¿Qué dice la Iglesia sobre el yoga?

Por: Luis Santamaría

Un tema controvertido

Hablar de yoga y fe cristiana es un tema ciertamente polémico. Por un lado, hay algunos que defienden su plena compatibilidad, según el tipo de técnicas que se empleen y su supeditación a la experiencia cristiana, o incluso se llega al extremo de proponer algunas formas de “yoga cristiano”. Por otro lado, hay quienes se refieren a la práctica del yoga como una de las vías ordinarias por las que una persona puede acceder a ser objeto de la acción extraordinaria del demonio. Hablar de este tema no deja indiferente a nadie y las posturas encontradas y enconadas hacen difícil una reflexión seria, a la luz de la revelación cristiana, sobre el yoga.

Por ello, este artículo quiere resumir lo que dice la Iglesia oficialmente, entendiendo por esto los pronunciamientos del Magisterio sobre el tema (que, como se verá, son ciertamente pocos). No se trata, pues, de presentar una postura equilibrada o moderada en medio de esta controversia doctrinal, sino de mostrar cuál es la línea de interpretación propuesta por el Magisterio de la Iglesia, una voz que tiene un valor especial para los creyentes.

Antes de acercarnos al tema, es preciso recordar que para entender el yoga hay que enmarcarlo en el hinduismo, una religión muy diferente a la cristiana, distante en su concepción de lo divino y lo humano. De hecho, la misma palabra sánscrita “yoga” viene de la raíz yug, que significa “unir, juntar, conectar”, lo que equivaldría al término latino religio, que viene de religare.

¿Una coincidencia? Más bien expresa el carácter inevitablemente religioso de esta práctica. Por eso es importante observar los términos y sus significados con precisión, para evitar malentendidos y sincretismos, ya que la forma mentis de las culturas y religiones de Oriente es diversa a la cristiana.

Ni a favor ni en contra

La Iglesia Católica no está a favor del yoga. La Iglesia Católica no está en contra del yoga. No se trata de un juego de palabras, sino de un resumen simple de lo que señala el Magisterio. Algo que podemos encontrar explicado, sobre todo, en un documento que publicó en 1989 la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado por su entonces prefecto, el cardenal Joseph Ratzinger, y aprobado por Juan Pablo II. Se conoce con su inicio en latín, Orationis formas, y se trata, como su mismo título indica, de una “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana”.

Esta carta responde a una preocupación de los pastores de las comunidades cristianas por “el interés que han suscitado en estos años diversas formas de meditación ligadas a algunas religiones orientales y a sus peculiares modos de oración”, interés que hacía precisos “criterios seguros de carácter doctrinal y pastoral”.

El documento insiste en que se refiere a la cuestión del “valor que pueden tener para los cristianos formas de meditación no cristianas”, y más específicamente habla de “los métodos orientales”. ¿De qué métodos habla? Como explica en su primera nota a pie de página, son “métodos inspirados en el hinduismo y el budismo, como el ‘zen’, la ‘meditación trascendental’ o el ‘yoga’ […] que, no pocas veces hoy en día, son utilizados también por algunos cristianos en su meditación”.

Llamada al discernimiento

El dicasterio vaticano encargado de velar por la integridad de la fe podría haber contestado, como pasa en otras ocasiones, con un “sí” o un “no” a la pregunta de si un católico puede hacer yoga. Así lo ha hecho en algunos casos, como cuando se le ha preguntado por la validez del bautismo administrado por algunos movimientos de apariencia cristiana. O con una respuesta explicada y razonada, como por ejemplo hicieron los obispos de los EE.UU. hace unos años al tratar el tema del reiki, señalando que es incompatible con la fe cristiana. En el caso del yoga, según la Iglesia, es necesario un discernimiento cuidadoso, y eso es lo que pretende esta carta que desmenuzamos a continuación.