del personal del ministerio por medio mentores calificados que estén en sintonía con temas de relaciones interpersonales y que sean capaces de inducir a la confidencia más allá de los asuntos superficiales.

·       Los secretos que rodean el uso de Internet se tratan con facilidad con políticas apropiadas de monitoreo de computadoras.

·       Comprender y abordar temas como las vacaciones con familias numerosas, los hijos casados o universitarios y las pérdidas como muertes, divorcios y fracasos empresariales de los miembros de la familia resulta vital. Los corazones de los pastores también sufren. Las pérdidas desatendidas fomentan las acciones secretas.

·       La familia del pastor no tiene la opción de que el domingo o el ritmo del fin de semana sea común. Que un domingo cada tres meses la familia del pastor pueda elegir cualquier actividad ajena a la iglesia,, en vez de atender la carga del ministerio, suma puntos a la relación familiar, los cuales el hecho de permanecer al mando ininterrumpidamente no proporciona.

 

Pensar conceptualmente con respecto a esta cuestión es más fácil que ser concretos y específicos. Honestamente, en cierta forma, puedo ver el panorama general, pero me aferro con desesperación a una esperanza. Cuando servía en las iglesias locales, mi vida y mi ministerio se veían afectados por mi disfunción. Hemos practicado algunas de las ideas que les he sugerido en ese artículo. Dedicar tiempo libre a la familia cada tanto, asistir a los grupos de recuperación, contar con un mentor y relacionarnos con algunos pares son algunas opciones creativas que llevamos a cabo.

 

¡Ayuda! Si usted es pastor comente, piense, ore y sea creativo en sus ideas. ¿Qué sugiere? ¿Prefiere solamente participar en las reuniones de los grupos de responsabilidad mutua? ¿Qué actividades funcionan para usted? ¿Qué otras opciones cree que podrían rendir buenos frutos? ¿Valdrá el esfuerzo algo de todo lo sugerido?

  Preguntas para estudiar el texto en grupo  

1.     ¿Cuál es el argumento del autor para afirmar que los grupos de responsabilidad mutua no son efectivos e incluso pueden resultar contraproducentes?

2.     Si pertenece o alguna vez perteneció a un grupo de responsabilidad mutua, ¿cuál fue su experiencia?, ¿cómo se sintió?, ¿cuáles barreras encontró para sentirse en libertad de abrir su corazón?

3.     En su opinión, ¿qué funciona mejor que los grupos de responsabilidad mutua?, ¿cuál sería un entorno seguro y fortalecido para crear relaciones de calidad?

4.     ¿Qué sugerencias añadiría usted a las del autor como alternativa viable segura de los grupos de responsabilidad mutua?

Se tomó de Clergy Recovery Network: Where Ministry Professionals Find Grace and Hope. Todos los derechos reservados. Se usa con permiso del autor.