«Por nada estéis afanosos »
por Rusty Wright
La ansiedad representa un estado de confusión emocional caracterizado por temor y aprensión. No es estrés por factores externos sino una reacción interna causada por circunstancias intensas. Una persona «cristiana» ha reconocido su falta de comunión con Dios y ha depositado toda su confianza en Jesucristo como el único que puede restaurar dicha relación.
«Morir es mi única alegría y mi único alivio»
«Contrario a la creencia popular, ya no hay esperanza»
¡Qué comentarios más tristes! El primero salió publicado en la sección de clasificados de un periódico universitario y el segundo era un graffiti anónimo en un pizarrón. Ambos expresan lo que los psicólogos llaman «ansiedad existencial», es decir, una frustración por una existencia sin sentido ni propósito. En mi primer año en la universidad sufrí de ese tipo de ansiedad hasta que unos amigos me hablaron sobre Jesucristo y lo que la Biblia decía. Después de recibirlo como mi Salvador y Señor, me di cuenta de que ya era libre de mi atadura a la ansiedad. Cuando me gradué como psicólogo me causó sorpresa que muchos de los desórdenes psicológicos serios provienen de problemas más pequeños pero, mejor aún, que Jesús podía resolverlos.
Veamos dos definiciones para luego examinar cuatro causas principales de la ansiedad.
La ansiedad representa un estado de confusión emocional caracterizado por temor y aprensión (nota 1). No es estrés por factores externos sino una reacción interna causada por circunstancias intensas (nota 2). Una persona «cristiana» ha reconocido su falta de comunión con Dios y ha depositado toda su confianza en Jesucristo como el único que puede restaurar dicha relación.
Existen cuatro causas de ansiedad: la culpa, el miedo, la falta de involucrarse con los demás y la falta de propósito en la vida.
La culpa
Cuando uno falla en cumplir con los estándares (ya sea impuestos interna o externamente) a menudo empieza a experimentar sentimientos de culpa. Los psicólogos, por lo general, atribuyen estos sentimientos a problemas del pasado o a códigos de moralidad legalista. Muchas personas presentan estos problemas pero aquellas que sufren de sentimientos de culpa creen que los sufren porque son culpables de algo. La terapia para una persona que sufre sentimientos de culpa incluye admitir su culpa, no obstante, este simple acto se complica demasiado.
O. H. Mowrer, psicólogo graduado de la Universidad de Illinois, señala el dilema:
Enfrentamos dificultades porque los seres humanos no experimentan un cambio hasta que reconcen sus pecados, sin embargo, a una persona le resulta complicado realizar dicho reconocimiento a menos que «ya haya cambiado». En otras palabras, reconocer la falta de valor es un gran «insulto» para el ego de esta persona y debe encontrar una nueva fuente de fortaleza para poder soportarlo (nota 3).
Jesús provee esa fortaleza requerida para enfrentar las dificultades. Lo que debemos hacer es llegar ante Él, admitir nuestro pecado y falta de valor, y en el momento en que lo aceptamos como Salvador, Dios perdona todos nuestros pecados, sean pasados, presentes o futuros. La Biblia proclama que «Él (Jesús) llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz » (1 Pedro 2.24) y «en quien tenemos redención: el perdón de los pecados» (Colosenses 1.14). Cada año gastamos mucho dinero con la esperanza de que un psicólogo o psiquiatra resuelvan nuestros problemas de culpa. No obstante, el perdón completo ser liberado de la culpa lo ofrece gratuitamente Jesús, no se necesita pagar ni un solo centavo para obtenerlo.
El miedo
Debemos considerar que existen dos objetos de nuestro temor: a la muerte y a las circunstancias. El miedo a la muerte es quizá el mayor temor del ser humano. Cuando estaba en mi segundo año de la universidad, uno de los estudiantes falleció a causa de un rayo. Su muerte conmocionó a todos obligándolos a pensar seriamente sobre las implicaciones de la muerte. La ansiedad se apoderó de todos.
La persona que acepta a Cristo como su Salvador no tiene problemas con la muerte porque su relación eterna con Dios ya ha empezado. El apóstol Juan le escribe a los cristianos: «Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene a la vida » (1 Juan 5.1112). Para el cristiano, la muerte pierde su poder.
El miedo a las circunstancias también pueden producir ansiedad. Las ansiedades diarias más comunes tienen que ver con el miedo a las finanzas insuficientes o a la insuficiencia social o a nuestra seguridad y salud.
Todos estos miedos tienden a ocupar nuestras mentes y a mantenernos alejados de disfrutar el privilegio de estar vivos. Cuando permitimos que las muchas preocupaciones nos produzcan ansiedad, pronto nos encontraremos tan solo existiendo, no viviendo.¿Podemos acaso vivir seguros?
La seguridad financiera no es tan clara, además, cada vez que nos montamos en un automóvil, corremos el riesgo de salir heridos por algún accidente. Tampoco nunca podemos estar seguros de que a la gente le agrada la forma como actuamos.
En una ocasión, tuve que conducir desde Washington D.C. a California acompañado de cuatro chicas. Al enfrentar semejante responsabilidad, tomé más conciencia del significado del miedo. ¿Qué habría pasado si el auto hubiera dejado de funcionar o si una de las chicas se hubiera enfermado? ¿Qué había pasado si hubiéramos sufrido algún accidente? Además las chicas siempre esperaban que yo tomara todas las decisiones.
A veces, siento miedo hasta que recuerdo lo que Jesús le dijo a sus discípulos: «Ya no se preocupen preguntando qué van a comer, qué van a beber o qué ropa se van a poner. Sólo los que no conocen a Dios se preocupan por eso. Ustedes no se desesperen por esas cosas. Su Padre que está en el cielo sabe que las necesitan.» (Mateo 6.3133). Déjeme decirle que realmente funciona.
La falta de involucrarse con los demás
El médico William Glasser escribe en su libro Terapia de la realidad que todas las personas experimentan dos necesidades básicas: la necesidad se sentirse valioso y la necesidad de amar y sentirse amado. Dr. Glasser afirma que la mejor forma de satisfacer esas necesidades es desarrollando una amistad cercana con otra persona que lo acepte tal y como es pero que también sea honesto y le diga a uno cuándo actúa irresponsablemente.
Las relaciones interpersonales son muy importantes pero recuerde que las personas son seres humanos que nos defraudan y juzgan. Entonces, ¿la mejor terapia no sería acaso relacionarnos más con nuestro creador? Él es fiel y justo (Salmo 36.56), nunca nos defraudará y siempre nos dará el mejor de los consejos. Porque nos ama, el cristiano experimenta la libertad de amar a los demás (Juan 4.19). Valemos tanto para él que nos «demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5.8). Una persona perdonada se valora a sí misma porque es una «nueva criatura» (2 Corintios 5.17) y está segura en Cristo Jesús. El apóstol Pablo escribe: «Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.» (Romanos 8.3839)
La falta de propósito
Otro doctor llevó a cabo varios estudios sobre 31.000 soldados aliados que fueron prisioneros en Japón y Corea durante la década de los cuarentas. Encontró que, aunque se les dio suficiente comida, más de 8.000 murieron (nota 4) y diagnosticó que la causa de muchas de esas muertes había sido la «desesperación».
Estos datos contrastan con los miles de cristianos que han pasado años en prisión por causa de su fe, y quienes en el momento de obtener su libertad vuelven a compartir las buenas nuevas del amor de Dios, especialmente a aquellos que los persiguen.
El amor del Salvador los sostiene y los motiva como «embajadores de Cristo» (2 Corintios 5.20). ¿Qué otro mejor propósito que el servir como embajadores del Rey de reyes?
Una pregunta común
Es muy común que se mencione que el cristianismo es tan solo un escape psicológico. Las personas que manifiestan esta posición afirman que es lógico que una persona que cree en la Biblia como la Palabra de Dios se convenza de que su mensaje es verdad y que, al seguir las enseñanzas bíblicas, encontrará un excelente estilo de vida.
Después de realizar ciertas investigaciones, puedo concluir que el cristianismo no podría ser una ilusión y tengo tres razones para demostrarlo:
La primera concierne el objeto de la fe cristiana: Jesucristo. Las evidencias que hay en torno de Su deidad, resurrección, profecías cumplidas en su persona y las vidas que ha cambiado presentan un caso irrefrenable sobre la validez de sus afirmaciones. Debido a que el objeto de mi fe es válido, la fe en ese objeto es también válido.
La segunda razón tiene que ver con la naturaleza de la personalidad humana compuesta por inteligencia, emoción y voluntad. Los psicólogos afirman que nuestra voluntad no ejerce control total sobre nuestras emociones (nota 5), y pareciera que tampoco nuestro intelecto puede controlarlas completamente. Aún así aquellos que han estado en prisión pueden llegar a amar a aquellos que los torturan. Dicho comportamiento parece imposible, pero se puede lograr con la intervención sobrenatural.
La tercera razón concierne el libro que presenta las respuestas de Cristo a nuestros problemas psicológicos o de cualquier otro tipo. La Biblia, aunque fue escrita durante un periodo de más de 1.500 años, en tres idiomas y por cuarenta diferentes autores (cuya mayoría nunca se conoció) ha probado ser temáticamente coherente, internamente consistente e históricamente exacta. Se completó hace más de 1.800 años y contiene la cura para los problemas psicológicos experimentados por miles y miles de personas hoy en día. ¡Sencillamente es un libro sobrenatural!
Cuando estaba en la universidad, sentí curiosidad por ver qué pensaría un psicólogo profesional sobre estas percepciones, así que para mi curso de psicología anormal decidí escribir un ensayo que comentara la manera en que Jesús trataba la ansiedad (de hecho este artículo contiene algunas ideas de esa investigación) y envié una copia al autor del libro de texto que utilizábamos en clase.
En su respuesta, el autor expresó un interés en el contenido. Varios meses después lo visité y me dijo que quería entablar una relación personal con Cristo. Después de compartirle las afirmaciones de Cristo que aparecían en el tratado Las cuatro leyes espirituales, oramos y le pidió a Jesucristo que entrara en su corazón y que fuera parte de su vida. La última edición de su libro de texto incluye una breve anotación sobre el hecho de que muchas personas hoy están encontrando ayuda psicológica a través de Jesucristo.
Personas de todo el mundo buscan liberarse de sus miedos y culpas, en otras palabras, necesitan saber que Dios las ama. Si usted nunca le ha pedido a Cristo que sea su Señor y Salvador, lo animo a hacerlo hoy mismo y, si ya lo ha hecho, cuéntele a otros cómo pueden conocerlo personalmente.
Él nos libera así que «por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.» Filipenses 4.68
Notas:
Rusty Wright, escritor y orador asociado a Probe Ministries (www.probe.org), es un conferencista internacional, galardonado autor, periodista y columnista especializado. Es licenciado en Psicología de Duke University y tiene una Maestría en Teología de Oxford University. Se lo puede contactar en RustyWright@aol.com © 2004 Rusty Wright. Se usa con permiso. Todos los derechos reservados. Traducido y adaptado por DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados.