¿Qué harías si te quedara sólo una hora de vida?
Para un estudio avanzado de: “¿Qué harías si te quedara sólo una hora de vida?” utilice nuestra app.
Por: Carlos Padilla Esteban
Al pensar en la muerte uno piensa en la vida. La muerte se presenta ante nuestros ojos de forma incontestable. Pero cuesta imaginar lo que haríamos con nuestra vida si supiéramos el tiempo que nos queda.
El filósofo francés Roger Pol-Droit se ha preguntado en qué emplearía la última hora que le quedase si le anunciaran su muerte inminente. En la última hora de su vida él no elegiría estar con sus seres queridos, darse a los placeres o ponerse a rezar, sino transmitir lo que sabe.
No sé bien qué haría yo con mi tiempo si tuviera sólo una hora de vida por delante. No creo que esa hora la empleara en escribir. Pensaría más bien en las personas a las que amo y buscaría pasar esos minutos con ellas.
Trataría de hablar algunas cosas nunca dichas con personas que han marcado mi vida. Agradecer es de bien nacidos y trataría de hacerlo. Dar gracias por la vida y por aquellas personas que la han marcado. No creo que siguiera haciendo lo mismo que estaba haciendo en ese momento.
Domingo Savio, cuando le preguntó Don Bosco mientras jugaba qué haría si en ese momento llegara el fin del mundo, le contestó con candidez: “Seguiría jugando”. Lo diría, es verdad, porque no tenía nada que perder. Nada que temer. Porque uno está tranquilo cuando no tiene deudas pendientes, cuando sabe que hace lo que Dios le pide.
Creo que yo no seguiría con lo que estuviera haciendo en ese momento. Depende de lo que fuera. Pero sí sé que tendría paz. Creo que uno muere como ha vivido. Eso me alegra. Pensar en ese momento en el que sólo tendré que encontrarme con quien me espera desde siempre no me turba.
Tabú
Pero es cierto que hoy la muerte se trata de tapar. Casi como si no fuera un problema. O algo tan temido que sólo hablar de ello nos produce demasiado dolor.
Comenta este filósofo: “Nuestra sociedad quiere eliminar completamente lo negativo y, del mismo modo, intenta ocultar nuestra finitud. Esta es la época de lo ilimitado y la muerte es nuestro límite principal. Recordar esto es lo que nos hace humanos.
Antes uno moría acompañado, lo cual era muy humano, ahora se muere solo. Hoy la idea de la muerte es algo que se quiere ocultar, pero como los seres humanos siguen muriendo, es difícil velarlo del todo. Creo que este horizonte finito es el que vuelve nuestra vida más humana”.
Huimos de la muerte y siempre nos aguarda. No queremos hablar de ella. Como si lográramos eliminarla al no mentarla. No es así. Sigue esperando.
Nos hace bien hablar de la muerte en la enfermedad. Podemos expresar lo que no expresamos si la muerte es un tabú. Aceptar el hecho de la muerte, de la finitud de nuestra vida, nos hace más humanos. Más sensibles, más humildes.
No sé lo que haría en mi última hora de vida. Sí sé que quiero vivir intensamente cada momento, cada hora, cada día. Como si fuera la última oportunidad que tengo para amar.
Pero sé que a veces no lo hago y me quedo en superficialidades, sin darlo todo, sin dejarme la vida en el intento por amar con todo el corazón.
La muerte para nosotros es el comienzo de una vida verdadera. Es el inicio de un amor definitivo. No se puede dar sentido a todo lo que vivimos sin esa perspectiva.
Decía Anselm Grün: “La fe reinterpreta toda nuestra vida. Se refiere al éxito y al fracaso, al nacimiento y a la muerte, a la salud y a la enfermedad, a la felicidad y a la desgracia, a todas las experiencias que nos resultan muchas veces oscuras y que no sabemos cómo entender.
A las experiencias de crisis que sacuden nuestra vida, a las experiencias de la soledad y la desesperación, del vacío y de lo absurdo, de la decepción y de no ser comprendido, de la desprotección y de la extrañeza. Yo no puedo darme mi propia significación, debo recibirla directamente de Dios