¿Qué pasa con los belenes?
¿Qué es lo que ha escrito el Papa sobre la mula y el buey? ¿Se los ha cargado? ¿Ha mandado que no se pongan en los belenes?
En primer lugar hay que ser honestos y ver qué es lo que ha escrito el Santo Padre, en concreto sobre el pesebre y la presencia de animales en él. Estos serían los párrafos en cuestión:
Escribe el papa Benedicto que “San Agustín ha interpretado el significado del pesebre con un razonamiento que en un primer momento parece casi impertinente, pero que, examinado con más atención, contiene en cambio una profunda verdad. El pesebre es donde los animales encuentran su alimento. Sin embargo, ahora yace en el pesebre quien se ha indicado a sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. Es el alimento que da al hombre la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en una referencia a la mesa de Dios, a la que el hombre está invitado para recibir el pan de Dios. En la pobreza del nacimiento de Jesús se perfila la gran realidad en la que se cumple de manera misteriosa la redención de los hombres”.
Continúa el Papa: “Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.»
Peter Stuhlmacher hace notar que probablemente también tuvo un cierto influjo la versión griega de Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes… serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás». Con los dos seres vivientes se da a entender claramente a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la Alianza que, según el Éxodo (25,18-20), indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de Dios. Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para «el buey y el asno», para la humanidad compuesta por judíos y gentiles.
En la singular conexión entre Isaías 1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25,18-20 y el pesebre, aparecen por tanto los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno” (páginas 76-77-78).
Ahora podemos describir lo que de verdad ha escrito el papa Benedicto XVI:
– Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.». Este texto quiere indicar que esos animales saben quiénes son sus señores y quiénes les dan de comer, pero Israel, que representa la humanidad, no reconoce a quién es su Señor y quién le da la vida.
– Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes… serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás». Este texto, en unión con otro de Éxodo 25,18-20, que habla del arca de la Alianza, nos recuerda a los dos seres angélicos, dos querubines, que están en la tapa del Arca de la Alianza, y que al mismo tiempo que custodian algo valioso, señalan ese importante signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
De la conjunción de estos textos resultó que se colocaran junto al Niño un buey y un asno (o mula). ¿Qué representan? En el fondo, ¿qué misión tienen?
– Por una parte, desde los textos de Habacuc y Éxodo, ellos, como los querubines, brindan su protección, guardan y abrigan, al signo más grande de la presencia de Dios en medio del mundo: Jesús, el Hijo de Dios hecho Niño. Y al mismo tiempo que lo custodian, señalan su presencia. Por eso la mula (o el asno) y el buey en nuestros belenes nos ayudan a centrar la atención en lo importante: Jesús.
– Por otro lado, por lo que sugiere el texto de Isaías, ellos ahora sí que conocen y reconocen a su Señor, y a Quién les cuida. Ellos, en el belén, representan a la humanidad, nos representan a nosotros que ahora, en Jesús, que es la revelación plena de Dios, tenemos la oportunidad de saber quien nuestro Señor, el Señor que nos sirve y nos alimenta, dándose Él mismo como alimento.
Dicho todo esto, unas sencillas conclusiones:
– Tengamos cuidado, no insultemos a nadie, y menos llamándole burro o asno. La figura del asno, junto con la del buey, nos evoca cosas muy bellas e importantes.
– Benedicto XVI siempre quiere que vayamos a lo esencial, al centro de nuestra fe: Jesucristo. Y con Él al encuentro de cada persona, sobre todo de quienes sufren.
– No sucumbamos ante quienes sin leer el texto, o desde una lectura superficial de las palabras del Papa, o con una mala intención nos quieren contagiar desafección e incluso burla ante el sucesor de Pedro. La víctima no será Benedicto XVI, a quien muchos no le perdonan que sea él quien sea el Papa, las víctimas seremos nosotros, en la medida en que quieren debilitar los soportes de nuestra fe y la misma fe, haciéndonos pensar que creemos en cosas trasnochadas o ridículas. Se lamentan de que el Papa quiera quitar el asno y el buey, cosa que no es verdad, y ridiculizan la maternidad virginal de María, acontecimiento que es cierto.
– El Papa dice: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”. Pues sigamos con esa hermosa costumbre, además tengamos en cuenta que el Papa no ha pretendido, ni por asomo, que quitemos estas dos simpáticas figuras del belén, al contrario, como he señalado antes, nos ha ofrecido unas claves muy hermosas y sugerentes para que las valoremos y sepamos qué significan. Ojalá que así se lo trasmitamos a nuestros niños y jóvenes, a los cuales también ha llegado una imagen distorsionada del Papa y de sus palabras.
– Así pues no sólo no se le puede recriminar nada al Santo Padre, sino que es preciso una vez más agradecerle su servicio, realizado como buen pastor, experto teólogo, y sencillo y eficaz catequista.
– Ante todo demos gracias a Dios porque ha querido ser el Dios con nosotros. Que la intercesión de santa María y san José, junto a las simbólicas imágenes de los animales que abrigan al recién nacido, nos ayuden a acoger a Jesús, y a creer en Él, como nuestro Dios y Salvador, Amigo y Hermano, Origen y Meta de nuestras vidas y de la humanidad entera.
Francisco Javier Sagasti Boquet
Sacerdote de la Diócesis de Pamplona
Publicado en el seminario La Verdad de la archidiócesis de Pamplona y Tudela