Biblia

Oración eficaz

Oración eficaz

por Christopher Shaw

No erremos creyendo que la extensión de tiempo es el secreto de una profunda vida de triunfos.

Versículo: 1 Reyes 18:26

18:26 Los profetas de Baal tomaron el buey que les dieron y lo prepararon, e invocaron el nombre de su dios desde la mañana hasta el mediodía. __¡Baal, respóndenos!  gritaban, mientras daban brincos alrededor del altar que habían hecho. Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió.

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La confrontación entre el profeta Elías y los cuatrocientos profetas de Baal constituye una de las más osadas aventuras registradas en las Escrituras. Seguramente que a usted, como a mí, lo entusiasma sobremanera el gran final que tiene esta puja entre la luz y las tinieblas. Soñamos con que se produzcan historias similares en nuestros propios ministerios, aunque a veces es más fácil soñar cuando ya conocemos el desenlace del encuentro. Quisiera, en la reflexión de hoy, que nos concentremos en la diferencia entre las oraciones de los profetas de Baal y la de Elías. No hace falta señalar que la oración de los falsos profetas estaba destinada al fracaso, porque estaban invocando a un dios inexistente. Aunque oraran diez años no iban a recibir una respuesta, pues no había quien atendiera sus peticiones.No podemos escapar de la convicción de que cuanto más tiempo oramos más eficaces seremos. Nuestros héroes son aquellos que por horas enteras oran cada día. Mi interés, sin embargo, no es detenerme en este punto, que resulta obvio para la mayoría de nosotros. Precisamente por lo obvio del problema corremos peligro de pasar por alto a los profetas de Baal, seguros de que nosotros no corremos con esa misma desgracia. Los profetas de Baal, sin embargo, representan los conceptos religiosos del mundo, el mismo mundo que nos presiona e intenta moldear nuestras vidas. Observe que ellos comenzaron a orar en la mañana y continuaron, sin interrupción, hasta el mediodía. En esto, demuestran mayor entrega y convicción que la mayoría de nosotros. Aun sin recibir respuesta continuaron clamando con el mismo fervor con que iniciaron hasta bien entrada la tarde. ¿Cuál es el sentir que acompaña tan enfervorizado clamor? La convicción de que a los dioses se les mueve por el peso mismo de la oración. Al usar la palabra «peso» no me estoy refiriendo a la profundidad espiritual de nuestros ruegos, sino al peso que resulta de la abundancia de palabras combinada con la extensión de tiempo. Aunque Cristo claramente enseñó que debíamos descartar el modelo de los gentiles (Mt 6.7), nosotros no podemos escapar de la convicción de que cuanto más tiempo oramos más eficaces seremos. Nuestros héroes son aquellos que por horas enteras oran cada día, como si hubiera algún mérito en la extensión en sí. ¡No me malinterprete! Muchas de estas personas poseen un grado de entrega que es envidiable. Pero los que les observamos fácilmente caemos en la tentación de creer que la extensión es el secreto de una profunda vida de oración. ¿Cómo oró Elías, cuando llegó el momento de invocar a Jehová? Su oración contiene apenas cincuenta y nueve palabras. No obstante, cuando terminó, cayó fuego del cielo y consumió el altar. Su oración no fue eficaz simplemente porque oró al Dios correcto, sino porque ya sabía que el proyecto en que estaba era del Señor. No perdió tiempo valioso informando, ni tratando de impresionar con su espiritualidad. Simplemente pidió, con sencillez, y Dios actuó. ¿Le gusta el modelo? ¡Elías es un buen maestro en lo que a la oración respecta! Para pensar: De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18.3).

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