Suavizando las tensiones de la mudanza

por Elvira Rojas Antenor

Cuando te mudas, además del desgaste físico propio de ese esfuerzo (aprontar cosas, empacarlas, cargarlas, acomodarlas, limpiarlas, etc.), emocionalmente tu familia está amenazada por la pérdida de viejas amistades, colegios, parientes y otros factores. Además, debes inmediatamente buscar nuevos profesionales médico, dentista, profesor de piano, una nueva tienda, almacén o mercado y todo lo necesario para que la familia tenga sus necesidades primarias satisfechas. Mientras tan» lo, tu esposo está aprendiendo dónde están las estructuras de poder y las tradiciones de la nueva congregación, lo que no es nada sencillo.

Cualquier cosa que pueda reducir el trauma del cambio, vale la pena ser tomado en cuenta. Personalmente he encontrado varias cosas que me han ayudado a reducir el apremio, tanto para mi familia como para mí misma. Nos hemos debido mudar varias veces y en esos cambios he ido aprendiendo cosas útiles.



«NUESTRO» HOGAR


Una amiga me dijo una vez: «Hace tres años que vivo aquí, con cajas empacadas, sin cuadros en las paredes y sin saber quién vive a mi alrededor. No he echado raíces aquí porque creí que nos iríamos pronto. Nunca más voy a hacer esto; me ha hecho sentirme apremiada e inestable. De aquí en más, voy a echar raíces, desempacar todo y poner mi personalidad en nuestro hogar. La vida aquí hubiera sido mejor estos tres años si lo hubiera hecho de esa forma, aun corriendo el riesgo de una inminente mudanza».



Desde entonces he considerado como de gran prioridad establecer nuestro hogar tan pronto como nos mudamos. Como familia de ministro, generalmente vivimos en casas pastorales, en la misma propiedad de la iglesia, por toque trato de «personalizarlas» lo antes posible. Me da mucho placer cuando estoy razonablemente estableada. Cada vez que una visita hace algún comentario referente a nuestros pasatiempos, la decoración o colores de nuestra casa es una afirmación muy buena en lo personal. Sus comentarios me demuestran que he tenido éxito en convertir una casa parroquial en «nuestro hogar». Una casa pastoral personalizada me hace sentir tranquila. También me une con mi pasado, mientras me estoy estableciendo en una nueva iglesia y comunidad.



LOS INTERESES PERSONALES

Otras cosas también ayudan bastante. Una de ellas es mantener los intereses personales aunque te mudes. ¿Me gusta la costura? Pues trato en lo posible de averiguar quién puede seguir enseñándome en este nuevo lugar. ¿Tenía antes una actividad personal en la cual me encontraba a gusto? Miraré la posibilidad de continuarla en esta nueva congregación. No deja de ser difícil durante una mudanza o recién conociendo el nuevo lugar -con tanto para limpiar y acomodar- el preparar comidas apetitosas y bien planeadas, pero vale la pena. La hora de la comida le da a la familia la energía que necesita y tiempo para relajarse y con versar. Todos están en la gran tensión de la readaptación y las buenas comidas compartidas son excelentes reductores del estrés. Si tengo que comer sola durante una mudanza lo hago con una mesa preparada adecuadamente y con música, o leyendo algo que me interesa. Aunque sea corto, ese tiempo debe ser agradable y de cierto relax.



Siempre que debemos empacar y desempacar, tratamos de no llegar hasta el punto que nos duela todo el cuerpo y nuestros pies estén hinchados. Lleva más tiempo, pero evita el mal humor y el exceso de cansancio. Recordando nuestras mudanzas me doy cuenta que las que resultaron más fáciles fueron esas en las que nos tomamos tiempo para descansar y recrearnos en medio.



EL TIEMPO DE ATERRIZAJE


Otra decisión que he tomado es no asumir ninguna responsabilidad en nuestra nueva iglesia hasta pasados unos cuatro o cinco meses de la mudanza. Por supuesto que durante ese tiempo no olvido que soy la esposa del pastor, con las lógicas responsabilidades del caso, pero también por eso trato de ser cautelosa, dándome el tiempo necesario para evaluar el verdadero rol que debo cumplir en la congregación. En algunos casos tal vez sea necesario extender ese tiempo a todo el primer año. Eso deberá ser evaluado en cada caso, pero debemos tener los ojos abiertos para no caer presas de la ansiedad y el complejo de demostrar que «somos buenas esposas de pastor», lanzándonos a responsabilidades apresuradamente, sin antes transitar el aterrizaje completo en este nuevo lugar.



Y no sólo nosotras debemos «aterrizar»; cada uno de los miembros de la familia lo deberán hacer, y eso requerirá un poco de tiempo extra además del acostumbrado, para estar con cada uno de ellos brindando apoyo. El esposo llegando a casa con tensiones producidas por las nuevas relaciones, los hijos que vienen con las suyas por los nuevos amigos, la nueva maestra, trabajo, etcétera. Más que nunca, regresaran a casa buscando un lugar de cariño- y saludable relajamiento. En esos primeros tiempos, la presencia de «Mamá» es más requerida. Todo esto sugiere cautela a maternos de lleno en las funciones de la congregación.



Mudarse es una parte difícil de ser esposa de un pastor, pero no es necesariamente trágico. Los camiones de mudanza son inevitables, por lo que procuro estabilizar el proceso dentro de lo posible.



¡Feliz mudanza! ¡Y feliz aterrizaje!




Apuntes Pastorales, Volumen VIII Número 6