Reflexiones alrededor del misionero
por Enrique Zapata
A través de nuestro continente encontramos a cientos de cristianos hablando de misiones y orando para enviar misioneros. Muchos de ellos ya están convencidos de que nosotros, los del Tercer Mundo, hemos sido llamados por Dios a cumplir la tarea que falta en este mundo tan trastornado. El desafío está delante de nosotros. Las preguntas que no han sido contestadas son ¿cómo lo lograremos? y ¿cuáles serán los resultados?
Hemos sido lanzados a la tarea de misiones en el Tercer Mundo y nos enfrentamos con esta pregunta: ¿Cómo saldremos? Por años hemos hablado (o criticado) sobre cómo se deben hacer misiones, cómo deben ser los misioneros y qué es lo que es lo que no deben hacer. Repentinamente la pelota ha llegado a nuestros pies y nos encontramos en el medio del partido, nos guste o no.
A través de nuestro continente encontramos a cientos de cristianos hablando de misiones y orando para enviar misioneros. Muchos de ellos ya están convencidos de que nosotros, los del Tercer Mundo, hemos sido llamados por Dios a cumplir la tarea que falta en este mundo tan trastornado. El desafío está delante de nosotros. Las preguntas que no han sido contestadas son ¿cómo lo lograremos? y ¿cuáles serán los resultados?
Todos comienzan con esperanza y con la convicción de que tendrán éxito, que no tendrán los problemas que han tenido otros, que no fracasarán y que su destino estará lleno de gloria. Así fue como comenzaron los del norte; sin embargo no todo ha sido color de rosa. Ha habido abundantes espinas (en algunos casos, ellos mismos). Seremos, entonces, sabios y prudentes mirando nuestros pasos y aprendiendo de los errores al igual que de las victorias de otros. Es orgullo pretender que la razón por la cual ellos cometieron errores es que eran «yanquis» o ingleses y no hombres y mujeres, como nosotros.
Por 30 años he observado y estudiado la obra misionera. He tenido el privilegio de conocer a muchos misioneros que eran grandes hombres de fe. Soy deudor de ellos por su ejemplo, fe, enseñanza y amor. Fui bautizado por uno de ellos y muchos de mis comienzos de ellos han provenido. También he sufrido con y a causa de algunos; heridas en mi espíritu y en mi corazón. A través de los años he observado sus vidas y ministerios y en los últimos 20 años he tratado de estudiar todo el material posible sobre la formación de misioneros, consciente de que nuestro Dios es el Dios de ellos: El único que llama a las misiones. Con el paso del tiempo se me han ido grabando ciertas convicciones debido a mi paso por otros países de nuestro continente. Los siguientes puntos son reflexiones y experiencias mías que, unidos a las de otros, tal vez puedan, en la misericordia de Dios, ayudarnos a cumplir la gran tarea que tenemos por delante.
Primero. El fracaso de la mitad de los misioneros que salen es una realidad que ha experimentado y lamentado toda organización o iglesia misionera. Al ver esta realidad necesitamos preocuparnos por tres áreas que afectan al porcentaje de fracasos: la selección del misionero, la formación del misionero y la manutención del misionero. Este artículo comentará mayormente el área de la formación del ministerio. Sólo tocaré las otras dos en lo que sea necesario.
Segundo. La historia muestra que las buenas intenciones y un «llamado» no son suficientes para asegurar el éxito en el trabajo. Mundialmente hay quejas contra el trabajo hecho por muchos misioneros, en algunos casos sin razón, en otros con mucha. Estas quejas muestran que en muchas ocasiones el trabajo no ha dado fruto, algunas veces con razones valederas y otras veces sin ellas. También encontramos que más de la mitad de los misioneros vuelven a su país después de su primer término, sintiéndose frustrados y fracasados. Esto no ha ocurrido sólo con los misioneros provenientes de países como Estados Unidos e Inglaterra, sino también con los misioneros de nuestros países del Tercer Mundo. Lógicamente, los últimos son menos y están menos documentados por la sencilla razón de que recién hemos comenzado.
Tercero. No todos deben ser misioneros, aunque todos deben estar preocupados y ocupados por las misiones. No cualquiera puede ser cirujano, astronauta o pastor. Tampoco cualquiera puede ser misionero. Para cumplir esa tarea hacen falta ciertos elementos vitales. La gran tarea misionera es responsabilidad de toda la iglesia, como todo un hospital es responsable de los tratamientos, cirugías y terapias, aunque no cualquier enfermera pueda trasplantar un riñón. La iglesia necesita dar sus mejores hombres a esta tarea vital y de suma importancia en obediencia al Señor.
Muchas veces el joven que ha fracasado en todas las áreas de su vida y trabajo «escucha el llamado misionero» y está convencido de que es la voluntad de Dios. Cuando Dios llamó a Pablo, llamó a un hombre bien preparado. Más adelante Pablo llamó a Timoteo, un hombre de quien «hablaban elogiosamente» (Hch. 16:3). El joven que se siente llamado a las misiones debe poder mostrar su llamada primero dando fruto en su ministerio local. Si no puede levantar una iglesia en su propia cultura e idioma ¿cuál va a ser su suerte cuando esté en otro medio mucho más difícil? Pablo mismo estuvo en el seminario del desierto por varios años y después comenzó a trabajar en forma local. Antes de sus viajes misioneros trabajó debajo de Bernabé, el cual era su tutor y alentador. Después, en los viajes sucesivos, la situación fue cambiando lentamente de «Bernabé y Pablo» a «Pablo y Bernabé» y luego, pasado mucho tiempo y realizado mucho trabajo, a «Pablo y su equipo». Mucha sabiduría hay en este proceso. El hombre que será enviado a plantar una iglesia necesita ser discipulado en todo el proceso de evangelismo y discipulado. El que no lo hizo aquí, es dudoso que lo pueda hacer allí.
Siempre podemos pensar en la excepción a la regla general, el caso de ese joven que nadie pensaba que iba a ser un buen misionero y sorprendió a todos. Debemos estar abiertos a las excepciones, pero no hacer de la excepción la regla de vida, como algunos intentan.
Cuarto. Diferentes campos y ministerios requieren diferentes personalidades, dones y preparación. La tendencia es simplificar la tarea misionera tratando, de meter a todos en el mismo molde. Sin embargo, la realidad de la vida es que se requiere una personalidad muy diferente para trabajar eficazmente en un centro urbano que en la selva. La preparación difiere cuando se va a ministrar a universitarios que cuando se lo hará con hombres de campo.
Quinto. La tarea requiere de hombres que son capaces de funcionar en culturas y valores diferentes a la suya. Cada cultura tiene sus valores buenos y malos a los cuales uno mismo suele estar ciego. La tarea de la iglesia no es transplantar su cultura sino a Cristo. En algunas sociedades del mundo, el símbolo de la prostitución en la mujer es el uso de faldas; en otras el uso del sutién; el otras el no pintarse, y muchos estragos han hecho los misioneros cuando quisieron imponer estas prácticas con motivaciones «buenas».
En la Biblia encontramos que a Pedro, por sus valores culturales, le costó años poder aceptar lo que Dios deseaba hacer con los gentiles. El no pudo ser un misionero permanente a los gentiles por sus conceptos culturales. Como resultado, Dios levantó un hombre, Pablo, que tenía una comprensión mucho más amplia de la cultura griega y romana, de manera que pudo funcionar eficazmente. Él predicó las mismas verdades pero estaba dispuesto a hacerse judío a los judíos y gentil a los gentiles. Es fácil superespiritualizar todos los factores culturales, sin tener en cuenta que las culturas son la forma de expresión y estructura que los pueblos ha desarrollado con el tiempo. La persona que entiende la cultura, entenderá cómo plantar la semilla del evangelio para lograr el mejor desarrollo. Pablo hizo circuncidar a Timoteo (Hch. 16.3), pero más adelante defendió a Tito y no permitió que lo fuera (Gá. 2); él entendía los principios, sin quedar esclavo de sus prácticas pasadas.
Tarde o temprano necesitaremos pensar seriamente en la formación de una escuela de misiones. Podríamos acortar años de tiempo de adaptación y tropiezos en otras culturas si aprendiéramos de hombres experimentados las lecciones claves para ministrar en esas culturas.
Sexto. El último y más importante de los puntos es: Desarrollar un carácter que refleje a Jesús. Son muchas más las situaciones que han sido salvadas por el amor, la benignidad, la paciencia y la humildad que las que lo fueron por la inteligencia y la habilidad. Los misioneros que más impacto positivo tuvieron en mi vida (y en la de muchos) fueron los que tuvieron buen carácter cristiano.
Casi todo otro pecado es perdonable para el misionero pero que no le falte la madurez espiritual, especialmente en momentos de sentimientos encontrados. La demostración de Cristo a través de la vida del misionero es la evidencia más convincente de la verdad. La doctrina se puede trasvasar cuando se muestra el milagro de una vida cambiada, cuando esa doctrina se vive todos los días y en su vida está la sal que da sed a otro para querer tomar del Agua de Vida.
ALGUNOS DE LOS PROBLEMAS QUE ENFRENTA UN MISIONERO
Rechazo: Hay pocas culturas en el mundo que aprecian que alguien de afuera les trate de enseñar algo, hasta que la persona haya ganado su respeto. Tengo conocidos que han venido de Corea, de los Estados Unidos y de otros países latinoamericanos, donde los cristianos (y aun pastores) les han dicho: «Aquí no necesitamos misioneros. ¿Por qué no vuelven a su país, donde queda mucho para hacer?» El llegar a ser aceptado ampliamente es un proceso que requiere tiempo, paciencia, amor y perseverancia.
Soledad: El misionero se encuentra sin amigos con quienes compartir su vida, la batalla, y tiene que enfrentar esa situación nueva a solas. Amistades y confianza se desarrollan con el tiempo. La diferencia de lenguaje hace difícil que logre una comunicación profunda en los primeros meses. Por esa causa es una ayuda que el misionero sea casado o que vaya con otro compañero, salir de dos en dos. Jesús previó este problema y dio la solución, pero muchas iglesias y organizaciones misioneras no han seguido el ejemplo de Él. El misionero necesita especialmente de las cartas de los amigos que quedaron en su iglesia local. Aquellos continúan rodeados de sus relaciones pero él ha llegado a un lugar donde no tiene amigos, necesita de ellos y no es fácil formarlos transculturalmente.
Idioma: Nos expresamos principalmente a través de la palabra hablada o escrita. El aprender miles de palabras nuevas, con todo su sentido, requiere meses y hasta años. El misionero llega después de meses de espera y preparación, para descubrir que no puede dar su mensaje, cuando a venido justamente para eso. La gente no entiende o se ríe. Cada risa, aun la más cariñosa, está señalando sus fallas. El misionero del Ecuador que llamaba al arrepentimiento de los «pescados» para ser salvos, o el que predicó sobre «Jesús y el piloto». Es humillante y desalentador ver que la gente se sonríe y hace bromas sobre lo que uno le ha dicho con mucha seriedad. Conquistar el idioma es un trabajo que requiere perseverancia, dolor y agonía, y es parte del precio.
Salud e higiene: Cuando una persona entra en una nación distinta descubre que no posee un sistema de inmunidad desarrollado para las enfermedades locales, entonces se enferma con facilidad. Cada nación tiene enfermedades diferentes. Tanto el pentecostal como el hermano libre terminan siendo víctimas de esos dolores. Muchos misioneros destinados a México han sufrido «La venganza de Moctezuma» (descompostura y fuertes dolores). Otros han sido derribados por la pequeña ameba de la cordillera de Ecuador, por enfermedades tropicales en la selva amazónica. Estas enfermedades debilitan el físico y la mente, justo durante esos primeros meses en que se sufren los otros problemas sociales mencionados.
Nivel y estilo de vida: Cierto amigo mío tenía resentimiento contra muchos misioneros del norte porque vivían mucho mejor que la gente con quien trabajaban. Siempre enfatizaba que eso no era seguir el ejemplo de Jesús. Un día, él y su familia fueron llevados a otro país mucho más pobre que el suyo, con muy poco nivel de higiene. Después de un tiempo, al volver, vio que era más difícil de lo que pensaba. Es fácil acostumbrarse a vivir en un nivel más alto, no resulta lo mismo cuando es al revés.
El sostenimiento: Muchos misioneros han salido con promesas de sostén de su iglesia y amigos sólo para encontrar que al pasar el entusiasmo de los primeros meses (y con las sucesivas devaluaciones) sólo reciben la mitad de su sostén, en un país donde les es prohibido trabajar como extranjeros. También encuentran que los costos iniciales para establecerse (alquilar una casa, comprar muebles, fletes, etc.) muchas veces los dejan con las arcas vacías. Hay quienes viven sostenidos por fuertes misiones, pero hay quienes no.
Usos y costumbres: Un misionero amigo me contó que, al venir a Latinoamérica, recién casado, pasó una gran vergüenza en el aeropuerto; al salir de la aduana, una chica joven vino corriendo y le dio un beso muy grande en su mejilla. Sin duda que fue bien recibido, pero chocante para él. En su país de origen, los varones nunca besan a nadie, excepto a su esposa. Pasado el tiempo, cierto día debió volver a su país. Habiéndose acostumbrado a la Argentina, besó a una joven casada, delante de su esposo, sin acordarse que allí no se saludaban así. Para qué contar la gran vergüenza que sintió y el rechazo que allí obtuvo.
Hay costumbres diferentes y difíciles de aceptar, como el hecho de que en ciertos países los hombres caminan por la calle de la mano. En otros lugares, los líderes practican públicamente lo que para nosotros son «pecados», mientras que condenan como tales a practicas nuestras. Un misionero argentino fue a trabajar como pastor a una iglesia en otro país. Cuando llegó, vio a todos los diáconos fumando en la puerta, pero debió firmar que rechazaba toda clase de bebida alcohólica si quería ministrar allí. En Argentina, la gran mayoría de los cristianos toman algo de vino con las comidas, pero que ninguno de ellos consuma cigarrillos, porque va derecho al infierno. Ejemplos graciosos, pero los hay más difíciles, como el de las culturas donde la vestimenta que es común entre nuestras mujeres es símbolo de prostitución y la mujer, para mostrarse casta y respetable, debe circular en la calle con sus senos descubiertos. ¿Cuál de nuestra esposas «se adaptaría fácilmente»? ¿Qué pastor latino caminaría tranquilo por esas calles con su esposa con el torso desvestido? Las costumbres pueden crear grandes tensiones y aun impedir que un misionero pueda relacionarse bien con otros porque rechaza prácticas o cosas que considera pecaminosas.
Por cosas como estas, más de un misionero ha vuelto a casa. Verdaderamente, para que un misionero tenga éxito, necesita de la gracia de Dios, de un carácter aprobado, y de mucha sabiduría y amor. E. Z.
Apuntes Pastorales Volumen IV, Número 6. Todos los derechos reservados