¿Qué pasa con el púlpito evangélico?
por Juan Stam
Enfrentamos una crisis de insensatez en el púlpito evangélico actualmente, sobre todo en los medios de comunicación masiva.
Enfrentamos una crisis de insensatez en el púlpito evangélico actualmente, sobre todo en los medios de comunicación masiva. No podemos negar que muchos siervos del Señor están exponiendo la Palabra fielmente semana tras semana, pero probablemente son minoría y poco reconocidos. Un monitoreo de la predicación en los medios de comunicación masiva (televisión, radio y casetes) nos da mucho de qué preocuparnos.
Hace poco un predicador centroamericano bastante famoso predicó sobre Génesis 15.6, «Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia» (cf. Romanos 4.3; Gálatas 3.6; Santiago 2.23). De esta manera su sermón: «Esta mañana oré mucho, y pedí al Espíritu Santo que me revelara la palabra precisa para explicar este texto hoy, y me dio la palabra derecho». En seguida interpretó el texto como «la fe le fue contada por derecho», en el sentido moderno de ese término. Pero… ¡qué raro! Difícilmente podría haber peor manera de malentender ese texto. O el Espíritu Santo se equivocó, o el distinguido predicador oyó mal la voz divina, y compartió su confusión con millones de televidentes.
Resulta siempre peligroso atribuir al Espíritu Santo nuestras interpretaciones del texto bíblico, para terminar culpando al Espíritu divino por nuestros errores humanos. Una vez escuché a un pastor declarar: «He hablado lenguas, he profetizado, y ahora estoy pidiendo al Señor el don carismático de la exégesis». ¡No, hermano! El Espíritu da muchos dones carismáticos, pero la exégesis no es uno de ellos. El don de la exégesis viene por escudriñar las Escrituras y examinarlo todo según los mejores métodos de la interpretación. En eso el Espíritu de Dios nos acompaña y nos ilumina, pero no nos desplaza como para hacer él las tareas que nos tocan a nosotros, ni mucho menos de otorgar infalibilidad divina a nuestros desvaríos.
Unos meses antes escuché a ese mismo predicador exponer la parábola de los talentos (Mateo 25.1430). ¡El punto central que sacó del texto era algo que ni aparece en el texto! «La igualdad dijo de la cual tanto hablan los comunistas, no es un concepto bíblico. El Creador de la desigualdad es Dios, porque no da lo mismo a todos». Pero la parábola no atribuye a Dios las desigualdades de esta vida, ni establece ninguna correlación entre Dios y el amo de la parábola. La primera ley para la interpretación de parábolas es interpretarlas desde su mensaje central y no desde sus detalles aislados. Si interpretáramos de esa misma manera la parábola del mayordomo injusto, sacaríamos conclusiones nefastas. La parábola de los talentos es un llamado a la mayordomía, no una defensa de la desigualdad, un mal que condenan muchos otros pasajes de la Biblia.
Un problema serio es que en muchos lugares el púlpito se ha vuelto frívolo, para repartir como confites opiniones interesantes en vez de proclamar la Palabra de Dios. En otro sermón el mismo predicador, ya mencionado, se permitió opinar: «Noten que el corazón está a la derecha. Tal vez algunos de ustedes son de la derecha y otros de la izquierda. El corazón está a la derecha y es fuente de sabiduría. Aparte de los zurdos, hacemos todo mejor con la mano derecha». En otra ocasión dio una apología sui géneris del infierno: «Alguien me preguntó una vez, ¿cómo puede Dios echar afuera gente que él creó y ama? Le contesté: si tu ser más querido se muere, usted no quiere guardar su cadáver dentro de la casa, porque está muerto y comienza a oler mal Dios tampoco quiere tener muertos en su casa». ¡Qué vergüenza pensar que sermones tan descabellados lleguen a millones de televidentes!
En algunos casos, estas aberraciones homiléticas son menos absurdas, pues parecieran inferencias lógicas del texto. Un caso es la consigna, ampliamente difundida por el coreano Yonggi Cho, que si Cristo nos entregó las llaves, entonces ya no las posee él. ¡Perfectamente lógico! Lo que regalo a otros ya no me queda a mí. Puede ser lógico, pero no es bíblico. Los testigos de Jehová concluyen, muy lógicamente, que si Dios dice «tú eres mi hijo, hoy te he engendrado», entonces, el Hijo no existía en la eternidad. Para llegar a tal inferencia lógica, tienen que hacer caso omiso del contexto, del trasfondo de la frase en Salmo 2 y de muchos detalles más, muy importantes para la exégesis. En general, los heréticos son muy lógicos, pero nada bíblicos. No toda inferencia lógica del texto es fiel al sentido de él y al mensaje que el Espíritu Santo inspiró.
No hace mucho, otro predicador presentó una exégesis muy lógica de Hechos 2.17, «derramaré mi Espíritu sobre toda carne». Pues bien, los animales también son carne, por lo que podemos entender que Dios promete derramar su Espíritu sobre nuestros ganados y mascotas, y debemos orar por la sanidad divina de ellos. Es perfectamente lógico pero, lamentablemente, no tiene nada que ver con el sentido del texto. Los impíos e incrédulos son carne también, Hitler y Somoza y Pinochet eran «carne». Entendido de esa manera, el Pentecostés no significaría nada.
Es curioso que en esta nueva ola homilética, que es claramente anti-intelectual, existe un prurito irresistible de aclararnos «el sentido del griego (o hebreo) original». Los autores bíblicos se sorprenderían mucho al descubrir lo que ellos querían decir «en la versión original». El más común de estos abusos consiste en apelar a etimologías fantasiosas, como «sin-cera» para «sincero» o «dinamita» para dúnamis, que son puros inventos que en nada se relacionan con el mensaje original del texto. Toda la especulación sobre la supuesta diferencia entre «rhema» y «logos» carece de base confiable en la semántica de texto original. Son incontables las «maravillas» que estos predicadores pretenden sacar de los idiomas originales, que sólo dejan evidente que ellos no conocen esos idiomas y que las más de las veces han sacado sus maravillas no del texto original sino de comentarios en el inglés. Su uso de palabras griegas muestra que no las entienden gramaticalmente, por ejemplo cuando el «apostol» Maldonado trata palabras como neanískos y bréfos como si fueran plurales, sólo porque terminan con la letra «ese». Constantemente se equivocan con el acento de las palabras, como cuando dicen «metanóia» en vez de «metánoia». «dunámis» en vez de dúnamis, «parabásis» en vez de parábasis, «anóthen» en vez de ánwthen, «paidión» por paidíon, «teknón» por téknon y «wee-os» por huiós (con la «h» pronunciada). La evidencia más chistosa de esta fraude linguístico que he lo pronunció un predicador con la palabra arjé («principio», con la jota fuerte de algunas partes de España) como «Arché» (como en «Che» del castellano), porque en el inglés el «ch» es la transliteración del duro «ji» del griego.
No es necesario, para nada, ni en general bueno, que los predicadores aludan al hebreo y al griego. Pero si optan por mencionarlo, por lo menos que lo hagan responsablemente, con el debido conocimiento del idioma.
Debe preocuparnos también el alto nivel de manipulación en la predicación actual. No es inocente estar preguntando frecuentemente «¿Cuántos dicen Amén?», para inducir un consenso forzado. Produce un proceso de corto circuito en el pensamiento del oyente. Es curiosa la invariable pregunta: «¿Cuántos están felices esta tarde?». «¿Cuántos dan gloria a Dios?», siempre «¿cuántos?», como si se tratara de una encuesta de opinión popular. Aun peor es la fiebre ahora de «Repitan conmigo» con cualquier cosa, para controlar lo que han de decir y pensar los oyentes. Recién escuché a un predicador decir: «Digan todos conmigo, ay, ay, ay». Estoy esperando escuchar cualquier día que un predicador salga con «Repitan después de mí, ¡Wow!».
Para terminar con una nota jocosa, a veces son simpáticos los lapsos de los predicadores. No hace tanto un predicador muy dado a los exabruptos piadosos exclamó, para defender los gritos en el culto: Cuando el equipo mete un gol, gritan en todo el barrio, Alabado sea Dios». Otro sermón terminó con la oración, «Enséñanos tus enseñanzas, valga la redundancia, Señor». Hace unos años escuché a un locutor exclamar, «Que Dios te bendiga a ti y a toda tu esposa». ¡Amén, hermano! Bueno, podría pasar a cualquiera. Errare humanum est.
Con toda razón dice Silvio Rodríguez, en su canción «Alabanzas», que «la voz de las antenas va sustituyendo a Dios. Cuando finalice la mutación, nueva edad media habrá». Creo que es hora de preocuparnos muy seriamente por el púlpito evangélico, antes de que pierda para siempre toda racionalidad y coherencia.
Se tomó de juanstam.com, ©2008. Todos los derechos reservados. Se usa con permiso del autor. Editado por DesarrolloCristiano.com. Juan Stam (75), oriundo de Paterson, Nueva Jersey, es uno de los teólogos evangélicos «latinoamericanos» más pertinentes de la actualidad. Aunque es estadounidense de nacimiento, se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina que lleva más de cincuenta años. Está casado con Doris Emanuelson (71), su compañera de camino, nacida en Bridgeport, Connecticut.