Proverbios IX, Parte I; La relación entre Dios y el hombre

por Desarrollo Cristiano

Serie de bosquejos basados en el libro de Probervios.


Introducción


El libro de Proverbios es singular al describir al Señor y al hombre, y la relación entre ambos. Esta relación es obvia en el proceso comprender la sabiduría bíblica la cual nos sumerge en la dinámica de desarrollar un carácter santo a partir de una estrecha comunión con Dios. Un carácter santo se basa en la santidad de Dios. La santidad del Señor se adquiere por medio de la guía del Espíritu Santo, y el estudio y vivencia de la Palabra de Dios.


Proverbios enfatiza lo qué es la vida práctica, la cual, contribuye a la comprender el carácter de Dios. No concibe la vida en forma abstracta, más bien habla de cambiar actitudes y acciones. Ese carácter de Dios es revelado para que la gente lo conozca y lo imite.



La descripción de Dios en Proverbios



En Proverbios el carácter de Dios es revelado en la mejor manera posible para percibir lo que a Él le gusta y lo que le disgusta.



1. Dios ama la rectitud, pero odia la maldad.


«Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad. La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos.» (3.32-33)


«El Señor aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la justicia.» (15.9)



2. Dios ama al hombre bueno, pero aborrece la maquinación de planes malvados.


«El hombre bueno recibe el favor del Señor, pero el intrigante recibe su condena.» (12.2; cf. 6.18)


«El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le agradan las palabras puras.» (15.26)



3. Dios ama la persona honrada en sus negocios, le molesta la falta de honradez.


«El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas.» (11.1; cf. 20.10,23)



4. Dios ama a quien practica la integridad, aborrece a quien persevera en la maldad.


«El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud.» (11.20; cf. 3.32).



5. Dios ama a quien practica la verdad, aborrece la mentira y la falsedad.


«El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad.» (12.22; cf. 6.17,19).



6. Dios ama la oración del justo, rechaza la religiosidad del malvado.


«El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos.» (15.8; cf. 21.27).



De lo que acabamos de observar en Proverbios, se pueden distinguir dos aplicaciones prácticas concerniente a lo que a Dios les gusta y lo que le disgusta: 1) Podemos comprender con más claridad la voluntad de Dios. 2) Aprendemos más sobre el carácter de las personas al conocer lo que a Él le gusta y lo que le disgusta. También podemos decir que Dios es recto, bueno, santo, veraz y justo; que ama la rectitud y odia la maldad.



Proverbios describe a Dios como majestuoso, aquel que todo lo sabe y todo lo puede.


1. Dios conoce las acciones de los hombres, sean buenas o sean malas.


«Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas.» (Pr. 5.21)


«Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos.» (15.3)



2. Dios conoce el corazón del hombre y el motivo de sus búsquedas.


«Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte, ¡cuánto más el corazón humano!» (15.11).


«A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos.» (17.3; 21.2).



Dios es todopoderoso, nada se escapa de su control. Él es soberano, nadie puede frustrar sus planes, a tal grado que pone los gobernantes de las naciones.


«En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado.» (21.1).



Dios incluye en sus planes a quien se le revela como al malvado.


«Toda obra del Señor tiene un propósito; ¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre!» (16.4).



En la batalla, lo militar tiene su valor y fortaleza; pero por encima de él se afirma el poder soberano del Señor.


«Se alista al caballo para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor.» (21.31).


«Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del Señor.» (16.33).



La soberanía del Señor es tal, que se manifiesta en las palabras y en los pasos que siguen los hombres. Uno planea un viaje con precisión de detalles, y se echa a caminar. Desde ese momento el Señor va acompañando, dirigiendo y afirmando cada paso del hombre.


«El hombre propone y Dios dispone.» (16.1).


«El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor.» (16.9).



El Señor está a cargo de su creación. A tal grado, que nunca perderá el control de ella. Ninguna criatura ni en el cielo ni en la tierra se le puede enfrentar.


«No hay habilidad ni hay prudencia ni hay consejo frente al Señor.» (21.30, NBE).



La bondad infinita y la grandeza de Dios están muy lejos del alcance del hombre. Tanto que nunca podrá entender o conocer al Señor al menos que este lo busque y se revele, e inicie una relación estrecha.


«Soy el más ignorante de todos los hombres; no hay en mí discernimiento humano. No he adquirido sabiduría, ni tengo conocimiento del Dios santo. ¿Quién ha subido a los cielos y descendido de ellos?» (30.2-4)



El conocimiento de Dios es tan relevante que el hombre no podrá entenderse a sí mismo sin Él. El hombre ha de poner todo su esfuerzo y empeño, pero siempre contando con Dios, quien en última instancia señala el camino y decide la suerte.


«Los pasos del hombre los dirige el Señor. ¿Cómo puede el hombre entender su propio camino?» (20.24).



Dios ha elegido estar íntimamente vinculado en los asuntos de los hombres. Como decía alguien «Él está presente y no está callado». Quiere acercarse tanto que está pendiente aún de pequeños detalles como las pesas sean exactas.


«Las pesas y las balanzas justas son del Señor; todas las medidas son hechura suya.» (16.11)



Él está enterado de las necesidades del justo, responde a ellas.


«El Señor no deja sin comer al justo, pero frustra la avidez de los malvados.» (10.3)



Él no permitirá maldad y la injusticia queden impunes, ni que la amabilidad quede sin recompensa.


«El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de verlo en la ruina no quedará sin castigo.» (17.5)


«Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones.» (19.17)



Proverbios 14.31 se habla de la explotación del pobre. Su Creador lo hizo hombre, no pobre; es el explotador quien lo hace pobre. El resultado es el clasismo y el enseñoramiento. Si juntamos 14.31 y 17.5, resultan dos lecciones: uno explota a otro y después lo desprecia; o bien, no sólo es delito el explotar, también despreciar a un ser humano débil, lo cual provoca a su Creador. Cuando la dignidad humana es ofendida, Dios se da por ofendido.



¿Quién se ocupa del pobre indefenso y abandonado? 19.7 responde, Dios, «cuida a los huérfanos y defiende a las viudas» (Sal. 68.5, BLS), puede ocuparse directamente del desvalido. Comúnmente lo hace moviendo a piedad el corazón de los hombres. Y eso lo puede hacer con una sentencia en su Palabra. (Véase Dt. 15.1-11) Este pasaje indica que Dios carga con la deuda, sale garante, y paga con su bendición. (Dt. 15.11)


«En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte.» (11.4)



El sentido es: cuando llega el momento de rendir cuentas ante un juez, de nada valdrán las riquezas, porque no aceptará soborno el juez imparcial, el juez que sabe indignarse frente a la injusticia y sentenciar según el sentido de «indignación». Lo que vale es la inocencia del honrado. que Dios juzgará a las personas por sus hechos. (Véase 11.21; 17.5; 19.5; 28.20).


«Pues aunque digas, «Yo no lo sabía», ¿no habrá de darse cuenta el que pesa los corazones? ¿No habrá de saberlo el que vigila tu vida?» (24.12)



Ya hemos dicho que hasta el malvado tiene un propósito en los planes divinos. (Pr. 16.4) También dice que el juicio de las personas malvadas será conforme a lo que merecen. (Véase Gál. 6.7)


«El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte.» (11.19)


«Cada uno se sacia del fruto de sus labios, y de la obra de sus manos recibe su recompensa.» (12.14)


«El que lleva a los justos por el mal camino,


caerá en su propia trampa; pero los íntegros heredarán el bien.» (28.10; compárese con 14.14,32)



Esto tiene que ver con la doctrina bíblica de la retribución, cada persona recibe lo que se ha ganado. Los malvados recibirán lo que se merecer, la bendición del justo es diferente.



Lo que está diciendo 28.10, es que aquellas personas que se encuentran en puesto de autoridad: rey, gobernante, sacerdote, profeta, pastor, apóstol, anciano; recibirán lo que se merecen. Es todo un proceso que va encadenado: el corruptor se hunde, los que se mantienen íntegros (no se dejan extraviar) heredan los bienes de Dios. Al Creador le molesta la maldad de su pueblo:


«¡Pobre pueblo mío, oprimido por niños y gobernado por mujeres! ¡Pobre pueblo mío, extraviado por tus guías, que tuercen el curso de tu senda!» (Is. 3.12)


«La cabeza son los ancianos y la gente de alto rango; la cola son los profetas, maestros de mentiras.» (Is. 9.15)


«Algo insólito he observado entre los profetas de Samaria: profetizaron en nombre de Baal, y descarriaron a mi pueblo Israel.» (Jr. 23.13)


«Esto es lo que dice el Señor contra ustedes, profetas que descarrían a mi pueblo: «Con el estómago lleno, invitan a la paz; con el vientre vacío, declaran la guerra…».» (Miq. 3.5)



Proverbios dice que Dios busca a las personas. A pesar, de que aquellas personas que pecan van a enfrentarse a Él como juez. Dios ama al pecador y quiere que se arrepienta. (Véase Ezequiel 18.1-32) Él desea tener una relación estrecha con quienes le aman. (Véanse Pr. 11.1; 3.32; 12.22; 15.8, 9, 26; 16.5; 17.15; 20.10, 23) Las personas justas obtienen vida por la gracia de Dios no por sus propios méritos.


«Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad.» (3.32)



Al considera Proverbios 9.5-6 como una invitación de Dios a cenar, podemos notar una estrecha semejanza a la invitación de Apocalipsis 3.20. Ambos pasajes indican Su deseo de tener una relación muy cercana con su pueblo.



Dios ha permitido que los hombres le conozcan porque se ha revelado desde la creación. (Véase Pr. 3.19-20; 8.22-31). Dios puede conocido por medio de la enseñanza de las personas sabias. (Pr. 2.1-11) Pero sobre todo se revela en su Santa Palabra. (Pr. 3.5-6)