Biblia

¡Terrible cosa!

¡Terrible cosa!

por Christopher Shaw

El que toma con liviandad el sacrificio de Cristo corre peligro de caer en manos de un Padre celoso

Versículo: Hebreos 10:26-31

10:26 Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. 10:27 Sólo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios. 10:28 Cualquiera que rechazaba la ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos. 10:29 ¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido *santificado, y que ha insultado al Espíritu de la gracia? 10:30 Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré»; y también: «El Señor juzgará a su pueblo.» 10:31 ¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!

Leer todo el capitulo

El autor ya ha dejado, en el capítulo 6: 4-6, una advertencia sobre la dificultad de redimir a quienes, habiendo saboreado la bondad de Dios, luego optaron por darle la espalda. El texto de hoy vuelve a advertir sobre el peligro que acarrea el menospreciar el sacrificio del Hijo de Dios. El pasaje revela el costado severo del Padre, un aspecto que no debemos perder de vista. La «gracia barata» que denunció el teólogo alemán Bonhoeffer es aquella que permite al discípulo vivir de la manera que quiera sin preocuparse por las consecuencias. Cuando creemos que Dios cubre aún las actitudes más groseras hacia el sacrifico de Cristo, el seguir viviendo en pecado no nos preocupa. Creo que esta convicción es la principal responsable de que en la Iglesia nos encontremos, una y otra vez, con personas cuya relación con Cristo dura lo que tarda en terminar la reunión. El resto de la semana son indistinguibles de quienes los rodean. Su mal testimonio constituye el mayor obstáculo para que los incrédulos se acerquen a Dios. La advertencia de Hebreos no está dirigida hacia los que aún no se han convertido. Entre ellos las blasfemias y las burlas son parte de la postura que impone la cultura caída. En el mismo momento que Jesús colgaba de la cruz algunos de los presentes se mofaban de él. Esto es normal en aquellos que andan en ignorancia. La advertencia es para los que ya han gustado de las delicias que ofrece la vida con Cristo.La amonestación es para aquellos que han «recibido el conocimiento de la verdad», para los que «han sido santificados por la sangre del pacto». Es decir, los que han disfrutado de todos los beneficios de la vida ofrecida por Cristo y que, no obstante, eligen continuar pecando obstinadamente. Es decir, saben que lo que están haciendo está mal, pero no les preocupa lo suficiente como para tomar los pasos necesarios para cambiar. Existe en ellos una postura que, en efecto, dice: «¿Y qué me importa lo que dice Dios sobre este asunto?». La esencia del problema radica en una actitud, no en un pecado puntual. La actitud mira con desprecio el regalo que ofrece Cristo, por medio de su sacrificio. Este regalo no significa que nunca más tendremos problemas con el pecado, sino que no viviremos atados a hábitos pecaminosos que en el pasado no podíamos vencer. El entender la severidad del castigo que caerá sobre tales personas produce en nosotros un sano temor de Dios. Entendemos por qué la santidad conviene a los que pertenecen a la casa del Señor. Rogamos que él nos salve de un final tan infeliz como el de Judas, que aunque buscó el arrepentimiento, no pudo deshacer las consecuencias de la repugnante decisión que había tomado. Nuestro Dios es inmensamente compasivo, más que generoso cuando del perdón se trata. También demuestra gran celo a la hora de defender el honor de su único Hijo. Vivamos de tal manera que Cristo reciba honra en cada una de nuestras acciones y, aún, en lo más íntimo de nuestros pensamientos.  

© Desarrollo Cristiano Internacional 2013. Se reservan todos los derechos