Biblia

Propósitos cumplidos

Propósitos cumplidos

por Christopher Shaw

Dios logra sus propósitos en nosotros, utilizando, incluso, la maldad del hombre para el avance de su reino.

Versículo: Mateo 9:35

9:35 Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas *nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia.

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El temor a la persecución podría llevar a los discípulos a que callen ante los hombres. De hecho, cuando Cristo fue arrestado Pedro no solamente calló, sino que negó haber, alguna vez, conocido a Jesús. El Señor había intentado ayudar a sus discípulos a comprender el tema de la persecución desde una perspectiva espiritual. Vuelve, ahora, a declarar las consecuencias espirituales de la negación de su persona: «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos».Cristo expresó que su misión, no es la de traer paz sino la de esgrimir la espada de la enemistad y la división. Recibimos aún mayor luz sobre lo que Cristo tenía en mente con estas declaraciones cuando recordamos las palabras del apóstol Pablo: «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros» (Ro 8.34). Del mismo modo afirma el apóstol Juan: «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo» (1Jn 2.1). El Hijo está delante del Padre con el propósito explícito de defender nuestra causa. Mas, a diferencia de los abogados de esta tierra, que a menudo defienden lo indefendible, Jesús es un abogado justo que defiende solamente a los que merecen ser defendidos. Su confesión, delante del Padre, de nuestra fidelidad, asegura la bendición de Dios sobre nuestras vidas y ministerios. Sin esta bendición, no existe posibilidad alguna de prosperar en la vida. Jesús vuelve, ahora, a reiterar su misión: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Así que los enemigos del hombre serán los de su casa» (vv. 34-36). Si tuviéramos solamente los versículos anteriores podríamos pensar que la resistencia y oposición de los demás se debe exclusivamente a su antipatía por el evangelio. Cristo, sin embargo, introduce ahora una nueva dimensión al tema de la persecución. Su misión, tan frecuentemente confundida por los que simpatizan con su persona, no es la de traer paz sino la de esgrimir la espada de la enemistad y la división. Sin duda nos cuesta entender que él, deliberadamente provoca este tipo de situaciones. Por otro lado, no debemos perder de vista que muchas veces las personas no se movilizan, salvo por medios violentos. Los israelitas no estuvieron dispuestos a salir de Egipto sino hasta que sus amos se volvieron intolerablemente crueles contra ellos. Del mismo modo, la iglesia de Hechos no se movilizó hacia el cumplimiento de su misión sino hasta que se desató una violenta persecución contra ella. La realidad simplemente vuelve a afirmar la absoluta soberanía de nuestro Dios. Él logra sus propósitos en nosotros, utilizando, incluso, la maldad del hombre para el avance de su Reino.

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