por Alfredo Calle y Jorge Eddins
En nuestra inmensa Iglesia universal tenemos dos categorías generales de obreros comprometidos en el cumplimiento de la Gran Comisión: por un lado, obreros nacionales en cada país -pastores, líderes, evangelistas, etc.-, que son los responsables de la iglesia nacional; por otro lado tenemos a los misioneros, cuya meta es la de evangelizar y entrenar a nacionales para que lleven el ministerio adelante, más allá de nuestras culturas.
Detrás de estos «soldados de avanzada, los intercesores son quienes dedican su tiempo y energías al trabajo particular de la oración, especialmente a la oración que intercede ante Dios en favor de aquellos soldados.
Todas estas funciones son necesarias en la economía de Dios. La particularidad del intercesor en que trabaja en las raíces y los fundamentos mismos de todo resultado de una cosecha. Desde el momento en que el hombre es responsable, su fidelidad acompaña notablemente al éxito de los otros. Dios puede dar victoria a sus obreros sin necesidad de que nadie le niegue ni pase horas arrodillado. El poder de Dios es independiente de eso, pero El quiere que la Gran Comisión sea llevada a cabo por toda la iglesia, y por eso se espera la oración acompañadora a los obreros. El nos ha enseñado eso y lo reclama.
Un misionero intercesor es un obrero que, por diferentes razones, no puede ir personalmente al extranjero, pero que separa tiempo para orar por necesidades específicas de un país o personas determinadas. El se ha comprometido seriamente con este trabajo, como si hubiese sido ordenado oficialmente por un consejo misionero.
SOLDADOS DE RETAGUARDIA
Las características particulares de este llamado para interceder por las misiones extranjeras incluyen el trabajar en la esfera de «los lugares celestiales» (Ef. 6.12) en lugar de trabajar entre hombres visibles y procurar buena comunicación con los obreros, a fin de conocer sus circunstancias y orar más pertinentemente.
No hay restricción en cuanto al número o ubicación de los intercesores. El Apóstol Pablo estaba convencido de que nuestra guerra principal es espiritual y no física (2 Co. 10.3-5). La oración es una de las armas más poderosas en nuestro arsenal para derrotar las tácticas del diablo. La armadura no solamente nos capacita para estar fortalecidos en el Señor, sino también para estar firmes en la oración intercesora a favor de otros que están comprometidos en la batalla por las almas.
Además, mientras más se practica el ejercicio de orar por obreros, también se va animando a otros a hacerlo.
SEA UN INTERCESOR
Pida al Señor de la mies que lo dirija en cuanto al país y las personas con los cuales usted debería comprometerse a interceder. Decida delante del Señor qué tiempo separará cada día para esta tarea. Comience poco a poco, dejando que la experiencia extienda las fronteras; más vale ir sumando que restando tiempo. Aprenda todo lo que pueda sobre su objetivo de oración y ore por cada situación y necesidad. Ore tanto por los líderes políticos como por los líderes cristianos y de iglesias. Ore para que las personas sean salvas; ore por los inconversos, si es posible por nombre.
Escriba a los misioneros, pidiéndoles motivos específicos de oración. No espere tan sólo el lado brillante de las cosas, sino también los aspectos desalentadores y oscuros del ministerio. Pídales que le escriban cuando estén enfrentando luchas de gravedad, para que usted pueda estar apoyándolos en oración en medio de la prueba.
Permita que el Señor imprima en su corazón cosas especiales por las cuales orar mientras separa tiempo para esperar en El; El conoce las necesidades mejor que nadie.
¿CÓMO ORAR?
Todos nosotros oramos por otros y por sus necesidades, pero a menudo sentimos que a nuestras oraciones les falta sustancia o contenido, o bien nos encontramos repitiendo el mismo tipo de súplicas generales. ¿Cómo orar más apropiadamente?
Una solución renovadora a este problema es aprender a orar a través de las Escrituras, personalizando pasajes u oraciones, citando sus propias palabras. ¡Qué mejor tutor tenemos en la escuela de la oración que Jesús mismo (Jn. 17), o el apóstol Pablo (Ef.1; Col. 1).
Al orar por uno mismo, o por un misionero u organización cristiana, pueden leerse no tan sólo estas oraciones sino también cualquier otro pasaje de las Escrituras. Al final de cuentas, es hablar con Dios acerca de las que El mismo nos ha dicho.
En el recuadro grisado encontrará algunos temas principales de oración, para tener presente en su tiempo de intercesión por los misioneros. Cada tema tiene dos pasajes, pero a medida que usted continúe orando, podrá añadir otros tópicos. Deje que la Palabra de Dios sea una lámpara a sus pies y una luz en su camino en la intercesión específica por los misioneros. Las oraciones que haya establecido como meta son fundamentales para el bienestar de la Iglesia de Cristo y el cumplimiento de su Gran Comisión en el mundo.
Apuntes Pastorales
Volumen VIII número 1