Preparativos finales Josué 5:1–12

La conquista de la tierra de promisión fue un proceso y no un acontecimiento aislado. Se inició con una proeza divina. Dios detuvo milagrosamente las aguas del Jordán aun en su condición desbordada. Así que ésa generación pasó el Jordán como la otra había cruzado el mar Rojo. El capítulo anterior demostró que ese evento tuvo gran significado, y para que no quedara en el olvido, se edificaron dos monumentos. De esa manera, Dios quería que el pueblo recordara que él, con su presencia y poder, había logrado el cruce inicial y que estaría obrando a su favor en todo el trayecto.

EL AMBIENTE PROPICIO

Josué 5:1

¡Dios promete y cumple! En Éxodo 23:27 Jehová había dicho: “Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos”. En aquel entonces la promesa y profecía habían sido muy animadoras para el pueblo, pero al estar en la primera etapa de su cumplimiento, se animaron aún más. Así empieza el capítulo 5. Se dice de los habitantes de la tierra que: “…desfalleció su corazón, y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel”.

El miedo que sentían los habitantes se basaba en las noticias espantosas que habían recibido, las cuales sin duda se habían extendido acompañadas por los rumores que generalmente están presentes en situaciones de crisis. No cabe duda que los de Jericó recibieron el reporte de sus propios informantes en cuanto a la venida de los hijos de Israel.

Se recordará que Rahab de Jericó conocía varios detalles, incluyendo uno de 40 años atrás, cuando los israelitas cruzaron el mar Rojo (Josué 2:9–10).

Además, sus agentes habín informado a los pobladores de Jericó acerca de lo que Dios había hecho al otro lado del río contra Sehón y Og, actuando siempre a favor del pueblo de Israel. Otro factor más, y muy alarmante por cierto, era que ese numeroso pueblo ya estaba en su lado del Jordán. Entonces, no sólo estaban aterrados por su presencia, también por la forma en que habían llegado hasta allí. Los habitantes del lado occidental del Jordán siempre habían confiado en que el río, sobre todo cuando se desbordaba, constituía su mejor defensa. Sin embargo, por el poder de su Dios, los israelitas fácilmente habían superado esa supuesta defensa.

JEHOVÁ HABÍA PREPARADO EL AMBIENTE.

¡CON QUÉ RAZÓN TENÍAN MIEDO

LOS HABITANTES DE JERICÓ!

¡PENSEMOS!
Habiéndose dado cuenta del terror de los habitantes y sabiendo que Dios había prometido la tierra, había la posibilidad de que el pueblo pensara que no tenía que hacer nada, que no tenía responsabilidades al respecto. Sin embargo, la empresa que iban a emprender exigiría mucho de ellos. Encabezando la lista de prioridades se hallaban algunos preparativos espirituales. El Señor iba a cambiar las prioridades del pueblo, haciendo que lo primordial fuera lo espiritual y la obediencia total a Dios. El principio que el Señor comunicó a su pueblo no ha cambiado: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

LA SEÑAL DEL PACTO

Josué 5:2–10

Transfondo de la señal

Para entender el sentido e importancia de Josué 5, el estudiante bíblico tiene que haber leído y entendido la historia de Abraham, de su relación con Dios, del pacto que Dios hizo con él y sus consecuencias de largo alcance.

Jehová escogió a Abraham de entre toda la raza humana para formar un pueblo que le siguiera de cerca, lo obedeciera, ensalzara su nombre y cuyo descendiente principal sería el Mesías. El pacto de Génesis 12 garantizó a Abraham y a sus descendientes la posesión de la tierra prometida a perpetuidad (Génesis 12:7).

Según Génesis 17:9–14, Dios ordenó que la circuncisión fuera la señal visible de la relación pactal hecha con Abraham y sus descendientes. Ese rito consistía de una cirugía para quitar el prepucio del órgano sexual masculino, conforme a ciertos reglamentos que Dios había especificado. Entre los judíos, de Abraham en adelante, el rito se practicaba en el varón de ocho días. Cualquier varón no circuncidado se consideraba desechado: “…aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto” (Génesis 17:14b). En conclusión, originalmente la circuncisión fue la señal de la fe en el pacto que Dios hizo con Abraham. Para el judío varón era un recordatorio de la promesa segura hecha por Dios respecto a la posesión de la tierra.

Restableciendo la señal 5:2–10

“En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel” (Josué 5:2). ¿Qué significaba eso? ¿Qué había pasado para que semejante condición existiera entre gente que era conocida como el pueblo de Dios? El mismo contexto lo explica: “Esta es la causa por la cual Josué los circuncidó: Todo el pueblo que había salido de Egipto, los varones, todos los hombres de guerra, habían muerto en el desierto, por el camino, después que salieron de Egipto. Pues todos los del pueblo que habían salido estaban circuncidados; mas el pueblo que había nacido en el desierto, por el camino, después que hubieron salido de Egipto, no estaba circuncidado” (Josué 5:4–5).

Este pasaje presenta la historia de la omisión del rito en el desierto, pero no explica por qué sucedió. Parece raro que tan importante rito de los judíos sencillamente se hubiera olvidado o pasado por alto. También es extraño que Moisés, un hombre muy celoso de la ley de Jehová y de hacer que el pueblo la cumpliera, los hubiera liderado por el viaje del desierto y no hubiera hecho cumplir esa disposición.

Hay gran cantidad de razones para explicar el fenómeno de que hubiera una generación completa de judíos no circuncidados, pero a continuación aparece una que llena todos los requisitos del Pentateuco y la situación que se vivía en aquel entonces. En primer lugar, es evidente que vivieron en el desierto durante 40 años. En muchas ocasiones, no contaban con el ambiente ni las circunstancias ideales. No obstante, el rito no demandaba una situación ideal ni mucho menos. Incluso, hubo largos lapsos de tiempo en que la gente no se movía de lugar. El rito bien pudo haberse celebrado en una de aquellas épocas sedentarias, pero no se hizo.

En general, la circuncisión se practicaba con la esperanza sólida en que Dios cumpliría con su pacto y les daría una tierra propia. En pocas palabras, el rito era señal de la fe. Precisamente ese era el elemento que faltaba en los peregrinos, y el hecho de que anduvieron vagando fue resultado de su incredulidad. Aunque no existe una declaración directa de parte de Jehová, es posible que él mismo haya prohibido a esa generación que practicara precisamente el rito que hubiera confirmado una fe que en verdad no poseían.

En cambio, el pueblo que había cruzado el Jordán y que estaba al punto de poseer la tierra, sí mostró que tenía fe y por lo tanto, era oportuno aplicar la circuncisión.

Tres resultados de haber restablecido la señal 5:8–10

Un ejército procura enfrentar al enemigo bajo las mejores y más favorables circunstancias. Sus generales nunca ordenarían algo que pusiera en desventaja a sus soldados. Pero frente a la campaña más grande que jamás iban a emprender, Dios, no Josué, mandó que todos los varones judíos se sometieran a esa dolorosa cirugía. Naturalmente que eso los incapacitó temporalmente; humanamente los dejó indefensos y con muy pocas posibilidades de atacer. Pero, como Dios lo había mandado, la gente creyente debía confiar en su sabiduría, en sus designios y en su horario.

Otro importante resultado del haber cumplido con lo que Dios indicó en cuanto al rito, fue que se quitaron de encima “el oprobio de Egipto” (Josué 5:9). Probablemente esta es una referencia al haber tenido que vivir en esclavitud bajo un régimen pagano, habiéndose contaminado con la cultura y religión de sus opresores. Históricamente, el pueblo salió de Egipto, pero le costó mucho trabajo hacer que Egipto saliera del pueblo. Sin embargo, en Gilgal tuvo la oportunidad de tener un nuevo principio.

Un tercer resultado fue que pudieron celebrar la pascua “a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó” (Josué 5:10). Esa celebración, así como el rito de la circuncisión, sólo fue una parte de lo que Dios exigía de su pueblo. Y cuando de exigir se habla, también se requiere obediencia. Mientras el pueblo vagó durante 38 años, después de su estancia al pie del monte Sinaí (Números 9:1–5), nunca celebró la fiesta de la pascua. Nos extraña semejante falta, pero así fue. Las condiciones, entre las cuales la principal era la incredulidad, no permitían su celebración. Pero habiendo llegado a “los llanos de Jericó”, aunque estaban rodeados de enemigos y paganos, celebraron esa fiesta. Sin duda, los cananeos se quedaron asombrados por un ejército tan religioso, que practicaba ese acto tan solemne, aparentemente haciéndose vulnerables a ser atacados. No obstante, los enemigos no podían hacer nada. Así como los leones que estaban en el foso con Daniel, Dios había cerrado la boca de los feroces cananeos.

¡PENSEMOS!
La celebración solemne de la pascua era para recordar la última noche que pasaron en Egipto, oscura por varios razones. Pero para los hijos de Israel brilló con la misericordia y gracia de Dios. Denominada la “pascua a Jehová” en Deuteronomio 16:1, la celebración era para que el pueblo recordara su redención de Egipto. También es una bellísima ilustración de la obra que Cristo realizó en el Calvario a favor del hombre. La ofrenda en ambas ocasiones era de un cordero sin mancha, cuya sangre era clave para la salvación del pueblo.

EL CAMBIO DE DIETA

Josué 5:11–12

El maná fue la provisión que hizo Dios para el sostén del pueblo en el desierto. Milagrosa y ampliamente provisto cada mañana, seis días a la semana, tenía el sabor de “hojuelas con miel” (Éxodo 16:31). A veces, el pueblo “lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo” (Números 11:8). Infortunadamente, pero en total conformidad con su carácter incrédulo, el pueblo se quejó de esa provisión de Dios diciendo: “nuestra alma tiene fastido de este pan tan liviano” (Números 21:5). Dios había dicho (Éxodo 16:4) que el maná sería a la vez una provisión y una prueba de si andaban en su ley o no. Obviamente, el pueblo no pasó esa prueba.

¿MENOSPRECIAR LA PROVISIÓN DE DIOS?

¡ÉL HUBIERA DEJADO DE PROVEER EL MANÁ SI NO

FUERA POR SU GRACIA Y MISERICORDIA!

La nueva generación había llegado al otro lado del río Jordán, y habiendo cumplido con lo que Dios les mandó (la circuncisión y la celebración de la Pascua) empezó a disfrutar del producto de la tierra prometida. La gente de los campos que había alrededor de Jericó ya se había refugiado en la ciudad dejando sus campos y granos almacenados para los invasores. Eso se había profetizado en Deuteronomio 6:10: 11. “Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies”.

Era de esperarse que terminara el maná, la provisión del desierto y la peregrinación, ya que el pueblo disfrutaba del producto de la tierra. Cuando no había otro recurso, el maná era el abastecimiento milagroso de parte de un Dios de gracia y misericordia. Ahora, como ya estaban al otro lado del río, pero todavía siguiendo el plan del mismo Dios, el sostén del pueblo sería diferente.

Observaciones finales

Por supuesto que la celebración de las fiestas, los sacrificios y los muchos ritos especiales del Antiguo Testamento, pertenecen a los judíos. El apóstol Pablo dijo: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros” (1 Corintios 10:11). Entonces, tenemos que estudiar, entender y aprender las lecciones que Dios ejemplifica en los acontecimientos literales e históricos del Antiguo Testamento

  1. Se nota la importancia que tiene la fe para iniciar una relación con Dios y seguir a través de toda ella. Un redimido no tiene por qué vivir 38 años en un desierto: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12).
  2. El ambiente hostil no es una razón válida para desobedecer a Dios. La circuncisión y la pascua eran importantes y el pueblo tenía que observarlas; era menester que volvieran a practicarlas. El mundo tal vez diga que la religión debe guardarse dentro de la iglesia y que no debe mezclarse con el resto de la vida, ni en asuntos de gobierno o de política, ni mucho menos en los asuntos militares. Sin embargo, el creyente marcha al compás de otro ritmo, porque ha establecido las prioridades de Dios en su vida: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
  3. Las promesas de Dios son seguras como en el caso de la salvación eterna. Pero la incredulidad del hombre causa demoras y a veces produce pésimas consecuencias: “Porque el que como y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual, hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (1 Corintios 11:29–30).

Platt, A. T. (1999). Estudios Bı́blicos ELA: Promesas y proezas de Dios (Josué) (45). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.