¡Socorro! Tengo un niño hiperactivo
por Nelda R. Cocknan
Vivir con un niño hiperactivo puede ser una carga. Los padres aprenden pronto la terminología y las teorías, pero todo eso sirve de poco en el trato diario con un niño especial. No hay enciclopedia que diga cómo satisfacer cada necesidad. Dios le dio a los padres la responsabilidad final.
Mientras el doctor me explicaba cuál era la condición de Roberto, mi hijo de cuatro años, me reprendí a mí misma por sentirme frustrada. Era la primera vez que hacíamos un examen de su sistema nervioso y, aunque muy amable y deseoso de informamos bien, el médico diagnosticó una «disfunción cerebral mínima».
Continuó dándonos instrucciones sobre el ser consecuentes, positivos, firmes, comprensivos y realistas con Roberto. A medida que él hablaba, para mi interior yo me preguntaba qué sabría este profesional de guardapolvo blanco sobre las manchas de salsa de tomate en la pared del comedor, el rosal del vecino con todos sus pimpollos quebrados y los berrinches en el mercado, cada vez que lo llevaba de compras. En su comportamiento cotidiano demostraba tener una gran cantidad de energía -¡y nunca cansancio!- que pujaba por salir, descontrolando todo a su paso.
El niño hiperactivo (con alta actividad) con una disfunción cerebral mínima puede -o no- tener un daño cerebral. Es muy posible que nada funcione mal en su estructura cerebral, aunque a veces tiene problemas para procesar la información. Como dije, puede o no haber lesión en su cerebro, pero tiene un problema de equilibrio entre la velocidad de su mente y la respuesta de su cuerpo. Muchos -sino la mayoría- de los niños hiperactivos son realmente brillantes; es bastante común que un niño hiperactivo esté en un programa para niños especialmente dotados o en un programa académico acelerado. El problema de un niño de estas características reside en examinar y luego actuar de acuerdo con lo que ve, oye y siente, dando el tiempo necesario a procesar cada una de las experiencias circunstanciales. Es algo así como que su mente tiene más capacidad de «percepción de temas» que su capacidad de «procesar» cada uno de esos temas.
Un niño hiperactivo puede muy bien contarle todo lo que sucedió en una visita al zoológico el verano pasado, o lo que la tía Julia tenía puesto el día de Navidad pero, tal vez, no puede repetir el abecedario o enumerar 1-2-3-4. Puede tener excelente percepción de lo que sucede a su alrededor, pero no contar con el equilibrio necesario para saber como manejarse. Nadie conoce la causa exacta de la hiperactividad aun, y esperamos se descubran remedios más efectivos una vez que se conozca su origen.
Vivir con un niño hiperactivo puede ser una carga. Los padres aprenden pronto la terminología y las teorías, pero todo eso sirve de poco en el trato diario con un niño especial. No hay enciclopedia que diga cómo satisfacer cada necesidad. Dios le dio a los padres la responsabilidad final. Recibimos nuestra misión y con ella la promesa de su fidelidad. Mientras vivimos, amamos y aprendemos, nos hacemos expertos y descubrimos cómo hacerlo.
Si usted cree que su hijo puede ser hiperactivo, sea realista y enfrente el problema. Una vez que le hayan dado un diagnostico confiable, aprenda todo lo que pueda sobre el problema de su hijo y sobre cómo hacerle la vida más llevadera. Examine cuidadosamente las dificultades que su hijo enfrenta en la vida diaria. Si tomar la sopa es demasiado para su control muscular, intente hacer que la beba directamente de un tazón. Si el líquido que toma con las comidas siempre termina en el suelo o en la falda de alguien, espere para dárselo hasta que termine de comer y cuando el pueda manejarlo por separado.
Si en la Escuela Dominical su hijo llora y se aterra a la maestra y se niega a participar de las actividades, trate de llegar temprano y entrar al aula vacía con él. Usted y la maestra pueden ayudarlo con una actividad inicial, y podra ir adaptándose así al resto de los niños, a medida que vayan llegando.
Los niños hiperactivos se sienten atacados por demasiados estímulos. Haga un inventario de los juguetes de su hijo. Quizás quiera guardar aquellos que lo confunden o lo frustran, como los que tienen muchas piezas pequeñas. Piense en poner estantes para guardar los juguetes en vez de ponerlos en una caja, donde tiene que revolver para encontrarlos. Podrá enseñarle más fácilmente a su hijo a poner los juguetes en su lugar si no hay tanta confusión que lo distraiga.
Una madre dejó en la habitación de su hijo sólo su cama la cómoda, una mesa y una silla. Allí puede alcanzar un juego o un juguete de a uno por vez. Cierta madre debió pintar y sacar todos los adornos de las paredes; las muchas figuras eran una constante distracción para su niño. Piense cómo puede simplificar las tareas diarias que traen problemas. Si vestirse le es tedioso, prepare cada prenda en el orden en que se las va a poner. Resista la tentación de vestirlo usted. Ayúdelo cuando deba hacerlo, pero deje que se vista solo.
Muchos padres cristianos se sienten culpables y frustrados cuando sus hijos no pueden quedarse sentados durante todo el culto en la iglesia. No se culpe a sí mismo ni a su hijo. Tenga en cuenta su edad y su temperamento. Un culto completo en la iglesia puede ser algo para lo que uno se tiene que preparar. Una pareja preparó un programa para niños en la iglesia, motivada por su propio hijo hiperactivo que necesitaba una experiencia de adoración más flexible.
Al principio yo dudaba en mencionarle el problema de Robertito a las maestras de la Escuela Dominical, niñeras, etcétera, por miedo a que lo vieran de otra manera. Pensaba que no quería que lo trataran de manera diferente a los demás. Un día, una maestra dedicada y amorosa que tenía a mi hijo en su clase de la Escuela Dominical me llamó. Me explicó, con mucho tacto, que Robertito no prestaba atención, no seguía las instrucciones y se arrastraba por el piso durante el tiempo de la historia bíblica y la música. Ella se había sentido frustrada, le había gritado, después se había sentido culpable y ahora me pedía ayuda.
Allí me di cuenta de mi error. Yo tenía la culpa, por no haberla preparado. Le sugerí que le repitiera a Robertito las instrucciones una por una cuando fuera posible y que lo llamara por su nombre de en tanto en tanto, cuando tuviera que recordarle algo. ¿Había alguna actividad alternativa para mantenerlo ocupado cuando su interés disminuía? También le sugerí que lo sentara cerca de un adulto durante el tiempo de la historia bíblica o la música, dándole la oportunidad de tocarlo y abrazarlo, para de esa manera reconfortarlo y ayudarlo a mantener la atención.
Sea realista en cuanto a sus propias relaciones también. Atender la enorme cantidad de energía -a menudo mal dirigida- de un niño hipo-activo, generalmente deja untados y cansados a sus padres. El niño demanda tanto que uno se siente inadecuado para satisfacer sus necesidades y, por consiguiente, fracasado y curable. Torne conciencia de sus sentimientos y téngalos por normales. El ocultarlos o negar su irritación sólo le causara más problemas.
Sea positivo y aproveche la situación, ayudando a que su hijo desarrolle su potencial. Para mí, esto significa tener una actitud optimista, construyendo confianza en mi hijo y ayudándolo a desarrollar distintas maneras de compensar sus debilidades. Además, animándolo, diciéndole que con Dios no hay nada que no podamos manejar.
Incluso antes de que declararan hiperactivo a Robeitito, ya preparábamos a nuestros hijos para las nuevas actividades explicándoles cuáles eran nuestros planes y qué esperábamos de ellos. Para nuestro hijo hiperactivo es aun más importante que le presentemos toda nueva experiencia lentamente.
Generalmente lo guiamos paso a paso en cada situación nueva. Su primera fiesta, el primer día en la escuela o la primera salida a comer en un restauran, son anticipadas representando las situaciones que luego vivirá en la realidad. La noche anterior a la primera visita de Robertito al dentista le representamos lo que era posible que sucediera al día siguiente. Por supuesto que resultó bastante cómico ver a mi esposo jugando al odontólogo, pero ayudó a prevenirle la experiencia.
Refuerce el buen comportamiento con un enfoque positivo de la disciplina. Si usted le plantea límites claros a su hijo, él podía confiar en que usted será justo y firme al administrar la disciplina.
La madre de Melinda tenía problemas en lograr que su hija acomodara la cama por las mañanas. Un día Melinda llegó tarde a desayunar porque había estado tratando con todo esmero de hacer la cama bien. Al volver de la escuela, Melinda encontró una cinta nueva para el cabello y un canelito que decía «Gracias», sobre la cama, como recompensa por haberse esforzado tanto.
Robertito está aprendiendo a depender de alguien más que sus padres y su familia. Había luchado durante casi un año para aprender a ataree los zapatos. Habíamos orado juntos acerca de su frustración y le habíamos pedido a Dios que lo ayudara a persistir. Un día lo escuché casualmente, diciéndole a su abuela que ahora podía atarse solo los zapatos, y explicándole que «Jesús me enseñó a hacerlo».
Sea positivo en su relación con el niño. La mayoría de los niños hiperactivos responden al afecto demostrado físicamente. Trate de hablarle suavemente. Si usted grita está haciendo que todo gire más rápido. Tal vez deba tenerlo en sus brazos para poder hablarle tranquilamente. Acariciarle la espalda o la frente lo relajara y generalmente lo calmara lo suficiente como para que escuche.
Algunas veces tos berrinches de Robertito me molestan tanto que lo mando a su habitación hasta que yo misma pueda controlarme lo suficiente como para ayudarlo. Oro pidiendo al Espíritu Santo que me controle, porque mi reacción humana sería ir y sacudir a ese niño que está gritando sin parar. Dios me indica que separe al niño (aceptable, adorable, hecho a su imagen) de su comportamiento (inaceptable, odioso y contrario a su perfecto plan). Debo aprender a amar y aceptar al niño en todo momento y dirigir mis disgusto hacia sus acciones. Nada fácil.
Persistir significa enfrentar el asunto, algo con lo que el padre del niño especial estará familiarizado. Tengo que guardarme mi sensibilidad para ser una madre equilibrada y persistente. Por cada amiga o pariente que con sus consejos se refiere a «todos los problemas de Robertito», está su maestra que me anima, diciéndome: «Roberto puede ser lo que quiera ser».
El no tenía tres años todavía cuando lo dejamos por primera vez con unos amigos de confianza porcunos días. Mientras Marisol, mi amiga, me describía los días que había pasado cuidando a Robertito, los ojos se me llenaban de lágrimas. «Tenga el problema que tenga,» me dijo, «Dios ha llenado su almila con tanto amor que estoy segura que va a ser alguien muy especial».
Apuntes Pastorales, Volumen VIII Número 6