Biblia

Teólogos por necesidad

Teólogos por necesidad

por Harold Segura C.

Hoy, en nuestra América Latina se hace más necesario que nunca reflexionar teológicamente y poner «toda nuestra mente y todo nuestro empeño» al servicio del Reino de Dios. El explosivo crecimiento evangélico nos ha saturado de estrategas del proselitismo que privilegian la acción sobre todas las cosas…

Fue a partir del siglo III cuando la historia del cristianismo recibió noticia de los primeros teólogos sistemáticos de nuestra fe. La predicación entusiasta y comprometida de los primeros siglos había «trastornado al mundo entero» (Hch. 17:3), sin importar que su costo fuera la vida de miles de creyentes mártires.


De la predicación evangelística (kerygmática), centrada en el anuncio de Jesús como Señor y Rey, se abrió paso a la predicación didáctica, cuyo contenido principal giraba en torno a la aplicación práctica de los principios cristianos para la vida diaria. Es dentro de este nuevo contexto de didáctica de la fe que nace y se desarrolla la teología general. A partir de entonces, al mismo tiempo que se predicaba a Cristo, se escribía sobre la cristología; al mismo tiempo que se predicaba bajo el poder del Espíritu, se reflexionaba sobre la pneumatología (doctrina del Espíritu Santo) y su significado bíblico.


En la lista de esos primeros «pensadores de la fe» aparecen los nombres de Tertuliano de Cartago (c. 160c. 220), Orígenes de Alejandría (c. 18sc. 254), Clemente de Alejandría (c.155-220) e Ireneo de Lión (c. l2~200), entre otros. Ellos, movidos por las grandes necesidades de la Iglesia y conscientes de la importancia de su momento histórico, desplegaron una amplia actividad literaria y combatieron con ardor las primeras herejías del cristianismo.


Su erudición bíblica era una prueba evidente de su compromiso discipular, de ese compromiso que integra con sano equilibrio la le y la razón, la devoción y la teología, la acción y la reflexión. Sin embargo, hay algo que se debe resaltar por encima de todas sus grandes contribuciones y es el hecho significativo de que hicieron teología y pusieron todo su rigor intelectual al servicio de la Iglesia en respuesta a las necesidades existentes y acosados por los retos del contexto histórico. Fueron, pues, teólogos por necesidad; la persecución arreciaba, las doctrinas heréticas proliferaban y su mundo les exigía razón de su esperanza.


Teólogos por necesidad, ¡qué gran lección! Esos primeros sistematizadores de las doctrinas cristianas no supieron lo que era la teología como simple ejercicio intelectual o como lujo accesorio de la naciente Iglesia; fueron, sobre todo, definidores de las grandes doctrinas, antes que pensadores profesionales o teólogos de escritorio. Su reflexión teológica estaba claramente precedida por su urgencia pastoral. En el caso de Ireneo por ejemplo, cuando escribió sus cinco libros en contra de los gnósticos, lo hizo motivado por su sincero interés por la vida de las iglesias que estaban bajo su cuidado pastoral.


Hoy, en América Latina se hace más necesario que nunca reflexionar teológicamente y poner «toda nuestra mente» al servicio del Reino de Dios. El explosivo crecimiento evangélico nos ha saturado de estrategas del proselitismo que privilegian la acción sobre todas las cosas. El afán por los números el excesivo énfasis en las emociones y la masificación de la fe, clamar por verdaderos(as) teólogos(as) que orienten a la Iglesia y recuerden con voz profética la centralidad de las Escrituras. Aquí y ahora, los teólogos(as) han dejado de ser un lujo para convertirse en una necesidad prioritaria. Que la Teología deje oír su voz.