Biblia

Prepárese para provocar cambio

Prepárese para provocar cambio

por Jan Johnson

El refran «El maestro no ha terminado de enseñar hasta que el estudiante haya aprendido», nos insta a realizar lo que sea necesario para desafiar a las personas a entender la Palabra de Dios y a cambiar sus actitudes para así someterse a ella…

Cuando empecé a enseñarle a los adolescentes de mi iglesia, creía que, como la Palabra de Dios era tan poderosa y mi amor por ella, tan grande, los chicos no se iban a poder resistir. Sin embargo, así ocurrió y los avioncitos de papel y los chistes groseros eran prueba de ello. Yo era el problema (cierto, ¿no?), así que empecé a orar por ellos, a divertirme con ellos, y a visitarlos en sus casas. Después de eso, les agradé mucho más pero todo seguía igual durante el tiempo de la enseñanza.


Decidí, entonces, asistir a un taller para maestros y ahí aprendí las sencillas técnicas sobre cómo se planea una lección. Después de prepararme con un armamento de objetivos y métodos, esos chicos nunca más darían por sentado lo que ocurriría en clase. Dejé de preocuparme por la disciplina y más bien empecé a preocuparme por dónde encontraría más sillas. Ahora estas nuevas habilidades me ayudarían a alcanzar la meta de mi corazón: hacerle entender a estos jóvenes que la Biblia no estaba muerta.


Si queremos preparar una lección, debemos, como maestros, preocuparnos por todo aquello que facilita el aprendizaje de la gente. El refrán: «El maestro no ha terminado de enseñar hasta que el estudiante haya aprendido», nos insta a realizar lo que sea necesario para desafiar a las personas a entender la Palabra de Dios y a cambiar sus actitudes o conductas para así someterse a ella. Al hacerlo quizá debamos dejar de lado algunas ideas convencionales sobre lo que significa enseñar.


La primera idea convencional que debemos abandonar es que la enseñanza eficaz tiene que ver con dar un discurso. Según Norman Wright, en su libro Ways to Help Them Learn [Maneras para ayudarlos a aprender], las personas solo recuerdan 10% de lo que leen, 20% de lo que escuchan, 30% de lo que ven, 50% de lo que escuchan y ven, 70% de lo que conversan entre ellos (como en una mesa redonda o debate), y 90% de lo que hablan mientras hacen algo (como en una mini-obra o proyectos grupales). Cuanto más participen los estudiantes, más recordarán.


Otra idea que deberíamos dejar de lado es que la enseñanza se trata de comunicar solamente hechos. Dios se interesa por otros aspectos:


«Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace». Santiago 1.22–25 (BA)


La enseñanza no cumple la totalidad de sus objetivos cuando solo se investigan los hechos de un pasaje. Al «mirar atentamente» las personas deben entender no solo el significado de esos hechos sino también cómo aplicarlos en su casa o trabajo durante la semana.


1. Empiece con un sencillo asunto principalPara escoger el asunto principal de una lección, los maestros necesitan aplicar cuidadosamente hábitos de estudio bíblico como, por ejemplo, revisar el contexto y así entender algún significado. De lo contrario, nos sentiremos tentados a compartir versículos que refuerzan nuestras preocupaciones más importantes. Muchos pasajes cuentan con una variedad de mensajes, por eso es de sabios empezar la preparación de una lección con una oración pidiendo sabiduría para identificar las verdades del pasaje y entender las necesidades de los estudiantes. Nuestra meta es encontrar cómo conectar estos dos elementos.


Esta conexión varía según las distintas clases. Por ejemplo, el punto tan obvio de Marcos 5.1–20, pasaje que habla del evento cuando Jesús sana al endemoniado gadareno, trata sobre la preocupación de Jesús con respecto a los «exiliados» que sufren. ¿O el punto principal del pasaje es que Jesús, el Hijo de Dios, tiene suprema autoridad sobre el mundo espiritual? ¿O es que, sin importar cuán bajo caigamos, podemos depender de Cristo para que nos encuentre y ayude? ¿O es acaso la importancia de la comunidad, resaltada en la forma en que Jesús envió al hombre de regreso a su familia, a quienes contó su historia y sorprendió a la gente de Decápolis?


¡Muchos maestros escogen todos estos buenos asuntos! En una clase para adultos, un maestro podría resumir estos puntos, pero aun así debería escoger y resaltar solo uno. Un enfoque saturado intenta cubrir muchos asuntos, pero el aporte termina siendo pobre, mientras que «mirar atentamente» nos ayuda a aplicar un solo asunto, pero de manera eficaz. Nuestra meta no es «cubrir el pasaje» sino cooperar con Dios en cambiar la mente, las emociones y las acciones de nuestros estudiantes.


Las lecciones temáticas pueden también utilizar un enfoque saturado: «Gracia: todo lo que usted siempre quiso saber al respecto» o «todo sobre nuestra fe». En lugar de eso, podríamos delimitar el objetivo principal: «Cómo nos ayuda la gracia a vivir día a día», «cómo Abraham y Sara confiaron en que Dios cumpliría sus sueños».


En este aspecto, debemos orar y meditar sobre cuál sería el asunto principal más pertinente para nuestros estudiantes durante esta semana. ¿Se sienten vencidos o culpables y se identificarían entonces con el hombre poseído? ¿O se identificarían con los discípulos, quienes probablemente observaron sorprendidos cómo Jesús ayudaba a este hombre desnudo? ¿Necesitan acaso presenciar la supremacía de Jesús porque alguien los ha asustado con historias de fenómenos sobrenaturales?


Enseñar involucra estudiar y orar por nuestros estudiantes, como también analizar el texto. Cuando enseño a niños y adolescentes, estudio sus fotografías, porque ver sus rostros me recuerda lo que sé de su vida familiar y del colegio al que asisten. Cuando me ha tocado enseñar a los adultos, reparto encuestas que guardo y re-leo: «Hoy descubrí por qué le he tenido miedo a Dios», «hoy me perdí en la enseñanza porque intentamos cubrir mucho», «nunca imaginé que el Antiguo Testamento podía ser tan interesante». Leer esos comentarios me motiva a conocer a mis estudiantes en su vida diaria fuera de la iglesia.


2. Seleccione los objetivos de la lecciónUna vez que hemos establecido el asunto principal, podemos revisar el pasaje para determinar lo que queremos que los estudiantes sepan, sientan (o deseen) y hagan (o planeen hacer). A esto le llamamos los objetivos de la lección y necesitamos escribirlos: «Al final de la lección, quiero que los participantes sepan…, sientan…, y hagan…» Lo objetivos de sentir y hacer fluyen del saber, y todos giran en torno al asunto principal de la lección. Si bien un objetivo puede ser más poderoso que los demás, todas las lecciones deberían tocar cada parte de la persona.


Escojo los objetivos luego de elaborar tres listas durante el estudio del pasaje: hechos que quiero que mis estudiantes sepan; actitudes específicas a las que los quiero exponer; y acciones que quiero presentarles como posibles cambios de conducta. Después oro para elegir un objetivo por lista. Por ejemplo, si el asunto principal de la lección sobre el endemoniado es que Jesús se preocupa por los que la gente rechaza, los tres posibles objetivos serían:


  • Saber: analizar cómo Jesús interactúa con el endemoniado y suple sus necesidades
  • Sentir: comparar la disposición de Jesús a interactuar con el endemoniado con nuestra tendencia a no tratar a los rechazados
  • Hacer: escoger al menos una persona que los estudiantes conozcan y que consideren un extraño y hablar o actuar bondadosamente con él o ella.

3. Escoja métodos que cumplan los objetivosCada vez que he tenido problemas en encontrar buenos métodos es porque no he aclarado bien cuáles son mis objetivos. Los objetivos de una lección están claros cuando nos ayudan a escoger los métodos que utilizaremos en las tres partes básicas de cualquier lección o sesión de estudio bíblico.


Etapa de calentamiento. La mayoría de las lecciones empiezan con una actividad introductoria cuyo fin es capturar la atención de los estudiantes. Por ejemplo, en un estudio sobre juzgar a los demás, le pedí a mis estudiantes adultos que recordaran una de sus constantes quejas y buscaran a alguien que pensara igual. Muchos maestros preparan a sus estudiantes para la lección formulándoles una pregunta de opinión relacionada con el tema. De esta forma, para la lección sobre el endemoniado, una pregunta podría ser: ¿Con qué tipo de gente se le dificulta relacionarse? Si sus alumnos son niños, adolescentes o adultos tímidos es mejor que usted sugiera tres categorías de personas difíciles para que ellos puedan escoger una. La etapa del calentamiento puede aludir al objetivo de hacer pero su meta principal es ayudar a sus estudiantes a estar atentos y a concentrarse en el tema del día.


Estudio e interpretación de la Biblia. Escoja un método basándose en el objetivo de saber. Por ejemplo, si desea que sus estudiantes examinen la forma en que interactuaron Jesús y el endemoniado, pídales que lean el pasaje juntos y que luego describan la interacción pero como si ellos fueran uno de los discípulos que estuviera escribiendo un diario.


Para poner en práctica el objetivo de sentir (contrastar la disposición de Jesús para ayudar a los extraños con la tendencia natural de rechazarlos), anime a sus estudiantes a agregarle a sus diarios posibles comentarios de los discípulos como: «Este tipo me asustó, ¡no puedo creer que Jesús quisiera hablar con él!» Cuando terminen de escribir sus diarios, pídale a unos cuantos que lo lean y que luego resuman o formulen preguntas sobre los hechos que no se mencionaron.


Etapa de la aplicación. A menudo se subestima la aplicación de una verdad bíblica por eso algunos intentan abordar esta parte en unos cuantos minutos al final de la clase y esto confunde a los estudiantes. Debemos invertir tiempo para que en una forma gentil y respetuosa podamos ayudarlos a observar atentamente su ser interior. La etapa de la aplicación merece tanto tiempo como la etapa del contenido.


Quizá usted piense: «Todos somos diferentes, y por eso cada uno debe aplicar el pasaje». Cierto, pero los maestros pueden ayudar en varias formas. Primero, pueden sugerir ciertas aplicaciones generales; por ejemplo, un maestro, basándose en Marcos 5.1–20, podría compartir una lluvia de ideas sobre diez clases de personas que generalmente se consideran como extranjeros o bien discutir sobre qué haría una persona si tuviera que tratar a un extranjero. Para provocar un mayor impacto, la clase podría dramatizar una situación.


Después de presentar algunos puntos generales, desafíe a sus estudiantes a reflexionar al menos en una forma en que Dios quizá los esté guiando a poner en acción este pasaje. Si usted dice: «Piensen sobre esto durante esta semana» lo más probable es que no lo harán. No obstante, si les pide que lo conversen en parejas por uno o dos minutos, hay mayor probabilidad de que ordenen sus opciones y afirmen sus intenciones; asimismo, existen más posibilidades de que lo sigan haciendo.


El peor método es utilizar diferentes pasajes y proponerse objetivos distintos, y cuando lo usamos una y otra vez, le comunicamos a nuestros estudiantes que hemos caído en una rutina. Incluso hasta podemos llegar a abusar del mejor de todos los métodos. En una oportunidad, tenía que enseñar a un grupo en el que había muchos chicos cuyo estilo de aprendizaje no era la enseñanza verbal sino más bien la visual porque les encantaba dibujar. Un día, durante el tiempo de aplicación, les pedí que dibujaran tiras cómicas de ellos mismos enfrentando a los miembros de una pandilla. Quedé tan impresionada con los resultados que quería usar las tiras cómicas cada semana, pero sabía que pocos pasajes en la Biblia permitían este tipo de método. Además, las chicas odiaban dibujar y más bien amaban las discusiones en grupo.


Cuando escojo los métodos, me imagino a mí misma guiando el estudio. ¿Cómo responderán los participantes? Me pregunto: ¿el ingeniero, quien ya de por sí se siente incómodo con la clase, cómo se sentirá con el hecho de que yo use otra vez los métodos que provoquen que la audiencia exprese sus emociones y sentimientos? ¿Acaso el pasaje bíblico es muy extenso para los adolescentes que no gozan de un vocabulario amplio?


Para que la Palabra de Dios esté presente en la vida de sus estudiantes es de vital importancia que usted reflexione sobre la asunto principal del pasaje, determine los objetivos que lo ayudarán a identificar cómo sus estudiantes responderán al mensaje y use métodos que producirán esa respuesta. Pero existe otro componente en la enseñanza eficaz. Cuando nos enfocamos en cada uno de nuestros estudiantes, logramos darle vida a nuestros objetivos y métodos. Es más probable que los preescolares tranquilos o los adultos mayores nerviosos participen en la clase si nos sentamos y hablamos con ellos cuando llegan temprano a clases. Al preocuparnos por ellos, cuando nadie nos ve, demostramos respeto por el componente más importante en la enseñanza: el estudiante.


La autora y su familia viven en Simi, California, y asisten a la iglesia Sonrise Christian Fellowship. Actualmente Jan dirige un grupo de apoyo. Se usa con permiso de la autora. ©Copyright Jan Johnson. Conozca más de la autora del libro El gozo de la presencia de Dios en:  www.janjohnson.org.  ©Apuntes Pastorales XXV-2, edición de enero a marzo de 2008. Los derechos de la traducción del inglés al español pertenecen a DesarrolloCristiano.com, ©Copyright 2008, todos los derechos reservados.