Biblia

También a nosotros

También a nosotros

por Francisco Portillo Ortega

La globalización ha impactado sobre la Iglesia con nuevos desafíos y nuevas oportunidades

 «Globalización» es un término que comenzó a usarse particularmente en relación el mundo de las finanzas. Sin embargo, en los últimos años su uso se ha generalizado para referirse a una realidad que afecta prácticamente a cualquier disciplina. Esto se debe al grado de interconexión a nivel mundial y la interdependencia existente, que vuelve cada vez más difícil trabajar en cualquier campo sin tomar en cuenta lo que ocurre a nivel mundial.

 

La iglesia no es ajena a este fenómeno y el efecto de la globalización lo siente en distintas áreas.

 

El fenómeno de la globalización plantea sus retos a la iglesia, pero no debiéramos verlo como amenaza, sino como oportunidad. Hemos de recordar en este sentido la lección del capítulo 3 de Eclesiastés, que nos enseña que todo tiene su tiempo y hemos de saber aprovechar las oportunidades que cada época de la historia nos brinda con los retos que asimismo conlleva. Los efectos, a mediano y largo plazo, que la globalización deje en la iglesia dependerán en buena medida de cómo el cuerpo de Cristo afronte los desafíos y las oportunidades que este fenómeno nos plantea.

 

Pasaremos a analizar algunos retos que la globalización plantea a la iglesia, y asimismo mencionaremos algunas oportunidades que el fenómeno nos brinda. Hemos de decir, no obstante, que algunos de estos aspectos no resultan exclusivamente del fenómeno de la globalización, pues está claro que la propia globalización se da en un contexto donde influyen otros factores.

 

1.     Globalización y valores

La interconexión de nuestro mundo también facilita el intercambio de ideas. Este hecho, unido a la actitud propia de la sociedad de consumo y al énfasis del fenómeno de la globalización particularmente sobre el área de la economía, conduce a un énfasis en los valores mercantilistas de nuestra sociedad.

 

Existe un énfasis desmedido en el aspecto numérico, pues se valora la cantidad por encima de la calidad y la competitividad a ultranza por encima de la solidaridad con el prójimo.

 

Tom Sine ha publicado un libro titulado Mustard Seed vs. McWorld [Semilla de Mostaza versus McMundo]. Describe el creciente McMundo de la globalización y sus efectos en la iglesia. Marca una distinción drástica entre lo que es el McMundo y lo que es la «Semilla de Mostaza» del Reino de Dios. Sine expone los valores fundamentales diferentes  y las distintas visiones de futuro de ambos. Mientras que el McMundo lo entiende en términos de crecimiento económico y eficiencia, la Semilla de Mostaza lo entiende en términos de transformación espiritual y social. Los valores fundamentales del McMundo son el individualismo, el consumismo y el materialismo, mientras que los del reino de Dios son la comunidad, la espiritualidad y la celebración del nuevo orden divino.

 

En un contexto así, el testimonio de la iglesia de vivir las virtudes cristianas puede resaltar de manera particular, si cabe, aún con más fuerza, el mensaje cristiano de la solidaridad con el prójimo y la reconciliación con Dios y de los unos con los otros.

 

2.     Globalización y misiones

«Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan» (Sal 24.1).

 

El evangelio es un mensaje global, dirigido a todos: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura». Podríamos afirmar que el efecto de la salvación es «globalizador», pues nos hace parte de un solo cuerpo: la iglesia universal de Jesucristo.

 

a.     Reto

1)     El primer reto que la globalización plantea a la misión evangelizadora de la iglesia es la relativización de la Verdad: según este concepto relativista, no hay lugar para proclamar salvación solamente en Cristo, con la cual la misión cristiana se convierte en meramente de ayuda al necesitado, sin intentar persuadirle de una verdad determinada.

2)     En segundo lugar nos reta a pensar en una doble vertiente: global, pero al mismo tiempo local.

 

b.    La oportunidad

1)     Como ya hemos mencionado, el mensaje del evangelio como mensaje de reconciliación (2Co 5.14–19) y como mensaje «global» cobra nueva fuerza.

2)     Las nuevas tecnologías proveen un vehículo para la comunicación del evangelio y la labor llevada a cabo en el campo misionero. Me quedé sorprendido, recientemente, en una visita que realicé a unos misioneros españoles en la zona de la selva amazónica en Perú, cómo el acceso a la Internet y al coreo electrónico les permitía dar y recibir información a unos niveles que hubiera sido inimaginable hace pocos años. Es una información que podía traducirse en apoyo y oración por parte de otros en cualquier parte del mundo.

 

c.     La respuesta

1)     La misión de la iglesia debe ser una misión integral, que englobe también a todo el ser humano.

2)     El fenómeno de la «internacionalización» o «globalización» de la misiones:

a)     Formación de equipos internacionales y multiétnicos. Cada vez parece hablarse más de «partnership» en el tema de las misiones. Así ocurre, por ejemplo, a nivel de la Federación Internacional de Iglesias Evangélicas Libres, a la cual está adherida la FIEDE1, o la colaboración a este nivel internacional que promueve la Iglesia Evangélica Libre de EE.UU., perteneciente a la misma Federación Internacional. Menciono estos dos casos por la cercanía a mi propio ministerio, porque los conozco con cierto detalle; pero podría dar muchos más ejemplos de lo que se mueve hoy día en el mundo de las misiones.

 

Wilbert Shenk ha escrito que no podemos depender solamente de «equipos misioneros de un solo trasfondo cultural. En un mundo de múltiples conflictos entre civilizaciones, los equipos misioneros debieran encarnar a propósito el evangelio que reconcilia, sana y restaura rompiendo barreras raciales, denominacionales y nacionalistas».

 

b)    El número de países que envían y reciben misioneros a la vez es mayor cada vez. Brasil no es solo el país que envía el mayor número de misioneros de América Latina, sino también el país anfitrión del mayor número de misioneros. Tradicionalmente han sido los países de Europa Occidental y América del Norte lo que han enviado misioneros. Esto ha cambiado notablemente en los últimos años. Según datos mencionados en la revista Christianity Today, en 1997 había alrededor de 16 000 misioneros de nacionalidad extranjera trabajando en EE.UU. Este mismo artículo menciona la siguiente afirmación de Samuel Escobar: «Tenemos que darnos cuenta de que los grandes actores de misiones en el pasado fueron personas enviadas desde Europa y Norteamérica; pero en el próximo siglo, los grandes actores de misiones no serán ellos, serán socios de los otros (en referencia a los países que en el pasado fueron campo de misiones)». El artículo continúa apuntando a posibles formas de colaboración: El mundo occidental puede ofrecer sus recursos en tecnología, materiales, información e investigación sobre diversos grupos sin evangelizar.

 

Stuart McAllister, director en el momento de escribir aquel artículo de la Alianza Evangélica Europea, señala que las iglesias occidentales pueden también contribuir con «la experiencia (de) errores y lecciones aprendidas durante dos milenios de iglesia y misión».

 

Los grandes recursos financieros siguen en el mundo occidental, y será un reto para las iglesias de Occidente afrontar una etapa de asociación en misiones con países del Tercer Mundo en un plano de igualdad.

 

3.     Globalización e inmigración

La brecha ente ricos y pobres ha aumentado como consecuencia de los procesos globalizadores. Según un estudio del Banco Mundial, aumentará aún más en los próximos diez años. Según las Naciones Unidas, mientras que en 1965 los más pobres de la población mundial ganaban el 2,3 % de los ingresos globales, el porcentaje se ha reducido en torno a un 1,4 %.

 

Parte del problema de inmigración viene vinculado a esta situación de pobreza y desigualdad mundial. Es evidente el efecto que la inmigración ejerce en la iglesia a nivel mundial, y particularmente en nuestro país. Prácticamente en todas las congregaciones que he tenido ocasión de visitar he visto inmigrantes.

 

Uno de los grandes retos de la iglesia en España en el presente es precisamente este; pero es al mismo tiempo una gran oportunidad, tanto para servir y testificar a muchos que llegan a nuestro país, como para ser beneficiada a través del ministerio de creyentes procedentes de otros lugares del mundo.

 

4.     Globalización y pastorado

Se atribuye a J. Wesley la frase: «Mi parroquia es el mundo». Es lo contrario de un espíritu excesivamente parroquialista que puede a veces tenerse. En un sentido, el fenómeno de la globalización permite que esto en efecto ocurra, nos guste o no.

 

El pastor, como ministro de la Palabra, ha de asumir el gran reto de una predicación que sea bíblica y al mismo tiempo relevante a un mundo tan complejo.

 

Al mismo tiempo, la labor pastoral debe afrontar la realidad de una crisis en el movimiento evangélico debido a la influencia de múltiples corrientes y subcorrientes de pensamiento, de teologías y de estilos. Las marcas que han delimitado o definido las denominaciones tradicionales son cada vez más difusas, mientras aparecen otras. En un sentido parece que nos encontráramos más unidos, pero en otro parece que nos hallamos más divididos.

 

Mencionaremos por último el efecto de la tecnología global: de la misma forma que un evangelista bautista como Billy Graham puede impactar a millones de personas en una cruzada vía satélite, grupos bautistas fundamentalistas que están en desacuerdo con Billy Graham pueden formar una comunidad mundial que plante cara a la postura de Billy Graham. Nuestras luchas internas fácilmente pasan al escenario mundial. Tenemos el reto de tratar las diferencias de tal manera que seamos constructivos y velemos por guardar la unidad de la iglesia en el vínculo de la paz, en lugar de procurar que estos medios nos separen aún más.

 

Conclusión

La globalización intensifica la necesidad de la iglesia de entender su propia identidad. Aprender a vivir en esa realidad de tal manera que la globalización se convierta en oportunidad, y no en amenaza.

 

Tom Sine propone que los cristiano, en especial los jóvenes, vuelvan a pensar cuáles son sus prioridades: «La decisión prioritaria en la vida es determinar cómo quiere Dios usar mi vida para el avance de sus propósitos». Necesitamos reordenar nuestra vida —comenta—, «necesitamos redescubrir cómo nos llama Dios para que pongamos de primero los propósitos de su misión».

 

En este sentido quisiera lanzar un particular reto a aquellos jóvenes a quienes Dios pueda llamar al ministerio pastoral, para que respondan a dicho llamado. La manera en que la iglesia afronte el reto de la globalización dependerá en gran medida de la calidad de su liderazgo.

 

Quisiera finalizar con una mirada al futuro, con las palabras que encontramos en la visión de Juan en Apocalipsis 7.9–10 y que nos recuerdan el maravilloso efecto «globalizador» del evangelio:

 

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en las presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: la salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

 

1 Federación de Iglesias Evangélicas Independientes de España

El autor es licenciado en Ciencias Físicas y estudió Teología en EE.UU. Vive en Barcelona, donde ejerce como Coordinador Nacional de FIEIDE.

Se tomó de revista Andamio IV-2003, Grupos Bíblicos Universitarios de España. Se usa con permiso.