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Nueva vida para sus actividades

Nueva vida para sus actividades

por Wilbur Madera

Si le suma inteligencia e intencionalidad a las actividades que desarrolla podrá asegurar un mejor impacto.

1.     Considere las actividades como medios

El primer asunto que siempre debemos considerar es la naturaleza de cualquier actividad.  Ninguna es la razón del ministerio de la iglesia. Cada una es un canal para lograr algo más. 

 

Si todo nuestro equipo mantiene esto en mente, se facilitará el mejoramiento e, inclusive, el reemplazo de cualquier medio para alcanzar nuestro fin. La mayoría de las iglesias enfrentan dificultades en desarrollar ministerios eficaces, precisamente porque sus equipos confunden los medios con los fines. Los propósitos de la iglesia no cambian, pero los canales para alcanzarlos deben ajustarse de acuerdo con la época, circunstancias, recursos y muchos otros criterios valiosos.

 

2.     Defina con claridad la meta de cada actividad

Si no establece con claridad lo que en realidad buscarán con cada actividad, cada líder encontrará algo personal que quiere conseguir y celebrar.  Por ejemplo, si en una actividad para alcanzar gente que no es creyente no aclara la meta, algunos en el equipo podrían celebrar, por ejemplo, que asistieron muchas personas, aunque la gran mayoría hayan sido miembros de otras iglesias. Por la asistencia numerosa nos atreveríamos a pensar que la actividad fue todo un éxito, pero si la meta establecida era «que personas que no son creyentes asistan y quieran regresar», entonces cambia nuestra evaluación del evento. En realidad «fracasamos», porque a nuestra actividad vinieron más bien personas creyentes.

 

Enuncie la meta de cada actividad en una frase sencilla y delimitada. Todos los participantes de la organización deben conocer y abrazar esta frase. Repita varias veces en distintas etapas esa meta, antes, durante y después del evento. Esto mantendrá al equipo enfocado en el asunto correcto y les permitirá celebrar lo que deben celebrar.

 

3.     Cuide que cada actividad cumpla un paso en la estrategia general del ministerio

Con mucha frecuencia organizamos actividades ajenas a todo propósito. Esto pasa, por lo general, porque la iglesia carece de una estrategia general para su ministerio. Las actividades desconectadas de una estrategia global llevan a la gente a estancarse en ellas, en vez de impulsar a las personas hacia el siguiente paso de su madurez cristiana.

 

Por eso, uno de los ejercicios más importantes para el liderazgo de una iglesia es establecer una serie de pasos que lleven a una persona de afuera hacia adentro de la iglesia. 

 

Esos pasos deben ser obvios, sencillos y estratégicos, de tal manera que todas las personas alcancen entenderlos y perseguirlos. Una vez establecidos los pasos, toda actividad que se organice debe corresponder a uno de los pasos de la estrategia. Esto nos ayudará a evitar la duplicidad de esfuerzos, la competencia entre ministerios de la misma iglesia y el estancamiento de las personas en su relación con Dios.

 

4.     Detecte los puntos donde duplica innecesariamente los esfuerzos

Es muy común que existan actividades organizadas por distintos equipos de la iglesia que se enfocan en el mismo grupo y que persiguen objetivos muy similares.  Esto duplica sin utilidad alguna los esfuerzos de los equipos y, en algunos casos, hasta se llega a crear una atmósfera de rivalidad entre ellos. Lo que se consigue es detener el alcance de las metas del ministerio. En vez de dos o tres equipos que trabajan por separado para cubrir una necesidad, resulta más productivo enfocar a un solo equipo en una sola actividad para ministrar a ese sector de la iglesia.

 

Por ejemplo, es común encontrar equipos diferentes que ministran a los jóvenes de una iglesia. Se cuenta con escuela dominical para jóvenes, la reunión del grupo juvenil entre semana, el discipulado, el campamento juvenil, el coro juvenil, el equipo de fútbol juvenil y otros. Por lo general, a cada proyecto lo dirigen distintos equipos, sin coordinación alguna entre sí. Con este esquema, sin duda, se duplican esfuerzos y recursos a diestra y siniestra, pues no siguen una sola estrategia. ¿Qué pasaría si todos los ministerios a los jóvenes se aglutinaran bajo una sola coordinación y se planeara el papel de cada actividad con una estrategia unificada? Los organizadores de cada actividad estarían colaborando con otros equipos, y así se optimizarían los recursos para mover estratégicamente a los jóvenes en su desarrollo espiritual. Enfocar todos los esfuerzos en una sola dirección rinde mejores resultados que dividir los esfuerzos en varias direcciones. 

 

5.     Planifique cada detalle de la actividad con el propósito y el grupo que busca alcanzar en mente

Cada actividad debe medirse. Es decir, debe perseguir un solo propósito muy claro y orientarse, intencionalmente, a cierto grupo en particular. Muchos no prestan atención a este principio y desarrollan actividades multipropósito y sin alguna intención clara de impactar a alguien en particular. Así, resulta imposible saber si la actividad resultó estratégica, enfocada y eficaz.

 

6.     Ayude al equipo a considerar siempre el cuadro completo

Una tendencia natural de todo equipo de trabajo es a concentrarse en su evento y propósito. Cuando logran eso, excluyen de su radar las actividades de los demás equipos y no consideran cómo su propio evento contribuye al alcance del propósito global de la iglesia.  Esto los lleva a convertir su evento en el centro del ministerio de la iglesia. Por supuesto, esto genera rivalidad, competencia e incluso hostilidad entre las personas de una misma iglesia.

 

Para evitar este desacierto, siempre mantengamos al frente de nuestra planeación y equipo ministerial la visión y la estrategia global de la iglesia. Cada miembro del equipo de trabajo debe entender muy bien qué función juega la actividad que ejecutarán dentro de esa estrategia y cómo encajan con los demás equipos de trabajo. 

 

7.     Conecte dones con necesidades, en vez de cargos con necesidades

Cuando aparece una necesidad en algún área de ministerio, por lo general, creamos cargos para solventar necesidades. Como se ocupan estos cargos por votación, el riesgo es que la persona elegida no esté ni preparada ni dotada para cubrir la necesidad.

 

Como Dios no abandona a su iglesia, dota a cada comunidad local de gente apropiada para que la iglesia cumpla su misión.  Debemos, entonces, identificar en la nuestra quiénes son las personas idóneas y dotadas por Dios para cubrir las necesidades. Las personas con los dones apropiados, en los lugares correctos, suplirán las necesidades y prosperarán el ministerio de la iglesia.

 

8.     Cultive el trabajo en equipo y la cooperación con otros equipos de la iglesia

Cristo constituyó a la Iglesia como un cuerpo. La diseñó para trabajar en equipo. Cada grupo de ministerio de la iglesia además de aprender a servir en equipo, debe aprender también a trabajar en armonía con los otros equipos que ministran en la iglesia.

 

Seguir una visión clara y una estrategia única para toda la iglesia contribuye en gran manera a la unión de todos los grupos ministeriales de la comunidad local. Si en la iglesia no contamos con  tal claridad de visión y estrategia, quizá sea una de las primeras tareas en las que el liderazgo debiera trabajar con tesón hasta obtenerla.

 

9.     Ármese de valor para ajustar o suprimir actividades que ya no responden a la estrategia

Esta es una de las tareas más difíciles en el ministerio de la iglesia. Muchos están involucrados emocionalmente, por lo que se requiere mucha sabiduría para ejecutar los cambios. Pero por difícil que sea, cuando somos conscientes de que una actividad o la forma en que se realiza ya cumplió su ciclo, debemos cobrar valor para proceder a modificarla substancialmente o suprimirla.

 

Cuando decida ejecutar estas transformaciones prepárese con argumentos sólidos y, sobre todo, presente una propuesta concreta y clara para las reformas. Lanzarse a un cambio sin preparación diligente resultará en un suicidio ministerial.

 

En ocasiones, el cambio será paulatino. En estos casos, resulta crítico que definamos con claridad nuestro destino final y que la ruta hacia él la dividamos en pasos transitorios.  En nuestro ministerio, nos convencimos de que los grupos pequeños sería una metodología mucho más eficaz que el formato convencional para la enseñanza dominical. En ese entonces, ya funcionaban durante la semana grupos pequeños de varones, mujeres y matrimonios, y reservábamos las clases convencionales para los domingos. Cuando decidimos cambiar el formato dominical, la primera acción consistió en dividir a todos los asistentes en grupos de diez y todos estudiaban el mismo material cómodamente sentados alrededor de mesas. Más adelante, introdujimos otro cambio: grupos homogéneos, de varones, mujeres o matrimonios. De modo que poco a poco, conseguimos que la enseñanza para adultos siguiera el sistema de grupos pequeños sin importar el día de reunión. Para comunidades cristianas con poca tolerancia al cambio, un proceso paulatino es más conveniente que una reforma revolucionaria.

 

10.  Evalúe cada actividad

Invertimos tanto tiempo en el planeamiento y ejecución de una actividad que una vez terminada nos sentimos tan agotados que ya no queremos saber nada de ella. Pero saltarnos el paso de evaluarla resultaría catastrófico para los que pretendemos mejorar nuestra eficacia en el servicio. Si no evaluamos, continuaremos repitiendo los mismos desaciertos.

 

Evaluar cada actividad nos mantiene con energía y ánimo, porque siempre encontramos áreas con nuevos desafíos. Además, la evaluación nos ayuda a responsabilizamos de nuestros fallos.  Evaluar nos exige humildad, honestidad y un sentido real de dependencia en Dios.

El autor es pastor asociado de la Iglesia Presbiteriana Shalom, en Yucatán, México. Estudió en el Seminario Teológico Reformado de Orlando, Florida. Lo ordenaron como pastor en julio de 1997. Está casado con Delia, con quien tiene dos hijos, Josué y Nadia.