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Promesas que transforman

Promesas que transforman

“Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios, 2que por medio de sus profetas ya había prometido en las sagradas Escrituras. 3Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana descendía de David, 4pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor. 5Por medio de él, y en honor a su nombre, recibimos el don apostólico para persuadir a todas las naciones que obedezcan a la fe. 6Entre ellas están incluidos también ustedes, a quienes Jesucristo ha llamado. 7Les escribo a todos ustedes, los amados de Dios que están en Roma, que han sido llamados a ser santos. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.” Romanos 1:1-5

¿Ha hecho alguna vez una promesa? El diccionario define:

“La Promesa es un contrato por el cual una de las partes, o ambas, se obligan, dentro de cierto lapso, sea por el vencimiento de un plazo o por el cumplimiento de una condición, a celebrar un contrato futuro determinado. Este contrato se denomina también preparatorio, ante contrato, precontrato y contrato preliminar. Históricamente se discutió si la promesa es un contrato autónomo, o si simplemente es preparativo de lo que será un contrato definitivo. Hoy en día parece claro que la promesa es autónoma, por cuanto es un contrato con objeto propio (éste es el contrato futuro), y que seguirá siendo válido aunque el contrato futuro no se celebre, dando derecho a indemnización de perjuicios”

Las promesas son compromisos que asumimos ante otras personas. Muchas veces hacemos promesas a la ligera sin considerar las consecuencias o si estamos o estaremos en capacidad para realizarlas. En el matrimonio y con los hijos una de las grandes frustraciones son las promesas incumplidas.

Dios le ha hecho promesas a su pueblo, Él es fiel y justo, jamás se olvida de lo que ha prometido y lo cumple. Hoy al continuar con nuestra serie de sermones sobre “¿Qué es verdaderamente la Navidad?”, descubriremos como Dios hizo promesas y como estas al cumplirse nos transforman hoy y dan a nuestra vida un significado diferente y nuevo.

Porque Dios siempre cumple sus promesas nosotros debemos ser fieles y obedientes a su Palabra

¿Qué promesas hizo Dios?

Romanos 1:1-2 “Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios, 2 que por medio de sus profetas ya había prometido en las sagradas Escrituras” Por favor circule “…el evangelio de Dios, que por medio de sus profetas ya había prometido” Dios había prometido ya la revelación del evangelio y lo había anunciado en las Escrituras del Antiguo Testamento. Los profetas y escritores del A. T. todos apunta hacia Cristo y la consumación de su primera venida, es a esto a lo que Pablo se refiere como el “Evangelio”

¿A que evangelio se refiere Pablo? Romanos 1:3-4 “Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana descendía de David, 4 pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor” Evangelio es “buenas nuevas” ¿Cuáles son las buenas noticias? La revelación “encarnada de su Hijo” La máxima revelación de Dios a los hombres es la manifestación encarnada de su único Hijo Jesús, Rey legítimo del pueblo de Dios ya que desciende de la simiente de David y ha vencido a la muerte y resucitado para darnos vida eterna en su nombre. Lo que Pablo hace en los versos 3 y 4 es darnos un resumen teológico, una confesión de fe, una síntesis de lo que los cristianos conocen como “el evangelio”: “Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana descendía de David, 4 pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor” Esta promesa incluye tres aspectos vitales:

Promesa de un Hombre / Rey. “que según la naturaleza humana descendía de David” Jesús es humano, totalmente hombre, “sin pecado” y era necesario porque sólo un hombre puede pagar por todos nosotros, pero además, tiene que ser REY, con autoridad para vencer a la muerte y darnos a nosotros una vida nueva, transformada.

Promesa de VIDA NUEVA. “pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección” Era necesario que siendo Dios mismo pagara por nosotros vicariamente a fin de que “resucitando de entre los muertos” nos diera la victoria sobre nuestro enemigo final. La resurrección es el propósito victorioso de la venida de Cristo. Sólo él podía hacerlo.

Promesa de DIRECCIÓN. “Él es Jesucristo nuestro Señor” Circule por favor la palabra “Señor”. Para los cristianos del siglo primero Cesar no puede ser “Señor” para los cristianos del siglo primero sólo Cristo es el Señor porque sólo el tiene poder para resucitar y darnos la promesa de una vida nueva. Siendo Cristo el Señor tiene el control de todo y por lo tanto, nuestra vida esta puesta en sus manos.

Así pues nosotros debemos aprender a ser obedientes a Cristo y a su Palabra.

Frutos de la promesa cumplida en el creyente.

Porque Dios siempre cumple sus promesas nosotros debemos ser fieles y obedientes a su Palabra Esta obediencia a la Palabra de Dios no es una obligación ó una actitud de fanatismo, sino una expresión de que ahora al cumplir Dios esta promesa para nosotros tenemos la posibilidad de tener con él una relación personal, intima y creciente. En esta nueva relación con Dios resultan de:

Una actitud de “esclavitud” Romanos 1:1 “Pablo, siervo de Cristo Jesús” Por favor, circule la palabra “siervo”, en griego la palabra es “Doulos” literalmente “esclavo”. Note que Pablo no empieza su carta diciendo “Yo el apóstol Pablo”, sino “Pablo, siervo de Cristo Jesús” Establece su relación. No es Pablo la fuente de poder y autoridad. No es Pablo quien hace milagros y transforma vidas. El sólo es un servidor, el sólo cumple con el mandato y las ordenes de su “Señor” Por favor note como termina el verso 4 “Él es Jesucristo nuestro Señor” La palabra “Señor” es “Kyrios” en griego. Se traduce “Señor”, pero no como Sr. González, tiene el carácter de “titulo” denota autoridad, soberanía, control sobre la historia. En el Antiguo Testamento se usa esta palabra para asignarla a Dios mismo. Lo que quiero es que note que Pablo esta usando dos palabras bien diferentes y contrastantes para referirse a Él como un creyente y Dios como su Soberano. Si yo creo firmemente en la manifestación del “evangelio” y soy receptor de la gracia soberana y llena de amor, ahora yo solo soy un “siervo” un esclavo de Jesucristo” He sido liberado de pecado y de la muerte, Ahora estoy con una profunda gratitud en mi vida de tal manera que todo mi ser y toda mi vida esta a su “servicio” ¿Esta tu vida al servicio de Jesucristo? Podrías decir, Esaú, “siervo” de Cristo Jesús.

Una “misión” que cumplir. Romanos 1:1 “Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios” El segundo fruto que quiero resaltar en esta mañana es “apartado” Por favor circule esta palabra. El se ha revelado a nosotros como el cumplidor de las promesas y nos ha hecho nacer de nuevo con una “actitud de servicio” y este servició tiene que volcarse en el cumplimiento de una misión. “anunciar el evangelio de Dios” Para Pablo, ser cristiano es servir, pero ser cristiano es ser “apartado para anunciar el evangelio de Dios” Sí, Tú. Haz sido “apartado”, “escogido”, “seleccionado” para anunciar. Los ángeles podrían hacer esto, pero Dios no ha querido que los ángeles lo hagan. Él quiere que tú y yo lo hagamos. Tú y yo que estábamos “muertos es nuestros delitos y pecados” y ahora somos “siervos suyos”. No importan cuando nació, si fue en diciembre o en marzo. Lo que importa es que nació, se encarno, siendo Dios no se aferro, sino que vino a darnos vida abundante, significativa y poderosa. Ahora tengo vida y puedo anunciar a otros las virtudes de aquel que nos llamo de tinieblas a luz admirable. La razón por la que estoy en el mundo, no es para tener un árbol bonito o luces colores adornando mi casa, la razón por la que estamos hoy aquí es para tú comprendas que Dios te ha dado una misión que cumplir y te separa desde antes de la fundación de mundo para que la cumplieras.

Frutos de la promesa cumplida en la Iglesia Porque Dios siempre cumple sus promesas nosotros debemos ser fieles y obedientes a su Palabra.

Ser fieles y obedientes con una actitud de servicio y con la conciencia de una misión, nos proyecta también a recordar que esta misión es:

Una “misión” que es comunitaria. Esto es vital. No sólo en forma personal como un siervo tengo esta misión, es algo, que todos los creyentes como un cuerpo, tenemos. Romanos 1:5 y 6 “Por medio de él, y en honor a su nombre, recibimos el don apostólico para persuadir a todas las naciones que obedezcan a la fe. 6 Entre ellas están incluidos también ustedes, a quienes Jesucristo ha llamado” Por favor circule “incluidos también ustedes”. Es decir, la Iglesia de Roma, toda ella. Todos nosotros incluidos también. Dios nos ha llamado como una comunidad a proclamar junto a sus siervos el mensaje a todas las naciones la invitación a que obedezcan en la fe. Hemos sido llamados por Jesucristo como Iglesia, como comunidad fe a proclamar a anunciar. No basta con los esfuerzos personales, es de vital importancia, que la comunidad sea “misionera”. Una actitud de urgencia por la misión debe llenar e inundar nuestros corazones. Especialmente en esta época de Navidad en que todo mundo celebra sin sentido, sin recordar la “obra de Cristo”. Tenemos hoy una Navidad en donde Cristo es el ausente principal de nuestra celebración.

Un llamado a la santidad. Romanos 1:7 “Les escribo a todos ustedes, los amados de Dios que están en Roma, que han sido llamados a ser santos. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz” Hay un fruto más que debe manifestarse en la Iglesia. Circule “llamados a ser santos” Una vez plural. Hemos sido llamados como una comunidad a vivir en “santidad” Hay una orden de Cristo que poco tomamos en cuenta y esta es: “Sin santidad nadie verá al Señor”. El llamado de Dios a vivir, en concordancia a sus mandamientos y estos mandamientos producirán “santidad”. Una iglesia sumisa a Cristo, una Iglesia obediente a su misión, es una Iglesia que vive en “santidad”. El llamado de Dios a nuestra vida es a vivir en “santidad”. Esta santidad produce gracia y paz. El mundo vive en ansiedad, odio, rencor, vanagloria, orgullo, mentira, ¿es eso vida? La Santidad de Dios no es una carga adicional en tu vida, es lo que hace que tu vida sea una vida significativa, llena de gozo, paz y amor. Vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, es vivir en santidad y esto produce grandes bendiciones. No es fanatismo, fetichismo es una vida con el significado centrado en Dios y su gracia. Esto es lo que nos permite perdonar y amar aun aquellos que nos ofenden.

Conclusiones

Porque Dios siempre cumple sus promesas nosotros debemos ser fieles y obedientes a su Palabra

Para Pablo cuando Dios da promesas, estas al cumplirse producen frutos que rebozan en santidad. Esta época del año, es mas que regalos, comida y tiempo familiar. Es el tiempo de compartir y proclamar las promesas cumplidas de Dios para humanidad y los frutos de estas promesas cumplidas pueden producir en la vida de las personas. Cuántas personas durante estas fiestas estarán contigo? ¿Cuántos no conocen o no comprenden la realidad de estas fechas? Estas listo para compartir tu fe. Eres un siervo, eres conciente de tu misión personal y de comunidad, estas viviendo en santidad. La promesa es que Dios hará maravillosas cosas en tu vida. Oremos.

Hermanos, nosotros no queremos ser cristianos ‘light’, esa palabra inglesa que significa ‘superficial’, ‘liviano’, ‘fácil’. Algo que no tiene peso, que no tiene sustancia, algo que no produce ningún efecto. Estamos en una cultura ‘light’. Hasta las marcas de ciertos productos dicen que es ‘light’, no te hace daño, es ‘light’. Y hasta la religión se ha vuelto ‘light’.

Hermanos, nosotros no queremos una religiosidad liviana, no queremos algo pasajero, no queremos estar hoy día caminando con el Señor y mañana negándole. No queremos, porque no es esa la voluntad del Señor estar hoy día caminando y mañana retrocediendo. No queremos estar hoy día alabando al Señor y mañana defraudando. No queremos estar hoy día abrazando y el día de mañana odiando. No queremos con esta boca estar alabando a Dios y con la misma boca maldiciendo después. No, no queremos ninguna irrealidad.

Si hemos de ser creyentes, seámoslo de verdad. Si hemos de ser siervos de Dios, hermanos, seámoslo con los recursos de Dios. ¿Y qué dijo el Señor? “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero si ya se ha encendido?”. Se encendió en el primer tiempo. El día de Pentecostés, lenguas de fuego vinieron sobre los creyentes. ¡Gloria al Señor! Más tarde, se reúnen los hermanos, y a la oración de esos creyentes encendidos, la casa tiembla, todos son llenos del Espíritu Santo y hablan con denuedo la palabra de Dios. Hermanos, la iglesia no puede conformarse con una medida menos que esa. Las iglesias estaban fortalecidas con el Espíritu Santo y los discípulos llenos de gozo y del Espíritu Santo.

Un fuego se encendió en aquellos tiempos… No se ha podido apagar ese fuego hasta estos días. Corrió, pasó de una cultura a otra, pasó de un siglo a otro, muchas aguas quisieron apagar este fuego, hermanos, pero de tiempo en tiempo el Señor ha ido levantando siervos una y otra vez. Hombres encendidos, hombres que comparten la palabra y esa palabra toca los corazones y los vuelve a encender.

¿Qué quiere el Señor esta mañana de ti y de mí, hermano? Ya sabemos que el Señor abomina y aborrece la tibieza. La tibieza significa que el fuego se apagó. La tibieza significa que ese fuego ya no sirve para nada, es como una ceniza que ya no le alcanza ni para rescoldo. El rescoldo sirve para cocer un pan. Pero, hermano, una ceniza tibia no sirve para nada. El fuego debe encenderse otra vez. Pero para que se encienda un tibio, tiene que arrepentirse primero de corazón, arrepentirse de todas aquellas cosas que hicieron que el fuego se fuera apagando.

El fuego del mundo

Oh hermanos, hay otro fuego que no lo he mencionado. ¿Recuerdan ustedes que cuando el Señor estaba preso, estaba atado, estaba en el patio de Anás o del sumo sacerdote, Pedro se juntó con la gente que estaba ahí, los soldados y otros, ellos tenían un fuego y él fue a calentarse en ese fuego? Ya no tenía él fuego dentro, necesitaba el fuego que estaba afuera, el fuego en que el mundo se calienta.

Si tú necesitas el calor del mundo, necesitas la alegría del mundo, si para ser feliz necesitas los chistes del mundo, la alegría del mundo, la música del mundo, el deporte o los ídolos del mundo, entonces te pasará como a Pedro: estás pronto a negar al Señor. Si te estás calentando con el fuego del mundo, si tu alegría y tu atención y tu preocupación son el fuego que viene de la tierra, entonces no me extrañaré, no nos extrañaremos si mañana estás negando al Señor, ¡estás a punto de negarlo!

Pero, hermanos, es el tiempo de volvernos. Es el tiempo de volver a ser, hermanos. ¿Se acuerdan de la palabra compartida hace unos días cuando Cleofas y su compañero, camino a Emaús, el Señor Jesús les habla, les abre las Escrituras y les habla de Cristo en las Escrituras y el corazón de ellos comienza a arder? Porque ésta es la voluntad del Señor: Cuando Cristo es compartido, hermanos, el corazón comienza a arder otra vez. ¡Aleluya, hermanos, qué precioso es Cristo para nosotros! ¡Qué precioso es descubrir al Señor en las Escrituras! ¡Qué precioso que el Señor no trajo una doctrina para que mi mente estuviese satisfecha!

Un fuego que divide

No hermanos, el Señor no trajo una doctrina simplemente para que yo pasivamente la analizara. No, el Señor vino a echar fuego en la tierra. “¿Y qué quiero si ya se ha encendido?”, dijo el Señor. De aquí en adelante, dijo, estará dividido. “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: no, sino disensión. Porque desde aquí en adelante cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido en padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra” (Lucas 12:51-53). ¿Qué es este fuego de división, hermanos? Porque uno querrá andar por el camino del Señor y si el otro no quiere caminar, se producirá una división.

Hermanos, yo quiero caminar con el Señor. Yo quiero seguir al Señor, yo quiero andar con Cristo todos los días de mi vida. ¡Bendito sea el Señor! ¡Aleluya, hermanos!

Conociendo lo que viene, conociendo el fuego de juicio que está por delante y habiendo venido el bendito Salvador, ¿cómo no le vamos a amar de todo nuestro corazón, aunque eso signifique apartarse de alguien? Hermanos, lo haremos, aunque esa sea la persona más íntima; pero nosotros amaremos al Señor y si alguien quiere estar con nosotros tendrá que amar al Señor también. ¡Te amo, Señor Jesús! ¿Amas al señor, hermano? ¿Quieres declararle tu amor? ¡Te amo, Señor Jesús! ¡Aleluya, aleluya! Que todo otro fuego se apague. No necesito el gozo que viene de otro fuego. ¡Me gusta el fuego de Dios, ese fuego que quema, que arde por dentro, que nos hace estar activos en la obra de Dios!

Fíjense, hermanos, que aquí el Señor se salta un parentesco. Por lo menos aquí en Lucas 12:53 habla del padre, del hijo, de la madre a la hija, la hija a la madre, la suegra a la nuera, la nuera a la suegra. Pero el Señor se salta un parentesco, no dice el hermano del hermano. Debe ser para que no nos confundamos, porque cuando yo me abrazo con un hermano que tiene a Cristo en su corazón, mi corazón arde de nuevo, mi corazón se vuelve a gozar. ¡Aleluya!, porque cuando está Cristo en tu corazón y en el mío, los hermanos no se dividirán, los hermanos no se entregarán unos a otros.

Oh, amados hermanos, el fuego adentro, el fuego adentro…

Tres jóvenes con el fuego adentro

Antes de concluir esto (porque todavía hay algo más que compartir), quisiera hacer una pequeña mención a lo que dice la palabra de Daniel, capítulo 3:16: “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto”. Sadrac, Mesac y Abed-nego eran hebreos, estaban cautivos en Babilonia, Nabucodonosor era el rey, y ellos le hablan al rey con esta certeza: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no…” -mire qué tremendas estas palabritas- y si no… o sea, y si no nos librara, “…sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Entonces, Nabucodonosor se llenó de ira y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”. ¡Bendito sea el nombre del Señor!

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“Sadrac, Mesac y Abed-nego”, dijo Nabucodonosor, “siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían”. ¡Oh, Señor! Luego, Nabucodonosor diría: “…por cuanto no hay dios que pueda librar como éste”. ¡No hay dios que pueda librar como éste!

Hermanos, es impresionante pensar en ese horno calentado siete veces. Los que hemos visto un incendio grande, una llama, no se imagina siete veces calentado. Los que se acercaron se quemaron. ¡Impresiona ese fuego! Ese fuego rompió las ligaduras.

Pero a mí me impresiona más otro fuego. Me impresiona más que, antes que el milagro ocurriera, estos hombres tenían un fuego adentro. Pudieron enfrentar a todo el consejo del rey. No aceptaron humillarse ante una estatua, no quisieron adorar un dios extraño. Entonces dijeron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. ¡Ese fuego me impresiona!

Habría sido tan fácil condescender. Habría sido tan fácil evitarse los problemas. Todo el mundo dice que hay que hacer las cosas de esta manera, hay que hacer lo que el mundo dice que hay que hacer. Hay que usar la ropa que el mundo dice que hay que usar. Hay que oír la música que el mundo dice que hay que oír. Hay que llamarle arte a lo que el mundo dice que es arte. Es tan fácil irse en la corriente del mundo. “¿Para qué nos hacemos problemas?”. Aun la autoridad más importante del mundo en aquellos días, Nabucodonosor, él viene en persona a desafiar a estos hombres y a amenazarlos con el fuego. Aun la autoridad más importante del país puede decir: “Esto es bueno, esta tolerancia es buena, esta ‘onda’ es buena”. No nos interesa lo que diga, aunque sea la primera autoridad de esta república. ¡A nosotros nos interesa lo que dice Dios! ¡Qué importa que se levante el presidente, el gobierno y el ejército entero! ¡Nuestro Dios está en los cielos! ¡Jesucristo está a su diestra intercediendo! ¡Ellos mismos tendrán que dar cuenta un día! ¡Y nosotros tenemos a Cristo revelado en nuestros corazones! Nos prohíban lo que nos prohíban, nos inviten donde nos inviten, nos traten de arrastrar donde nos quieran arrastrar, ¡hay un fuego ardiente en nuestros corazones! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Así como estos hombres desafiaron al rey!

Hermano, ¿qué es lo que te está tentando a ti? ¿Quieres la amistad del mundo? ¿Quieres aplaudir lo que el mundo aplaude? ¿Quieres vivir, quieres bailar a la comparsa del mundo? ¿Hay un vicio del mundo que te quiere atrapar? ¿Qué fuego te va a consumir? Hermano, ¿qué tentación, qué pornografía, qué sensualidad, qué carnalidad? Estos días, nuestro país ha sido sacudido, hermanos, por todos estos escándalos sexuales, por esta corrupción tan grande. No ha habido otro tema estos días en las noticias. ¡Cómo sufre esta patria!

Que el Señor libre a la iglesia de esto. Que el Señor libre a los creyentes de esto. Hermano, huyamos, no queremos ese fuego. ¿Podrá el fuego del adulterio, de la fornicación, del pecado sexual, apagar a un hijo de Dios, o enredarlo con cadenas, y atarlo y caer en la misma concupiscencia? ¿No hay, acaso, un fuego ardiendo dentro de nosotros, capaz de librarnos? ¿Será el buen consejo, será la buena educación? ¿Qué te va a librar? A la hora del fuego de la tentación, nada te va a librar, a menos que tengas un fuego ardiendo dentro de tu corazón.

La “santa tolerancia”

Cuando todo el mundo diga: “Esto es lo que hay que hacer, esto es bueno, esto no es pecado, no es malo; practiquemos la santa tolerancia”, como lo hacen en Europa. Un hermano que venía llegando estos días nos hablaba de la frialdad europea, de lo que cuesta encontrarse con un creyente que ame al Señor. ¡Tienen miedo! No pueden hablar contra el adulterio, porque es intolerancia. No pueden hablar contra los homosexuales, porque sería pecado. Y qué terrible, que congregaciones llamadas cristianas, gobernadas por homosexuales, por lesbianas. ¡La apostasía ya ha llegado, hermanos! ¡Estamos viviendo días de apostasía!

Pero nosotros no estamos por esa tolerancia. Hay Alguien dentro de nosotros, que nos lleva a la santidad, que nos lleva a la pureza, que nos lleva al amor verdadero, que nos lleva a la consagración, que nos lleva al amor verdadero de Dios. ¡Bendito sea el nombre del Señor! Fuego vino a echar el Señor a la tierra, y toda la corrupción de este mundo no podrá apagar, ¡aleluya!, el fuego de Dios que se nos metió adentro! ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Tenemos a Cristo, hermanos, tenemos al Señor adentro!

Cómo nos impresiona la declaración de los apóstoles cuando los gobernantes, cuando los religiosos de su tiempo dijeron: “En ninguna manera hablen de este nombre”. Oh, les llamaron, ellos dijeron: “¿Qué haremos con estos hombres?… Amenacémosles, para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos… porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. ¡Oh, hermanos, qué tremendo es esto! ¡No podemos! Ustedes nos piden que hagamos algo que nosotros no podemos hacer. Aunque todos ustedes nos lo recomienden, aunque todos ustedes nos amenacen, y aunque nosotros quisiéramos… (como Jeremías, no hablaré más porque esto me trae puros problemas) … pero aunque quisiera callar, ¡no puedo!… Porque no soy yo quien sostengo esta verdad, no soy yo quien sostengo esta doctrina: ¡Es el fuego de Dios que me sostiene a mí, es el fuego de Dios el que me lleva de gloria en gloria! ¡Bendito sea el nombre del Señor!

¿Qué hemos visto nosotros, hermanos? Hemos visto la salvación de Dios en Cristo. Hemos visto la resurrección de Cristo de entre los muertos. Hemos visto al Señor glorificado, ¡Aleluya! Hemos visto que el Señor viene pronto, hermanos. ¿Podremos callar esto? ¿Podremos decir que no es verdad? No podemos dejar de decir lo que hemos visto, lo que hemos oído. ¿Amén, hermanos? (¡Amén!). Como diría Pablo: ¡No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios! Y esa palabra, poder, ¿cómo se traduce? Como fuego, como dynamis, como dinamita. Así es, hermanos, como dinamita. ¿Cómo puedo callar, si el evangelio es poder de Dios, es fuego de Dios para salvación a todo aquel que cree? ¡Este hombre tenía al Señor adentro!

En Hechos 20:22, esta palabra demuestra cómo el apóstol Pablo tenía el fuego de Dios adentro. Él decía así: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer, salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” … Me esperan prisiones, me esperan tribulaciones, no sé lo que me va a pasar. “Pero de ninguna cosa hago caso” … ¡Aleluya, hermanos, así hablan los que tienen el fuego adentro! De ninguna cosa hago caso, problemas vendrán, pero de ninguna cosa hago caso. Las cosas no se me dan bien. Tengo problemas por aquí y por allá. Hermanos, no puedo transformar lo que me rodea, pero de ninguna cosa hago caso … “ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Gracias por estos siervos!

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