Biblia

Proceso irremediable

Proceso irremediable

por Christopher Shaw

La reacción frente a la Palabra obedece a patrones de comportamiento bien establecidos en el ser humano

Versículo: Hebreos 3:15-19

3:15 Como se acaba de decir: «Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón como sucedió en la rebelión.» 3:16 Ahora bien, ¿quiénes fueron los que oyeron y se rebelaron? ¿No fueron acaso todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? 3:17 ¿Y con quiénes se enojó Dios durante cuarenta años? ¿No fue acaso con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto? 3:18 ¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su reposo, sino a los que desobedecieron? 3:19 Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad.

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Los últimos versículos del capítulo 3 nos proveen la descripción completa del perverso proceso que finaliza en el pecado. Como he señalado en otra reflexión de esta serie, la iniciativa de hablarnos la toma el Señor. Él es el que siempre da el primer paso para re-establecer la comunicación con los que se han desviado del camino. Cuando habla, se expresa de tal manera que no deja lugar a dudas acerca de lo que quiere decirnos. Esto no quita que las Escrituras contengan pasajes de difícil interpretación. Pero por el corazón amoroso del Padre, siempre que da instrucciones a sus hijos, las expone de manera directa y fácil de entender. El joven rico no conseguiría aducir que no entendió la exhortación de Cristo cuando lo invitó a vender todas sus posesiones para dárselo a los pobres. Del mismo modo, David no lograría argumentar que no entendió a qué se refería Natán cuando le avisó que él no construiría el templo, sino que lo haría su hijo. Tampoco Moisés podría fingir que no había entendido el sentido de la petición del Señor de que volviera a Egipto para liberar a su pueblo. El engaño del enemigo ha sido convencernos de que existen muchas formas de caminar con Dios. Podemos señalar innumerables instancias en las que a muchas personas no les gustó lo que el Señor les habló, pero sí se vuelve difícil encontrar ejemplos de que Dios haya comunicado algo tan complejo que la persona no logró interpretar el sentido de la exhortación del Señor. El problema, entonces, no es que Dios no nos habla, sino que lo que nos dice choca con nuestra idea de cómo deben hacerse las cosas. Un caso claro es la conversación que sostuvo Pedro con Jesús, cuando este se le acercó para lavarle los pies. El proceder del Mesías claramente chocaba con lo que el discípulo consideraba apropiado. Frente a este choque de perspectivas se gesta la decisión de desatender las palabras de Dios. El joven rico se fue triste. Jonás huyó a Tarsis. Pedro insistió que no iba a negar al Señor. Saúl decidió perdonar al rey Agag. La palabra que usa el autor de Hebreos para esta decisión es «rebeldía». El sentido literal de este término es llenarse de amargura e ira. Es decir, reaccionamos con indignación ante la Palabra. Creemos que nos pide que cometamos un acto injusto, desquiciado o fuera de nuestro alcance. De hecho, me atrevería a afirmar que una reacción de indignación frente a la Palabra por lo general revela que Dios ha tocado algún nervio de nuestro espíritu que necesita ser sanado. La rebeldía no es solamente una decisión de desatender la Palabra. Indefectiblemente conduce al pecado, porque no existe otra alternativa a la que Dios nos señala. El gran engaño del enemigo ha sido llevarnos a creer que «existen muchas formas» de caminar con Dios. La verdad es que solamente existe un camino, y es el que él ha escogido. Todos los demás caminos irremediablemente nos desvían de la vida que nos él quiere dar.  

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