por Juan Warton
El liderazgo cristiano es mucho más que el ejercicio de la «ciencia de administración», ¡es una disciplina espiritual! Si hemos de pensar de manera bíblica, debemos expandir las posibles razones de nuestros errores, fracasos y reveses, también como de nuestros éxitos, victorias y logros.
En la iglesia que pastoreé durante más de diez años sentimos que el Señor nos estaba instando a comenzar una escuela cristiana. Todo estaba listo; teníamos todos los permisos necesarios así como el apoyo de la municipalidad. Cuando estábamos listos para comenzar, los vecinos que vivían cerca del edificio de la iglesia comenzaron a hacer circular falsos rumores que hicieron que la Junta Sindical de la ciudad se volviera en contra de nosotros y que la escuela nunca iniciara sus actividades. ¿Qué decir de algo así? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta a este aparente fracaso?
No todo lo que los ministerios cristianos intentan hacer funciona. No todo aquel que trabaja para un ministerio cristiano hace bien su tarea. A veces las cosas que han marchado bien durante años, dejan de ser efectivas. ¿De qué manera los líderes cristianos deben interpretar los reveses, errores y fracasos en su ministerio? Afortunadamente, los líderes cristianos tienen una perspectiva más alta (aunque más compleja) para evaluar el progreso de su tarea que sus pares en el mundo de los negocios. En este artículo consideraremos cinco categorías de tales reveses y trataremos de interpretar su significado para los ministerios cristianos.
En el filme Garras: donde comienza la leyenda, hay una escena en la que el Cnel. John Patterson (interpretado por Val Kilmer) le hace una pregunta punzante a Remington, el cazador de leones mercenario interpretado por Michael Douglas: «¿Ha fracaso alguna vez?» Inmediatamente Douglas contesta: «¡Sólo en la vida!»
Aunque nadie que está en Cristo terminará fracasando en la vida, el fracaso es algo inexorable, como también lo son los reveses y las equivocaciones. En realidad, los cristianos tienen una perspectiva más elevada de estos tres que la perspectiva del mundo. Santiago, por ejemplo, nos aconseja tener por sumo gozo «cuando os halléis en diversas pruebas» (Stg. 1:2). Jesús predijo que seríamos perseguidos y que cuando lo somos, somos bendecidos, bienaventurados (Mt. 5:10-12). Pablo explica: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Ro. 8:28), y esto incluye nuestros errores y fracasos.
Antes que nada quiero afirmar mi profunda convicción de que Dios quiere que tengamos éxito en nuestro ministerio. Él desea que produzcamos fruto y que nuestro fruto permanezca (Jn. 15:5). Dios tiene planes para nosotros, no planes de calamidad sino de bien (Jer. 29:11) Y como dijo Pablo: «el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará…» (Fil. 1:6).
Pero entonces, ¿qué de nuestros fracasos? En mi primer viaje a una cruzada con el Equipo de Luis Palau fui a Luton, una ciudad industrial al norte de Londres. En vista de que en el Reino Unido hay muy pocos estadios cubiertos de gran capacidad, el comité local había reservado la carpa más grande de Europa, algo común allí. Dicha carpa tenía una capacidad de 5000 personas para las reuniones, y además habría carpas auxiliares para el trabajo de consejería. Nunca olvidaré la reunión en que los líderes del comité le comunicaron a Luis Palau que la carpa no podría armarse. Fuertes tormentas primaverales y lluvia excesiva hacían imposible que la carpa se erigiera. ¿Era un fracaso? Si lo era, ¿de quién era la culpa?
En su libro The Problem of Pain («El problema del dolor»), C.S. Lewis escribe:
«Dios nos susurra en nuestro placer, nos habla con voz normal a la conciencia, y a gritos en nuestro dolor.»
Creo que Dios probablemente nos susurra en el éxito del ministerio, pero nos habla a gritos en nuestros fracasos, errores y reveses. Si lo hace, ¿qué es lo que dice? ¿Cómo debemos entender tales fracasos? Todos los hemos experimentado en el ministerio. Para ayudarnos a entenderlos y decidir qué hacer con ellos, propongo que consideremos cinco categorías:
I. MALA EJECUCIÓN
Esto es simplemente el objetivo que no se alcanzó, el proyecto que se malentendió, la ordenanza que se olvidó; es una tarea mediocre, descuidada, imprecisa. Tiene que ver con el trabajo de todo un ejército de voluntarios: algunos están demasiado ocupados; a otros la tarea los sobrepasa; el planeamiento es deficiente; no tienen dones; hay conflictos entre compañeros; no se ha tenido en cuenta el costo; hay reacciones u objetivos pecaminosos… pero cualquiera fuere la razón, la culpa es nuestra.
Y no es simplemente que nuestros subordinados no siempre hagan las cosas bien. La vida es compleja y difícil. Pueden aventajarnos a nosotros y todavía podemos sentirnos abrumados. A veces no somos los adecuados para la tarea y, por lo tanto, la ejecutamos mal. Ésta es una de las razones de los fracasos, reveses y errores.
II. POBRE SUPERVISIÓN
¡Una supervisión pobre puede llevar a errores, fracasos y reveses! La tarea incorrecta asignada a las personas incorrectas en el momento incorrecto conduce al fracaso. Apoyo no adecuado, poca supervisión, recursos insuficientes, falla en el liderazgo: todo llevará a errores y reveses. ¡El liderazgo provee una gran diferencia!
En la Biblia hay muchos ejemplos de buenos y malos administradores. Mi ejemplo favorito del Antiguo Testamento es Nabal (1 S. 25). Él operaba una gran hacienda muy productiva y, aparentemente, contaba con personal leal y capaz, pero el capataz describió a Nabal diciendo que «es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle» (v. 17).
Jesús enseñó sobre la importancia de la habilidad directiva cuando aconsejó a los reyes que consideraran con cuidado el costo de una guerra contra fuerzas superiores (Lc. 14:31-32). Él no mencionó el entrenamiento ni la valentía de sus soldados, sino la sabiduría del líder. También aconsejó a los contratistas que se aseguraran de tener el material para completar una torre antes de comenzar la construcción (Lc. 14:28-30). Ni siquiera mencionó el calibre de los albañiles. Como pastores y líderes somos llamados a velar por el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo nos ha hecho «obispos» (Hch. 20:28). Un liderazgo deficiente (descuidado) da como resultado errores, reveses y fracasos. Por otra parte, Nehemías fue un eficiente supervisor de un pueblo desanimado e indisciplinado. También lo fue Moisés, especialmente cuando siguió el consejo de Jetro sobre cómo organizar y delegar.
En una cruzada reciente, a último momento descubrimos que uno de los principales comités no estaba funcionando adecuadamente. Esta omisión fue un serio error con resultados de gran costo.
Estas dos primeras categorías resumen, en realidad, las causas de los fracasos vistos desde la perspectiva de la ciencia de la administración. O es nuestra culpa o la culpa de nuestro jefe. Sin embargo, para los cristianos que comprenden el concepto de la soberanía universal de Dios, hay otras razones. Considere las siguientes:
III. CONDICIONES MALDITAS
El libro de Génesis nos dice que el mundo ha sido maldecido en el juicio que Dios hizo del pecado: «maldita será la tierra… espinas y cardos te producirá» (Gn. 3:17-18). Las mejores personas con los mejores administradores habrán de experimentar fracasos y reveses, y habrán de cometer errores, porque las condiciones de la maldición ¡aún afectan nuestra tarea!
La carta que nunca llega, las llamadas telefónicas que se cortan, los mensajes que se malinterpretan, el conflicto de fechas, el automóvil que se descompone en el peor de los momentos, los aviones que se demoran, los vuelos que se cancelan. «Como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción» (Job 5:7). O como dijo Ron Hawkins, presidente de un seminario en Oregon: «Siempre estamos en problemas, o saliendo de un problema, o camino a un problema.»
Por más que tratemos, a pesar de lo excelente que seamos o de lo cuidadosos que podamos ser, las cosas irán mal. Experimentaremos el sudor de la frente confrontando los equivalentes modernos de «espinas y cardos», independientemente de la competencia de nuestros trabajadores o del calibre de nuestro liderazgo.
IV. OPOSICIÓN DIABÓLICA
Otra posible categoría para que reflexionemos cuando hay un fracaso aparente es la oposición satánica directa. Sabemos que Satanás se opone a individuos. Job era un hombre justo y lo experimentó (Job 1-2). Satanás pidió zarandear a Pedro como a trigo (Lc. 22:31) y puso un aguijón en la carne de Pablo (2 Co. 12:7). El demonio literalmente entró en Judas (Jn. 13:27). Pedro nos advierte que nuestro adversario el diablo está al acecho buscando a alguien a quien devorar (1 P. 5:8).
Pero estoy convencido de que el demonio también se ocupa del mal funcionamiento de los grupos. Él engaña a naciones (Ap. 20:3). La iglesia en Pérgamo (Ap. 2:12-17) fue atacada por Satanás y un líder fiel fue asesinado. Pablo expresa su profundo deseo de ministrar a los tesalonicenses, «pero Satanás nos estorbó» (1 Ts. 2:18). Posiblemente la oposición satánica a iglesias u organizaciones no sea otra cosa que el efecto combinado de la persecución y la tentación a individuos de esas asociaciones, pero el efecto neto es el mismo.
He llegado a la conclusión de que si un buen plan va terriblemente mal sin razón aparente y deja a su paso una cantidad de serios problemas que no pueden resolverse en forma satisfactoria, entonces Satanás ha tenido parte. Si su iglesia quiere hacer algo significativo para el Reino de Dios, debe esperar este tipo de interferencia y los fracasos y reveses resultantes. Ni el ministerio de Jesús ni las misiones de Pablo estuvieron exentos de ello, y sin embargo triunfaron. No somos ignorantes de sus maquinaciones (2 Cor. 2:11b).
V. RESTRICCIÓN DIVINA
Por último, debemos agregar otra categoría: Dios mismo puede ser la razón causante de nuestros problemas. Creo que nuestros fracasos y errores y reveses pueden ser resultado de la restricción divina.
a) La restricción de Dios en pos de algo mejor. Considere dos circunstancias diferentes: Pablo dejó Asia Menor para predicar en Europa porque el varón de Macedonia había aparecido en un sueño, llamándolo (de manera positiva) a ir y ayudar.
Pero la iglesia en Jerusalén no estaba lista para salir a Judea y Samaria, y mucho menos a las partes más remotas de la tierra, de manera que el Señor (en forma negativa) trajo persecución para dispersar a la iglesia (Hch. 8:1). Esteban fue apedreado, Pedro fue encarcelado, Jacobo fue asesinado. ¿Reveses? Por supuesto, pero hicieron que la iglesia comenzara su misión mundial.
En desobediencia, los discípulos fueron a pescar después de la crucifixión (Jn. 21:3), pero no pescaron nada (la restricción divina de sus esfuerzos) hasta que se encontraron nuevamente con la soberana mano de su Señor resucitado.
b) La restricción de Dios para castigar nuestro pecado. Sabemos que el Señor castigará a distintos grupos por su desobediencia: la iglesia en Corinto estaba experimentando enfermedad y muerte por su comportamiento irreverente en la mesa del Señor (1 Co. 11:30), e iglesias enteras fueron amenazadas con que se quitarían de ellas los candeleros a menos que se arrepintieran (Ap. 2:5). David dijo: «Quita de sobre mí tu plaga; estoy consumido bajo los golpes de tu mano» (Sal. 39:10).
c) Las restricciones de Dios por razones que sólo Dios conoce. Cuando en la Asociación Evangelística Luis Palau nos enfrentamos a lo que podría considerarse un fracaso, nos preguntamos seriamente: «¿Acaso Dios está cerrando esa puerta de ministerio?» Algunos países y algunas ciudades dan la bienvenida al evangelismo masivo, otros no. ¿Acaso Dios en su soberanía está restringiendo nuestro trabajo por razones que de momento sólo Él conoce?
En conclusión, el liderazgo cristiano es mucho más que el ejercicio de la «ciencia de administración», ¡es una disciplina espiritual! Si hemos de pensar de manera bíblica, debemos expandir las posibles razones de nuestros errores, fracasos y reveses, también como de nuestros éxitos, victorias y logros.
Usted necesitará discernimiento para entender el revés y el fracaso. Usted tendrá que decidir a qué categoría/s corresponde/n. No se apresure a culpar a su personal: su propia y pobre administración puede ser la causa, o tal vez sea cuestión de cardos y espinas, o quizás el diablo esté involucrado. Más convincentemente, Dios podría estar hablando a gritos. Una vez que usted haya determinado la/s categoría/s correcta/s, puede iniciar la acción apropiada.
En la ciudad de Luton la carpa nunca pudo ser levantada, y la empresa propietaria de la carpa quebró. El presidente de la empresa fue hospitalizado por problemas emocionales. Nosotros tuvimos reuniones evangelísticas dos noches en dos edificios de iglesias adyacentes. Uno de los cultos comenzó a las 18:00 h, y Luis Palau predicó, mientras otro culto comenzó en el otro edificio a las 19:00 h, y Palau llegó a tiempo para predicar también allí. Luego volvió al primer edificio para un culto que empezaba a las 20:00 h, y regresó al segundo edificio para un cuarto sermón en el culto que comenzaba a las 21:00 h. Los cultos fueron gloriosos, con asistencias tope, y muchos fueron salvos. Por cierto, muchos más hubieran asistido a la carpa, pues era más grande, y es posible que un número mayor de personas se hubiera salvado. No hubo mala ejecución, ni siquiera supervisión pobre. Todo estaba planeado, hasta el último detalle. No creemos que se trató de oposición satánica. Hemos llegado a la conclusión de que fue la restricción de Dios, sin duda por múltiples razones. Una de tales razones es para mostrar que Él puede obrar de manera poderosa aun en medio de las peores condiciones.
Pero al margen de las razones que encontramos para los errores, fracasos y reveses, como líderes en el ministerio cristiano debemos mantener nuestra perspectiva y nuestras prioridades: «Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras» (He. 10:24). Este es el llamado de Dios a los administradores cristianos que, rumbo al fruto que permanece, a menudo experimentan fracasos en el camino.
Juan Warton, pasó más de 15 años pastoreando iglesias locales antes de formar parte de la Asociación Evangelística Luis Palau, donde sirve como vicepresidente ejecutivo.