Biblia

Siervo dispuesto

Siervo dispuesto

por Christopher Shaw

Cristo actúa conforme a los anhelos más profundos del corazón del Padre

Versículo: Hebreos 10:5-7

10:5 Por eso, al entrar en el mundo, *Cristo dijo: «A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo;10:6 no te agradaron ni holocaustos ni sacrificios por el pecado.10:7 Por eso dije:  Aquí me tienes  como el libro dice de mí . He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad. »

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El autor de Hebreos ha dedicado tres capítulos enteros a demostrar la ineficacia del sistema de sacrificios de la Ley mosaica. Si bien los mantenía libres de la condenación que merecían por sus pecados, no lograba esa transformación profunda que tanto anhela nuestro Dios. El autor ahora emplea una cita del Salmo 40.6-8 para referirse a la perspectiva radicalmente distinta con que llega Cristo. No tiene la intención de ajustarse al modelo imperfecto que tanto amaban los fariseos. Entiende el corazón del Padre y conoce, según lo ha declarado el profeta Miqueas, qué es lo que más le agrada: «¿Qué podemos presentar al Señor?¿Qué clase de ofrendas debemos darle? ¿Debemos inclinarnos ante Dios con ofrendas de becerros de sólo un año? ¿Debemos ofrecerle miles de carneros y diez mil ríos de aceite de oliva? ¿Debemos sacrificar a nuestros hijos mayores para pagar por nuestros pecados? ¡No!, oh pueblo. El Señor te ha dicho lo que es bueno, y lo que él exige de ti: que hagas lo que es correcto, que ames la compasión y que camines humildemente con tu Dios». (6.6-8 – NTV). «He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad».Cristo declara que Dios preparó un cuerpo para él, para que viviera la clase de vida que el Señor anhela para cada uno de nosotros. Su disposición a caminar en obediencia, aun arribando a la muerte en la cruz, se resume en la sencilla frase: «He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad». De hecho, durante su peregrinaje terrenal Jesús señala una y otra vez que ese es el objetivo central de su vida. «Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo» (Juan 5.19). «Yo […] no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió» (Juan 5.30). ¡Cuánta sencillez contiene esta filosofía! Qué gran desafío presenta a quienes hemos recibido el regalo de la libertad. Cuántos problemas nos evitaríamos si en cada situación nos tomáramos un momento para meditar acerca del deseo de Dios para ese momento. Como he señalado en una de las reflexiones de esta serie, Cristo no corrió con ventaja a la hora de obedecer al Padre. Se enfrentó a las mismas tentaciones y luchó con las mismas alternativas que nos seducen a nosotros. No obstante, aprendió obediencia en la escuela del sufrimiento, donde las opciones se vuelven más cristalinas y lo que está en juego, más vívido. El Salmo cierra la cita con una frase que el autor no ha incluido: «… tu ley la llevo dentro de mí». Allí está resumida la función de la Palabra. Esta es la razón por el que tanto hincapié se ha hecho en prestar atención a lo que Dios nos ha dicho.  

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