por Gabriele Rienas
Qué hacer cuando se nos impide el acceso a un círculo de relaciones dentro de la Iglesia
Pregunta: Vivimos en una comunidad pequeña y pastoreamos una congregación pequeña, muy unida. Hemos permanecido aquí por casi un año, pero no importa lo que haga, no consigo romper el círculo social en la iglesia. Un grupo de amigas cercanas entre ellas manejan todo. Me tratan con respeto distante, pero no se acercan a mí y nunca me invitan a ninguna actividad que planean como grupo. Esta mañana me enteré de que no me invitaron a otro evento social inesperado. He notado que los que visitan nuestra iglesia no se quedan. Pienso que ellos sienten lo mismo que yo.
Respuesta: Al oír su situación siento el deseo de darle un fuerte abrazo y que luego vayamos al cafetín más cercano para una conversación entre amigas. Como todas las mujeres, usted anhela tener amistad con otras mujeres, porque Dios la creó con esa necesidad para su salud emocional.
Sin duda, cuando usted y su esposo aceptaron este cargo, ni se imaginaba que pasaría por esta situación. Peor aún, usted ha procurado compañerismo con ellas pero sin resultado. El rechazo del grupo resulta muy doloroso.
En primer lugar, busque una actividad para salir de su aislamiento. Mientras siga sintiéndose desconectada de la iglesia, consiga contactos por medio de su red social, como su familia, sus amigas, y la comunidad.
Seguidamente, considere algunas posibilidades que expliquen lo que podría estar sucediendo en su iglesia. Tal vez tenga que desafiar su pensamiento. Sería fácil (y desconcertante) llegar a dos conclusiones:
La primera es totalmente opuesta a lo que Dios afirma acerca de usted, y la segunda es una conclusión prematura. Considere otras opciones, que no resulten tan desalentadoras o definitivas.
¿Llevará más tiempo y paciencia establecer las relaciones?
La cantidad de tiempo que lleva en formar lazos de amistad varía de acuerdo a la cultura, la localización geográfica, o la congregación. Si el grupo ha permanecido junto por largo tiempo o si se conocen desde la niñez, inevitablemente se han formado fuertes lazos. Las mujeres naturalmente se sienten cómodas entre ellas y por lo tanto simplemente actúan como les sea más fácil para ellas sin considerar otras opciones.
Si usted considera que este es el caso trate, tanto como sea posible, de no tomarlo a título personal. Siga ofreciendo su amistad pero de una manera no forzada. Exprese interés en lo que ellas hacen. Acérquese de una a una a algunas de las mujeres. Invite a alguien a tomar café o a almorzar. No se concentre en aquello de lo cual no es parte y relaciónese amigablemente cuando esté incluida.
¿Han pasado juntas por un trauma de relaciones o han tenido una mala experiencia con el pastor anterior?
Usted puede o no saber si hubo una situación difícil con un pastor anterior, con su esposa, o con un líder de la iglesia. Es posible que alguien haya actuado con dureza, insensibilidad o manipulación, y haya provocado dolor y autoprotección entre estas mujeres. Desafortunadamente, estas heridas requieren un largo tiempo para cerrarse.
En este caso, usted tendrá que mostrar mucha paciencia y constancia para que vean que no es como la otra persona y que aquello que pasó antes no se repetirá. Esto requiere que usted sea generosa y que con amor cambie ese ambiente de desconfianza. A la mayoría se le facilita formar lazos cuando media la admiración y afirmación mutuas. En este caso, sin embargo, usted tendrá que sobreponerse a las barreras con tiempo, paciencia y amor. ¡Necesitará la gracia de Dios!
¿Anda por ahí una instigadora que se siente amenazada por su presencia y manipula a las personas más tímidas con su modo de pensar?
En el ministerio ocasionalmente nos encontraremos con mujeres que son competitivas, manipuladoras y secretamente marginadoras. Lamentablemente, también pueden ser elocuentes, competentes y cooperadoras. Esto las sitúa en puestos de liderazgo en los que terminan detentando su poder en beneficio propio pero de maneras dolosas. Si usted ha experimentado esa clase de trato, sabe el gran dolor que resulta de él.
Si usted supone que este es el caso, entonces reconozca lo que ocurre y converse sobre ello con algunas personas de confianza. Resista su resentimiento a diario y ore porque se haga la voluntad de Dios. Luego deje sentado su pensamiento acerca de esto. Ningún hombre o mujer goza del poder para alterar el plan de Dios para su vida. Manténgase firme en la autoridad del llamado que Dios le ha dado. No se envuelva en una lucha por el poder. Pida a alguien que la responsabilice de responder con sabiduría cuando surja cualquier enfrentamiento.
Con frecuencia, las mujeres que siguen a una persona como esta muchas veces están desinformadas, así que considere la posibilidad de que algunas de las mujeres responderían positivamente si usted individualmente conversara con ellas. Deles oportunidad para que la conozcan y decidan por sí mismas para tener su propia perspectiva de quién es usted y lo que tiene para ofrecer en términos de amistad.
¿Percibe a otras personas buscando amistad tan desesperadamente como usted?
Si usted se ha sentido ignorada, entonces suponga que otras personas también se han sentido de igual manera. Busque a las mujeres que al parecer no están incluidas y logre un contacto con ellas; pero sea cuidadosa. Más bien que formar un grupo de competencia, su objetivo será edificar una red cohesiva de mujeres que con madurez atraigan, fortalezcan y amen a otras.
Mientras siga adelante heroicamente, recuerde que no existe sustituto para el tiempo que se ocupa en resolver situaciones ambiguas. Una lección significativa que he aprendido en mis treinta años en el ministerio es que las condiciones cambian si uno así lo espera.
Las relaciones que parecen muy tensas (o muy problemáticas), los compromisos que parecen muy firmes (o muy dudosos), los ideales que parecen muy bien establecidos (o muy dispersos) cambian con el tiempo. Necesitamos paciencia sobrenatural. Dios, sin embargo, permanece igual: siempre lleno de amor, siempre presente, siempre mostrando su cuidado y protección.
La autora ha sido esposa de pastor por más de treinta años y es consejera profesional; reside en Beaverton, Oregón. Es oradora en retiros y conferencias a nivel mundial.
Se tomó y adaptó de Enrichment Journal. Se publica con permiso de la autora. Todos los derechos reservados por la autora