Biblia

Sea claro en su predicación, parte II

Sea claro en su predicación, parte II

por Alberto Samuel Valdés

En la primera parte del artículo el autor explicó la importancia de predicar a partir de una idea central y escritural, y proveyó un bosquejo exegético usando el pasaje de Filipenses 4.6–7. En esta segunda parte continúa explicando este pasaje, a fin de profundizar en la importancia de la claridad

Es posible que alguien en la congregación reconozca su necesidad inmediata de instrucción bíblica. Tal vez otros experimentan situaciones difíciles. En todos los casos, es mucho más probable que recuerden una historia que ilustra un principio bíblico que una sencilla amonestación: «Hermanos y hermanas, ¡no se preocupen!».


Los oyentes han de «ver» cómo este principio bíblico funciona en la vida diaria. Así no sólo recordarán sino que también sabrán cómo aplicarlo.


Los principios de la claridad en la predicación


Todo pastor desea que su predicación sea comprendida. La siguiente lista de principios nos ayudará a comunicar la Palabra de Dios con claridad y sin confusión.


1) Use una introducción que haga que la audiencia comprenda, vea y sienta la relevancia del sermón.


La introducción debe motivar a los oyentes a seguir escuchando, y despertar en ellos la expectativa de que el mensaje es relevante e imprescindible para su vida. Deben ver que, a pesar de su antigüedad, la Biblia tiene la respuesta para su problema actual. Asimismo, la introducción tiene como propósito presentar el tema del mensaje a los oyentes: establece una relación positiva entre el orador y la audiencia, demuestra la relevancia del mensaje, y orienta a las personas hacia la idea principal del sermón.


2) Concluya la introducción con el tema en forma de pregunta, o con un «avance» que guíe al oyente a escuchar el sermón.


Hay sermones deductivos e inductivos. El final de la introducción del sermón deductivo concluye con una presentación sencilla de la idea principal, tanto del sujeto como del complemento. Es decir, el predicador presenta una forma de «avance» que revela el sujeto y el complemento, de manera que el oyente recibe la idea o proposición principal del sermón antes de que comience la exposición. En el sermón acerca de la ansiedad, dicho «avance» podría ser el siguiente: «Hoy veremos que el creyente debe tomar control de su ansiedad, comunicar sus preocupaciones al Señor, y como resultado experimentará la paz incomprensible que Dios provee», o «esta mañana veremos cuál debe ser la actitud del creyente frente a la ansiedad, qué acción debe tomar frente a las preocupaciones, y qué resultado puede esperar del Señor». En un sermón inductivo la introducción culmina con el sujeto del sermón expresado en forma de pregunta: «¿Cómo debe el creyente responder frente a la ansiedad? ¿Qué debe hacer el cristiano frente el estrés y las preocupaciones? ¿Qué principios bíblicos debe seguir el creyente cuando experimenta la ansiedad?»


La ventaja del método deductivo es que disminuye la posibilidad de confusión, ya que el oyente sabe en qué dirección va el mensaje. Es ideal para un sermón doctrinal que se presta a confusión. Sin embargo, en esta clase de sermón se asume el riesgo de que el oyente pierda el interés, ya que sabe desde el principio lo que el predicador piensa decir. Es como si alguien le contara el argumento antes de que usted comprara el libro.


Por otro lado, en el sermón inductivo el predicador crea suspenso en la introducción al presentar la idea principal en forma de pregunta, sin revelar el complemento. El oyente se va enterando del complemento poco a poco a medida que se desarrolla el sermón. La introducción de nuestro mensaje prototipo (un sermón inductivo) termina con el sujeto en forma de pregunta (repetida tres veces usando diferentes palabras).


La introducción prepara al oyente para reconocer su necesidad de las verdades expuestas en el mensaje. Sus pensamientos serán dirigidos hacia el tema por medio de una pregunta específica que centra la mente, y anticipa la respuesta. Este estilo facilita la claridad y mantiene el interés del oyente. Concluido el mensaje, éste habrá recibido la idea completa, el sujeto y el complemento.


3) Comunique información acerca del trasfondo histórico antes de anunciar el tema del sermón de manera concisa, sacando a relucir lo que será relevante para la proposición central del mensaje.


Sin embargo, el sermón no debe convertirse en una clase de historia, sino proveer suficiente contexto histórico para que la audiencia contemporánea vea que los patriarcas, la nación de Israel, o la iglesia primitiva enfrentaban los mismos problemas. Filipenses 4:6, 7 cobra más sentido cuando sabemos que Pablo, el autor de la carta, estaba encarcelado esperando lo que tal vez fuera su sentencia de muerte (1:12-26). Además, los filipenses sufrían conflictos y divisiones (1:27-30). A pesar de las circunstancias difíciles Pablo muestra su amor y preocupación por ellos y les explica lo que deben hacer para aliviar la ansiedad provocada por su situación. En la introducción, después de despertar el interés de los oyentes por medio de algo relevante al tema, podríamos decir lo siguiente:


«Nosotros no somos los únicos que luchamos contra la ansiedad. Hubo una congregación en el Nuevo Testamento azotada por la adversidad, la división, la enseñanza falsa y la necesidad económica. Además, uno de sus miembros casi se muere en un viaje para ayudar al fundador de la iglesia, quien se encontraba encarcelado a causa del evangelio. Ellos, como nosotros, necesitaban una solución para la ansiedad y la preocupación. El fundador de esa iglesia era el apóstol Pablo y la congregación eran los filipenses. Pablo, con corazón lleno de amor para estos creyentes que lo habían ayudado en sus necesidades, les comunica principios bíblicos para aprender a lidiar con las preocupaciones. Abramos nuestras Biblias en Filipenses 4 y veamos cómo el creyente puede vencer la ansiedad. ¿Qué prescripción provee la Escritura para nuestras preocupaciones? ¿Cómo podemos vencer la ansiedad que a menudo sentimos?»


De esta manera habremos explicado el trasfondo del pasaje vinculado con el tema del sermón y la situación contemporánea. Con el pasaje ubicado en su contexto histórico y contemporáneo los oyentes pueden concentrarse en los principios que escucharán.


4) Anuncie el pasaje varias veces y esperar hasta que la audiencia haya encontrado el texto en sus Biblias.


A veces el predicador comienza a leer o explicar un pasaje sin que los oyentes ni siquiera hayan hallado el texto en sus Biblias. Mientras las personas buscan el pasaje uno puede repetir el tema. De esta manera, los oyentes no pierden el hilo mientras lo encuentran. Otra opción es pedir que busquen el pasaje en sus Biblias antes de comenzar la introducción del sermón, orar y luego seguir adelante con la introducción.


5) Comunique los puntos del sermón en forma de principios aplicables a la vida.


A veces vemos bosquejos que expresan los puntos de la manera siguiente:

  • El creyente y la ansiedad

    • La oración y la ansiedad
    • La paz de Dios y la ansiedad

    Este bosquejo está claro y bien organizado, pero no comunica una verdad que se pueda aplicar. Sería mejor decir:

  • Debemos controlar la ansiedad y no ser controlados por ella.

    • Debemos responder a la ansiedad con oración.
    • Cuando ponemos nuestras preocupaciones en las manos de Dios, Él calma nuestra ansiedad con su paz incomprensible.

    En el primer ejemplo los puntos aparecen como títulos que no se pueden aplicar. En el segundo, éstos aparecen como principios prácticos. La tarea del predicador consiste en demostrar que la Biblia enseña estos principios, explicar su significado para el creyente, y motivar a los oyentes a aplicarlos en su vida diaria.


    6) Repita los puntos importantes tres veces seguidas usando diferentes palabras.


    La repetición goza de las siguientes ventajas: a) cada una es una manera verbal de subrayar o enfatizar una idea; b) ayuda a mantener el interés de los distraídos; c) asegura que todos entienden, porque se repite la misma idea en tres formas diferentes; d) habrá tres oportunidades seguidas de captar el principio, la persona que no lo entiende la primera vez tal vez lo capte en la segunda o tercera exposición. Ningún otro método combate con tanta eficacia las muchas distracciones externas (el ruido de vehículos que pasan, personas que conversan durante el sermón, algún niño que llora) e internas (pensamientos que llegan a la mente, preocupaciones) que compiten con lo que el predicador intenta comunicar.


    7) Exprese el principio antes de leer el texto bíblico.


    A veces un predicador lee un pasaje de la Biblia y comienza a explicarlo directamente. Sin embargo, es preferible comunicar primero el principio y después leer el pasaje bíblico:


    «Abramos nuestras Biblias en Filipenses 4 y veamos cómo el creyente puede vencer la ansiedad. ¿Qué prescripción proveen las Escrituras para nuestras preocupaciones? ¿Cómo podemos vencer la ansiedad que a menudo sentimos? El Señor nos ordena vencer la ansiedad y no ser vencido por ella. El creyente puede y debe decirle «no» a la ansiedad. Leamos la primera parte del versículo 6 que dice: ‘Por nada estéis afanosos’».


    La ventaja es que antes de leer el pasaje el primer punto del sermón ha sido expresado como un principio que puede ser aplicado por el creyente y reiterado tres veces para enfatizar, clarificar, y asegurar que los oyentes lo entienden. Al abrir la Biblia verán que expresa la misma verdad que acaban de escuchar, y se darán cuenta de que el principio goza de autoridad bíblica ya que se encuentra en las Escrituras.


    8) Explique lo suficiente como para demostrar al oyente que estamos enseñando lo que dicen las Escrituras.


    La explicación que le sigue al principio debe contener suficiente información para respaldar lo que se acaba de decir. Para lograrlo, recurrimos a una de las tres preguntas (¿Qué significa?; ¿Es verdad? ¿Estoy realmente persuadido?; ¿Cómo aparecerá éste principio en mi vida?) que estamos presentando en el artículo. Por ejemplo, no hay dificultad en comprender lo que significa: «El creyente puede y debe decirle ‘no’ a la ansiedad». Por lo tanto, no será necesario invertir tiempo en la primera pregunta: «¿Qué significa?». Sin embargo, será indispensable contestar la segunda y la tercera pregunta. Tal vez el oyente piense: «¿Cómo puedo vencer la ansiedad cuando es algo fuera de mi control?» Aquí entra en juego la segunda pregunta: «¿Es verdad?» El oyente no está convencido de la verdad del principio y está confundido acerca de cómo aplicarlo a su vida. Anticipando esa posibilidad, se puede decir: «Es cierto que a veces no podemos controlar las emociones ansiosas que surgen de manera espontánea. Sin embargo, podemos controlar nuestra respuesta o reacción a dichas emociones. Cuando notamos que hay ansiedad en nosotros no debemos dejar que persista, sino tomar control de la situación». El próximo punto del sermón proveerá instrucción más específica referente a cómo el creyente puede vencer la ansiedad. En cierto sentido la idea principal se comprenderá mejor cuando expresemos el segundo punto, ya que el tercer punto nos dará el resultado que podemos esperar como consecuencia de haber obedecido a Dios.


    9) Use las mismas palabras claves en cada principio y transición.


    Por ejemplo, en nuestro sermón, en la transición del primer punto (o principio) al segundo, es importante decir algo específico: «para vencer la ansiedad, además de tomar control, debemos poner nuestras preocupaciones en las manos de Dios». Una forma poco eficaz sería decir: «otra manera de hacer esto es…». En vez de hablar en términos generales, podemos ayudar a los oyentes a recordar el sujeto o el tema del mensaje hablando de manera específica con la terminología precisa del sermón.


    10) Use ilustraciones extendidas que «pinten el retrato» del principio a aplicar.


    Las imágenes visuales son fáciles de recordar. Por ejemplo: «Mario comenzó a sentir ansiedad cuando se dio cuenta de que no tenía dinero suficiente para mantener a su esposa y sus tres hijos. En la fábrica comenzó a hacer su trabajo mecánicamente, como si él y su cuerpo estuviesen en dos lugares diferentes. A medida que las distracciones mentales aumentaron, la calidad de su trabajo disminuyó y con eso también su salario. Pasaba las noches acostado en la cama sin poder dormir, tomaba un poco de leche caliente para facilitar el sueño, pero sin éxito. La frustración crecía cada vez más hasta que una de aquellas noches fue al comedor, se sentó en la silla gastada y comenzó a contarle a Dios todas sus preocupaciones hasta el amanecer. Durante muchas semanas había estado culpando a Dios por su situación, pero ahora comenzó a comunicarse con Él. Confesó su pecado, expresó gratitud por todas las bendiciones que le había dado, y de corazón le contó al Señor todas sus preocupaciones. Cuando terminó sintió la calma que lo había evadido por largo tiempo. Pudo ver a Dios como amigo y regresó su deseo de obedecerle».


    Sin duda, habrá varios «Marios» en la congregación que han experimentado (o experimentan) algo similar. La historia les ayudará a poner en práctica el mensaje principal del sermón. Es posible emplear una historia ficticia siempre y cuando la identifiquemos como tal. Sin embargo, es más poderoso usar una ilustración de la vida personal para convencer y motivar a los oyentes. En la vida real, nosotros generalmente le creemos a la persona que dice: «yo probé ese producto y comprobé que da los resultados que promete».


    11) Use la conclusión para repasar y concluir.


    Tal vez parezca redundante decir que la conclusión debe concluir el sermón; no es el lugar para introducir nuevas ideas, preguntas o problemas. Todo sermón se conforma de una introducción, un texto central, y una conclusión. En la conclusión es preciso usar una ilustración extendida que presente tanto un resumen como un «retrato» de la idea o proposición central del sermón. Después de la ilustración extendida es posible repetir la proposición junto con los tres principios en forma breve. También, en la oración final podemos pedir al Señor su ayuda para aplicar los principios bíblicos que han sido expuestos. Por ejemplo: «¿Cómo podemos entonces vencer la ansiedad? Tomando control de ella, poniendo nuestras preocupaciones en manos del Señor con acción de gracias y, como resultado, experimentando la paz incomprensible que Dios provee. Oremos. Señor te damos gracias porque en ti tenemos solución para la ansiedad. Ayúdanos a tomar control de la misma y no permitir ser controlados por ella. Recuérdanos que Tú nos has ordenado comunicarte todas nuestras ansiedades con acción de gracias. Y te damos gracias por la paz incomprensible que prometes darnos cuando ponemos nuestras preocupaciones en tus manos. Oramos en el nombre de Jesús. Amén». De manera que desde el principio hasta el final los oyentes han escuchado la idea principal: debemos vencer la ansiedad y podemos controlarla; con acción de gracias tenemos que poner nuestras preocupaciones en las manos del Señor, y así experimentar su paz.


    Conclusión


    Supongamos que alguien asista a la iglesia 52 domingos, y que cada uno de esos domingos escuche un sermón de tres puntos usando los «principios» de claridad presentados aquí. Al cabo de un año habrá escuchado 52 ideas bíblicas completas y 156 principios que puede aplicar y experimentar en su vida. Después de tres años habrá escuchado 156 proposiciones o ideas y 468 principios aplicables. ¿No es esto mejor que salir de un culto de adoración sin una idea clara de lo que significa un pasaje de la Biblia y sin saber cómo aplicarlo a la vida cotidiana?


    Sin dudas predicar de esta manera requiere más esfuerzo en la preparación. ¡Pero vale la pena! ¿Cómo podemos predicar con claridad? Debemos descubrir una idea central y exponerla, usar las tres preguntas que ayudan a desarrollar, especificar y clarificar el mensaje, y utilizar los «secretos» de la claridad para estructurar el sermón. Que Dios nos ayude a ser obreros aprobados que manejamos «con precisión la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15).


    Alberto Samuel Valdés, cubano, vive en Miami y trabaja con LOGOI Internacional en la preparación de materiales para pastores.