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¿Puede haber corrupción en el ministerio?

¿Puede haber corrupción en el ministerio?

por Samuel O. Libert

Más allá de todos los esplendores de su lengua, más allá de todas las actividades de su administración, más allá de todos sus poderosos y voluminosos escritos, ardía la gloria de un alma viviente: un alma ardiente, imperecedera, suprema. Para él, el cristianismo lo era todo; su fe inspiraba cada acto de su vida, cada momento de su día, cada palabra que pronunciaba, cada letra que escribía. Ese era el secreto de su poder.

¿Puede haber corrupción en el ministerio?

Desdichadamente, la respuesta es afirmativa. Hubo corrupción en el ministerio del profeta Balaam (Dt 23.4), en el de Judas Iscariote (Mt 26.14–16), en el de Diótrefes (3 Jn 9–10), en el de Semaías de Nehelam (Jr 29.30–32), en el de Demas (2 Ti 4.10) en el de la profetisa Jezabel (Ap 2.20–23) en el de Figelo y Hermógenes (2 Ti 1.15). También, según el Nuevo Testamento, hubo y habrá corrupción en el ministerio de los falsos apóstoles (2 Co 11.14–15), de los falsos profetas (1 Jn 4.1), y de los falsos maestros (2 Pe 2.1–3).

¿Qué es corrupción? Es ruptura. Corromper es romper o favorecer la ruptura de lo que está sano, de lo que es puro. Los diccionarios nos dan muchos sinónimos. Corromper es echar a perder, podrir, pervertir, viciar, abusar, dañar, infectar, falsear, degenerar, prostituir, desvirtuar, escandalizar, sobornar, recibir soborno, adulterar la verdad, etcétera. En otras palabras, corrupción es venalidad, es inmoralidad, es ambición insana. Es, para elministro cristiano, una gravísima enfermedad espiritual, de penosas

consecuencias. Como ocurre con ciertas dolencias físicas, la corrupción se introduce y se desarrolla sigilosamente, hasta que el cuadro patológico se instala en toda la personalidad. Lo peor del caso es que muchos líderes no se dan cuenta de su enfermedad y suponen que están en una armoniosa relación con Dios.

Orígenes de la corrupción

La corrupción no es fruto de la casualidad. Adán y Eva (Gn 1.27–31) iban a ser los líderes de la humanidad naciente. Sin embargo, Satanás los atacó antes que ellos asumieran el liderazgo. Les propuso algo «bueno», «agradable», «codiciable para alcanzar la sabiduría» (Gn 3.6). Así se presentó la corrupción en tres aparentes virtudes. Ellos creyeron que esa nueva estrategia era mejor que la recomendada por el propio Creador. Fracasaron en su ministerio desde el comienzo. La corrupción contaminó a su primer hijo, Caín, «que era del maligno» (1 Jn 3.12). Por eso Caín, sintiéndose desairado por Dios, en vez de ofrecer en sacrificio la sangre de algún cordero, se transformó en una especie de sacerdote satánico y consumó el primer sacrificio humano en los albores de la historia de la corrupción, derramando la sangre de su hermano Abel (Gn 4.8–11).

La corrupción se extendió a todo el planeta. Pasaron los siglos y «la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal» (Gn 6.5). «Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra» (vv. 11–12). A pesar del diluvio, la corrupción se encarnó en los descendientes de Noé.

Surgió un nuevo líder, Nimrod, «el primer poderoso en la tierra» (Gn 10.8), pero… «el comienzo de su reino fue Babel» (v. 10), es decir, Babilonia; y después edificó Nínive (vv. 11–12) y otras ciudades. Lamentablemente, las ideas de Nimrod eran paganas; quiso construir una ciudad y una torre, cuya cúspide llegara al cielo (Gn 11.4). Creo que Nimrod aspiraba a un gobierno global, pero sus ambiciones personales y sus planes no coincidieron con los planes de Dios. Para mucha gente de aquel tiempo y de las generaciones siguientes, Nimrod fue un gran gobernante, de naturaleza divina, quizás un «dios» como Marduk. La corrupción tiene mil rostros. Lo veremos en este artículo.

Los síntomas de la corrupción en el liderazgo

La lista de síntomas no es exhaustiva. En algunas enfermedades físicas los síntomas siguen un orden más o menos conocido. No obstante, en el doloroso caso de la corrupción dentro del ministerio los síntomas pueden presentarse en cualquier orden e incluso, pueden observarse varios simultáneamente, o surgen repentinamente, aun en líderes de supuesta conducta intachable.

Primero, juzgar precipitadamente a otros ministros y atribuirles actitudes propias de la corrupción. En más de medio siglo de ministerio he oído historias de tristes casos de consiervos acusados injustamente por sus propios colegas. La inmadurez, la envidia, la ambición personal, o la negligencia en investigar la denuncia, han causado toda clase de tragedias hogareñas y eclesiásticas. Tal fue el caso del líder Diótrefes, que «parloteaba palabras malignas» contra el apóstol Juan (3 Jn 9–10). Sin duda, Diótrefes

pretendía afirmarse en el poder y calumniaba a Juan para desplazarlo de su liderazgo. Los celos y las ambiciones insanas son causas frecuentes de esa clase de actitudes.

Segundo, la invasión del campo de labor de los colegas en el ministerio, arrebatando vidas y áreas que son legítimamente atendidas por otros siervos de Dios. Suele invocarse toda clase de «excusas espirituales» y «razones doctrinales» para justificar este avasallamiento de jurisdicciones, cuyo resultado es la división de iglesias y familias, además de los litigios por propiedades. Cuando Pablo escribe a Tito (Tit 3.10–11) le recomienda: «Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación, deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio».

Tercero, el amor al dinero. Gran tentación en el ministerio. En su primera carta a Timoteo, Pablo dedica un extenso párrafo a líderes «que toman la piedad como fuente de ganancia» (6.3–10). La codicia es una de las

frecuentes formas de corrupción. El apóstol está aludiendo específicamente al que «enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad» (v. 3), y agrega que «los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo … porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe» (vv. 9–10). Hay que tener cuidado con ciertos énfasis en la prosperidad y su interpretación y aplicación práctica en la vida personal de algunos de los ministros que la pregonan.

Cuarto, la impureza sexual. Ante la fuerza de la atracción sexual impura sucumben hombres y mujeres que protagonizan relaciones ilícitas tanto en el pensamiento como en los hechos, sin olvidar que también hay casos de homosexualidad y de lesbianismo. Estas formas de corrupción podrían aparecer en el liderazgo cristiano. En el sermón del monte Jesús advirtió a sus discípulos: «cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5.28). Timoteo es exhortado a tratar «a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza» (1 Ti 5.2). La tentación alcanza a ambos sexos. Pablo aconseja: «A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido» (1 Co 7.2). El riesgo existe para los dos. Por eso, «el marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido… para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia» (vv. 3–5).

Quinto, el síndrome de Simón el Mago (Hch 8.9–11). Necesidad de admiración. Cuando perdió popularidad, Simón se bautizó y pretendió comprar con dinero el poder del Espíritu Santo, para garantizar el éxito de nuevas reuniones multitudinarias. Quiso hacer una inversión comercial. Simón quería mucha gente, poder, mostrar milagros, ser admirado y ser aclamado. Por eso, ante la oferta de Simón de querer comprar el don del Espíritu Santo, el apóstol Pedro le dijo: «Tu dinero perezca contigo…. Arrepiéntete … y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.» (vv. 20–23) Su vocación era corrupta.

Sexto, el paradigma animista y otras formas de sincretismo. El renovado énfasis en la actividad de los espíritus demoníacos y en hechos atribuidos a la brujería, ha dado origen a enseñanzas que no coinciden con la Palabra de Dios. Una peligrosa forma de corrupción es elaborar una doctrina basada en una experiencia, y no en las Sagradas Escrituras. Cuando interpretamos las cosas sin un firme respaldo bíblico nos exponemos a caer en la trampa de las creencias animistas o mágicas y entrar así en el terreno resbaladizo del sincretismo. Por ejemplo, podríamos creer que se necesita exorcizar supuestos demonios, no identificados, en determinados objetos de nuestra casa, que debemos romper supuestas maldiciones hereditarias que pesan sobre las personas, los objetos y la casa misma. Pero todas estas ideas son propias del animismo, no del cristianismo neotestamentario, y plantean un paradigma mágico, ajeno a la iglesia de Cristo. Ello no significa negar la existencia y la actividad de los malos espíritus, mas es necesario ponerlos en su verdadero lugar. Véanse en conjunto, los capítulos 8 y 10 de la Primera epístola a los Corintios. Si desde el ministerio se promueve una obsesiva práctica de exorcismos sincretistas, sólo se añaden sombras a la victoria de Cristo (1 Co 8.4–6), y todo intento de posible liberación resulta ineficaz. Esto les ocurrió a los exorcistas ambulantes de la región de Éfeso (Hch 19.13–16).

Séptimo, la amistad con el mundo. «Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Stg 4.4). ¿Qué es la amistad con el mundo? Es la aceptación de los supuestos «valores» del sistema mundano. Es la imitación del mundo en la manera de rendir culto a Dios y en la búsqueda de halagos «para que la gente se sienta bien». Es predicar un mensaje light, liviano, agradable al público, con poco uso de la Biblia y muchos recursos de mercadeo. Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!» (Lc 6.26). No podemos sacrificar nuestra identidad en las tribunas públicas. 1 Ts 2.3–6. Cuando el apóstol Pablo disertó ante el gobernador Félix, habló «acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero», y «Félix se espantó». ¡No había sido un mensaje «liviano»! (Hch 24.25).

Octavo, los falsos dones de profecía. El Antiguo Testamento advierte: «Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños … y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a … tal profeta, ni a tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando» (Dt 13.1–3). Jesús anunció: «Muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos» (Mt 24.11). En el sermón del monte Jesús se refirió a los falsos profetas, diciendo: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre …? Y entonces les declararé: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mt 7.22–23). Los falsos profetas de hoy suelen declarar en forma categórica: «El Señor me dijo… tal o cual cosa» o «yo profetizo…», sin haber recibido tal palabra de parte del Espíritu Santo. No estamos rechazando el correcto ejercicio del verdadero don de profecía, como el de Agabo (Hch 11.27–28). Rechazamos el «show» de un presunto don que no proviene de Dios.

Noveno, los falsos milagros y prodigios. El apóstol Pablo, describiendo su propio ministerio, dice: «Las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros» (2 Co 12.12, compare con Hch 19.11). Estas pruebas apostólicas son de origen divino: «señales, prodigios y milagros». Se trataba de «verdaderas evidencias del poder de Cristo» (2 Co 12.9) en el ministerio de Pablo, igual que en el de otros siervos de Dios. No olvidemos que también hubo, hay y habrá señales, portentos y milagros producidos por las fuerzas satánicas (Mt 24.24, Mr 13.22, Éx 7.22 y 8.7, 2 Ts 2.8–10). Esta clase de «prodigios» puede observarse hoy en sectas ocultistas y mágicas que se autoidentifican como «cristianas» pero están en comunión con las huestes espirituales de maldad. «Estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo.» (2 Co 11.13–15)

Décimo, la oferta de «novedades». «Todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo» (Hch 17.21). El «espíritu de Atenas» no ha muerto. Por eso se multiplica la oferta de novedades. Polvo de oro que cae suavemente sobre la congregación, maná que surge entre las páginas de la Biblia de los que asisten al culto, levitación, caminos de sal que hay que recorrer para llegar al altar, fenómenos de hipnosis y autohipnosis, entre otros. Algunos incorporan prácticas mágicas de umbanda, espiritismo, vudú y otras sectas afines. Esta mezcla esotérica cuenta con la adhesión de centenares de miles de personas en toda América, ¡quizás millones!, dentro y fuera de las iglesias tradicionales.

¿Cuáles son las vacunas contra la corrupción?

Así como en la medicina existen antígenos que previenen de ciertas enfermedades infectocontagiosas, la Biblia también provee vacunas para evitar o eliminar conductas corruptas en el ministerio. No se trata de antígenos secretos, sino de exhortaciones clarísimas, concretas, prácticas, con todo el peso de la Palabra de Dios, cuyo contenido está al alcance de cualquier lector de las Sagradas Escrituras. Veamos algunas de estas vacunas:

Primera vacuna: «No impongas con ligereza las manos a ninguno» (1Ti 5.22). La Nueva Versión Internacional traduce: «No te apresures a imponerle las manos a nadie». La prisa con que hoy se imponen las manos a nuevos ministros, o se llega a la «auto–ordenación», es la responsable de vituperables formas de corrupción. La NVI continúa dicendo: «ni te hagas cómplice de pecados ajenos. Consérvate puro». No es lícito participar en el precipitado nombramiento de líderes que no reúnen las condiciones bíblicas. Hubo y hay casos de pastores y evangelistas que nunca fueron ordenados por ninguna iglesia, que se atribuyeron a sí mismos la condición pastoral, profética o apostólica, y actuaron dentro y fuera del pueblo de Dios cumpliendo ministerios espurios. Algunos de ellos lograron el ingenuo apoyo de líderes mal informados, o mal adoctrinados, que protagonizaron una seudo-ordenación. El daño que causan esos malos ministros es

incalculable.

Segunda vacuna: «Evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres (2 Co 8.20–21). En el verso 19 leemos: «este donativo, que es administrado por nosotros para gloria del Señor mismo». Allí había un sabio y honesto comité de finanzas, constituido por el apóstol Pablo, su ayudante Tito y otros dos hermanos «mensajeros de las iglesias» (v. 23). Los versículos 16–19 y 22–23 describen las virtudes de los miembros de esta comisión responsable de custodiar y llevar las ofrendas. Ese método cristiano para el manejo honesto de los recursos, era y es el antígeno contra el peligro de una mala administración de dinero. En 1 Timoteo 6.5 el propio Pablo se refiere a «hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia». Y allí presenta una vacuna: «¡apártate de los tales!». No se debe formar parte de organismos que lucran con el evangelio, ni se puede dar lugar a las expresiones personales o colectivas de amor al dinero (1Ti. 6.9–10).

Tercera vacuna: «Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello» (1 Ti 4.16). En primer lugar, «ten cuidado de ti mismo», parece un eco de las palabras del apóstol a los filipenses: «Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús». (3.12) El «ten cuidado de ti mismo» resume todas las recomendaciones de las epístolas pastorales en cuanto al comportamiento personal que Timoteo debía tener en cuenta, sin desfallecer en la misión de servir a Dios y a su pueblo. Y en segundo lugar, «ten cuidado … de la doctrina, persiste en ello», pone en funciones un poderoso antígeno. Timoteo no debía cuidar tan sólo de la doctrina enseñada por él, sino también de la falsa doctrina enseñada por otros (1 Ti 1.3), así evitaba todo tipo de corrupción teológica. Timoteo fue enviado

específicamente a Éfeso para impedir la propagación de errores doctrinales. Pablo le dice: «te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina». Por el contenido del versículo 4 podemos suponer que tal vez algunos de los falsos maestros actuaban de buena fe, y contaban leyendas que no contradecían específicamente al evangelio, pero eran ficción o el comentario de antiguos mitos. Ocupaban el tiempo para relatar fantasías, y se desviaban de la sana doctrina. En esta misma epístola, versículo 4, leemos «desecha las fábulas profanas y de viejas». Aunque tales enseñanzas pudieran ser, quizás, tan aparentemente ingenuas como un cuento de hadas, el apóstol prohibe que tales cosas formen parte de la vida de la iglesia. Por supuesto, la prohibición apostólica incluye a todo tipo de falsos maestros. También en nuestros días el antígeno indicado para resistir al virus de la corrupción doctrinal es: «ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, persiste en ello». Esta vacuna nunca pierde eficacia.

Por supuesto, las tres mencionadas no son las únicas vacunas. Existen otras. Es nuestro deber buscarlas e identificarlas en nuestra lectrura de las Sagradas Escrituras. Cada ministro es responsable de vacunarse contra la corrupción en el ministerio. Esta es una decisión de vida o muerte. Si no nos vacunamos, la corrupción es

inminente. ap

El autor es de nacionalidad argentina, es pastor y evangelista internacional. Actualmente ejerce el pastorado en una iglesia bautista en Rosario, Argentina.

Ideas básicas de este artículo

• La corrupción en el ministerio se desarrolla como una grave«enfermedad» sin anunciarse.

• La corrupción en el ministerio tiene sus orígenes en la caída de los primeros líderes de la humanidad, Adán y Eva: Contaminaron al resto de la humanidad.

• La corrupción en el ministerio tiene síntomas específicos. El autor describe los diez más comunes.

• La corrupción en el ministerio puede ser evitada y com batida por «vacunas» que la Biblia provee. El autor presenta tres de ellas.

Preguntas para pensar y dialogar

1. Además de los mencionados por el autor, ¿cuáles otros síntomas de corrupción ha podido ver usted? Escríbalos.

2. Es importante saber cómo se nos presenta la corrupción. ¿Puede, usted, identificar algunas manifestaciones de la corrupción que se le han insinuado personalmente? Pueden ser de las diez que el autor describió u otras que usted añada. Escríbalas. Téngalas presentes para rechazarlas.

3. Abordando uno por uno los diez síntomas descritos por el autor, elabore una lista de acciones específicas que debe seguir para no caer en la corrupción. Estas acciones deben ser aplicadas a experiencias actuales en su vida ministerial. Para realizar la lista tome en cuenta su respuesta de la segunda pregunta.

4. Por su estudio personal de las Escrituras, ¿qué otras vacunas ha encontrado? Explíquelas.

5. Si usted decidiera orientar a alguien en quien algunos síntomas de corrupción se están viendo, ¿cuáles son los pasos que debe tomar?, ¿qué enseñanzas bíblicas específicas debe recordar?