Biblia

Quejas en el Camino Números 10:11–12:15

Quejas en el Camino Números 10:11–12:15

Algunas personas siempre se quejan, aunque todo vaya bien. ¿Por qué será que frente a las mismas circunstancias hay quienes hacen esto, mientras que otros alaban al Señor por las oportunidades que les presenta, o por su provisión en medio de las pruebas?

En mis años de experiencia en la vida cristiana, he conocido a gente que siempre pone la mirada en el lado negativo de lo que pasa. Cada vez que les pregunto: “¿Cómo estás?” responden contándome una serie de problemas graves. Al parecer el Señor nunca los trata bien. También he conocido a otros que han sufrido mucho más, pero en lugar de protestar, agradecen a Dios por sus bendiciones.

Israel era una nación que se lamentaba continuamente. Dios les había bendecido en gran manera y prometido suplir todas sus necesidades, así como entregarles una tierra próspera. Sin embargo, ellos sólo podían ver el lado negativo. Refunfuñaban repetidamente por todo lo que pasaba. Por lo tanto, Dios les envió varios castigos con el fin de corregirles y enseñarles a ser agradecidos.

Este ciclo de murmuración y medidas disciplinarias es lo que caracteriza el viaje desde Sinaí hasta Cades-barnea (10:11–12:15). Después de completar los pasos preparativos para el viaje, iniciaron la salida de Sinaí.

DESCRIPCION DEL VIAJE 10:11–36

Al darse la orden de marchar, el pueblo empezó a moverse. La nube se levantó tal como Dios lo había indicado (10:11–13), y los contingentes siguieron el orden establecido (10:14–28).

Moisés trató de animar a Hobab a que los siguiera y compartiera las bendiciones del Señor. Al principio Hobab no pensaba hacerlo. Sin embargo, el caudillo le mostró cómo les podría ayudar, enseñándoles dónde acampar en el desierto. Además, le prometió que los israelitas le darían el mismo trato que recibieran de Jehová (10:29–32). Este pasaje deja varias preguntas que no se contestan, en cuanto a la identidad y función exacta de este ayudante de Moisés. Sin embargo, parece que finalmente aceptó la invitación y se quedó con ellos (Jueces 4:11).

La primera jornada les llevó tres días, en los cuales siguieron la dirección de la nube puesta por el Señor (10:33–34). La fe y confianza de su dirigente, junto con la emoción que sentían, se expresan en sus palabras al salir y al descansar (10:35–36). Es obvio que su confianza está puesta en el Señor; suya es la batalla.

QUEJAS EN EL CAMPAMENTO 11:1–12:15

Quejas por las dificultades 11:1–3

Apenas había empezado el viaje cuando aparecieron los problemas. Primero, por causa de las obstáculos normales que experimentaba tan gran cantidad de personas viajando juntas. Al escuchar la queja del pueblo y la falta de gratitud por el cuidado que les daba, Dios los castigó en forma sobrenatural, haciendo caer fuego del cielo. El pueblo rogó a Moisés que intercediera por ellos y Dios lo suspendió. Llamaron al lugar donde había sucedido todo con el nombre de “encendido”, a manera de recuerdo.

DIOS NO PASA POR ALTO LA

INGRATITUD DE SU PUEBLO

Quejas en cuanto a la comida 11:4–35

La murmuración del pueblo 4–9

Al poco tiempo volvieron a protestar; esta vez porque no les satisfacía la comida. Estaban cansados de comer maná todos los días. Querían comer carne de vez en cuando. Recordaban y añoraban los condimentados platillos de Egipto. Estaban hartos de la misma dieta. No agradecían a Dios su provisión continua, que suplía todas sus necesidades nutritivas.

¡PENSEMOS!
En lugar de agradecer a Dios por sus cuidados, se lamentaban por lo que no tenían. Estaban cansados de lo que Dios les daba. Estos hijos de Dios son muy parecidos a los de la actualidad, ¿no es cierto? Identifique algunas maneras en que nosotros cometemos el mismo error. ¿Cómo debemos responder en medio de tales circunstancias?

La queja de Moisés 10–15

Al escuchar este nuevo reproche del pueblo, Jehová se enojó contra ellos y Moisés ya no pudo resistir la presión. El líder también protestó porque la carga era demasiado onerosa para él. Sentía que el peso de su responsabilidad era excesivamente gravoso. Cuidar de un pueblo rebelde e ingrato no era tarea fácil. Prefería morir que seguir así.

La respuesta de Jehová 16–23

Dios reconoció que la inquietud de Moisés era válida; no debía llevar la carga él solo. Entonces, le ordenó convocar a setenta líderes respetados del pueblo, para darles de su mismo Espíritu y para que le ayudaran a compartir la responsabilidad de dirigir a su pueblo (11:16–17).

LA RESPONSABILIDAD DE CUIDAR

AL PUEBLO DE DIOS ES UNA

PESADA CARGA. NO DEBE SER

LLEVADA POR UNA SOLA PERSONA.

En cuanto a la petición del pueblo de que querían comer carne, Dios la escuchó también. Prometió darles por treinta días tanta, que llegarían a aborrecerla. De este modo aprenderían a que era mejor estar en manos del Señor que en las de los egipcios (11:18–20).

Aun para Moisés era difícil de creer que Jehová pudiera suplir así la necesidad de alimento de tantas personas durante un mes entero. Entonces, el Señor le recordó quién era él; dentro de pocos días sería testigo de su gran poder (11:21–23).

Los setenta ayudantes de Moisés 11:24–25

El caudillo les comunicó esta respuesta y después reunió a los setenta ancianos escogidos por Dios para compartir el trabajo pastoral con él. El Señor descendió a hablar con Moisés para que nadie se confundiera en cuanto a quién tenía la autoridad. El Espíritu que residía en el líder pasó a todos los nuevos encargados. Su influencia en ellos se confirmó por medio de una manifestación única del don de profecía (11:24–25).

Celo por la obra de Jehová 11:26–30

Dos de los setenta hombres nominados se habían quedado en el campamento con el pueblo en esa ocasión, pero ellos también recibieron el don profético. Al observarlos, un joven corrió a Moisés para advertirle, pensando que debía detenerlos. Sin embargo, el caudillo no se preocupaba por la competencia, sino que deseaba que todo el pueblo hiciera lo mismo, que todos fueran controlados por el Espíritu de Dios y hablaran en su nombre. Así que Moisés estaba satisfecho con la distribución de la autoridad, pues ya no estaría solo (11:26–30).

La provisión divina 11:31–35

Poco después, Dios envió las codornices prometidas en tal abundancia, que el pueblo trabajó durante todo el día y toda la noche para recoger la mayor cantidad que pudieran. Las colgaron por todo lados alrededor del campamento. Sin embargo, debido a su murmuración, ingratitud y avaricia, la ira de Dios vino sobre ellos y les envió una plaga que mató a muchos. Como un recuerdo de la ocasión, le dieron a aquel lugar el nombre de “las tumbas de la codicia”.

¡PENSEMOS!
El relato de la queja en cuanto a la comida nos enseña varios principios para nuestra vida. Dos de las lecciones prácticas tienen que ver con el ministerio. ¿Cómo describió Moisés su obligación para con este pueblo (11:12)? ¿Cuál es la responsabilidad de un dirigente del pueblo de Dios hoy (1 Tesalonicenses 2:7–12)?
¿Qué aprendió el caudillo acerca de la importancia de compartir su trabajo con otros líderes (11:11–17)? ¿Cuáles son las implicaciones para quienes laboran en la obra de Dios en la actualidad?
¿Qué lecciones debemos aprender de la respuesta que dio Dios a la petición del pueblo que quería comer carne? ¿Cómo respondió? ¿Cómo reaccionaron a su provisión? ¿Cuál fue el resultado final? ¿Qué advertencias se encuentran en este relato para nosotros?

Queja de María y Aarón

El reclamo 1–3

Después del problema en cuanto a la comida, se presentó un conflicto por causa de los celos de María y Aarón contra Moisés. Aprovecharon la situación dudosa de que su hermano se había casado con una mujer cusita, para tratar de oponerse a su autoridad sobre ellos. Querían compartir el poder con él y pusieron en tela de duda su derecho de servir como vocero único de Dios. ¿No habia hablado Dios por medio de ellos también? Aun con todo lo que habían visto, no se dieron cuenta del peligro de tratar de tomar las riendas por sí mismos. Parece que Moisés estaba dispuesto a compartir el mando con ellos; al menos no lo impidió ni se defendió. Sin embargo, Dios oyó la queja de los hermanos e intervino en el caso.

La corrección 4–8

El Señor se enojó contra ellos y los reunió en el tabernáculo junto con Moisés. Después habló, demostrando que ú nicamente con Moisés hablaba cara a cara. A los otros profetas les hablaba por medio de visiones. Así que el primero era un profeta superior. Las facultades de Moisés venían del Señor, no de los hombres. Ellos eran testigos de la descomunal obra que Dios le había encomendado. Por eso, les preguntó, por qué no habían tenido miedo de murmurar contra él.

DIOS ESTABLECE LA AUTORIDAD EN SU

PUEBLO. QUIENES SE SOMETEN A ELLA,

ACEPTAN A QUIENES EL HA DESIGNADO

Su castigo 9–15

Debido a la ira de Dios, María quedó leprosa. Al reconocer la gravedad de su pecado contra Moisés, que era el representante de Dios, los hermanos se arrepintieron, pero ya era muy tarde. Aarón le pidió a Moisés que intercediera a favor de ella. Aunque lo hizo, Dios respondió que se quedaría así por siete días para que no se les olvidara la severidad de su ofensa. Todo el pueblo tuvo que detenerse en el desierto hasta que pasaron los días del castigo; se dieron cuenta del caso, y aprendieron que debían someterse a la autoridad de su líder Moisés.

¡PENSEMOS!
Las circunstancias singulares de aquel tiempo no son iguales a las de hoy. Sin embargo, Dios sigue nombrando las autoridades que existen sobre su pueblo. ¿Qué principios debemos observar en este caso?
A la luz de esta serie de quejas, ¿qué aprendemos en cuanto a las consecuencias de la murmuración en general? Identifique alguna vez en que haya mostrado esta actitud. ¿En qué manera debe cambiar para agradar a Dios? ¿Qué pasos debe dar para lograrlo?

Porter, R. (1989). Estudios Bı́blicos ELA: Fracaso en el desierto (Numeros) (25). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.