Psicología y pastoral de la familia desplazada

por Carlos Pinto

Se necesita el diseño de programas pastorales para que los desplazados tengan la oportunidad de expresar su ira y dolor a fin de que no utilicen mecanismos de defensa equivocados. Expresarse con orientación bíblica les permitirá completar el ciclo de duelo.

La familia latinoamericana desplazada por violencia social o económica, o por violencia política comparte un mismo sentir: el haber sido forzada voluntaria o involuntariamente a dejar su casa, su familia, su pueblo o su país por razones de fuerza mayor. Este «abandonar» generalmente no se percibe como una pérdida que requiere ser procesada como cuando una persona enfrenta la pérdida de un ser querido.

Sin embargo, cuando la familia es desplazada experimenta la muerte de sus sueños e ideales, la muerte de su red social, amistades e iglesia, que proveían fortaleza psicológica y espiritual en su diario vivir. La familia desplazada enfrenta también la muerte de su «ego familiar» o identidad familiar, que poseía en la ciudad que creció o radicó.

El trauma de las familias desplazadas

El tener que abandonar su «tierra», el desplazarse en forma forzosa y el estar obligada a adaptarse a un nuevo lugar y a una nueva forma de vida, conlleva diversos tipos de pérdidas, muertes y renaceres. La familia desplazada está forzada a dejar morir inconsciente o conscientemente los ideales que se había forjado para sí misma. Lo positivo es que este proceso se da como un mecanismo de defensa psicológico que le permite a la persona o familia desplazada «hacer raíces» en el nuevo lugar. Al parecer, aunque sea doloroso, es importante abandonar para poder iniciar algo nuevo. Por el contrario, el no terminar este ciclo provoca que siempre se viva en calidad de inmigrante, o bien, en una crónica melancolía.

El ser humano fue creado por Dios para vivir en comunidad, en relación con otros y con Dios. En este sentido el desplazamiento forzado arranca a la familia del contexto sociocultural propio, el cual ha sido generador indirecto de la personalidad del individuo y la familia. Por esta razón, lo familiar se transforma en no familiar, en desconocido. Es así, como uno de los resultados del desplazamiento o migración forzada es un sentimiento de alienación (se siente ajeno a su vida auténtica). Un sentir que no afirma ni refleja el shalom o paz integral, en el cual Dios quiere que ella viva.

Explicación Psicología

¿Cuál podría ser una forma de explicar la psicología de la familia desplazada? ¿Cómo explicar los duelos, dolores y oportunidades que ella experimenta? La mayoría de la literatura clínica en este tema rescata dos tipos de consideraciones: 1) el trauma provocado por la pérdida y el duelo planteado por Freud, y 2) el factor de resiliencia humana de necesitar vivir en relaciones dondequiera que viva, lo cual es planteado por la nueva escuela interpersonal psicológica. Bíblicamente, la migración forzada puede percibirse como la oportunidad de recordar que el pacto de Dios es eterno, mientras que las crisis humanas son temporales.

Según Freud, la persona que experimenta una pérdida puede reaccionar en forma normal o patológica. Para él, la pena es lo normal en situaciones de pérdidas y la melancolía o depresión podría ser lo patológico. Lo primero, causa una desconexión con otros y lo segundo, implica desconectarse con el propio ser.

Freud indicó que la pena es una reacción normal causada por la pérdida de un ser querido o de un ideal. En este sentido pérdidas materiales o no materiales provocan dolor y pena, creando una actitud pesimista sobre la vida en general. La melancolía, por el contrario, afirma Freud, podría estar asociada a cierto grado de patología. Este estado se caracteriza por un profundo sentir de desesperanza, rechazo, alienación, desánimo por la vida, falta de interés por relacionarse con otras personas, etcétera. En este estado la persona o familia siente un profundo vacío existencial.

Utilizando este marco de referencia una familia desplazada, al ser despojada de lo suyo, provoca que sus integrantes sientan pena o puedan caer en estados depresivos. Esta melancolía no tratada provoca que las personas se aíslen o desconecten emocionalmente unas de las otras. En otros casos, este dolor y vacío emocional se intentan mitigar con el abuso del alcohol, drogas, sexo, sobrecarga laboral, etcétera.

Señales de alerta

La familia desplazada puede sentir que ha sido maltratada violentamente por un sistema social que los fuerza a abandonar lo suyo. Cuando esta pena e ira no son procesadas, pueden conllevar a lo que se conoce como «identificarse con la persona agresora«. Por ejemplo, la familia que se siente víctima de la agresión de ser desplazada, asume en otros momentos el rol de agresora frente a otras familias o personas débiles, desplazándolas. Este es un mecanismo de defensa que intenta, en forma equivocada, compensar por el dolor sufrido, ejecutando en otras personas algo similar a lo que provocó inicialmente el dolor intenso o traumático en ellas.

Por esta razón, es importante diseñar programas pastorales en los que las familias desplazadas expresen su ira y su dolor. Al hacer esto en grupos de cuidado pastoral, se experimenta y se culmina el proceso del duelo. Las iglesias tienen en este sentido una estructura terapéutica por la cual se puede ofrecer esta dinámica de grupo. Estudios bíblicos donde se muestren familias desplazadas y se valide lo normal de sentir ira, rechazo, pena y otros sentimientos como naturales, darán paso a que las familias participantes expresen también sus emociones en relación a su desplazamiento. Por el contrario, el no participar en este proceso terapéutico puede conllevar que las familias incurran en el deseo inconsciente de asumir el papel del agente agresor frente a otras personas débiles. A su vez, a otras personas un duelo incompleto les conllevará vivir en un estado crónico de depresión y ansiedad, lo cual impide que sean agentes de vida con su pareja, sus hijos u otros familiares.

¡Hay esperanza para los desplazados!

La escuela interpersonal psicológica indica que la persona tiene una necesidad inherente de vivir en comunidad y que este factor la obliga a reconectarse, aun cuando ha sentido rechazo o alienación por haber sido víctima de un evento traumático. Posición que es consistente con nuestra fe cristiana. Dios nos ha creado para vivir en relaciones.

En este sentido la necesidad de reconectarse luego de experimentar aislamiento debido al desplazamiento forzado, puede capitalizarse nuevamente estableciendo grupos de pares como: madres, parejas, o hijos de familias desplazadas. Las iglesias podrían abrir sus puertas para permitir que estos grupos se constituyan y expresen sentimientos comunes.

El hecho de que cada persona cuente su historia de tragedia disminuye la intensidad de sentimientos de querer desconectarse y aumenta el deseo de reconectarse con otras personas. En estos grupos se puede animar a las personas a recordar lo sucedido y a revivir los ideales tenidos previos al desplazamiento, a conectarse con un nuevo grupo (iglesia), lo cual puede ayudar a la familia a reorganizarse en su nuevo proyecto de vida y si este incluye la reconciliación en Cristo, será aun mucho mejor.

La crisis delos niños de familias desplazadas

El desplazamiento forzado de una familia a otro país u otra región provoca en el niño un impacto psicológico complejo, el cual repercute en su salud emocional y en el desarrollo de su identidad. A su vez, los padres en situaciones de desplazamiento atraviesan al inicio un período de incertidumbre y depresión, lo cual disminuye sus capacidades parentales de ser fuente de estabilidad emocional para sus criaturas. En situaciones como éstas los niños se ven forzados a asumir roles seudoparentales, acelerando su desarrollo y actúan en forma responsable en el cuidado y mantenimiento de la familia.

Sus héroes en crisis: omnipotencia vs. impotencia

Los niños crecen percibiendo y sintiendo que sus padres son omnipotentes, que son quienes siempre satisfacen sus necesidades y proveen el valiosísimo sentido de seguridad. Este es un tipo de experiencia y sentir que es requisito indispensable para que los niños crezcan con un buen grado de salud mental. El percibir que sus padres son omnipotentes y capaces de protegerlos es interiorizado, de modo que conforman parte de su propia identidad.

Sin embargo, el niño desplazado confronta la desmitificación de tener padres omnipotentes y es forzado a percibirlos como impotentes, incapaces de tener control sobre sus vidas y sobre la de sus hijos. Este sentir crea desilusión y pérdida de la perspectiva que las criaturas asumen al creer que sus padres y adultos son personas confiables. Por el contrario, la experiencia del desplazamiento les enseña que el medio en que viven es hostil y que no hay seguridad en la vida ni en sus padres, lo cual es un elemento nocivo para la salud mental de los niños.

El percibir que la sociedad, es decir, la gente adulta, es injusta, provoca una desilusión de vida que afecta la identidad que la criatura está forjando. Por ejemplo, el adolescente que tiene que vivir en una casa de refugio se pregunta el por qué tiene que estar en esta situación, o a dónde o a qué país pertenece. También observa que otras personas se refieren a él como desplazado y se pregunta si realmente es una persona digna. Estas y otras preguntas son reflejo de la afección que el niño enfrenta en su proceso de identidad, en su condición de desplazado.

Confiar o no confiar

La capacidad de confiar en sus padres o en otros adultos y en si mismos, es desarrollada por los niños a medida que tengan experiencias donde sus padres u otras personas muestren ser individuos confiables. No obstante, el niño desplazado vive muchas veces en situaciones donde se respira la inestabilidad, el temor, la incertidumbre, e inclusive la violencia. Este tipo de ambiente genera en la criatura un sentimiento de desconfianza, lo cual al ser internalizado conlleva a impedirles relacionarse con otras personas y más bien a vivir en constante estado de hipervigilancia y desconfianza. Esta actitud muchas veces es interpretada por otras personas como una barrera para ayudar al niño desplazado quien se presenta como una persona áspera y dura, que no desea ser ayudado cuando en realidad es todo lo contrario. En estos casos una conducta agresiva o de rechazo puede expresar un grito desesperado de una necesidad de atención encubierta.

Tareas y oportunidades

Si consideramos que los niños sufren la desilusión de percibir que sus padres son impotentes y no omnipotentes, se hace necesario entonces ayudar a los padres desplazados a poder tener más control sobre sus vidas y sus emociones. Es importante recordar que esta situación es una crisis psicosocial y por lo tanto, el buscar formas en que los padres puedan lograr un empleo temporal o ingresos económicos, puede contribuir a que se sientan que tengan mejor control de sus vidas y de la de sus hijos. Esto será percibido por sus hijos, de modo que generará mayor confianza en sus padres y en consecuencia en ellos mismos.

La iglesia está llamada a ser una comunidad donde las familias desplazadas y sus niños puedan ser aceptados, valorados y amados. El proveer este tipo de experiencia, de amor cristiano, provocará que los niños contrarresten sus dudas sobre su desconfianza hacia otros y sobre su valor propio. Cuando el niño experimenta que hay adultos en los cuales puede confiar y que hay personas que no los tratan con el estigma de ser un niño desplazado, sino como alguien más en la comunidad, su estado emocional y su proceso de identidad serán reparados. El amor de Dios dado por su iglesia a niños desplazados es un mandato, eso mismo hizo Dios con nosotros.

Grupos de apoyo

La iglesia como comunidad terapéutica es una de las mejores opciones para desarrollar grupos de apoyo pastoral y psicológico para familias que están viviendo en el desplazamiento. Es más, para la fe cristiana el desplazamiento o el vivir en tierras no propias es un tema elemental que vivió el pueblo de Israel. Abraham fue llamado por Dios a dejar su tierra, su familia para vivir en Canaán, una tierra desconocida (Gén 12. 1-5). En este sentido en la historia del pueblo de Israel encontramos una serie de experiencias que podrían ser similares a las que la familia inmigrante en América Latina, experimenta. En este contexto al llamar al pueblo de Israel a dejar su tierra, Dios también hace una promesa: «Él nunca abandonará, ni dejará». Este pacto y promesa es el factor que sostuvo emocionalmente al pueblo de Israel en su calidad de desplazado. En la actualidad, la iglesia latinoamericana tiene la oportunidad y la responsabilidad de perpetuar y hacer tangible esa misma promesa mediante programas que muestren el amor divino en forma concreta.

Primera etapa

En la primera etapa del trabajo grupal con familias desplazadas, generalmente el tiempo se usa para facilitar el que los participantes expresen sus emociones. En estas reuniones de grupo los participantes hacen evidente una necesidad imperante de expresar sus memorias dolorosas relacionadas al abandono forzado. El poder expresar su dolor y escuchar el dolor de otras personas en similar condición es muy terapéutico en esta fase inicial. Este es el momento que requiere mayor paciencia y directividad.

Segunda etapa

La segunda etapa de trabajo grupal con familias desplazadas es caracterizada por un diálogo más ecuánime entre las personas participantes. Las reuniones son más dinámicas y generalmente se facilita un espacio donde las personas se animan y discipulan mutuamente identificando el cómo la fe en Dios ha sido de ayuda en lograr adaptarse a su condición de familia desplazada. En esta etapa se observa un intercambio de información muy rico, donde los participantes informan cómo han conseguido trabajo, cómo han podido sobreponerse espiritualmente a la pérdida y cómo han logrado mayor estabilidad familiar. Estudios bíblicos sobre la vida de Moisés, Abraham, Rut, podrían servir de inspiración.

Existen también momentos de desconcierto y desaliento cuando algunas personas participantes no vuelven. El efecto de esta ausencia requiere ser dialogada en grupo. En otros momentos, algunas personas critican a los participantes porque no son muy expresivos en las reuniones, en las tales es importante releer los acuerdos establecidos por el grupo al inicio y el afirmar el derecho del silencio o de compartir, pues esto disminuirá los malos entendidos.

Tercera etapa

La tercera etapa del trabajo grupal con familias desplazadas está caracterizada por la expresión de los ideales de las familias y personas participantes. Muchas de las personas hablarán sobre el volver a sus pueblos de donde vinieron, otras hablarán sobre su deseo de quedarse y establecerse en el nuevo lugar o en la nueva iglesia que los cobijó. A su vez, el tema sobre cómo los hijos se proyectan en el futuro es frecuente en esta etapa. La lucha de lealtades es para las personas adultas un conflicto, desean apoyar a sus hijos a quedarse y a la vez sienten responsabilidad de volver para ayudar a los familiares que quedaron. La posibilidad que se genere conflictos o diferencias de opinión en este tema es muy alta. El facilitador del grupo, necesita asumir un papel de mediador en estos momentos.

Etapa final

Por último, el trabajo en grupo con familias desplazadas está caracterizado por un período de sentimientos conflictivos. Las familias o personas participantes expresan alegría y gratitud; pero, a la vez, expresan dolor o frustración por la culminación de esta experiencia de haber convivido con un grupo de apoyo, con quienes se han sentido muy identificados por el vínculo emocional que se desarrolla como resultado de haber dialogado sobre temas muy íntimos.

Esta etapa de finalización del trabajo de grupo requiere un cuidado mayor, ya que se desea evitar que sea abrupta y retraumática. El anunciar la fecha por anticipado sobre cuando se darán las últimas reuniones de grupo, ayudará a la expresión de sentimientos relacionados a la finalización de la experiencia. El realizar un rito de despedida progresiva y final, ayuda a cerrar esta etapa en una manera adecuada. La idea es evitar que este momento final se convierta en otro evento de pérdida, similar al que sintieron al tener que dejar sus casas y familiares por motivo del desplazamiento forzado.

A modo de cierre, quisiera indicar que la propuesta de trabajo con familias desplazadas debe responder a un enfoque psico-socio-espiritual. Esta orientación requiere una práctica interdisciplinaria que tome en cuenta las necesidades subjetivas y objetivas de la persona a quien se desea ayudar. En resumen, la tarea psicológica y pastoral es ayudar a la persona, pareja o familia a integrar esta experiencia dejando algo del pasado y recibiendo lo nuevo del presente y del futuro. Es un proceso de reconciliación con uno mismo, con su familia, con su sociedad y con su Creador, donde cada persona experimenta una muerte y un renacer.

El autor es Peruano, realizó estudios doctorales en Psicología Clínica y Familiar, es Coordinador de la Asociación Latinoamericana de Asesoramiento y Pastoral Familiar, EIRENE, también dirige la División de Educación de HCJB para América Latina.

Ideas básicas de este artículo

√ La persona que experimenta una pérdida puede raccionar en forma normal (pena: desconexión de otros) o patológica (melancolía o depresión: desconectarse de él mismo).

√ Se necesita el diseño de programas pastorales para que los desplazados tengan la oportunidad de expresar su ira y dolor a fin de que no utilicen mecanismos de defensa equivocados. Expresarse con orientación bíblica les permitirá completar el ciclo de duelo.

Preguntas para pensar y dialogar

  • ¿Cuáles son las dos formas en que según Freud, una persona reacciona frente a pérdidas materiales o no materiales?
  • Cuando una persona no procesa su ira o su tristeza producto de una pérdida ¿qué tipo de actitud o comportamiento tiende?
  • ¿Cuál es el factor esperanzador, en el contexto de la familia desplazada, según la psicología clínica y que además es consistente con la fe cristiana?
  • ¿Cuál es el elemento nocivo que deja en los niños la experiencia del desplazamiento?
  • ¿De qué manera se puede ayudar a los padres de familias desplazadas, para que puedan ser percibidos por sus hijos como personas «confiables«, lo cual es un requisito para su salud mental?
  • ¿De qué manera el autor califica a la Iglesia como un espacio de ministerio a la familia desplazada?
  • ¿Cuáles son las características fundamentales de las cuatro etapas de un trabajo de grupo con familias desplazadas?
  • ¿Existe en su iglesia un programa para familias desplazadas )?
  • ¿Qué ideas o conceptos de este artículo puede ayudarlo a desarrollar un programa de apoyo pastoral a la familia desplazada en la iglesia en que usted está involucrado?
  • ¿Podría hacer un listado de los casos de «desplazados» que hay en la Biblia?
  • Según la Palabra de Dios ¿de qué forma deben ser tratados los extranjeros?