¿Sirven ellas?
por John Burke
¿Existe espacio para que las personas con inclinación homosexual sirvan dentro de la iglesia?
—Alguien nos dijo que nosotras jamás podríamos ser líderes en la iglesia debido a que somos homosexuales, ¿acaso es eso cierto? —preguntó Susan—. Eso es lo difícil: sentirse como una cristiana de segunda clase.
—La única razón por la que diríamos que ustedes no podrían dirigir es la misma razón por la que diríamos que cualquier persona no podría dirigir. Es decir, debido a que no estuvieran siguiendo a Cristo. Si un persona heterosexual se involucha en relaciones sexuales prematrimoniales, o en algún otro patrón continuo de desobediencia a la voluntad revelada de Dios en las Escrituras, ella no podría dirigir a otras personas con efectividad por el Espíritu de Dios porque ella realmente no está dispuesta a seguirlo. Lo mismo se aplicaría a ti. Si estás dispuesta a seguir a Cristo en tu expresión sexual, lo cual, de acuerdo a las Escrituras significaría no mantener relaciones íntimas homosexuales y, asumiendo que estuvieras espiritualmente calificada y que no tuvieras un patrón continuo de desobediencia voluntaria a Dios, entonces, podrías ser líder.
—Oh. Vaya —para mi sorpresa, Samantha tenía una mirada de esperanza—. Entonces, ¿no hay un techo en cuanto a la participación en la iglesia solamente porque soy lesbiana?
—Una vez más, no creo que Dios te vea como lesbiana, sino como persona. Eres justificada con él mediante la fe, no por lo que haces. Aun si no hubieras escogido ser atraída por alguien de tu mismo sexo, tienes la elección de actuar así o no.
Samantha miró a Susan con una sonrisa pícara.
—Lo siento, no más sexo… De cualquier manera nunca fue suficiente.
—Muy graciosa —dijo Susan y me miró con seriedad—. Las relaciones sexuales realmente no son la parte más importante de nuestra relación, ¿sabes? No es lo más importante.
—Bueno, entonces —les anuncié, internándome en territorio desoconocido—, permítanme hacer una sugerencia.
Abrirse al trato de Dios
Decidí arriesgarme seguir un pensamiento que había generado en mi mente: Yo jamás podré cambiar a otra persona y, aun cuando Dios pueda, él normalmente no elimina de tajo toda la tentación. En vez de ello, él transforma el corazón y fortalece la voluntad mientras la persona así lo quiera. El único camino hacia delante, la única forma de que la voluntad de Dios se cumpla en la vida de cada una de estas mujeres, es que ellas estén dispuestas a dejarse moldear por esa voluntad. A menos que crezcan para amar y confiar en Cristo, no estarán dispuestas. Depende de Dios, y no de mí, la manera en que él transforma o no a la gente. De modo que continué con la arriesgada propuesta.
—Déjenme sugerir esto —propuse—. Creo que percibo algo de correcto en el amor que se profesan una a la otra. Es posible que mucha gente se escandalice porque yo exprese esto, pero es obvio que ustedes realmente se aman con un interés y amor genuinos o no habrían permanecido juntas por el curso de seis años. La Escritura relata que David y Jonatán se profesaban un profundo amor que no era sexual (aunque sé que a los homosexuales les encanta acusarlos de eso). Sin embargo, el amor real proviene de Dios… ¡Siempre! En el amor que se tienen entre ustedes existe una dimensión pura, pero también, pienso que toma parte un aspecto sexualizado que no es lo que Dios quería.
—Es bueno escucharte admitir eso. Mi familia nunca hubiera admitido ese amor. Ellos creen que todo tiene que ver con sexo —intervino Samantha, y se volvió a Susan con una sonrisa para bromear al respecto—; si todo hubiera tenido que ver con el sexo, jamás hubiera durado tanto.
—Bueno, Samantha, ya está bien de tratar de sacar de sus casillas al pastor —Susan sonrió con satisfacción.
Continué explicando mi propuesta para caminar hacia delante a partir de ese momento:
Invitación al diálogo
—Me imagino que, así como cuando las demás personas homosexuales escuchan que la voluntad de Dios va en contra de las relaciones íntimas homosexuales, ustedes también probablemente sentirán que Dios solo quiere quitarles una de las cosas más importantes en su vida y dejarlas vacías. Pero estoy convencido de que esto no es verdad. Lo que quiera Dios formar en sus vidas no las dejará sin llegar a serntirse realizadas o sintiéndose vacías. Es posible que sea difícil, o doloroso en ocasiones, pero, a largo plazo, quedarán más satisfechas que antes. Sé que eso es una promesa de Dios.
«Esto es lo que quiero pedirles. ¿Podrían ir en pos de Cristo y seguir aprendiendo acerca de cuánto las ama y de cuánto desea lo mejor para ustedes, seguir confiando en él en todas las áreas de su vida? Todo lo que él requiere es que ustedes estén dispuestas. Así que pueden confiar en que no las dejará abandonadas con un hueco en el corazón. Comiencen a orar buscando su voluntad. Y oren también por Su voluntad en la relación que sostienene entre ustedes. Vean si pueden sostenerse una a la otra delante de Dios así —abrí mis manos, con las palmas hacia arriba, haciendo un gesto como de soltar algo y sosteniendo la relación con las manos abiertas— y pídanle que las ayude a amar a esta otra persona conforme él lo desee. Si hacen eso y lo siguen voluntariamente, creo que hallarán el sendero hacia una vida más profunda y satisfactoria de lo que ustedes hayan imaginado.
Susan asintió con la cabeza en señal de acuerdo, y Samantha indicó:
—Creo que puedo hacer eso. Pero… voy a hacerlo si tú vuelves a echar una mirada en esos pasajes de la Escritura acerca del homosexualismo. No estoy todavía convencida de que no sea solamente una prohibición cultural más que una prohibición moral.
Le prometí que lo estudiaría otra vez con ella. Habiendo estudiado a profundidad la enseñanza de la Metropolitan Community Church [Iglesia de la Comunidad Metropolitana] al igual que leído las opiniones de los académicos y sociólogos en ambos bandos, y luego de haber estudiado los pasajes de relevancia crítica en las lenguas originales, me sentí con la confianza suficiente. Le inidiqué que hablaríamos con mayor profundidad acerca de los pasajes que le mostré en algún otro momento.
Dos semanas después, Samantha me detuvo en el pasillo.
—Ya estamos hablando —fue todo lo que mencionó.
—¿Están hablando? —pregunté.
—Y no es solo una conversación para conciliar el sueño; de verdad estamos conversando. Jesús y yo, ¡y es realmente asombroso lo que pasa! —luego susurró—: ¡Creo que realmente está allí!
—Realmente está allí —reí—. Continúa escuchando y hablando con tu corazón abierto… ¡Y tus manos también! —la animé.
Confiar en Dios
No tengo idea de lo que Dios hará o no con Samantha y Susan. ¿Seguirán realmente a Cristo de todo corazón? ¿Darán por terminada su relación sexual? ¿Serán capaces de expresarse amor una a la otra sin que intervenga el factor sexual? ¿Cambiarán sus deseos con el paso del tiempo? En algunos ocurre, en otros, no. Todo lo que sé es que tenemos que hallar un camino para avanzar hacia delante, ayudando a toda la gente que está dispuesta a confiar totalmente en Cristo. La única forma en la que las personas se convertirán en lo que Dios quiere que sean es a través de su poder obrando según la disposición de ellos. Aparte de eso, no existe otra manera.
Es posible que logremos que la gente se conforme, pero no que se transforme. Así que es un mejor sendero ayudar a la gente a confiar en Dios, ¡y eso es una lucha para todos nosotros! Incluso para los líderes religiosos que a menudo luchan por tratar de controlar la conducta de la gente, porque parece un reflejo de nosotros. Debemos quitarnos esa responsabilidad y confiar en que Dios nos dirija y guíe a la salud íntegra de nuestras almas.
En el próximo número de Apuntes Pastorales, edición de noviembre-diciembre de 2012, publicaremos un nuevo artículo sobre este tema. Búsquelo.
Se tomó de No se admiten personas perfectas, Editorial VIDA, 2005, pp. 230—234. Se publica con permiso.