Obteniendo el premio de Dios

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. (25) Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. (26) Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, (27) sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” 1 Corintios 9:24-27

INTRODUCCIÓN

Pablo está escribiendo a los corintios. Una iglesia inmersa en una sociedad que adoraba el cuerpo humano. Lo privilegiaba. Los atletas y luchadores eran como dioses.

Los juegos ístmicos (hoy olímpicos) eran un acontecimiento muy esperado cada año en forma nacional e internacional.

Por eso Pablo les escribe de cosas que ellos entienden. Hay dos figuras aquí que le sirven al apóstol para dar una lección: los maratonistas y los luchadores.

1. El maratonista.

Es un atleta de largo aliento. La palabra maratón proviene de una leyenda de las guerras médicas en las que un soldado griego tuvo que dar aviso a la ciudad de Atenas sobre la victoria en la batalla de Maratón, una región a 40 km de la ciudad. Se dice que recorrió tres veces esta distancia y luego de dar la noticia de la victoria, murió.

La carrera que tenemos por delante tiene un recorrido: toda la vida Tiene una meta: ganar el premio Pablo dice: “corred de tal manera que lo obtengáis”. ¿Cómo debemos correr?

El mismo se pone de ejemplo en el vrs. 26: Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura. “no corro sin preparación” B95 “no corro sin entrenamiento”

Estar entrenados significa estar fuertes, bien alimentados, atentos, concentrados. La historia nos mira. Los que dieron la vida por el evangelio nos miran.

Heb 12:1-3 Innumerables son estos testigos, y nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera. (2) Levantemos la mirada hacia Jesús, que dirige esta competición de la fe y la lleva a su término. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. (3) Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas ni el ánimo.

No te faltarán las fuerzas y el ánimo. Vamos, no desmayes, seguí adelante. No es en vano.

2. El luchador.

El maratonista compite junto con otros. El luchador lo hace contra otro para derribarlo.

Pablo dice que el luchador de todo se abstiene. Hay un trato del cuerpo severo, pensado, medido. Si no es así, el cuerpo falla y se pierde la lucha.

Todos los boxeadores que luego de hacer dinero, se detienen en su entrenamiento, andan en la noche emborrachándose, empiezan a perder su estado físico y terminan perdiendo su carrera.

Pablo dice: Yo peleo no dando golpes al aire. No sin metas. Golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre.

El cuerpo, nuestro ser exterior, puede ser nuestro peor enemigo en la lucha. Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, nos pueden descalificar.

Pablo tenía claro que si no sometía sus pasiones, podía quedar descalificado, o sea, perder el premio. Poner el cuerpo en servidumbre, significa enfocarlo al servicio de uno, y no yo al servicio del cuerpo.

3. Pablo hace mención del heraldo.

El heraldo era la persona que llamaba a los corredores a la pista. Era un representante de los atletas que los invitaba a la competencia.

Pablo dice que sería una vergüenza invitar a otros a corres y el fuera descalificado.

Aquí descalificado, no significa perder la salvación, sino el premio de nuestro llamamiento.

No corremos o luchamos para ser salvos. Corremos y luchamos porque ya somos salvos.

Flp 3:12-16 No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. (13) Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, (14) corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. (15) Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo declarará Dios. (16) Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante. DHH

CONCLUSIÓN

¿Cuántos han sentido que esta carrera que es la vida cristiana muchas veces se hace difícil?

Los apóstoles lo sabían. Por eso nos alientan a seguir en carrera con disciplina, con fuerza, mirando a Jesús que ya corrió la carrera que le fue asignada y obtuvo el premio.

Se puede, se puede, la unción está sobre tu vida. No abandones. Los maratonistas corrían por una corona de olivos en su cabeza, que a los pocos días ya estaba marchita. Nosotros peleamos por una corona que nunca se marchita, preciosa. Esa corona nos dará un día nuestro Señor cuando nos diga: “bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”.