por Miguel Angel de Marco
¿Recuerda aquellos tiempos en que las familias sufrían de por vida el pecado de sus integrantes? Así ocurría (y sucede en muchos hogares aún). Cuando una muchacha debía apurar sus nupcias por embarazada, o cuando alguien era pillado en alguna estafa o robo, el resto de la familia sufría…
Esas tragedias familiares, porque de otra forma no se podían describir, (lo mismo que encontrar que el hijo era homosexual, drogadicto o que se divorciaba) «manchaban el buen nombre y honor de la familia». De allí en más, la vida era completamente otra para todos; la mancha en el apellido era de por vida. Podían pasar varios años y la gente seguiría relacionando ese apellido con aquel suicidio, con aquel divorcio o con aquel lío demente.
Las familias continúan sufriendo semejantes problemas, y aunque los tiempos cambien y la inmoralidad se haya generalizado a tal punto de comenzar a penetrar en nuestros hogares, asimismo nos duele y muchas veces sentimos vergüenza ajena porque uno de los nuestros haya errado el blanco.
Semana tras semana, muchos pastores reciben en sus oficinas a personas que vienen a contar estas tragedias, pero lo más triste de esto es que un buen porcentaje está más preocupado en «te mancha» al buen nombre que al problema en sí y a la restitución del caído.
¡Cuántos padres han expulsado a sus hijas de sus hogares por quedar embarazadas de solteras, Cuántos han exclamado! el implacable «ya no es más mi hijo», porque ha ido aparar a la cárcel! ¡Cuántos han negado el perdón a un familiar invocando que el vergonzoso hecho «no tiene perdón de Dios».
Después de que, como humanidad, hubimos caído en pecado, el Señor tomó la magnánima decisión de volvemos a su seno. Y tomó la decisión de buscarnos, no la de «esperarnos de vuelta». Y al hacerlo, ante todos sus ángeles, ante sus celestiales y puros ejércitos de los ciclos, ante el mismo enemigo que gozaba el haber logrado semejante mancha en la Creación, El decidió amamos y glorificamos, a pesar de nuestro pasado.
¡Y no sólo eso! El también, ante todos ellos, tomó la decisión de rebajarse y hacerse hombre, dignísima cualidad para nosotros, pero execrable para El. ¡Y como si eso fuese poco, cargó en El el pecado de lodos nosotros!
Dios es intachable. En su eterna historia no hay falla, y parte de su gloria radical en su pura integridad. Pero por amarnos no tuvo reparos en decidir que, de allí en más en su historia y para siempre, está escrito que en la cruz. El fue visto como pecador, El llevó el pecado de todos. Ante sus puras y angelicales huestes celestiales y ante su mismo enemigo. El «fue contado entre los pecadores. Allí rebasó infinitamente toda medida de misericordia que nuestras mentes puedan imaginar. ¡El manchó su propia historia por salvamos! Y tal vez no entendamos ahora toda la amplitud y significancia de ese hecho, pero a mi me constriñe el corazón semejante cosa: lo hizo para tenerme para siempre con El.
Es muy penoso el sufrir manchas en nuestra familia porque alguien pecó pública y vergonzosamente, pero el estilo de Dios» nos muestra qué es lo más importante, si la mancha en el apellido o la dicha futura de la restauración. Cuando ejercitemos más nuestra esperanza en lo que Dios puede hacer en las vidas de los pecadores, disfrutaremos los frutos de su obra en medio de quienes nos rodean y podremos contribuir a la solución verdadera y eterna de esos problemas. La realidad no se puede negar, pero sí se puede trabajar para que en medio de ella Dios se glorifique, para gozo de lodos.
… El llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por herido de Dios y abatido. Más herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre El, y por su llaga fuimos nosotros curados … Por cárcel y por juicio fue quitado… y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes , y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura … aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca… Por tanto yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo El llevado el pecado de muchos, y orando por los transgresores.» (Isaías 53.4-12)
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