Pueblo de fe
por Christopher Shaw
Moverse por fe requiere de una actitud atrevida frente a los desafíos de la vida
Versículo: Hebreos 10:39
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10:39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su *vida.
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El autor de Hebreos desea dejar en claro que el pueblo de Dios es un pueblo de avances, no de retrocesos. De hecho, Jesús declaró a sus discípulos que ni las puertas del infierno podrían detener el osado progreso de la Iglesia (Mt 16.18). No obstante, como pueblo de Dios, muchas veces hemos asumido una postura miedosa y cobarde frente a las agresiones de una cultura no-cristiana. No aceptamos una invitación a una fiesta de incrédulos, porque queremos evitar «contaminarnos» de sus actitudes. Cortamos los vínculos con aquellos que andan en tinieblas, porque ya no tenemos nada en común con ellos. Jesús no se movía por la vida a la defensiva, sino como parte de la ofensiva del Padre para extender el Reino.Cuando observamos a Jesús notamos que la actitud opuesta fue la que caracterizó su ministerio. Asistía a los lugares donde se encontraban los pecadores. Cenaba con ellos. Accedía a participar de sus reuniones. No tenía temor de encontrarse con ellos en los lugares que frecuentaban, porque veía en estas reuniones una valiosa oportunidad para sembrar la semilla de la Palabra. Y no llegaba simplemente con la intensión de que escucharan el mensaje. Lo que movía su corazón era un amor profundo y sincero por todo ser humano. Por esto, los pecadores lo consideraban su amigo. La actitud de valentía que constituye el eje central de esta porción de la epístola es una de las características que distingue a los discípulos que andan en victoria. No hallamos en ellos esa actitud tímida y pusilánime que les lleva a callar cuando deberían hablar, a cruzarse al otro lado de la calle cuando deberían intervenir en una situación, a dormirse cuando deberían estar orando con ruegos y gemidos indescifrables. Vuelvo a recalcar que esta valentía procede del Señor. Para entender la diferencia entre una valentía espiritual y una carnal, Pedro nos ofrece un excelente ejemplo. Antes de la traición de Jesús creyó poder seguirlo hasta la muerte, pero apenas logró llegar hasta el patio del lugar donde interrogarían a Cristo. Ante la identificación de los criados, retrocedió y acabó huyendo. Más adelante, sin embargo, encontramos que el mismo concilio que había juzgado a Cristo le prohíbió a Pedro que siga predicando en el nombre de Jesús. ¡Qué cambio observamos en su actitud! Ahora sí ha asumido una postura de osadía espiritual. Pedro respondió: «¿Acaso piensan que Dios quiere que los obedezcamos a ustedes en lugar de a él? Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oído» (Hechos 4.19-20 – NTV). Esta actitud es la que produce en nosotros vida. La otra actitud conduce a la derrota, a la frustración y al desánimo. La decisión de retroceder ante una situación en la que nos sentimos desafiados o amenazados nunca es sabia. Los que siguen adelante, armados de fe, saborearán la victoria y el respaldo que Dios les concede a sus más valientes representantes. Entre ellos encontramos la más variada manifestación de personas. No es la profesión, ni el carácter, ni la herencia lo que determina su aptitud para vivir de esta manera. Es simplemente el nivel de confianza que depositan en la persona de Dios.
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