por Eunice Bryant
Mientras el joven regresaba a su silla y los demás lo aplaudían, Carlos se dio cuenta de que no era el único que tenía lágrimas en los ojos. Le sorprendió el valor de este muchacho de exponer situaciones que no se responden con un simple SI o NO.
El pastor Arnoldo Ramírez continuó dedicando los jueves en la noche al grupo juvenil, al que ahora asistían unos 350 jóvenes. En esa reunión el pastor no predicaba. Era más bien una clase en la que los jóvenes expresaban sus opiniones acerca del tema que se había anunciado el domingo anterior. Por supuesto, el pastor siempre llegaba preparado, con pasajes bíblicos y libros apropiados.
El tema anunciado para la siguiente reunión, «¿Bueno, malo o…?», había despertado gran curiosidad. Así que, el domingo en la noche el pastor explicó que hablarían de decisiones éticas que son claras, y de otras en las que, para saber qué hacer, necesitamos pedir la dirección especial del Espíritu Santo o aplicar principios bíblicos.
Ese jueves, sin embargo, al llegar la hora del estudio, no fue el pastor quien se puso de pie frente al grupo, sino el profesor Carlos. Precisamente ese día el pastor había tenido que hacer una decisión que estaría en la categoría de lo que no es ni bueno ni malo éticamente. Desde las tres de la tarde había estado al lado de un vecino que estaba muriendo en el hospital. El vecino y su familia no eran creyentes. Pero, aunque no pertenecían a la iglesia, eran personas que en ese momento necesitaban apoyo, y el pastor Ramírez sintió que su responsabilidad era estar con ellos durante esas horas de congoja.
A la vez estaba consciente del numeroso grupo de jóvenes que estarían esperándolo en la iglesia. Después de orar pidiendo la dirección de Dios, telefoneó a Carlos para pedirle que tomara su lugar. Le explicó la situación y le indicó rápidamente algunos temas que había desarrollado durante la semana para ayudar a los jóvenes en sus decisiones éticas.
Carlos conocía a su pastor y sabía que no acostumbraba pedir esa clase de ayuda a última hora. Además, estuvo de acuerdo con su decisión. La presencia del pastor en esos momentos podría marcar una gran diferencia en la vida espiritual del moribundo y su familia.
En camino a la iglesia, Carlos pidió al Señor que lo ayudara y que dirigiera sus ideas para la tarea que le esperaba. Tanto él como el pastor acostumbraban prepararse bien para sus asignaciones, estudiando diligentemente la Palabra de Dios y los mejores libros sobre el tema que tratarían. Pero en esta ocasión, él no había podido hacerlo.
Cuando Carlos explicó la emergencia que se había presentado, dos jóvenes se ofrecieron para orar por el pastor, el vecino y su familia. Después de las dos oraciones sinceras y llenas de compasión por los que estaban sufriendo, Carlos oró por la reunión que estaban iniciando, y también por la salvación del hombre que estaba muriendo.
Luego inició el estudio pidiendo que un joven leyera Gálatas 5.14-26. El grupo discutió el pasaje dando especial atención al versículo 14.
Carlos preguntó: «Cuando no podemos responder con un «no» o un «sí» definido basándonos en las Sagradas Escrituras, ¿cuáles son los requisitos básicos para hacer una decisión ética? »
Los jóvenes dieron tres respuestas excelentes y Carlos las escribió en la pizarra: (1) Un corazón purificado del pecado innato y lleno del amor de Dios; (2) la dirección del Espíritu Santo; y (3) conocimiento adecuado de la Biblia.
Carlos sonrió y comentó que, evidentemente, el pastor Ramírez les había enseñado muy bien los principios fundamentales. Luego preguntó cuántos de ellos leían la Biblia todos los días. En ese momento, Carlos observó que muchos jóvenes de pronto sintieron la necesidad de mirar sus zapatos.
Su siguiente pregunta causó aún más vergüenza que la anterior. Quiso saber quiénes estaban memorizando pasajes bíblicos a fin de estar preparados para las batallas espirituales. Al escuchar un murmullo general, Carlos hizo hincapié en lo necesario que es estudiar la Biblia persistentemente. En ese momento recordó la experiencia de un amigo, y sintió que el Espíritu Santo lo guiaba a relatarla porque ayudaría a sus jóvenes oyentes:
«Tenemos un amigo que ha servido por muchos años en el ejército. Es un hombre que reflexiona mucho. En tiempo de guerra, siendo él capitán, asombraba a sus compañeros vez tras vez por su ingenio en momentos de crisis. Pensaban que era un hombre muy inteligente, con la rara capacidad de examinar rápidamente las alternativas, y decidir con astucia el mejor curso de acción en ese momento.
»Pero no era así. Aunque era inteligente, su habilidad para decidir al enfrentar al enemigo tenía una explicación especial. En tiempo de guerra los soldados deben acostarse temprano cuando no tienen una asignación inmediata. De ese modo no encienden las luces y no revelan su ubicación al enemigo.
»Obediente al reglamento, este capitán se acostaba temprano, pero a menudo no dormía. Sabiendo que enfrentaría ataques del enemigo, se quedaba despierto reflexionando en las alternativas que tendría. La pregunta básica que se hacía era: «¿Qué haría yo si…?»
»Imaginariamente creaba diferentes situaciones que podrían ocurrir, y luego consideraba cuál sería la reacción más apropiada para cada una.
»Sus principales objetivos eran defender su patria de la mejor manera posible, no destruir a los inocentes que pertenecían a la nación enemiga, y proteger la vida de los hombres que estaban bajo su mando. Obviamente este triple objetivo lo llevaba a decisiones problemáticas.
»En su catre, bajo las sábanas, a veces encendía la linterna cuidando que la luz no lo delatara a él ni a sus compañeros. Allí trazaba en papel las posibles situaciones cruciales que podrían enfrentar en las semanas venideras, y comparaba las alternativas que tendrían. En cada caso reflexionaba sobre los aspectos éticos y su responsabilidad militar. Así, cuando llegaban los momentos de crisis, este capitán ya había considerado las opciones y había llegado a conclusiones sabias. No tenía que malgastar tiempo crucial para hacer una decisión apropiada.
»Por supuesto, para muchos asuntos éticos de la vida no tenemos soluciones adecuadas que hayamos determinado de antemano. Enfrentamos situaciones sorprendentes que requieren respuestas inmediatas, y, como cristianos, debemos hacer decisiones que reflejen el espíritu de Cristo. Para ello, necesitamos tener un amplio conocimiento de las Sagradas Escrituras y ciertas respuestas básicas para la pregunta: «¿Qué haría yo si…?»»
¿Debemos ayudar a los alcohólicos que nos piden dinero?
Un joven se levantó y pidió permiso para usar el micrófono. Dijo que había pensado mucho sobre el tema de esa noche y estaba decidido a hacer nuevos votos al Señor: De estudiar la Biblia y otros libros que lo prepararan para decisiones éticas difíciles. Luego les contó la experiencia de su padre, quien había sido miembro fiel de esa congregación por muchos años.
«Mi papá es un estudiante entusiasta de la Biblia y cree firmemente que necesitamos buscar la voluntad de Dios al hacer decisiones. Un problema que lo ha perturbado muchas veces es dar dinero a los alcohólicos que piden limosna. Algunos llegan a nuestra puerta para explicar la «emergencia» en que se encuentran y pedir ayuda. Dicen que su esposa está muriendo, o que no tienen alimento para los hijos, o que no tienen con qué cubrir al bebé. ¡La lista es larga y variada!
Pero, es difícil saber si dicen la verdad, y mi papá piensa que es incorrecto darles dinero si lo van a usar para comprar licor y arruinar su salud.No quiere contribuir al vicio que los tiene esclavizados. En ocasiones les ha ofrecido comida, pero aunque hayan dicho que no han comido durante días, no es comida lo que quieren. En otros casos, cuando supuestamente necesitaban medicinas para algún familiar, mi papá se ofreció a ir con ellos a la farmacia y comprárselas, pero presentaron otra excusa para seguir pidiendo dinero.
»Mi padre es generoso y compasivo, pero después de estas experiencias, llegó a la conclusión de que la ética cristiana le prohibía dar dinero a los alcohólicos. Por tanto, decidió que nunca más lo haría.
»Un día llegó a nuestra puerta un pobre limpiabotas. Mi papá lo conocía, porque muchas veces había usado sus servicios en el parque central del pueblo donde vivíamos. Mis padres sabían que ese hombre era alcohólico. En varias ocasiones lo habían visto en la calle, borracho e inconsciente. Muchas veces, mientras hacía su trabajo, mi papá había tratado de mostrarle el camino a Cristo, pero nunca mostró interés.
»Sin embargo, el día que llegó a nuestra casa, ese hombre pidió sólo un poco de dinero para comprar betún. Le explicó a mi papá que quería lustrar suficientes zapatos ese día para pagar el pasaje de autobús a otra ciudad. Esa noche predicaría allí un evangelista, y el limpiabotas quería escucharlo porque hablaría en su propio dialecto.
»A decir verdad, era la primera vez que mi papá escuchaba esa clase de «excusa». Su primera reacción fue completamente negativa, pero pidió al Señor que le guiara y sintió que él le indicaba que le diera el dinero.
»Mi padre no sabía que el Espíritu de Dios había estado obrando en el corazón del limpiabotas y que ese sería su día de salvación. El hombre compró betún, lustró suficientes zapatos para pagar su viaje, y esa misma noche pasó al altar en una iglesia que estaba visitando por primera vez. Después de recibir la salvación de Dios, nunca más tomó licor, y llegó a ser un creyente fiel que evangelizaba a sus clientes en el parque central, mientras lustraba sus zapatos. Hoy aquel limpiabotas está en el cielo, y mis padres son cada vez más sensibles a la voz de Dios cuando necesitan hacer una difícil decisión ética».
Mientras el joven regresaba a su silla y los demás lo aplaudían, Carlos se dio cuenta de que no era el único que tenía lágrimas en los ojos. Aunque esperaba contar con la participación de los jóvenes, le sorprendió el valor de este muchacho y otros que presentaron situaciones para las que no hay una respuesta fácil de «sí» o«no». Realmente ellos estaban abriendo el camino para que el grupo reflexionara.
Carlos comprobó también que el pastor Ramírez, bajo la inspiración del Espíritu Santo, había creado entre losjóvenes un ambiente de aceptación hacia todas las personas. Eso hacía posible la clase de participación que había en ese grupo tan numeroso de jóvenes. Como profesor de universidad, él pudo notar la diferencia entre ese ambiente y el de sus clases seculares.
¿Qué hacer ante la posibilidad de tener buenas ganancias por medio de negocios oscuros?
¡Vender Licor!
En ese momento otro joven tomó el micrófono y contó una historia acerca de su hermano mayor.
«Muchos de ustedes conocen a mi familia, y algunos están en la clase de escuela dominical que mi hermano Armando enseña. Durante sus primeros años en esta iglesia, él fue un creyente fiel. Sin embargo, durante la adolescencia se alejó de Dios y por dos o tres años probó las cosas del mundo; entre ellas, el vicio del alcohol. El Espíritu Santo trabajó fielmente en su vida durante ese tiempo, y muchos hermanos de la iglesia intercedieron por él. Imaginen la celebración que tuvimos en casa cuando Armando anunció un día que en su dormitorio había orado y pedido a Dios que lo perdonara, y que estaba decidido a seguir a Jesús.
»Armando siempre fue buen estudiante, excepto por los años cuando estuvo esclavizado por los vicios. Al graduarse de la universidad, consiguió empleo en una compañía muy conocida. Los otros empleados pronto vieron que él era un hombre recto y muy capaz.
»Cuando uno de sus compañeros de oficina decidió abrir su propio negocio, naturalmente pensó que le convendría contar con un empleado como Armando. Así que, le habló de sus y le ofreció el doble del salario que mi hermano estaba ganando.
»Armando le explicó que tendría que notificar a la compañía y darles tiempo para encontrar a otro que ocupara su lugar. Además le dijo: «Antes de tomar ese paso, voy a orar y pedir a Dios que me dirija en la decisión». Ese compañero profesaba ser cristiano, pero francamente no comprendió por qué debía buscar la dirección de Dios.
»Mi hermano inmediatamente comenzó a pedir a Dios que lo guiara en cuanto al cambio de empleo. Por supuesto, le entusiasmaba la posibilidad de dar el doble del diezmo a la iglesia y más ofrendas para las misiones, y suplir para muchas necesidades de nuestros padres que tenían pocos recursos financieros.
»Sin embargo, cada vez que pensaba en la oferta, sentía que por alguna razón debía esperar e investigar más a fondo la situación.
»Armando no sabía que su amigo pensaba vender licor. Un día, mientras hablaban del nuevo negocio, lo mencionó como un artículo más que venderían. Armando comenzó a entender entonces el motivo de sus dudas y dijo que seguiría orando, porque aún no estaba seguro de lo que Dios quería.
»El compañero trató de animarlo mencionando el doble salario y otros beneficios. Cuando mi hermano expresó que no se sentía tranquilo con la idea de trabajar en una compañía que vendiera licores, su amigo le dijo sorprendido: «¡Hombre, esas son las ventas que aseguran ganancia! ¡Todo el mundo bebe vino o cerveza!» Aunque luego le aseguró que si tenía «prejuicios religiosos», él no tendría nada que ver con esas ventas, Armando salió de la oficina casi seguro de cuál era la voluntad de Dios en ese caso.
»Sin embargo, mi hermano no contaba con la presión que recibiría aun de hermanos de la iglesia. Algunos de sus argumentos eran: «Tienes la responsabilidad de ayudar a tus padres económicamente. Si no cumples con tu deber, no eres cristiano». «Dios te está dando esta oportunidad. Piensa en las ofrendas que podrías dar para que los misioneros vayan a otras culturas. Arriésgate. Si Dios te abrió esta puerta, no debes cerrarla sólo por prejuicios contra el licor». «Tú no vas a tomar el licor, y no eres responsable por lo que hagan los que lo compren».
»La presión fue tan fuerte que Armando luchó y reflexionó por varios días para tomar la decisión correcta delante de Dios. El argumento principal para él era lo que el Espíritu Santo le estaba diciendo: «¿Recuerdas esos días tristes cuando estuviste encadenado por el vicio del alcohol? ¿Puedes participar en un negocio que contribuirá a la pérdida eterna de otras personas?»
»Armando finalmente rechazó la oferta. Algunos lo criticaron, pero él sintió paz en el corazón porque sabía que era la voluntad de Dios. Unos meses después, Armando volvió del trabajo con una gran sonrisa y exclamó:
«¡Aleluya!»
»Mi mamá salió de la cocina y corrió a la sala preguntando: «¿Qué pasó?». Luego añadió con una sonrisa: «¿Te sacaste la lotería?» Ella sabía que ninguno en la familia gastaría dinero en lotería, porque creemos que un cristiano nunca debe hacerlo.
»Después de mantenernos en suspenso por unos minutos, al fin Armando dijo que había recibido su sueldo, y era exactamente la cantidad que hubiera ganado en el negocio de su amigo. El jefe, al enterarse de la decisión de Armando y sus motivos, había decidido pagarle lo que hubiera recibido en el otro empleo.
»Después de un tiempo Armando recibió otro aumento, de manera que su diezmo y sus ofrendas eran aun mayores. Además, se cumplieron sus sueños de poder ayudar a nuestros padres».»
Cuando el joven terminó su historia, el grupo otra vez respondió con un gran aplauso. Con tino Carlos explicó que Dios no actúa siempre de la misma manera. Pero, hizo hincapié en que ya fuera un caso parecido al de Armando, o uno que demandara años de fe sin tener evidencias materiales de que Dios está en control, lo importante es que le obedezcamos. Dijo: «La persona obediente recibe su recompensa en el tiempo señalado en el calendario divino, y en algunos casos, eso sucede recién cuando la persona llega al cielo.»
¿Economizar comprando artículos de contrabando?
Una muchacha se levantó y dijo: «Hay un caso así en mi vecindario.» Carlos le pidió que pasara al frente para que usara el micrófono.
Ella relató: «Una vecina se gana la vida haciendo ropa para venderla en el mercado. Un día su máquina de coser dejó de funcionar, y sus recursos limitados no le han permitido comprar otra, ni siquiera una usada.
»Una amiga le habló de un lugar donde había visto una máquina de coser a muy buen precio y hasta se ofreció acompañarla. Al llegar, nuestra vecina se dio cuenta de que allí vendíanartículos de contrabando.
»Ella no es de nuestra iglesia, pero es miembro de una iglesia evangélica y tiene principios éticos muy estrictos. Así que, aunque necesitaba la máquina para continuar trabajando, y aunque tenía el dinero suficiente, decidió no comprarla.
»La amiga la criticó diciéndole que las necesidades de su familia eran más importantes que sus prejuicios religiosos, y que Dios no le habría presentado esa oportunidad si no hubiera querido que la aprovechara. Luego le dijo: «Yo también soy cristiana, pero compro contrabando en el mercado negro porque no me alcanza el dinero para comprar en otro lugar».
»La vecina le contó a mi mamá que la tentación de comprar la máquina aquel día había sido muy fuerte. Tuvo que librar una batalla entre su sentido de responsabilidad hacia su familia, y la obediencia a Dios y a las leyes de su patria, pero su conciencia le había dictado la respuesta.
»Esa decisión le costó, porque hasta ahora no ha podido comprar otra máquina de coser. Por el momento ha encontrado otro medio de sostener a la familia, pero sus ingresos son aún más bajos de los que tenía. Mi mamá me contó que con tono de triunfo la vecina dijo: «Pero yo sé en quién he creído. Decidí que en todas las circunstancias de la vida voy a seguir lo que crea que es la voluntad de Dios. Sé que algún día Dios me proveerá una máquina de coser. Mientras, estoy contenta, ¡porque estoy viviendo en la voluntad de mi Padre celestial!»»
Apenas la muchacha terminó su relato, un joven se levantó y dijo: «¿Por qué no juntamos dinero para comprarle una máquina de coser?» En ese momento pasaron los platos para la ofrenda y comenzaron a reunir fondos para ayudar a esa señora de otra congregación, a quien admiraron por ser fiel a su conciencia y a Dios.
Cuando un joven le entregaba a Carlos la ofrenda, llegó Yolanda y le dio a su esposo un papel, a la vez que le decía algo en voz baja. De inmediato Carlos tomó el micrófono y, con una expresión de triunfo, anunció que el pastor había llamado desde el hospital. El vecino había aceptado a Cristo como su Salvador, y otros miembros de la familia también habían pedido perdón a Dios por sus pecados. «Además» dijo Carlos, «tengo la lista de preguntas sobre asuntos éticos que el pastor les iba a hacer esta noche».
Después de mirar el reloj, Carlos anunció que haría copias para que cada uno respondiera las preguntas en su casa. Tendrían que entregar las respuestas al pastor en la siguiente reunión.
«Pero» dijo, «más importante aún que esta lista, es que esta noche demos gracias a Dios. Antes de servirnos los refrescos, expresemos a Dios nuestra gratitud por lo que está sucediendo en este momento en el hospital. Unamos nuestras oraciones en favor de los que están allí pidiendo la salvación de sus almas».
Los muchachos respondieron con gozo a esa invitación. Un verdadero coro de voces se unieron alabando a Dios por los milagros de gracia que estaban ocurriendo en ese mismo momento.
Preguntas sobre asuntos éticos
Las siguientes preguntas son similares a las que el pastor Ramírez preparó para los jóvenes. Para responderlas adecuadamente, el lector requerirá reflexión y oración, basándose en: (1) un conocimiento amplio de la Palabra de Dios; (2) el amor de Dios derramado en el corazón por el Espíritu Santo amor a Dios y amor al prójimo, que es testimonio de una experiencia presente de entera santificación; y (3) la dirección del Espíritu Santo para resolver el problema particular que se presenta.
1. Usted pastorea una nueva iglesia que se reúne en un local alquilado. Con mucho sacrificio la iglesia compró un lote y quiere comenzar la construcción lo más pronto posible. La iglesia solicitó el permiso de construcción y las autoridades de la ciudad dijeron que necesitarían cuatro o cinco meses para decidir. Sin embargo, dieron a entender que si recibieran una «contribución», se aceleraría el proceso. Por experiencia usted sabe que «cuatro o cinco meses» podrían convertirse en nueve o diez. Además, algunos hermanos de la iglesia podrían desanimarse y dejar de asistir a los cultos si tuvieran que esperar tanto.
Sabiendo que las leyes prohiben el soborno, ¿qué haría usted? ¿Ofrecería soborno o esperaría? ¿Por qué debe orar y buscar la voluntad de Dios cuando se encuentre en tales circunstancias?
2. Usted es el líder a cargo de la sociedad juvenil de su iglesia. Un día un joven le confiesa que está luchando con la tentación de regresar a las prácticas homosexuales que tenía antes de asistir a la iglesia. Usted ora con él y cree que ha alcanzado la victoria sobre el problema. Sin embargo, unos días después él regresa y dice que ha reanudado su relación homosexual con un amigo inconverso. Usted ora otra vez con él, le da literatura cristiana acerca del homosexualismo, y él firma un voto prometiendo que no cometerá ese pecado otra vez.
Después de un tiempo, observa que él ha iniciado una amistad estrecha con un joven nuevo del grupo juvenil. Este tiene un gran testimonio y es evidente que se ha consagrado completamente al Señor. Aun ha mencionado que querría ir al seminario y prepararse para el ministerio. Usted tiene un temor bien fundado de que el joven que tuvo, y que quizá todavía tenga, tendencia al homosexualismo, influya negativamente en este nuevo creyente.
¿Debe advertir al joven nuevo en la fe, o debe guardar el secreto porque prometió no mencionarlo a nadie? ¿Cómo puede tratar correctamente este problema y ayudar a ambos jóvenes? Al orar por esta situación, ¿qué cree que le diría Dios acerca de su responsabilidad hacia los dos jóvenes?
3. Usted trabaja en una fábrica y a la vez es pastor de una iglesia pequeña compuesta de personas pobres. El sueldo que recibe en la fábrica es bajo e injusto. Además, la iglesia no le paga; los diezmos apenas cubren los gastos por el edificio que alquilan. El encargado de la bodega de la fábrica es amigo suyo y lo aprecia. De vez en cuando él le ofrece artículos que están guardados en la bodega. Usted le agradece pero no acepta, porque lo considera una forma de robo. Él insiste en que no estaría robando, puesto que la fábrica le debe mucho más de lo que usted está recibiendo.
Un día ese amigo le ofrece un archivo, algo que la iglesia necesita pero que no ha podido comprar. Esta vez acepta la oferta porque, después de todo, el archivo no será suyo sino de la iglesia.
Sin embargo, después de llevarse el archivo se arrepiente y siente que debe devolverlo, porque su amigo le ha dado algo que no le pertenece a él, sino a la fábrica. Pero, usted teme ofenderlo.
¿Devolvería usted el archivo a la bodega, o continuaría usándolo en la oficina de la iglesia considerando que ese mueble le pertenece a Dios y no a usted? Si tomara en cuenta los Diez Mandamientos y pidiera la dirección de Dios, ¿qué haría con ese archivo?
4. Usted es pastor de una iglesia pequeña y está trabajando para que aumente la membresía. Se ha enterado de que, en una iglesia cercana que pertenece a otra denominación, la membresía está disminuyendo principalmente por la pereza del pastor. También se acusa a ese pastor de predicar un evangelio barato, y los cristianos fieles buscan una iglesia donde puedan recibir alimento espiritual.
Algunos de esos miembros, de buenos recursos económicos y diezmadores fieles, le han dado a entender que querrían asistir a la iglesia suya. Usted enfrenta la tentación de aprovechar la situación y animarlos a unirse a su iglesia. Pero, hay tres razones principales por las que usted decide orar acerca de esto:
a. Los rumores podrían ser falsos y quizá esas personas estén tratando de cambiar de iglesia basándose en acusaciones injustas contra el pastor que es su vecino. Aun es posible que esos miembros estén incómodos porque su pastor predica un evangelio que demanda sacrificio y consagración completa. Tal vez quieran un ambiente que se ajuste más a su estilo de vida.
b. Usted ha determinado que nunca robará ovejas del redil de otro pastor. La ética pastoral le exige que considere los derechos de otros pastores y de otras denominaciones.
c. La tercera razón corresponde a lo que no es bueno o malo éticamente: Si esos creyentes salen de su iglesia podrían regresar a la vida de pecado. Si las acusaciones tienen base sólida, ellos necesitan el cuidado de un pastor que los ame y los cuide.
¿Qué haría usted en esas circunstancias? ¿Se justificaría que los invitara a unirse a su iglesia? ¿Cómo podría averiguar si las acusaciones contra el otro pastor son verdaderas?
Advertencia: Si tiene razones para creer que esas personas están exagerando la situación y buscan excusas, recuerde que en su iglesia también podrían causar serios problemas. ¡Los calumniadores no mejoran necesariamente en un ambiente nuevo! ap
Tomado y adaptado del libro Rostros encubiertos,Casa Nazarena de Publicaciones, 1999. Usado con permiso.La autora trabajó como misionera en varios países de América Latina, es conferencista.